Como consecuencia de la explosión demográfica acaecida durante el siglo
XX -con el incremento de 5.000 millones de personas en tan sólo 100 años- se
está produciendo, como no podía ser de otra manera, un paulatino envejecimiento
de la población mundial que dará origen a un número muy elevado de personas
mayores no productivas.
Por primera vez en la historia de la humanidad, nuestras sociedades
tendrán un grupo muy numeroso de personas mayores, que no serán como hasta
ahora –dicho con todo respeto y cariño- un puñado de viejos miedosos, medio
analfabetos, fácilmente manipulables y en su mayoría pobres.
Es de suponer que esta nueva generación de “mayores” dispondrá de un
poder económico superior a la mayoría de los jubilados de hoy en día, dado que
tuvieron la suerte de realizar prácticamente toda su vida laboral en los años
de bonanza de finales del siglo XX y principios del XXI, donde el trabajo
estaba protegido con convenios y salarios decentes, que les permitió realizar
algunos ahorros.
Lo que está a punto de suceder es que los mayores de 65 años pasarán a
ser un conjunto muy poderoso de personas no productivas que, además, requerirán
de servicios sociales muy costosos. Y digo muy poderoso, porque amen de contar
con más capacidad económica que la mayoría del resto de la población activa
–clase trabajadora mayoritariamente precaria- será un colectivo que vota, y su
voto podría condicionar –y de qué manera- la gobernabilidad de un país.
Todo lo que fue clase media durante el siglo XX, en los países
desarrollados, pasará a formar parte de esta nueva generación de “mayores” y la
emergente nueva clase trabajadora precaria, que se está construyendo ahora,
será la que sustituya a la antigua clase media.
Con la puesta en escena de estas dos generaciones tan distintas, y con
intereses tan dispares, se va a producir inevitablemente un encontronazo de trenes. Los primeros
tendrán a su favor la juventud y la ocupación de los puestos de responsabilidad
del país, y, los segundos, contarán con dos de los elementos más valorados en
nuestra sociedad: el poder del dinero y el voto.
Si no se toman medidas antes de que empiecen a llegar masivamente a
jubilarse las personas nacidas durante la explosión demográfica del “baby boom”
–los nacidos entre 1946 y 1964- vamos a tener un serio problema, que es de
suponer se resolverá -me temo- a favor de los más jóvenes.
Cada uno de los dos bandos va a intentar arrimar el ascua a su sardina
y utilizará para ello las armas de que dispone. Pero en una sociedad, como la
actual, en la que lo que prima es el dinero y la solidaridad brilla por su
ausencia, es seguro que a la población activa no le gustará que más del 50% de
los presupuestos generales del estado se designen a este colectivo que, para
ellos, será solamente un puñado de “parásitos”.
Para presionar a la clase política que toma las decisiones, los
“mayores” utilizarán su dinero y su voto, procurando que se les proporcione los
servicios sociales que necesitan, tales como: atención sanitaria, atención
social, viviendas acondicionadas, servicios de acompañamiento, residencias,
espacios de ocio, atención domiciliaria,….etc. Pero si la gente mayor consigue
imponer el poder de su dinero y su voto, probablemente perjudicará a las clases
trabajadoras, que verán cómo una parte importante de sus ingresos, a través de
impuestos, se destinarán a este fin.
De momento, no está tan claro quién saldrá beneficiado y quién
perjudicado con esta nueva situación, aunque me temo que los dos; sin embargo,
las últimas medidas tomadas por los diferentes gobiernos de turno, sobre esta
materia, no han estado precisamente encaminadas a favorecer a los jubilados,
puesto que las reformas llevadas a cabo lo único que han hecho es restarle
poder económico a los futuros pensionistas.
Con las últimas dos reformas del sistema público de pensiones -la del
gobierno del PSOE en 2011 y la del PP en 2013- la retribución de los futuros
jubilados no hará más que menguar. Entre otras medidas, Zapatero retrasó la
edad de jubilación a los 67 años, con el consecuente aumento del número de años
para el cálculo de la base imponible, y Mariano Rajoy introdujo el llamado
factor de sostenibilidad, según el cual, la cantidad a percibir en el futuro se
calculará teniendo en cuenta la esperanza de vida del jubilado y la situación
socioeconómica en general. Con este panorama, las prestaciones bajarán un 20% ó
25% en tan sólo un par de décadas.
Del mismo modo, también es justo decir que las reformas laborales
llevadas a cabo, por los gobiernos del PSOE y del PP, han acabado en gran
medida con la protección en materia laboral que tenían los trabajadores, siendo
seriamente perjudicados en este sentido.
Otro factor importantísimo, y que parece que nadie tiene en cuenta, es
que ha desaparecido la rentabilidad de los ahorros. Así, todos esos jubilados
que contaban con unas rentas, proporcionadas por los intereses que les
generarían sus ahorros, se verán privados de ellas, dado que ahora esos intereses
son prácticamente cero y en algunos casos negativos, por lo que la inflación
acabará en pocos años con sus ahorros.
Pero lo peor puede estar aún por llegar. Para terminar para siempre con
el poder, tanto económico como el de voto, de la numerosa generación de
jubilados que se avecina, nuestros políticos podrían dar una nueva “vuelta de
tuerca” y tomar algunas decisiones, que en este momento nos pueden parecer
descabelladas, pero que la mayoría de la población más joven vería con buenos
ojos.
Algunas de las medidas a implementar podrían ser, por ejemplo:
· Promulgar algún tipo de ley para hacer que los mayores
de cierta edad (por ejemplo 75 años) dejen de tener derecho a voto,
argumentando senilidad.
· Privatizar, parte o totalmente, la sanidad y eliminar
algunos servicios sociales, impugnando que son insostenibles para la
administración, por la numerosa cuantía de personas mayores que los demandan y
la poca población activa que tendrán que sustentarlos.
·
Aprobar alguna ley que permita -e incluso impulse-
la eutanasia llegada cierta edad: ¿pongamos 90 años?
·
Y, por supuesto, acabar con el sistema público de
pensiones.
Bueno, no es que yo quiera dar ideas. Es que los que llevamos aquí más
de 6 décadas hemos visto de todo y esto, personalmente, no me sorprendería.
En una sociedad en la que el dinero lo es todo y que está perdiendo sus
valores a pasos agigantados, está claro que vienen malos tiempos para hacerse
mayor. Y si no es así ¿a qué viene ese constante bombardeo en los medios de
comunicación -un día sí y otro también- sobre la insostenibilidad, en un futuro
no muy lejano, del sistema público de pensiones?
Personalmente creo que la insostenibilidad de las pensiones no es más
que otra burda mentira encaminada a hacérselo creer a las masas ignorantes, para
que contraten planes de pensiones privados y así beneficiar a los de siempre.
¿Pero cómo se puede decir que el sistema público de pensiones es
insostenible? Es insostenible, por ejemplo, consumir más agua del que nos
proporciona la naturaleza, pero el sistema público de pensiones es un invento
del ser humano y, como tal, lo podemos manipular a nuestro antojo, al igual que
el sistema monetario. Otra cosa muy distinta es la voluntad que se tenga de
sostenerlo. Y parece ser que "nuestros dueños" ya han decidido que en
unas décadas el sistema público de pensiones desaparecerá.
Por eso se está difundiendo toda esta campaña, para que la gente acepte
de buen grado que en un futuro no muy lejano no habrá sistema público de
pensiones: es más fácil presentar
una medida como “dolorosa y necesaria” para ser aceptada por la gente, en el
momento, si va ha ser una aplicación futura. O lo que es lo mismo: es más fácil
aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. A esto se le llama
“estrategia de diferir” y viene en todos los manuales de manipulación de masas.
Pero hay algo
todavía más aterrador.
Con la llegada de la
tecnología, el conocimiento y la cantidad de datos, de todo tipo, que se tiene
de cada uno de nosotros es impresionante. Hoy en día es factible prever cómo
serán nuestras vidas en un futuro e incluso diseñar y programar –como están
advirtiendo muchas voces- la fecha aproximada de nuestra muerte. Pues bien. Ya
sé que suena a “teoría de la conspiración” y probablemente no se lleve nunca a
cabo, pero –como dice José Mota-: “y si sí”. Por lo tanto, no lo dudes: vienen
malos tiempos para hacerse mayor.
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