Muy pocas personas se han parado a pensar qué es lo que realmente ha
mejorado nuestras vidas. ¿Ha sido el dinero? Obviamente no. El dinero no se
come ni es un recurso que sirva para nada. Es un invento del ser humano para
intercambiar bienes y servicios, nada más. ¿Es la política? Ni de coña. Los
políticos no entienden de nada y sólo dictan leyes sobre problemas que no saben
resolver. ¿Es la religión? Por supuesto que tampoco. La religión no es más que
un alivio emocional e intangible para aquellas personas que lo necesitan. Entonces,
¿qué es? La respuesta es simple. La responsable de mejorar nuestras vidas ha
sido y es la tecnología.
Hasta ahora la tecnología ha supuesto un avance descomunal para la
humanidad mejorado la vida de muchísimas personas. Sin embargo, no todo el
mundo la utiliza de una manera racional e inteligente. Me refiero a esa élite
todopoderosa que ansía dominar el mundo y la tecnología se lo está poniendo a
huevo.
La idea de que el futuro del ser humano implica la transformación de
las personas en "ciborgs" (seres humanos mejorados con tecnología) es
un tema recurrente del Foro Económico Mundial (FEM) que, de momento, es una
especulación, no una certeza. Y aunque actualmente ya se está utilizando cierta
integración tecnológica en humanos, como prótesis avanzadas, implantes médicos
o tecnologías de interfaz cerebro-computadora, que han mejorado las capacidades
humanas en diversos aspectos, llegar a desarrollar un ser humano con una
inteligencia extraordinaria, mediante implantes tecnológicos, todavía no es factible
a día de hoy.
Que alguien quiera hacer de conejillo de indias y experimentar en su
propio cuerpo este tipo de cosas, siempre que sea por voluntad propia, no me
parece mal. Ahora bien. Lo que no es aceptable, de ninguna de las maneras, es
que un determinado grupo de personas esté constantemente poniendo en peligro a toda
la humanidad con ocurrencias tales como la manipulación genética, la creación
de armas biológicas, la interferencia climática o exponiéndonos a todos a un
exceso de radiaciones no ionizantes. Y esto sólo por citar cuatro de las muchas
barbaridades que son llevadas a cabo en nombre de la ciencia, la salud, la
seguridad o el progreso.
Empecemos con la manipulación genética.
La manipulación genética, especialmente en el contexto de la modificación
de organismos vivos, está teniendo una serie de consecuencias muy negativas. La
introducción de cultivos transgénicos está amenazando la diversidad genética de
las especies silvestres relacionadas y afectando a los insectos polinizadores
como las abejas. Crear "superorganismos", que desplazan a las
especies naturales y alteran los equilibrios ecológicos, es simple y llanamente
poner en riesgo la vida tal y como la conocemos, ya que es difícil prever todas
las posibles consecuencias de la modificación genética en los organismos y los
ecosistemas en general. De hecho, desde que empezaron estas manipulaciones
genéticas el número de cánceres se han multiplicado exponencialmente, llegando
a ser casi imposible encontrar a nadie que no tenga o haya tenido un cáncer en
su familia.
Sigamos con las armas biológicas.
Las armas biológicas son una realidad a día de hoy.
Y ahora una pregunta incómoda. Dado la coacción obsesiva para inocular
a toda la población mundial no una, sino dos, tres, cuatro o cinco dosis de la
“vacuna” Covid-19, ¿cómo podemos estar seguros de no haber recibido un arma
biológica? Las muertes repentinas, los llamados cánceres exprés, las
miocarditis y todo tipo de lesiones cardiovasculares y de otra índole son la
prueba evidente de que las “vacunas” están causado más daño que el propio
Covid-19, por mucho que se escondan estos datos debajo de la alfombra.
Veamos ahora las consecuencias de interferir en el clima.
La geoingeniería es la encargada de modificar deliberadamente y a gran
escala el clima terrestre. Hoy en día ya es una realidad que mediante la introducción
de pequeñas partículas de yoduro de plata o sulfato de cobre en las nubes se
pueda provocar la formación de gotas de lluvia o copos de nieve. También se puede
reflejar la radiación solar de vuelta al espacio mediante espejos o rociando
con aerosoles la atmósfera para crear nubes artificiales que reflejen la luz
del Sol. Y todo ello con la excusa de luchar contra el calentamiento global,
cambio climático o como lo quieran llamar. Evidentemente, una tecnología así
implica la capacidad de poder crear sequías e inundaciones a voluntad. Y, claro
está, si alguien llegara a controlar el clima a nivel global también será capaz
de dominar el mundo.
Pensar que la manipulación del clima no tiene consecuencias es absurdo,
ya que el clima, junto a la luz solar, el agua y el suelo son características
claves de un ecosistema terrestre, y si se manipula alguna de ellas puede
afectar a la vida en todo el planeta.
Respecto al abuso de las radiaciones no ionizantes, y las diversas
consecuencias negativas que tienen para la salud, nadie dice nada al respecto.
Estar demasiado tiempo delante de un ordenador, televisor, teléfono móvil o
vivir cerca de un enjambre de antenas de telefonía móvil está más que
demostrado que produce trastornos del sueño, efectos adversos sobre el sistema
nervioso, problemas reproductivos, alergias electromagnéticas y, sobre todo,
cáncer. Entonces, ¿quién es esta gente para someternos a estos constantes
peligros para nuestra salud?
Todos estos diabólicos “jueguecitos”, que la élite dominante está llevando
a cabo a espaldas del público, son peccata minuta en comparación con lo que
pueden llegar a hacer con la Inteligencia Artificial (IA). Pero esa es otra
historia.
Indudablemente, jugar a ser dioses con la biología, el clima o las
radiaciones no ionizantes, sin contar con nosotros, debería estar seriamente
castigado, ya que al final somos toda la humanidad la que pagamos las
consecuencias. De hecho, los efectos de estas manipulaciones están teniendo
impactos desastrosos en diferentes partes del mundo. Y aunque existe toda una
legislación al respecto, los responsables siguen haciendo oídos sordos y son
sistemáticamente absueltos de toda responsabilidad.
La élite mundial nunca ha sido tan depravada y perversa como lo es
ahora. Y ante una sociedad anodina, donde el grueso de la población padece de
una indiferencia enfermiza, campa a sus anchas.
El “populacho” ha sido lobotomizado para no cuestionar el sistema. De
por sí, no se mete en política, simplemente vota y calla. Ante esta actitud, el
sistema se ha corrompido de una manera escandalosa. De hecho, eso que se ha
dado en llamar Estado de Derecho simplemente no existe. Tanto el Ejecutivo como
el Legislativo y el Judicial son una amalgama de poderes que operan al unísono,
y no actúan por separado como nos quieren hacer creer. Y para rizar el rizo, se
les ha unido lo que en su día se denominó el cuarto poder, los medios de
comunicación. En definitiva, todos son parte integrante de esta trama inmunda, vendida
al poder global del dinero.
Los amos del mundo están jugando a ser dioses y a nadie parece importarle. Saben que el “populacho” cobarde, ignorante y servil ni se inmuta ante estas cuestiones. Así que si algo sale mal con alguno de sus “jueguecitos”, y se llevan por delante a media humanidad, le echarán la culpa al “populacho”, como han hecho siempre, y aquí paz y después gloria.