jueves, 5 de enero de 2017

ESPAÑA: “EL CORTIJO” DEL IBEX 35

Juro lealtad al jefe del Estado y fidelidad a los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino”.
Estas fueron literalmente las palabras pronunciadas por el Rey Juan Carlos, ante las Cortes Generales Españolas, cuando fue nombrado sucesor del General Franco en el año 1969.
Desde la muerte de Franco en 1975, este rey, que juró fidelidad a los Principios Fundamentales del Movimiento, ha ejercido de jefe de Estado hasta junio de 2014, en que se vio obligado a abdicar (se metió en un “marrón” y puso en peligro la continuidad de la monarquía en España). Le sucedió en el trono su hijo Felipe -casado con la plebeya Leticia- que de la noche a la mañana fue investido Rey de España, sin que se le diera al pueblo la más mínima oportunidad de pronunciarse en este sentido, como corresponde a una verdadera democracia.
Esto es simplemente un dato para que sepamos de dónde viene nuestra monarquía; esa que impulsó la democracia. Una monarquía que, como acabo de decir, juró los Principios Fundamentales del Movimiento de la dictadura franquista.
Importancia de España en el mundo.
Es incuestionable que España ocupa un lugar geoestratégico privilegiado. Tanto es así que, cuando vemos un mapamundi, España se sitúa en el centro. Como es de imaginar, el actual imperio dominante en el mundo, los Estados Unidos de América -que lleva controlando este país desde los tiempos del dictador- no iba a dejar a España en manos de “vete a saber quien” después de la muerte de Franco, ya que, como acabo de decir, España es de vital importancia para ellos.
Veamos que sucedió.
Desde los tiempos de la guerra fría, entre EEUU y Rusia, España ha sido y es de interés prioritario para los estadounidenses, por su situación geoestratégica, como acabo de decir. Dado que España sufría un bloqueo internacional, después de la guerra civil, los norteamericanos aprovecharon la dictadura del General Franco para sacar beneficio de ello.
Después de la guerra civil, la miseria y hambruna en España era más que evidente. Para salir de esta situación el General Franco tenía dos opciones: dejar el poder y convocar elecciones o seguir con su régimen e hipotecar el país a los “yanquis”. Y, como todos sabemos, se decantó por la segunda opción.
El 26 de septiembre de 1953 se firma el denominado Pacto de Madrid entre España y EEUU. El Pacto contenía tres acuerdos bilaterales: de defensa mutua, de cooperación económica y de asistencia técnica. En lo sustancial, el Pacto significaba que los EEUU lograban instalar una serie de bases militares en territorio español, a cambio de una ayuda económica –la famosa ayuda americana- que tanta falta le hacía a la maltrecha economía española.
Desde la firma del Pacto de Madrid, en 1953, los servicios de inteligencia estadounidenses controlaron, de hecho, la cúpula del ejército franquista y, por supuesto, los servicios de inteligencia españoles.
Los norteamericanos sabían que, después de los años de dictadura, España no podía seguir al margen de la escena internacional y tenía que ir irremisiblemente hacia una democracia y su integración en Europa. Por eso, unos años antes de la muerte del dictador, se comienza a escribir el guion de la transición española, implantación de la democracia e integración de España en la CEE (posteriormente UE) y la OTAN.
El encargado, por parte de los EEUU, de llevar el plan adelante no fue otro que el general estadounidense Vernon Walters, quien hablaba correctamente Español y disponía de la suficiente experiencia, ya que había desempeñado ese mismo papel en América Latina. Este general, antes de morir Franco, ya tenía contactos con todos los partidos políticos de España, incluido el Partido Comunista de Santiago Carrillo, que era el único partido opositor de verdad al franquismo.
Lo que verdaderamente se hizo en España no fue más que un lavado de cara del régimen franquista para convertirlo en una falsa democracia, la cual ha llegado hasta nuestros días. Se produjo, entonces, lo que podríamos llamar una actualización del franquismo, orquestada, por supuesto, por los servicios de inteligencia norteamericanos, con el beneplácito de la cúpula franquista.
Para llevar a cabo sus planes de “democratizar España”, necesitaban de dos fuerzas políticas, presumiblemente antagónicas, pero que sirvieran a los mismos intereses; es decir, una derecha democrática y una izquierda liberal, y hacer a ambas creíbles.
La derecha ya estaba constituida y lo único que había que hacer era vestirla de demócrata. Sin embargo, la izquierda estaba representada por dos de los partidos con más trascendencia en España: el Partido Socialista y el Partido Comunista.
Obviamente, tanto los norteamericanos como los franquistas no querían que el espacio de la oposición lo ocupara el Partido Comunista, y también tenían sus recelos de los viejos socialistas. Así que se pusieron manos a la obra y urdieron un plan: renovar la cúpula del Partido Socialista con gente de dentro del país, y no como hasta entonces en el exilio, que estuviera más predispuesta a llevar a cabo sus planes de “democratizar España”.
Indudablemente con la derecha no tuvieron problema ya que estaba constituida, y tanto la UCD, el CDS y AP (todos con reminiscencias franquistas) confluyeron en lo que es hoy el Partido Popular (PP)
Pero la izquierda era otro cantar. Había que crear una fuerza política que pareciera de izquierda, capaz de gobernar el país, y que estuviera dispuesta a someterse a los designios de las oligarquías franquistas. Y es aquí donde emerge la figura de Felipe González.
Felipe González tiene el perfil que ellos buscaban: joven socialista, sin ninguna relevancia política hasta el momento, ambicioso y manipulable. Y son los servicios secretos españoles, junto a los norteamericanos, los que le ayudan a hacerse con el control del Partido Socialista. En el Congreso de Suresnes de 1974 (un año antes de la muerte de Franco) Felipe González se hace con la Secretaría General del partido para acabar con los viejos socialistas, sacar al partido del marxismo e incluir a España en la OTAN y la CEE.
Sí, todo esto lo hizo Felipe González: acabó con el viejo Partido Socialista, refundó el actual PSOE -que no es más que una mala fotocopia del PP-, para terminar, como es sabido, haciendo uso de las “puertas giratorias”.
Después de 41 años de la muerte de Franco, y visto como se han desarrollado los acontecimientos en nuestro país, bien podríamos decir que el general Vernon Walters cumplió su objetivo: consiguió engañarnos a todos los españoles, haciéndonos creer que vivimos en una democracia cuando realmente seguimos anclados a ese régimen franquista “maquillado”.
Ya sé que esto no nos lo han contado así. Pero yo no me lo he inventado. Todo lo que he relatado está perfectamente documentado y publicado por diferentes autores. Entre otros, Alfredo Grimaldos, cuyo libro “La CIA en España”, publicado en octubre de 2006, puedes consultar en Internet.
Como siempre la historia puede ser contada de diferentes maneras y, por supuesto, no estoy diciendo que creas lo que yo digo: analiza los acontecimientos y saca tus propias conclusiones.
Lo que es evidente es que las democracias de hoy en día dejan mucho que desear. En las últimas décadas, prácticamente todas las democracias del mundo funcionan como el modelo norteamericano: dos partidos políticos que se van alternando en el poder cada 4, 5 u 8 años. Y España, después de la muerte de Franco, no iba a ser distinta de las demás.
No seamos ingenuos. Un país con diez mil aforados, una derecha (PP) y una izquierda (PSOE) que gozan de incuestionables privilegios, que llevan alternándose en el poder desde la muerte de Franco, y que además sistemáticamente votan juntos en todas las resoluciones importantes del Parlamento Español y el Parlamento Europeo, no es sinónimo de país democrático, sino más bien de todo lo contrario.

No te dejes engañar. España no es una democracia: España no es más que “el cortijo” del IBEX 35.

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