domingo, 16 de octubre de 2016

PROGRAMACIÓN MENTAL

¿Existe lo que llamamos realidad o es meramente una percepción nuestra?
¿Somos nosotros los verdaderos dueños de nuestra realidad?
¿Cómo y quién crea esa realidad?
Preguntas como estas, u otras similares a estas, deberíamos hacernos constantemente para no dejarnos llevar por tanta propaganda de todo tipo: política, económica, religiosa, emocional, etc.
Vivimos en un mundo con multitud de “realidades” paralelas que sólo existen en el interior de nuestra mente.
El primer paso que debemos dar, para comprender que la realidad a la que todos nos aferramos es simplemente circunstancial, es que nuestra identidad cultural; nuestras creencias; nuestras ideologías de todo tipo y nuestros valores, sólo existen dentro de nuestra mente y, además, no son iguales para todos: son sencillamente meros mecanismos psíquicos de programación mental, profesados desde el origen de los tiempos.
Me refiero a que somos nosotros mismos los que creamos nuestra propia identidad cultural, nuestras ideologías y creencias, y que una vez creadas e instaladas en nuestra mente, son ellas las que toman el mando y nos utilizan haciéndonos creer que vivimos esa realidad.
Nuestras propias creaciones psíquicas nos hacen esclavos, ya que borran de la mente nuestra identidad individual. Al identificarnos ciegamente con nuestras creencias, dejamos que dichas creencias tomen el control de nuestras vidas y nos utilicen como instrumentos a su servicio, haciendo que confundamos una ficción, creada por nosotros mismos, con una supuesta realidad.
Pues bien. Todo esto se consigue haciendo que cada uno de nosotros nos identifiquemos plenamente con una conducta determinada de programación mental. Si te identificas como español, de derechas, católico y del Real Madrid, tu vida estará condicionada por estas creencias e ideologías, de igual manera que si te identificaras como iraquí, islamista y musulmán: dos “realidades” paralelas creadas por nosotros mismos, dado que los conceptos español, iraquí, católico, de derechas, etc., no son reales, sino pura invención nuestra.    
Si observamos a nuestro alrededor, podremos comprobar el grado de estupidez, uniformidad y atontamiento en el que la mayoría de la población se encuentra sumergida. Esto se ha conseguido a base de obediencia ciega a los propios mecanismos mentales que hemos creando, que nada tiene que ver con el individuo que cada uno llevamos dentro.
Para que esto se perpetúe en el tiempo, la persona programada no se limitará únicamente a actuar como tal, sino que, además, tratará por todos los medios de inocular esa misma programación mental a otras personas, bien sea a sus propios descendientes, aprovechando la existencia de vínculos emocionales y de autoridad, o por la fuerza, si dispone del poder suficiente para ello.
Un ejemplo de esto lo pude verificar el otro día al acudir a una celebración familiar: el cumpleaños de una niña de 1 año. Allí pude comprobar cómo sin darnos cuenta programamos a nuestros “cachorros”, desde la más tierna infancia, para hacerles esclavos consumidores, creándoles el sentido de posesión y anulando por completo su capacidad creativa, con juguetes interactivos que no dejan lugar a la imaginación.
¿Cómo crees que podrían controlarnos todas esas personas, ansiosas de poder, si no dispusieran de mecanismos para crear a su antojo todas esas ideologías, creencias, identidades patrióticas, deportivas, culturales, etc., con las que manipularnos?
¿Entiendes ahora cuál es la auténtica raíz de nuestra estupidez?
Este sistema se ha creado para fabricar ignorantes esclavos consumidores fácilmente manipulables. Un sistema con un plan de educación de lo más elemental posible y aburrido. Un sistema que divulga una religión -da igual la que sea- patética. Un sistema que promueve trabajos tediosos y absurdos que no aportan nada a la sociedad. En definitiva. Se trata de crear gente ignorante –sin conocimientos avanzados- que sólo quiere dinero rápido, salir de fiesta, ir al gimnasio porque está de moda, estar tirado en el sofá viendo la tele o jugando a videojuegos estúpidos, cuando no haciendo algún viaje turístico sin sentido o cualquier otra actividad que no requiera la capacidad de pensar; es decir, limitarse solamente a seguir las pautas de su programación mental.
Hay quien dice que la mayor parte de la población humana está en indiscutible proceso de involución y que cada día nos hacemos más débiles, y enfermizos, más tarados y tontos. ¿Será verdad?
¿Pero qué pasaría si nadie se identificara con ninguna de estas creencias de programación mental? O lo que es lo mismo: ¿Qué pasaría si no hubiéramos recibido ninguna dosis de eso que llamamos educación? (no confundir educación con conocimiento)
Pues que probablemente no existirían ni dioses; ni patrias; ni reyes.
Esa falsa realidad en la que vivimos, con la cual colaboramos diariamente, y que todos aceptamos diciendo “es lo que hay”, no se debería tolerar.
El mundo es como es porque nosotros lo queremos así. Todas esas falsas realidades han sido creadas por nosotros y, de la misma manera, podemos cambiarlas o prescindir de ellas.
El conocimiento –que no la educación- ha llegado en la actualidad a un nivel suficientemente avanzado para que todos pudiéramos beneficiarnos de ello. Sin embargo, seguimos anclados en el sistema de creencias que distorsiona nuestra verdadera realidad.
Así que cada vez que oigas: “es lo que hay”, “no queda otro remedio”, “es un mal menor”, “es el mejor de los sistemas conocidos”, etc., no dejes que te tomen el pelo, porque sencillamente no es verdad, ya que siempre hay alternativas.
Si como he dicho antes, somos nosotros los que hemos creado nuestra propia realidad, a base de creencias e ideologías de todo tipo, también somos nosotros mismos quien lo podemos cambiar.
Hay fundamentalmente dos cosas con las que la élite controla el mundo: el conocimiento y el dinero.
Si queremos recuperar nuestra verdadera identidad como individuos libres, únicos e irrepetibles, hemos de ponerle remedio.
Debemos elevar el grado de conocimiento de las personas. Para ello no hay más que decirles la verdad -no esa falsa realidad hecha a base de creencias e ideologías- y, por supuesto, proporcionarles el acceso al verdadero conocimiento.
Respecto al dinero: si no controlamos el dinero, no controlaremos los recursos, que son la fuente de nuestra existencia.
Hoy en día el sistema financiero que rige el mundo no es más que una gran “estafa Ponzi” en manos de una élite privilegiada (Wikipedia: operación fraudulenta de inversión que implica el pago de intereses a los inversores de su propio dinero invertido o del dinero de nuevos inversores)
Nuestro actual sistema financiero es tan anacrónico que, por ejemplo, cuando pides un préstamo, lo único que hace el banco es apuntar en tu cuenta esa cantidad y nada más; y ahora tú empiezas a pagar intereses por un dinero que no existe, nunca ha existido y nunca existirá: así de simple. Y lo curioso del caso es que de simple que es, nadie lo cree.
Es hora de ir abandonando falsas realidades como, por ejemplo, la política (invento este para adormecer a las masas) y dar paso a nuestra verdadera realidad.
¿Es que el ser humano, con su manifiesta capacidad de crear, no puede hacerlo mejor?
¿Qué mundo podríamos tener si los individuos, en lugar de reproducir nuestra programación mental, mantuviéramos siempre la autonomía total de nuestra mente?
¿Qué pasaría si nadie se identificara jamás con ningún mecanismo de programación mental?
¿Sería posible vivir en paz en una sociedad sin todas esas sandeces metidas en nuestra cabeza?
Todas estas son preguntas sin respuesta, ya que nunca en la historia de la humanidad se ha dado ese escenario.
Por desgracia, hoy en día la programación mental se ha convertido en un arma tan poderosa que no creo que la élite jamás vayas a prescindir de ella. Cada día la gente es más defensora a ultranza de cualquier ideología bien sea política, religiosa, deportiva, cultural, animalista, o “medio pensionista”. A la gente le gusta identificarse con lo que sea y eso le hace sentirse integrado. Y la pregunta es: ¿integrado dónde? Pues en este sistema de “memos” en el que estamos todos inmersos.

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