Con la aparición de la tecnología ha llegado a nuestras manos una cantidad
de instrumentos y de plataformas que hace 50 años no existían. La proliferación
de teléfonos móviles, ordenadores, tablets, smartphone, wearables, etc. y la aparición de redes sociales y aplicaciones de
todo tipo, están cambiando nuestras vidas de una manera que me atrevería a
calificar de muy peligrosa; ¿o no?
Las nuevas tecnologías, evidentemente, pueden ser bien o mal utilizadas.
¿Y por qué digo esto? pues por la sencilla razón de que influyen –y de qué
manera- en nuestras vidas.
Estas “inocentes” herramientas están moldeando muy sutilmente nuestras
mentes para que, bajo mi punto de vista, aceptemos sin rechistar que vamos a
ser controlados las 24 horas del día, los 365 días del año, durante toda
nuestra vida.
Sin darnos cuenta está desapareciendo poco a poco nuestra intimidad. Y
lo curioso del caso es que somos nosotros mismos los que estamos ofreciendo, a
través de estas herramientas, hasta el más mínimo detalle de nuestra
existencia. Desde que nos levantamos, hasta incluso cuando dormimos, estas
herramientas están divulgando nuestra vida por los confines del mundo. Facebook,
Twitter, Linked-in, Pinterest, WhatsApp,
etc. cada día saben más de nosotros: desde el día en que nacimos,
pasando por dónde trabajamos, quienes son nuestros padres, hermanos y amigos,
hasta el último cubata que hemos tomado en el novísimo “garito” de moda.
Se nos vende la idea de que los jóvenes de hoy en día son la generación
mejor preparada, y probablemente no les falte razón; pero mejor preparada para
qué. Estos jóvenes han nacido y crecido en una sociedad donde mostrar
públicamente todo lo que estás haciendo -a cualquier hora del día o de la noche-
a todo aquel que quiera verlo, está considerado como normal, y no sólo eso,
sino que es la regla general. Mientras que aquellos que no están “conectados” o
“enganchados” son presionados socialmente y calificados de analfabetos
tecnológicos, antiguos o simplemente desfasados.
Desde los tiempos más remotos siempre ha existido, por parte de una
élite, el deseo de controlar a las
personas mediante monarquías, dictaduras o cualquier otro tipo de régimen
autoritario. Estos regímenes siempre han tratado de que sus ciudadanos o
súbditos tengan las mismas ideas, costumbres, actitudes y, por supuesto,
especial respeto y adoración por sus líderes. Para ello se han servido de
diferentes técnicas represivas a lo largo de la historia. Pero con la llegada
de la tecnología esto ha cambiado.
La tecnología va a conseguir el sueño de élites y gobiernos que,
mediante el control mental de
los individuos, van a poder modificar y
programar pautas y comportamientos en los seres humanos, haciendo de nosotros
un rebaño dócil y sumiso, al cual se tiene perfectamente controlado.
De momento esto que estamos viviendo no es más que el principio. Una
primera fase, que consiste en la aceptación paulatina de toda esta nueva
tecnología que nos esclaviza y de la que ya no podemos prescindir.
Cada día los instrumentos que utilizamos son más pequeños a la vez que
más potentes y fáciles de transportar pero, en un futuro no muy lejano, estos
dispositivos serán implantados en nuestro propio cuerpo.
Desde hace varios años se viene advirtiendo, por parte de medios
alternativos, que no tardando mucho llegará el día en que a todos los
ciudadanos del mundo nos será implantado un “microchip”. Aunque, bien es
verdad, que la mayoría de la gente que ha oído hablar de ello no sólo no lo
cree, sino que considera que estas afirmaciones son una fábula conspiranoica.
Todo comenzó en la segunda guerra mundial cuando la Armada Británica
utilizó por primera vez la tecnología de identificación por radiofrecuencia RFID
(siglas de Radio Frequency IDentification)
para identificar sus propios aviones y protegerles del fuego amigo.
La tecnología de identificación por radiofrecuencia RFID es una
tecnología que permite el almacenamiento, localización e identificación por
radiofrecuencia de cualquier objeto, producto, animal o cosa que lleve incorporado
un microchip con esta tecnología. Su homólogo más cercano es el Código de
Barras pero, a diferencia de éste, la tecnología RFID permite almacenar mucha
más cantidad de información y hacerlo de forma remota.
Esta tecnología actualmente se utiliza, entre
otras cosas, para la optimización de recursos logísticos, transporte e inventariado
de mercancías; para la identificación y localización de animales salvajes,
animales de granja y mascotas; está incorporada en el D.N.I., el pasaporte y
las tarjetas de crédito; y, por supuesto, forma parte de toda clase de aparatos
electrónicos.
De todos es sabido que el ser humano es un animal de costumbres y, en
principio, siempre es reacio a los cambios. Por eso, cada vez que se intenta
introducir un cambio en su “modus vivendi”, la propaganda ha de ser lo más sutil
y atractiva posible.
En el caso que nos ocupa, la justificación y compensación debe ser aun
mayor, puesto que lo que se pretende hacer es algo que puede -y de hecho hará- dar
un vuelco sustancial a nuestras vidas. Las bondades que se atribuirán a la
implantación del microchip pondrán ser muchas: que si es bueno por si raptan o
pierdes a un hijo; que puede llevar integrado todo tu historial médico y en un
determinado momento salvarte la vida; que no necesitas llaves para el
coche o la casa; que tu dinero está
totalmente seguro en el microchip….etc.
Pues bien. Una vez se haya llevado a cabo con éxito la culminación de
la primera fase, el siguiente paso será bastante más ambicioso. Habría que
preguntarse, por ejemplo, que si el implante en el cerebro de un microchip
pudiera curar toda clase de enfermedades y aumentar nuestra capacidad
intelectual: ¿aceptaríamos implantarnos “microchips” en el cerebro?
Probablemente, y no tardando mucho, oiremos cosas tales como que si en un
futuro se pudiera transferir datos e información, de todo tipo, directamente al
cerebro nos haría seres extremadamente inteligentes y podríamos dominar
técnicas como la telepatía o la telequinesis. Podríamos, por ejemplo, leer un
libro en tan sólo unos pocos minutos o resolver ecuaciones con la rapidez y
precisión de un ordenador. Pero las implicaciones de estos avances son aun
difícilmente predecibles.
Por otra parte, el abuso potencial, por parte de quien detenta el
poder, de esta tecnología es también altamente preocupante.
Como ya he dicho antes, existe la certera tentación, por parte de
gobiernos y grupos de poder, de que si tuvieran la posibilidad de descargar
pensamientos, sentimientos y todo tipo de condicionantes directamente en el
cerebro de las personas, lograrían con ello el control total que siempre han
deseado sobre la población mundial y ya nunca más tendrían que preocuparse por
ningún tipo de sublevación.
Bueno. Parece ser que esto va en serio. De momento, a nadie se le está
obligando a aceptar la implantación de ninguna de estas tecnologías en su
propio cuerpo. Pero ¡ojo!, esto ya ha empezado. Actualmente en EEUU son
numerosas las personas que ya se han dejado implantar un microchip y, lo que es
más relevante, Barack Obama es uno de los mayores promotores de esta nueva
tecnología. Si esto sigue así –y todo parece indicar que sí- la presión social
hará el resto. Prácticamente en unos pocos años el microchip se habrá
implantado a la mayoría de la población de los países desarrollados y a quien
se niegue a “conectarse” se le considerará un retrógrado que vive anclado en el
pasado.
Como acabo de decir el procedimiento de
implantación de microchips en humanos ya es una realidad –aunque de momento voluntaria-
en muchos países del mundo. Se está utilizando ya en la localización de
animales, personas o cosas; para tener acceso a lugares restringidos; para almacenar
el historial médico, amén de tomar datos de nuestras constantes vitales,……etc.
Esta realidad, que poco a poco va abarcando más campos de nuestra vida
cotidiana, hace que esta tecnología se vea como algo absolutamente normal y que
no haya, de momento, reacción popular alguna. El siguiente paso será el de
implantarlos en colectivos que a priori pudieran considerarse de “riesgo” para
el conjunto de la sociedad (refugiados, inmigrantes de países sospechosos de
terrorismo, delincuentes habituales, maltratadores, etc.) y no tardando mucho
el implante será masivo.
Según vaticinas los expertos en esta materia, en el futuro, la
condición “ciborg” (criatura compuesta por elementos orgánicos y electrónicos)
será la más común y extendida en el planeta, cosa con la que, por desgracia,
estoy totalmente de acuerdo. Deberíamos recordar que hace solamente unas
décadas nadie podía imaginar que una persona de 70 años tuviera el aspecto de
una de 40 ¿verdad? Pues bien. Con la cirugía plástica se ha conseguido (véase,
por ejemplo, el caso de Cher)
Por otra parte, es de esperar que, en un principio, habrá personas
reacias a convertirse en “ciborg” y querrán conservarse a toda costa libre de
implantes; lo que sin duda dará lugar a enfrentamientos entre implantados y no
implantados. Pero mucho me temo que estos enfrentamientos no durarán mucho, ya
que estos últimos siempre tendrán las de perder.
Evidentemente esto no sucederá mañana; ni la semana que viene; ni
probablemente dentro de un año. Todo este proceso se llevará a cabo de una
manera paulatina en el transcurso de varios años o algunas décadas a lo sumo. Pero
antes de su completa implantación deberá llevarse a cabo una transformación social,
política y económica, que implicará la destrucción total del sistema actual y
la construcción de un nuevo paradigma global, en cuyo proceso estamos inmersos
actualmente.
Desgraciadamente, la mayoría de la masa aletargada cree que todo esto
es fruto de una de tantas fantasías conspirativas; pero no es ninguna falacia. Actualmente
hay muchas industrias interesadísimas es esta tecnología y están seriamente
trabajando en ello.
Salvo que entremos en un proceso autodestructivo, que nos lleve a todos
por delante, todo parece indicar que el futuro pasa irremisiblemente por la
implantación masiva de este tipo de tecnología en nuestros propios cuerpos. Por
lo tanto, en un futuro no muy lejano, es muy probable que nos convirtamos todos
en “ciborg”.
Del mismo modo que los microchips han sido incorporados en todo tipo de
utensilios y aparatos como pueden ser electrodomésticos, computadoras, teléfonos,
coches, aviones, televisores, relojes, etc. ¿por qué va a ser una utopía que
estos microchips lleguen algún día a ser parte de nosotros mismos? Si las
noticias que lees en los periódicos ya están empezando a ser redactadas y
escritas directamente por una máquina que lleva incorporada esta tecnología ¿por
qué no incorporar esta tecnología directamente en los seres humanos?
Otra cosa es el pánico que esto nos provoca dado que las implicaciones
y alcances de esta nueva tecnología son actualmente inimaginables. Además, todo
nuestro mundo de creencias se vendría abajo, y eso sí nos asusta.
La estrategia fundamental utilizada en este proceso es presentar esta
nueva tecnología como un avance tecnológico muy beneficioso para la humanidad –que
lo es- sobre todo en el ámbito de la medicina o la inteligencia artificial. Pero
también es verdad que existe el firme propósito de hacerse con el control y
dominación total de los seres humanos, por parte de los dueños del mundo, y
esta tecnología se lo está “poniendo a huevo”.
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