Está claro que este ridículo juego de la democracia es para mentes
adormecidas, individuos ingenuos y buena gente “bien pensada” en general.
Se acerca la fecha del 26-J -en la que el pueblo español volverá a
pasar por las urnas- y todo parece indicar, según vaticinan las encuestas, que
el PP repetirá como ganador de los comicios. Y yo me pregunto: ¿cómo es posible
que un partido con ese grado de corrupción vuelva a obtener la confianza de la
mayoría de los españoles? ¿Acaso la mayoría de los españoles somos corruptos?
Pero hay todavía una cosa que me preocupa aun más y que a nadie parece importarle:
que si se repitieran las elecciones 100 veces, 100 veces las volvería a ganar
el PP.
¿Y por qué gana las elecciones el PP?
Desde la llegada de la crisis, en 2008, el PP ha sido el partido que
mejor ha sabido rentabilizar la crisis en su propio beneficio, ya que, en
política, la estrategia del miedo es la que mejor funciona, y eso el PP lo
borda.
En las últimas elecciones de diciembre de 2015, de los 25.350.447
votantes 9.280.639 se abstuvieron, lo que supuso que 16.069.808 votantes
decidieran el espectro político del país, que quedó de la siguiente manera: PP 7.215.752
votos; PSOE 5.530.779 votos; PODEMOS (que engloba a Podemos, En Comú Podem,
Compromís-Podemos-és el moment y En Marea) 5.189.463 votos y CIUDADANOS 3.500.541
votos. Luego están los partidos nacionalistas, y otros muchos minoritarios, de
los que no vamos a hablar aquí.
Analicemos ahora de dónde le viene el voto a cada uno de ellos:
CIUDADANOS: es la “marca blanca” del PP. Su voto llega directamente de
los desencantados del PP que buscan en Ciudadanos algo más de honradez.
PODEMOS: se nutre fundamentalmente del voto de la población más joven,
que se ha quedado sin futuro por las políticas neoliberales aplicadas en España
durante estas dos últimas décadas. También tienen prácticamente el voto asegurado
de todos los indignados.
PSOE: el votante socialista es básicamente clase trabajadora de
izquierdas. Aunque aún conserva la fidelidad del “viejo socialista”, la fuga de
votantes es evidente, debido esencialmente a las políticas neoliberales
llevadas a cabo durante la legislatura de Zapatero.
PP: este partido, no olvidemos, es la herencia del franquismo. Su voto
se lo da –como no podría ser de otra manera- prácticamente toda la clase
adinerada de España. Pero ese voto no es suficiente; entonces: ¿de dónde salen
los más de 7 millones de votantes del PP? Y aquí está es “quid de la cuestión”.
El voto mayoritario del PP le viene directamente de los ancianos españoles. De
los 11 millones de ciudadanos mayores de 60 años, aproximadamente la mitad son
votantes incondicionales del PP. Unos añoran el franquismo y otros son
simplemente ancianos ignorantes (con todos mis respetos) que están “cagaditos”
de miedo y son fácilmente manipulables.
Pues así están las cosas. Mientras no cambie demográficamente la
población española o de una vez por todas se una la izquierda de este país
(incluyendo la izquierda del PSOE auténtico, y no ese PSOE que refundó Felipe González)
tendremos PP para rato.
Lo que desde luego nadie le ha dicho a esos ancianos es que ese PP, al
que ellos votan, ha retirado del Fondo de Reserva de la Seguridad Social (la
denominada hucha de las pensiones) un total de 37.701 millones de euros desde
el año 2012 al 2015, lo que deja el remanente financiero actual en 39.520
millones. Eso significa que, de continuar con este ritmo de extracciones, ese Fondo
-concebido como un salvavidas financiero para tiempos de crisis- se agotará en
poco más de tres años.
Pero la retirada de ese dinero no se ha hecho precisamente para
financiar las pensiones. En un artículo del diario alemán Deutche
Wirtchaftsnachrichten, del 3 de abril de 2013, se decía que el Gobierno español
estaba comprando deuda pública utilizando para ello el fondo de la hucha de las
pensiones. Es decir, que el Gobierno del PP ha estado poniendo en el mercado
deuda soberana que luego él mismo compraba con el dinero de la hucha de las
pensiones. Patético ¿verdad?
Por otra parte, desligar el incremento de las pensiones al IPC, e incrementar una ridícula subida anual del
0.25%, es sencillamente bajar las pensiones cada año.
Bueno. Pues a ver quien le va a decir luego a esos ancianos, votantes
del PP, cuando la inflación se coma su maltrecha pensión y no les de para pagar
el recibo de la luz, que eso ha sucedido así gracias a su inestimable
colaboración.
Es tal la incongruencia de eso que algunos llaman democracia, que
resulta que el futuro de un país como este lo decide un puñado de viejos
miedosos e ignorantes (con perdón)
Mientras no haya una educación de calidad para todos y el dinero fiduciario -una de las claves de
la dominación del “establishment” mundial- deje de ser la mayor de las ficciones del sistema, la
democracia nunca existirá.
Comprender los mecanismos de la flexibilización cuantitativa, el sistema
de reserva fraccionaria, los engranajes de la deuda soberana y el
apalancamiento, así como el control, por parte de las grandes corporaciones, de
los recursos de todo tipo (energéticos, alimentarios, etc.) es esencial para
entender el funcionamiento del sistema. Si entendiéramos esto, no nos
dejaríamos engañar tan fácilmente y podríamos crear más igualdad en el sistema.
Entre otras cosas, por ejemplo, vinculando los salarios a la oferta monetaria y no a la inflación, ya que la oferta
monetaria nos afecta a todos por igual. Por tanto, si la oferta monetaria sube
un 20% ó 25%, no veo yo por qué los salarios no deberían hacerlo en la misma
proporción y no subir un miserable 1%. Es por cosas como esta que la brecha entre
ricos y pobres cada vez es mayor.
Pues bien. El hecho de que toda esta mecánica escape por completo al
conocimiento de la mayoría de la población, nos muestra el grado de calidad de
las democracias que padecemos.
Por
otra parte, que yo critique en este artículo al PP no quiere decir que esté a
favor de los demás. Sigo pensando que los partidos políticos son una tomadura
de pelo, la democracia la dictadura de las mayorías y, como ya he dicho en
múltiples ocasiones, las mayorías son fundamentalmente estúpidas. Por lo tanto,
bajo mi punto de vista, da igual a quien votes; al final todo se reduce a que
vas a ser gobernado, sea por “gatos blancos”, “gatos negros” o “gatos pardos”.
En definitiva: que, como siempre, van a
ser otros los que deciden por ti.
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