sábado, 20 de febrero de 2016

RECESIÓN ECONÓMICA Y "CRISIS": UN CUENTO CHINO

En los últimos tiempos venimos arrastrando una serie de crisis económicas cíclicas, que cada vez son más profundas y más frecuentes.
Después de la “crisis” del 2008, y cuando según parecía empezábamos a recuperarnos, volvemos a asistir a una nueva recesión mundial de la economía con: caída espectacular de las bolsas, intereses prácticamente al 0% o en negativo, bajada de las materias primas, desplome del comercio mundial y hundimiento de divisas, entre otras cosas.
Esto, como no podría ser de otra manera en un sistema monetario, está provocando la ruina de muchas personas y, como consecuencia, están perdiendo sus empleos; sus tierras; sus casas; sus coches; en definitiva: todos sus bienes y propiedades, por no hablar de mucha gente que empieza a pasar hambre. 
¿Cómo es posible que ocurra esto?: me lo pregunto porque a mí no me encaja y más bien creo que esto de las “crisis” y recesiones económicas son un cuento chino.
Pongamos el ejemplo de nuestro país: Hace sólo una década nadábamos en la abundancia o al menos eso se decía. La gente tenía trabajo, cobraba un sueldo medianamente decente, compraba prácticamente de todo (casa, coche, viajes….) y estaba relativamente feliz. ¿Y por qué? Pues porque disponía de dinero para tener acceso a los recursos necesarios para poder llevar una vida razonablemente decente. ¿Y qué ha pasado? Ha pasado que con la llegada de la “crisis” se quedo sin trabajo o, si lo tiene, está cobrando un mísero sueldo y ya no puede disponer de los recursos necesarios para llevar una vida digna.
Pero vamos a ver: que yo sepa no ha venido una nave espacial de otra galaxia y ha abducido todos nuestros recursos naturales. Las materias primas como el trigo, algodón, oro, plata, gas natural, petróleo, madera, cobre, etc. siguen estando ahí, y la capacidad de manufacturación del ser humano para elaborar con ellas bienes de consumo tales como casas, coches, alimentos, ropa, ordenadores, etc. no ha cambiado un ápice, en este periodo de tiempo, y si lo ha hecho ha sido para mejor. Entonces: ¿qué problema hay? ¿Por qué estamos en “crisis”? ¿”Crisis” de qué?: ¡Ah! que dicen que de dinero.
¿Pero cómo vamos a estar en crisis de dinero si el dinero es un invento nuestro?: El dinero no es una materia prima, ni nada parecido; no es ningún bien esencial para la vida como el agua, el aire, etc. Alguien dijo: “El dinero es una herramienta de intercambio para almacenar tu energía económica, y eso es tu tiempo y tu libertad”.
Entonces: ¿por qué nos afecta una “crisis de dinero”? Pues nos afecta, por la sencilla razón de que hemos dejado que un puñado de poderes económicos ponga un precio monetario a todos los recursos naturales del planeta, que necesitamos para vivir, y a la vez son los dueños del dinero que utilizamos para poder obtener esos recursos. Así de simple.
Lo que está ocurriendo ahora es que el sistema monetario basado en la ley de reserva fraccionaria que, por otra parte, es totalmente insostenible, está alcanzando su límite teórico de expansión, y las quiebras bancarias que se están viendo son sólo el principio del fin. Por eso el poder económico provoca estas “crisis”: para intentar salvar su sistema o al menos prolongarlo el mayor tiempo posible, hasta que encuentren otro que sea de su agrado. Pero, ¡cuidado! Porque por mucho menos de lo que está sucediendo ahora, se libraron dos de los acontecimientos que cambiaron el transcurso de la historia más reciente: la toma de La Bastilla el 14 de julio de 1789, y el asalto del Palacio de Invierno el 15 de marzo de 1917.
Dentro del nuevo mundo en el que nos encontramos, ha tomado poder la tecnología, la cibernética y la automatización, englobado todo ello dentro de un sistema monetario altamente corrupto. En este nuevo escenario, los “nuevos trabajadores” -pobres diablos ingenuos- aún creen que van a encontrar un puesto de trabajo como el que tuvieron sus padres -Es como para llorar de risa-.
Bien es verdad que en épocas pasadas la única preocupación de los trabajadores fue la de procurar conservar su puesto de trabajo, pero ahora lo que deberán aprender es a no tener puesto de trabajo alguno o trabajos esporádicos precarios. Y eso no es una amenaza: es lo que está sucediendo, y, por supuesto, a medida que pase el tiempo irá “in crescendo”.
Lo he dicho en infinidad de ocasiones. Debemos darnos cuenta de que el origen de todos nuestros males está en el sistema monetario. Nunca en la historia de la humanidad tantos seres humanos fueron saqueados, robados, explotados -o como lo quieras llamar-, por tan pocos; así que, cuanto antes lo abandonemos antes dejaremos de sufrir este cuento chino de las “crisis”.
Si verdaderamente queremos cambiar esto debemos hacer ver a todo el mundo que la corrupción permanente en la que vivimos es inherente al sistema monetario, y la única solución sostenible no es otra que la de declarar todos los recursos naturales del planeta como una herencia común para toda la humanidad y no patrimonio de unos pocos.
También se debería informar sobre el estado real de la tecnología (es más avanzada de lo que parece) y utilizarla para que todo el mundo tenga acceso al estado del bienestar y, sobre todo, al conocimiento. En definitiva: hacer creer a la gente que podemos llegar a ser todos libres y disfrutar de una vida mejor si el mundo trabaja unido cooperando en vez de compitiendo; ¡ah! y, por supuesto, desterrando para siempre el sistema monetario.
Para terminar decir que la “economía real” nunca debería estar en crisis. En ella figuran industrias, fábricas, trabajadores, comercios, profesionales de todo tipo (médicos, arquitectos, ingenieros, fontaneros…),.....; en fin: todo lo que conocemos como vida cotidiana. Pero lo dramático de esta economía es que se encuentra marginada y secuestrada por los inversionistas; o lo que es lo mismo: por la llamada “economía financiera”, con su sistema monetario a la cabeza. La “economía financiera" –que en 1993 ya era 35 veces más voluminosa que la “economía real” y que ahora nadie sabe su verdadero volumen”- no es una economía de producción ni de comercio, sino de especulación pura y dura que, en realidad, comercia sólo con instrumentos y productos financieros; es decir: papeles de renta variable –como acciones y obligaciones- o papeles de renta fija –como bonos o títulos de deuda- y es esta “economía financiera” la que ha creado la enorme deuda de la “economía real” y, como consecuencia, se está llevando por delante todo el tejido social que tantos años costo implantar.

jueves, 18 de febrero de 2016

LA IMPORTANCIA DE LA DEUDA

Es notable la cantidad de deuda que soportan los diferentes países –entre ellos el nuestro- así como las grandes corporaciones, pequeñas empresas, familias y personas en todo el mundo.
Sin embargo, para la mayoría de la población es un tema que parece no inquietarle, ya que entre sus principales preocupaciones se encuentra: el desempleo, la corrupción, los políticos, el calentamiento global, etc. Pero la deuda ni siquiera figura en el ranking de las 10 primeras preocupaciones de los ciudadanos.
¿Y por qué no figura entre sus preocupaciones? Porque así lo han decidido por ellos los medios de comunicación.
El verdadero poder de los medios de comunicación es dictar al mundo solo aquello en lo que debe creer, lo que tiene que honrar y aquello que debe maldecir o repudiar. Por supuesto que de vez en cuando se levantarán algunas voces críticas que adviertan de esta manipulación, pero las masas, dóciles, ignorantes y adoctrinadas, no los escucharán, tratándoles de “conspiranoicos”, y, en cambio, sí aceptarán y creerán todo aquello que venga de los medios de comunicación.
No seamos ingenuos. Los medios de comunicación no son ni libres ni imparciales. Para que exista una prensa libre está no debería estar endeudada. Sin embargo, esto no es así. Todos los medios de comunicación están seriamente endeudados, con lo cual han perdido toda su libertad y ahora se deben a sus acreedores. Y, claro está, los acreedores –dueños y señores en la sombra- son los que realmente deciden lo que se publica y, lo que bajo mi punto de vista es más importante, la línea ideológica de las editoriales de opinión que se deben difundir.
¿Os habéis puesto a pensar alguna vez por qué ese afán de unificar empresas para crear grandes corporaciones o unir estados para crear grandes naciones? Pues sencillamente porque así no tienen más remedio que endeudarse y esclavizarse al poder financiero. Sin embargo, si eres pequeño no te endeudas y si no te endeudas eres libre.
Pensaréis que si siempre ha existido el endeudamiento no deberíamos preocuparnos por ello pero, aunque haya existido siempre, jamás en la historia de la humanidad la deuda ha alcanzado la inmensa cuantía de hoy en día.
Como se pueden ver en el gráfico adjunto, en el año 2014 la deuda era el 286% del PIB mundial, y ha pasado de los 87 billones de dólares del año 2000, por los 142 billones del año 2007, hasta los 199 billones en 2014; es decir, en tan solo 14 años ha pasado a ser más del doble.
Esto, como podréis comprender, es mucho dinero. Dinero, por otra parte, que hay que devolver y encima con intereses. Y mi pregunta es: ¿alguien se cree que algún día se va a poder pagar la deuda? Pues ya te digo yo que NO. Y no se va a pagar nunca, entre otras cosas, porque si se pagase toda la deuda; o sea, que nadie debiese nada a nadie, el dinero dejaría de existir, ya que el dinero en sí es deuda (esto ya lo dijo Marriner Eccies, gobernador de la FED, el 30 de septiembre de 1941). Por lo tanto los especuladores de la deuda jamás van a dejar que se pague toda la deuda: es su arma favorita.
Crecimiento de la deuda mundial del año 2000 al 2014
Analicemos ahora por qué se ha producido este enorme endeudamiento y, lo más importante, quién se beneficia de ello.
Hoy en día todo se financia. Esto quiere decir que, por ejemplo, a nivel personal puedes comprar un coche, montar un negocio, ir de vacaciones, etc. sin tener dinero. A nivel de empresa puedes ampliar el negocio, invertir en nueva maquinaria e incluso pagar la nómina de los trabajadores, etc. sin tener dinero. Y a nivel de estado puedes acometer infraestructuras de carreteras, ferrocarriles y pagar las pensiones, etc. sin tener dinero. ¿Y cómo? Pues simplemente financiándote; es decir, que alguien te preste ese dinero que necesitas: por supuesto, con un plazo de devolución y a un interés convenidos.
¿Y quién tiene tanto dinero para prestarlo y el privilegio de beneficiarse de ello? Pues, como de todos es sabido, no son otros que los bancos. Pero lo que la mayoría de la gente no sabe es que los bancos no tienen el dinero que dicen tener. Simplemente se lo inventan creándolo de la nada, mediante préstamos, a través del sistema bancario de reserva fraccionaria (esto ya lo he explicado alguna vez en alguno de mis artículos)
¿Y qué supone estar endeudado? Pues supone ni más ni menos estar en manos de tu acreedor.
Cuando un estado se endeuda pierde parte de su soberanía, que le entrega al acreedor, puesto que a partir de ese momento será el acreedor el que dictará las normas. Es por esto que, cuando un país se endeuda, se aplican todas esas medidas tales como subida de impuestos, recortes en bienes sociales, privatizaciones de empresas públicas, etc. Por lo tanto, cada vez que el gobierno emite un bono de deuda se convierte en una obligación para el pueblo que tendrá que pagar impuestos y recortar su estado de bienestar en el futuro. (George Washington escribió una vez: “Ninguna generación tiene derecho a contraer deudas mayores a lo que puedan pagar durante el curso de su propia existencia”: sabía lo que decía)
Cuando la endeudada es una familia o una persona ocurre lo mismo. Esta pasa a estar en manos del acreedor, que le obligará a esclavizarse de por vida a un trabajo remunerado para pagar sus deudas.
Bueno, pues así es básicamente cómo funciona el sistema. Entonces: ¿te das cuenta ahora de la importancia de la deuda?
Verdaderamente la deuda es el arma utilizada para hacerse con los activos más preciados de un país y esclavizar sociedades, y los intereses son su munición principal. Y mientras la mayoría de la gente anda por ahí ajena a esta realidad, los bancos, en complicidad con gobiernos y corporaciones, continúan perfeccionando y expandiendo sus tácticas de guerra económica para hacerse con el control mundial.
A estas alturas ya deberíamos saber que la economía actual es una estafa, la democracia un camelo y la política el arte más sutil de engañar a la gente.
A ver si nos enteramos, de una vez por todas, que los dueños del mundo son los banqueros cleptócratas, con los Rothschild a la cabeza, que mediante su estrategia de endeudarnos hasta la médula –tanto a estados como a personas- han conseguido lo que no se había logrado hasta ahora con dos guerras mundiales: hacerse con el control del mundo mediante la economía y más concretamente a través de la deuda.
Así se retroalimenta el sistema

jueves, 11 de febrero de 2016

ADIÓS A LA ERA INDUSTRIAL

La industria ya no es el motor que mueve el mundo, aunque nuestros políticos parece que no quieren enterarse.
Cada día hay menos personas que trabajan en la industria y, si lo hacen, no es de la misma manera que antes. Antes una fábrica era el centro neurálgico de trabajo dentro de una localidad. Allí se llevaba a cabo todo el proceso de fabricación. Normalmente todo pasaba por una gran cadena de montaje, en la que trabajaban cientos o miles de personas, de donde salía el producto final. Ahora esa cadena se ha automatizado, gracias a la tecnología, y parte del proceso de fabricación, o todo, se ha deslocalizado, para luego reunir el producto final en una marca, que es lo que importa.
Tenemos el ejemplo de Detroit, que durante décadas fue la cuna del automóvil y ahora es prácticamente una ciudad fantasma. Y no es que no se fabriquen coches -se fabrican más que nunca- pero la tecnología ha desplazado a las personas en el proceso.
Aunque parece que nuestros políticos aun no se han dado cuenta, la realidad es que la era industrial ha terminado, dando paso a la era tecnológica. En Europa sólo hay un 22% de su población que trabaja en la industria, un 5% que trabaja en la agricultura y ganadería y el resto lo hace en el sector servicios. En EEUU el porcentaje es del 20% en la industria, el 0,7% en agricultura y ganadería y el resto en servicios. Además, las industrias actualmente están prácticamente tecnificadas. Y, por supuesto, hoy en día la compañía más valiosa del mundo no es ninguna empresa industrial; es Google que, por cierto, acaba de superar a Apple en el ranking de la empresa bursátil más valiosa del mundo.
La era industrial trajo consigo un arquetipo social basado en la creación de una gran clase media, el invento del tiempo libre y, sobre todo el consumo; mucho consumo. Pero eso ha cambiado.
De momento la era tecnológica lo que ha traído es una desigualdad social, como jamás hemos tenido a lo largo de nuestra historia; la pérdida de millones de puestos de trabajo; la sustitución de la clase media por una clase precaria y, lo que es más preocupante: la “super-idiotización”, por el mal uso y abuso de la tecnología, de un número muy elevado de ciudadanos.
Es evidente que el modelo utilizado en la era industrial ya no es válido para una era tecnológica. Sin embargo, nuestros políticos siguen empeñados en regirnos por las mismas normas, manteniendo el mismo patrón y, claro está, el paradigma empieza a no funcionar.
Todas las campañas electorales, de todos los países del mundo, incluyen las mismas promesas para hacerse con el mayor número de votos, que fundamentalmente se resumen en dos: crear puestos de trabajo y hacer crecer el PIB.
Por mucho que se empeñe la FED y el BCE en incentivar la economía con sus medidas absurdas de épocas pasadas para, según ellos, impulsar el crédito y crear empleo, no van a ser eficientes. Y no lo van a ser porque sencillamente la era tecnológica, en la que estamos inmersos, no responde a los mismos alicientes de la era industrial, y ellos lo saben.
El modelo de trabajo actual está totalmente desfasado de la realidad tecnológica. Eso de levantarnos cada mañana y coger el tren, el autobús o el coche (con el coste, la contaminación ambiental y el tiempo perdido que eso supone) para llegar todos a la misma hora a una oficina a realizar una tarea, que se podría realizar en otro lugar y en otro momento –gracias a la tecnología-, tiene los días contados, ya que la mayoría de los trabajos que realizamos en esta era tecnológica no exigen esa sincronización.
De la misma manera la tecnología debería sustituir, y de hecho lo hará, la competitividad por la cooperación. Es mucho más eficiente cooperar que competir. Un ejemplo reciente de esto es la historia de cómo se creó el sistema operativo Linux (Linux es un sistema operativo libre diseñado por cientos de programadores de todo el planeta, aunque el principal responsable del proyecto es Linus Tovalds, dando rienda suelta a la creatividad y cooperación sin ánimo de lucro)
Hasta ahora en la era industrial se trataba de hacer el trabajo que te pedían, dentro de un horario asignado y a cambio de un salario. Pero en la era tecnológica esto no va a ser así, por mucho que tarde en comprenderlo la cuadrilla de políticos ignorantes que nos gobierna.
Con la llegada de la era tecnológica han proliferado multitud de ideas nuevas, que proporcionan un servicio a la gente más rápido, directo, económico y a veces gratuito para el usuario, con plataformas tales como:
-Uber: una empresa que mediante una aplicación móvil conecta a sus clientes a una red de transporte internacional.
-Bla-Bla-Car: que pone en contacto a pasajeros y conductores que quieren hacer el mismo viaje.
-Compañías como HouseTrip: una plataforma de alquiler de viviendas vacacionales que permite a individuos y sociedades gestoras de alquiler (conocidos como “anfitriones”) alquilar sus propiedades a los huéspedes.
-También están las plataformas alternativas a la utilización de las monedas FIAT, mediante criptodivisas, tales como bitcoin.
Y así podríamos seguir enumerando un sinfín de ellas.
Pues bien. Toda esta  nueva forma de trabajar y de tener acceso a nuevos servicios, lo ha propiciado la tecnología y nada tiene que ver con el modo de trabajar de la era industrial, en la que fundamentalmente todo se basaba, como ya he dicho antes, en realizar tareas determinadas en horarios determinados a cambio de sueldos determinados.
Con la llegada de la era tecnológica –que se da de patadas con la era industrial, ya que son dos conceptos totalmente antagónicos- esto ni puede, ni debe seguir siendo así.
Los políticos que, por cierto, nunca han estado ahí para defender nuestros intereses -pensar eso es una ingenuidad- ya no tienen cabida en esta era tecnológica y la democracia, que no dejará de ser una “dictadura de la mayoría” –con lo que eso supone, ya que las mayorías son fundamentalmente estúpidas-, tampoco. O buscamos pronto un sistema alternativo al que ha regido durante la era industrial, que encaje con la nueva era tecnológica, o esta nueva era será la ruina para millones de personas.
La llegada de la tecnología está produciendo profundos cambios económicos muy rápidos en el ámbito mundial, con consecuencias sociales, políticas y laborales como nunca antes se ha dado en la historia de la humanidad.
Verdaderamente, y aunque los políticos no se den o no quieran darse cuenta de ello, la nueva era tecnológica ha significado un cambio drástico de paradigma -fundamentalmente económico- que está trastocando todo el modelo social anterior y, como consecuencia, las instituciones sociales tradicionales empiezan a no funcionar.
Por supuesto que los beneficios que traerá consigo la tecnología para la humanidad serán inmensamente superiores a los que trajo la era industrial; pero, ¡ojo! Si no adaptamos pronto la tecnología a un nuevo modelo político-económico-social nos puede acarrear serios problemas.
Recapitulando: De la misma manera que no podemos esperar resultados diferentes haciendo lo mismo, no podemos esperar los mismos resultados haciendo cosas diferentes.