Dentro de la gama de productos financieros, altamente especulativos,
están los llamados “fondos de cobertura”, con los cuales se puede obtener
pingües beneficios en un periodo relativamente corto de tiempo.
Los llamados “fondos de cobertura” se fundamentan en tres técnicas
financieras que son: Cobertura de riesgos, arbitraje y apalancamiento.
Cobertura de riesgos: Es una técnica de protección de una cartera
contra las variaciones súbitas del mercado, que consiste en comprar y mantener
activos con buenas perspectivas a largo plazo, y en vender al mismo tiempo
activos con perspectivas dudosas. Esta última técnica, la venta a corto,
consiste en pedir prestadas acciones a terceros y venderlas, para luego volver
a comprarlas a menor precio y devolverlas a su titular inicial. La plusvalía
generada entre su precio de venta y el precio de recompra es el beneficio.
Técnica del arbitraje: se basa en el hecho de que un activo se negocia,
a veces, en distintos mercados a diferentes precios a la vez. Dado que un activo
debería venderse al mismo precio en todos los mercados al mismo tiempo -pero no
siempre es así- una manera de obtener beneficios con bajo riesgo es vender el
activo mejor cotizado en un mercado (vender a corto) y comprar el activo menos
cotizado (comprar a largo) en el otro mercado. Cuando convergen los precios se
puede obtener un beneficio de arbitraje vendiendo el activo adquirido a bajo
precio y recomprando el activo vendido a un precio más alto.
Apalancamiento: es la realización de una inversión por más importe del
que se tiene en efectivo contante y sonante; es decir, dinero que se pide
prestado para hacer la inversión. Esta práctica es muy habitual y puede disparar tanto los beneficios como las
pérdidas.
Ahora pongamos un ejemplo de cómo se puede obtener beneficios con los
fondos de cobertura en un espacio relativamente corto de tiempo.
Imaginemos un banco de inversión que toma prestadas 2 millones de
acciones de un determinado activo. Esas acciones a las 10 de la mañana cotizan
a 5 € la acción. Pues bien. A esa misma hora el banco de inversión las vende y
obtiene por ellas 10 millones de euros.
A las 12 de la mañana –y como consecuencia, por ejemplo, de la caída
del precio del petróleo- las acciones han bajado a 4, 50 € la acción. Entonces
el banco de inversión vuelve a recomprar los 2 millones de acciones, que vendió
a las 10 de la mañana, desembolsando por ellas la cantidad de 9 millones de
euros y devolviendo las acciones a quien se las prestó.
Y aquí lo tenemos: la diferencia entre los 10 millones de la venta y
los 9 millones de la recompra es la plusvalía. Así que en el transcurso de 2
horas el banco de inversión ha ganado 1 millón de euros y simplemente apretando
la tecla de un ordenador. Fantástico ¿verdad? Pero esto no es todo, ya que con
las “transacciones de alta frecuencia” esta operación puede repetirse, en el
transcurso del día, miles de veces.
Como ya se puede intuir, debido a su carácter altamente especulativo,
los fondos de cobertura están claramente diseñados para los grandes
inversionistas que cuentan con un gran patrimonio. Últimamente también se han
interesado por este tipo de productos los fondos de pensiones, fundaciones,
organizaciones benéficas y otras instituciones, por lo que su número ha subido
considerablemente. Si en el año 2005 había aproximadamente 8.500 fondos de
cobertura operando en todo el mundo -gestionando activos por un valor superior
a 1 billón de dólares- hoy en día la cantidad se ha disparado.
Se dice que los fondos de cobertura mueven los mercados a su antojo, en
su propio beneficio, y que causan trastornos en los mismos. Se les acusa, en
gran medida, de la fluctuación diaria de las bolsas, con picos de sierra en el
día como jamás se había visto. También se asegura que los fondos de cobertura
no están lo suficientemente regulados ni supervisados.
Mi pregunta es: ¿cómo consentimos esto? Pues lo consentimos
fundamentalmente por nuestro desconocimiento, dado que, la mayoría de nosotros,
ignoramos por completo las prácticas especulativas de la economía financiera de
inversión de productos de “alto riesgo” que, entrecomillo, porque el alto
riesgo es para nosotros -pobres ignorantes- pero no para los grandes inversores
que cuentan con información privilegiada y la capacidad de mover los mercados a
su antojo.
Lo que no se puede consentir es que un grupo de especuladores tenga a
la economía real secuestrada. Los precios de los diferentes productos, en una
economía de mercado, deberían estar estipulados por la ley de la oferta y la
demanda; sin embargo, los inversionistas especuladores –que no olvidemos no
aportan nada a la economía real- son los que verdaderamente hacen subir o bajar
los precios: un día, por ejemplo, se interesan por el maíz, lo cual genera un
incremento espectacular de su precio, cuando el precio debería obedecer a la
oferta y a la demanda de maíz que hubiera en el mercado. En definitiva, a día
de hoy son estos especuladores los que determinan los precios y así no hay
economía real que lo resista.
Con el consentimiento de estas prácticas abusivas y especulativas está
claro que: o eres de la misma cuerda de los que dominan la economía mundial -y
haces lo que ellos esperan que hagas- o, de lo contrario, te has caído con todo
el equipo. Te aplican su guerra económica y estás perdido (léase caso de
Venezuela o Grecia y últimamente Brasil, cuya presidenta, Dilma Rousseff, ha
sido apartada temporalmente del cargo por desafiar a la banca, al querer
reducir la brecha entre la tasa de interés que cobran los bancos por prestar
dinero y la que pagan a los ahorradores por sus depósitos (spread bancario).
Este diferencial a favor de la banca privada, en Brasil, era de los más altos
del mundo. Desde ese momento, la banca le juró la muerte política a Dilma. Y
así fue)
Por desgracia en nuestra sociedad todo está supeditado a hacer el mayor
dinero posible en el menor corto plazo deseable. Por lo tanto, todos los que no
tenemos ese patrimonio ni acceso a productos especulativos como este que,
repito, no aportan nada a la economía real, estamos abocados a seguir con
nuestra vida monótona -en la mayoría de los casos sin sentido- yendo al trabajo
durante cuarenta años; engendrando hijos que luego educaremos en los mismos
principios -y en algunos casos de forma absurda- para luego morir.
Bien es verdad que la corrupción y especulación del sistema financiero
que rige el mundo no es nueva, ha existido siempre y, mientras el dinero no
desaparezca, siempre existirá. Así pues, el sistema financiero es, bajo mi
punto de vista, el único culpable de las corruptelas de este mundo. Deberíamos dudar
de lo que otros digan o hayan dicho y desconfiar del contenido de los múltiples
ríos de tinta escritos sobre economía. Recelar de todos los productos
financieros, y sobre todo cuestionar el poder de la autoridad financiera.
Tenemos que indagar por nosotros mismos y cuestionarnos todo aquello que se nos
ha hecho creer que es económica y financieramente correcto y, por supuesto, ser
escépticos; muy escépticos.
François Morin, autor del libro “La hidra mundial”, dice que el mundo
está dominado por 28 grandes bancos internacionales. Estos grandes bancos
detentan prácticamente la totalidad de derivados financieros y productos
tóxicos –entre ellos los fondos de cobertura- responsables de las sucesivas
crisis económicas y el más que probable colapso de la economía mundial. Sin
embargo, los Estados, en vez de reestructurar y regular los bancos, han transformado
la deuda privada en pública, esclavizando
de por vida a sociedades enteras que, sin comerlo ni beberlo, se encuentran
endeudadas para varias generaciones futuras.
Los 28 bancos que, por cierto, concentran el 90% de los activos
financieros del mundo, son: 8
norteamericanos (J. P. Morgan Chase, Bank of America, Citigroup, Morgan
Stanley , Goldman Sachs , Bank of New York Mekon, State Street y Wells Fargo), 4 franceses (Groupe Crédit Agricole,
BNP Paribas, Société Générale y BPCE), 3
japoneses (Mitsubishi Ufjfg, Mizuho FG y Sumitomo Mitsui FG), 2 chinos (HSBC y Bank of China), 2 ingleses (Barclays PLC y Standart
Chartered), 2 españoles (Santander
y BBVA), 2 suizos (UBS y Crédit
Suisse), 1 alemán (Deutsches
Bank), 1 escocés (Royal Bank of
Scotland), 1 holandés (ING
Bank), 1 italiano (Unicrédit
Group) y 1 sueco (Nordea)
También, en una información difundida por la BBC, se dice que estos 28
bancos mantienen recursos superiores a los de la deuda pública mundial. Según
informa, mientras que estas entidades tienen activos por valor de 50.341
billones de dólares, la deuda pública mundial asciende a 48.957 billones de
dólares.
En
definitiva: que un determinado producto financiero -o el mismo sistema
económico-financiero- sea legal no quiere decir que sea legítimo, justo e igualitario
para todos. Pero hay todavía una cosa más importante que deberíamos tener en
cuenta: siempre hay alternativas.
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