Los primeros economistas del libre mercado, como
Adam Smith, (economista escocés del siglo XVIII) decían que el interés
individual y la competencia llevan a la prosperidad de la sociedad, ya que la
competencia crea incentivos que motivan a la gente a perseverar y prosperar.
Así nació el liberalismo clásico, que derivó en el
neoliberalismo actual, cuyo mayor exponente fue Milton Friedman (de la Escuela
de Chicago) cuyos alumnos, los “Chicago Boys”, fueron los artífices de las reformas
económicas y sociales llevadas a cabo en Chile durante la dictadura del general
Augusto Pinochet. Estas políticas económicas fueron fuertemente implementadas
por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, en la década de los 80, hasta llegar a
imponerse a día de hoy en la mayoría de países de todo el mundo.
Sin embargo, de lo que no hablaban estos economistas,
y que se ha puesto de manifiesto en nuestra historia más reciente, es de cómo
una economía basada en la competencia lleva inevitablemente a la corrupción; a
la consolidación del poder y la riqueza de una minoría que juega con ventaja; a
la estratificación social desigualitaria; a la parálisis tecnológica; a la discriminación
en el acceso al conocimiento; a la anulación de la creatividad en la inmensa
mayoría de la población; a la explotación laboral y, al final, a una forma
encubierta de dictadura a cargo de una élite rica que, esa sí, goza te todo lo
que no dispone la gran mayoría.
Verdaderamente lo que ha sucedido es que amén de tener
que cumplir las normas totalitarias de los estados intervencionistas, tenemos
además que sufrir las humillantes, crueles y fraudulentas políticas financieras
-llevadas a cabo por la oligarquía económica- cuyo mayor exponente son los
bancos y sus argucias financieras.
A día de hoy existen muchas prácticas fraudulentas,
por parte de la banca internacional, que se comercializan en todo el mundo con
absoluta impunidad, ya que son completamente legales. En el caso de España, y
por citar solamente dos, se comercializaron las “Preferentes” y los “Valores
Santander”, que acabaron con los ahorros de decenas de miles de personas,
utilizando para ello estas prácticas fraudulentas.
Hay muchos chanchullos entre los llamados “derivados
financieros” pero, de entre todos ellos, hay uno que sobresale especialmente por
encima de todos y que muy probablemente contribuirá al “Armagedón” de la
economía mundial. Me refiero a las permutas de incumplimiento crediticio o CDS.
¿Pero, qué es una permuta de incumplimiento
crediticio?: Según Wikipedia, una permuta de
incumplimiento crediticio (más conocida por su término en inglés, credit default swap o CDS) es
un producto que consiste en una operación financiera de cobertura de riesgos,
incluido dentro de la categoría de productos derivados de crédito, que se
materializa mediante un contrato de swap (permuta) sobre un determinado
instrumento de crédito (normalmente un bono o un préstamo) en el que el
comprador de la permuta realiza una serie de pagos periódicos (denominados spread)
al vendedor y, a cambio, recibe de éste una cantidad de dinero en caso de que
el título que sirve de activo subyacente al contrato sea impagado a su
vencimiento o la entidad emisora incurra en suspensión de pagos.
Toda esta definición
de los CDS se puede traducir de la siguiente manera:
Imaginemos que un
país o empresa necesita un crédito. Su economía no anda muy bien que digamos y
las agencias de calificación, por ejemplo, Estándar & Poors, le ha dado una
calificación de “BB”, o lo que es lo mismo: grado especulativo de no inversión.
Por otro lado
tenemos, por ejemplo, un fondo de pensiones que necesita invertir 10 millones
de dólares (la cantidad mínima para cada operación de CDS es de 10 millones de
dólares) y, claro está, tiene reparos en prestarle el dinero a ese país o
empresa con esa calificación de “BB”, pero, a la vez, es una inversión muy
atractiva dado que le supondrá una buena rentabilidad, ya que la prima de
riesgo de ese país o empresa, con esa calificación, será muy alta, con lo cual
el interés que recibirá por su préstamo también será muy elevado.
Y aquí es donde
entran en juego las empresas que comercializan con CDS.
Esta empresa que
comercializa CDS le dirá al fondo de pensiones que le preste el dinero a ese
país o empresa, mediante la contratación, con ellos, de una permuta de
incumplimiento crediticio, o lo que es lo mismo: asegurar el dinero prestado a
cambio de una cantidad de dinero a pagar a la empresa aseguradora.
¿Y esto que
significa?: Significa que el fondo de pensiones le deja el dinero, al país o
empresa que lo demanda, a un interés, por ejemplo, de un 10% y de ese 10% le
paga a la empresa que comercializa los CDS, por ejemplo, un 5%. A cambio, la
empresa de CDS se compromete a abonar los 10 millones de dólares al fondo de
pensiones, en el caso de que el país o empresa incurra en el impago del
préstamo o se declare en quiebra y no pueda devolver el dinero.
Hasta aquí todo
parece razonable pero, como veremos a continuación, no lo es:
En el caso de que el
país o empresa incurra en el impago del préstamo, el fondo de pensiones deberá
entregar deuda del país o empresa, por importe del valor nominal del crédito
asegurado, a la empresa comercializadora de CDS y esta pagará los 10 millones
de dólares del importe del préstamo asegurado al fondo de pensiones.
¡Ojo! que aquí es
donde ahora se pone interesante.
Como he dicho el
fondo de pensiones tiene que entregarle a la empresa que comercializo los CDS títulos
de deuda del país o empresa equivalente al valor nominal asegurado. Como
los CDS no hacen un contrato específico de una deuda concreta, sino que cubre
el riesgo global de la deuda del país o empresa, pudiera darse el caso -y de
hecho se da- que el fondo de pensiones acuda al mercado de deuda a comprar
deuda, por el valor nominal equivalente a los 10 millones de dólares del país o
empresa, y que en ese momentos este cotizando a un 50% del precio de su valor,
por lo que el fondo de pensiones en la operación obtendría 5 Millones de
dólares de benéfico.
Bueno. Este es
simplemente uno de los hipotéticos casos de lo que te permiten hacer los CDS,
pero en realidad hay un montón de variantes como, por ejemplo, asegurar
solamente una parte del crédito, etc.
En resumen: que lo
que era una especie de seguro contra impagos se ha convertido en un gigantesco
mercado de derivados, donde nadie sabe de forma transparente quien tiene
posiciones, lo cual ha provocado que el mercado de los CDS se haya desmadrado
por completo.
Para agravar aún más
el riesgo de este tipo de derivados, las
empresas comercializadoras de CDS, al no estar obligadas a mantener ningún tipo
de reserva para pagar a los compradores, pueden llegar a ser altamente
explosivas. A los CDS se les culpa, por ejemplo, de ser los
desencadenantes de la crisis de las “subprime” en julio de 2007, y a la caída
en 2008 de American International Group
(AIG) que tuvo que ser rescatada
por la Reserva Federal de EEUU, para evitar su quiebra, debido a que no pudo
hacer frente a los pagos de todos los CDS que tenía contratados.
La facilidad de
empleo de los CDS y la inexistencia de regulación sobre los mismos, los han
convertido en el instrumento más popular en el mercado de derivados. Hacia finales
de los años 90 se manejaban montos cercanos a los 500.000 millones de dólares. Sin
embargo, es en el años 2003 cuando se produce su despegue definitivo, llegando
a alcanzar en 2007 la suma de 45,5 billones de dólares (casi todo
el PIB mundial) que fue sobrepasado con creces en 2008, llegando a
los 65 billones de dólares (1,35 veces la producción económica mundial)
CDS por país a 30
de julio de 2015
En este gráfico se puede
observar que los países que tiene contratados más productos de este tipo –como
es obvio- son precisamente los que tienen peor sus economías (caso de Venezuela
o Grecia) precisamente por la razón explicada anteriormente.
Pero el problema
más grave de los CDS es que se han convertido en un verdadero monstruo que
nadie sabe cómo controlar. Se sabe que su volumen es mayor a toda la economía
mundial, pero como consecuencia de su carácter desregulado y su total falta de
transparencia, su monto es imposible de cuantificar. Según los expertos los CDS
son actualmente los activos más tóxicos de todo el mercado, haciendo de él un
auténtico casino.
Como podréis imaginar el uso especulativo de este
tipo de derivados es asombroso. Pero hay una cosa todavía peor, y es que la gran mayoría de
especialistas ignora su funcionamiento, según dicen ellos mismos.
En definitiva: como consecuencia de este tipo de
negocio especulativo, proveniente de los derivados, el negocio de la banca
tradicional está prácticamente muerto. De ahí que ahora los bancos ya no premien
el ahorro con intereses rentables; es más, terminarán implantado intereses
negativos; ya sabes: pagaremos por tener nuestro dinero en el banco.
Igualmente ha disminuido notablemente la concesión
de pequeños créditos (por ejemplo a la pequeña y mediana empresa) ya que el
negocio de la deuda, con la contratación de permutas de incumplimiento
crediticio, es mucho más rentable para ellos que el negocio de la banca clásica.
Es por esto que cada día toman más relevancia los bancos de inversión en
detrimento de la banca tradicional. De ahí la reducción salvaje de plantilla y
oficinas que ha llevado a cabo la banca durante esta mal llamada “crisis”.
En fin. Todo esto es el resultado de la llegada del
neoliberalismo, que desreguló totalmente la actividad bancaria, permitiendo a
estas entidades crear derivados especulativos y fraudulentos a diestro y
siniestro y repartirlos por todo el mundo con total impunidad ya que, como he
dicho antes, son totalmente legales.
Bueno,
pues a ver quién arregla esto -si es que tiene arreglo- antes de que se lleve
toda la economía mundial por delante. Todavía no he oído a ningún político
hablar de ello. Bueno, que cosas se me ocurren. Se me olvidaba que los
políticos sólo hablan para personas de corta edad: ¿pongamos 12 años? Así lo
hicieron en el debate televisado por AtresMedia (antena 3 y la sexta) el “7D” los “4 jinetes de la poca credibilidad”
(léase: Pedro, Pablo, Albert y Soraya).
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