¿Existe lo que llamamos realidad o es
meramente una percepción nuestra?
¿Somos nosotros los verdaderos dueños de
nuestra realidad?
¿Cómo y quién crea esa realidad?
Preguntas como estas, u otras similares a
estas, deberíamos hacernos constantemente para no dejarnos llevar por tanta propaganda
de todo tipo: política, económica, religiosa, emocional, etc.
Vivimos en un mundo con multitud de “realidades”
paralelas que sólo existen en el interior de nuestra mente.
El primer paso que debemos dar, para comprender
que la realidad a la que todos nos aferramos es simplemente circunstancial, es
que nuestra identidad cultural; nuestras creencias; nuestras ideologías de todo
tipo y nuestros valores, sólo existen dentro de nuestra mente y, además, no son
iguales para todos: son sencillamente meros mecanismos psíquicos de
programación mental, profesados desde el origen de los tiempos.
Me refiero a que somos nosotros mismos los que
creamos nuestra propia identidad cultural, nuestras ideologías y creencias, y
que una vez creadas e instaladas en nuestra mente, son ellas las que toman el
mando y nos utilizan haciéndonos creer que vivimos esa realidad.
Nuestras propias creaciones psíquicas nos
hacen esclavos, ya que borran de la mente nuestra identidad individual. Al
identificarnos ciegamente con nuestras creencias, dejamos que dichas creencias
tomen el control de nuestras vidas y nos utilicen como instrumentos a su
servicio, haciendo que confundamos una ficción, creada por nosotros mismos, con
una supuesta realidad.
Pues bien. Todo esto se consigue haciendo que
cada uno de nosotros nos identifiquemos plenamente con una conducta determinada
de programación mental. Si te identificas como español, de derechas, católico y
del Real Madrid, tu vida estará condicionada por estas creencias e ideologías,
de igual manera que si te identificaras como iraquí, islamista y musulmán: dos “realidades”
paralelas creadas por nosotros mismos, dado que los conceptos español, iraquí,
católico, de derechas, etc., no son reales, sino pura invención nuestra.
Si observamos a nuestro alrededor, podremos
comprobar el grado de estupidez, uniformidad y atontamiento en el que la
mayoría de la población se encuentra sumergida. Esto se ha conseguido a base de
obediencia ciega a los propios mecanismos mentales que hemos creando, que nada
tiene que ver con el individuo que cada uno llevamos dentro.
Para que esto se perpetúe en el tiempo, la
persona programada no se limitará únicamente a actuar como tal, sino que,
además, tratará por todos los medios de inocular esa misma programación mental
a otras personas, bien sea a sus propios descendientes, aprovechando la
existencia de vínculos emocionales y de autoridad, o por la fuerza, si dispone
del poder suficiente para ello.
Un ejemplo de esto lo pude verificar el otro
día al acudir a una celebración familiar: el cumpleaños de una niña de 1 año. Allí
pude comprobar cómo sin darnos cuenta programamos a nuestros “cachorros”, desde
la más tierna infancia, para hacerles esclavos consumidores, creándoles el
sentido de posesión y anulando por completo su capacidad creativa, con juguetes
interactivos que no dejan lugar a la imaginación.
¿Cómo crees que podrían controlarnos todas
esas personas, ansiosas de poder, si no dispusieran de mecanismos para crear a
su antojo todas esas ideologías, creencias, identidades patrióticas,
deportivas, culturales, etc., con las que manipularnos?
¿Entiendes ahora cuál es la auténtica raíz de
nuestra estupidez?
Este sistema se ha creado para fabricar
ignorantes esclavos consumidores fácilmente manipulables. Un sistema con un
plan de educación de lo más elemental posible y aburrido. Un sistema que divulga
una religión -da igual la que sea- patética. Un sistema que promueve trabajos tediosos
y absurdos que no aportan nada a la sociedad. En definitiva. Se trata de crear
gente ignorante –sin conocimientos avanzados- que sólo quiere dinero rápido,
salir de fiesta, ir al gimnasio porque está de moda, estar tirado en el sofá
viendo la tele o jugando a videojuegos estúpidos, cuando no haciendo algún
viaje turístico sin sentido o cualquier otra actividad que no requiera la
capacidad de pensar; es decir, limitarse solamente a seguir las pautas de su
programación mental.
Hay quien dice que la mayor parte de la
población humana está en indiscutible proceso de involución y que cada día nos
hacemos más débiles, y enfermizos, más tarados y tontos. ¿Será verdad?
¿Pero qué pasaría si nadie se identificara con
ninguna de estas creencias de programación mental? O lo que es lo mismo: ¿Qué
pasaría si no hubiéramos recibido ninguna dosis de eso que llamamos educación? (no
confundir educación con conocimiento)
Pues que probablemente no existirían ni
dioses; ni patrias; ni reyes.
Esa falsa realidad en la que vivimos, con la
cual colaboramos diariamente, y que todos aceptamos diciendo “es lo que hay”,
no se debería tolerar.
El mundo es como es porque nosotros lo
queremos así. Todas esas falsas realidades han sido creadas por nosotros y, de
la misma manera, podemos cambiarlas o prescindir de ellas.
El conocimiento –que no la educación- ha
llegado en la actualidad a un nivel suficientemente avanzado para que todos
pudiéramos beneficiarnos de ello. Sin embargo, seguimos anclados en el sistema
de creencias que distorsiona nuestra verdadera realidad.
Así que cada vez que oigas: “es lo que hay”,
“no queda otro remedio”, “es un mal menor”, “es el mejor de los sistemas
conocidos”, etc., no dejes que te tomen el pelo, porque sencillamente no es
verdad, ya que siempre hay alternativas.
Si como he dicho antes, somos nosotros los que
hemos creado nuestra propia realidad, a base de creencias e ideologías de todo
tipo, también somos nosotros mismos quien lo podemos cambiar.
Hay fundamentalmente dos cosas con las que la élite controla el mundo: el
conocimiento y el dinero.
Si queremos recuperar nuestra verdadera identidad
como individuos libres, únicos e irrepetibles, hemos de ponerle remedio.
Debemos elevar el grado de conocimiento de las
personas. Para ello no hay más que decirles la verdad -no esa falsa realidad
hecha a base de creencias e ideologías- y, por supuesto, proporcionarles el
acceso al verdadero conocimiento.
Respecto al dinero: si no controlamos el
dinero, no controlaremos los recursos, que son la fuente de nuestra existencia.
Hoy en día el sistema financiero que rige el
mundo no es más que una gran “estafa Ponzi” en manos de una élite privilegiada (Wikipedia:
operación fraudulenta de inversión que implica el pago de intereses a los
inversores de su propio dinero invertido o del dinero de nuevos inversores)
Nuestro actual sistema financiero es tan anacrónico
que, por ejemplo, cuando pides un préstamo, lo único que hace el banco es
apuntar en tu cuenta esa cantidad y nada más; y ahora tú empiezas a pagar
intereses por un dinero que no existe, nunca ha existido y nunca existirá: así
de simple. Y lo curioso del caso es que de simple que es, nadie lo cree.
Es hora de ir abandonando falsas realidades
como, por ejemplo, la política (invento este para adormecer a las masas) y dar
paso a nuestra verdadera realidad.
¿Es que el ser humano, con su manifiesta
capacidad de crear, no puede hacerlo mejor?
¿Qué mundo podríamos tener si los individuos,
en lugar de reproducir nuestra programación mental, mantuviéramos siempre la autonomía
total de nuestra mente?
¿Qué pasaría si nadie se identificara jamás
con ningún mecanismo de programación mental?
¿Sería posible vivir en paz en una sociedad
sin todas esas sandeces metidas en nuestra cabeza?
Todas estas son preguntas sin respuesta, ya
que nunca en la historia de la humanidad se ha dado ese escenario.
Por desgracia, hoy en día la programación
mental se ha convertido en un arma tan poderosa que no creo que la élite jamás
vayas a prescindir de ella. Cada día la gente es más defensora a ultranza de
cualquier ideología bien sea política, religiosa, deportiva, cultural, animalista,
o “medio pensionista”. A la gente le gusta identificarse con lo que sea y eso
le hace sentirse integrado. Y la pregunta es: ¿integrado dónde? Pues en este
sistema de “memos” en el que estamos todos inmersos.
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