Al finalizar la Segunda Guerra Mundial muchas naciones estaban en la
ruina. Ante la amenaza que supondría para la humanidad volver a sufrir otra
guerra mundial, representantes de 50 países se reunieron durante dos meses en
San Francisco para redactar y firmar la Carta de la ONU, creando así una nueva
organización internacional, las Naciones Unidas, que vio la luz el 24 de
octubre de 1945.
Ahora, 77 años más tarde, la ONU sigue trabajando para, supuestamente,
mantener la paz y la seguridad internacional.
Sus últimas actuaciones pretenden, mediante su Agenda 2030, llevar al
mundo hacia un desarrollo sostenible. Esta Agenda se presenta como un
plan de paz y prosperidad para toda la humanidad y cuenta con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que,
indudablemente, son imposibles de cumplir en tan poco tiempo.
En teoría algunos de estos objetivos suenan muy bien: erradicación de
la pobreza, del hambre y el fin de la desigualdad (por cierto, no hay cosa más
estúpida que ser todos iguales). Sin embargo, la realidad es que esta Agenda
está constituida por una sarta de políticas utópicas -envueltas en un “fino y
sutil lenguaje”- que, en la práctica, sólo beneficiará a la élite económica
mundial.
Como se dice vulgarmente en mi pueblo: “quien paga manda”. Entonces,
veamos quiénes son los verdaderos financiadores de la ONU.
La ONU se financia, en gran medida, gracias al sector privado y a fundaciones
"filantrópicas" como la Fundación Rockefeller o la Fundación Bill y Melinda
Gates. Incluso, hasta los terrenos donde se asienta la sede de la ONU fueron
donados por la familia Rockefeller.
No seamos ingenuos. La ONU se fundó con el fin de que el sector privado
mantuviera sus vínculos comerciales a través esta institución. Es decir, que
sirviera de trampolín a sus empresas para introducirse en otros países. Así
pues, es el sector privado el que verdaderamente maneja las políticas de la
ONU, habiéndola convertido, como todo en este mundo, en otro puto gran negocio.
La posibilidad de influir en la regulación y el desarrollo de los
mercados es una bicoca muy atractiva para las multinacionales y, sobre todo,
para los grandes fondos de inversión, que campan a sus anchas por todo el mundo
amparados en el paraguas de la ONU.
En este contexto, el papel real de los gobiernos de las diferentes
naciones queda relegado a un segundo plano, siendo su principal tarea la de
crear un entorno fiscal y político para que pueda operar el sector privado.
Un ejemplo claro lo tenemos con la declaración de pandemia, en 2020,
por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Recordemos que la OMS
es un organismo vinculado a la ONU y, por tanto, también está financiada por el
sector privado, sobre todo por la industria farmacéutica.
Lo que se hizo fue lo siguiente: La fundación “filantrópica” de turno
tuvo una idea (en este caso crear un falsa pandemia). Elaboró un plan, lo pasó
a la OMS y esta lo distribuyó por todo el mundo para que cada gobierno lo
ejecutase. Y, ¡voilá! Todo un cúmulo de despropósitos se pusieron en marcha de
la noche a la mañana hasta llegar a conseguir su objetivo: inocular al mayor
número de personas una pócima que ningún médico prescribió.
Evidentemente, además del fin real oculto para el que fueron creadas
estas mal llamadas vacunas, el negocio ha sido redondo y gigantesco.
Aunque resulte paradójico, la realidad es que la Agenda 2030 de la ONU
se ha diseñado para provocar el colapso total del sistema. No hay duda de que
el colapso -que ya ha comenzado- será caótico y que miles de millones de
personas sufrirán sus consecuencias.
Se trata de una estrategia a nivel mundial para que definitivamente el
poder global del dinero se haga con todas las instituciones financieras y
políticas del planeta. El dinero ya lo tienen, y ahora solo les falta controlar
la política a través de los llamados Think Tanks de reflexión, que llevan
infiltrados en los círculos de poder desde hace décadas.
De tener éxito, ninguna comunidad estará fuera de las garras del poder
global del dinero. En pocas palabras, el desarrollo sostenible, que tanto le
gusta a la Agenda 2030, sustituirá a los gobiernos nacionales por un gobierno
mundial bajo la tutela de la ONU. Este es el verdadero objetivo.
No nos dejemos engañar. Aquí no hay pandemia que valga ni cambio
climático antropogénico ni crisis energética ni nada que no haya sido
deliberadamente provocado. Lo que verdaderamente está en curso no es otra cosa
que un golpe de Estado planetario encabezado por la ONU. Este golpe de Estado
que, reconozcámoslo, hasta ahora está siendo un éxito, se está llevando a cabo
con la colaboración de los gobiernos títeres que, sin que nos estemos dando
cuenta, lo están cambiando todo. Sus actuaciones, disfrazadas de causas
“nobles”, están sirviendo de tapadera para tomar el control de la humanidad. Y para
cuando la opinión pública mundial se dé cuenta será demasiado tarde.
La gente empieza a estar muy cabreada porque, en la ingenuidad de sus
mentes, cree que lo que está ocurriendo (por ejemplo, subida desorbitada de la
luz, el gas o los carburantes) es consecuencia de la mala gestión de sus
gobiernos. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Los gobiernos hacen muy
bien su trabajo, solo que lo hacen para otros y no para nosotros.
Hoy en día todos los gobiernos globalistas -da igual del signo que
sean- actúan y se comportan de la misma manera, ya que no son más que peleles a
las órdenes del poder global del dinero.
¿Alguien con dos dedos de frente puede creer que EEUU está realmente
dirigido por Joe Biden? Seamos serios. Este señor, en su actual estado, jamás
ocuparía un puesto de responsabilidad en cualquier empresa. Es más, creo que ni
siquiera le ofrecerían un puesto de trabajo.
Así que si la primera potencia mundial tiene de presidente a un zombi momificado como éste, ¿qué personajes ocupan la presidencia del resto de países del mundo? Me temo que podremos encontrar de todo: pedófilos, maníacos, sátrapas, dementes, salvapatrias, lameculos,… Eso sí, todos ellos esperan ser recompensados por los servicios prestados a la causa; o sea, por la colaboración incondicional con este golpe de Estado.
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