“Juro lealtad al jefe del Estado y
fidelidad a los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional y demás Leyes
Fundamentales del Reino”.
Estas fueron literalmente las palabras
pronunciadas por el Rey Juan Carlos, ante las Cortes Generales Españolas,
cuando fue nombrado sucesor del General Franco en el año 1969.
Desde la muerte de Franco en 1975, este rey,
que juró fidelidad a los Principios Fundamentales del Movimiento, ha ejercido
de jefe de Estado hasta junio de 2014, en que se vio obligado a abdicar (se
metió en un “marrón” y puso en peligro la continuidad de la monarquía en
España). Le sucedió en el trono su hijo Felipe -casado con la plebeya Leticia-
que de la noche a la mañana fue investido Rey de España, sin que se le diera al
pueblo la más mínima oportunidad de pronunciarse en este sentido, como
corresponde a una verdadera democracia.
Esto es simplemente un dato para que sepamos
de dónde viene nuestra monarquía; esa que impulsó la democracia. Una monarquía
que, como acabo de decir, juró los Principios Fundamentales del Movimiento de
la dictadura franquista.
Importancia de España en el mundo.
Es incuestionable que España ocupa un lugar
geoestratégico privilegiado. Tanto es así que, cuando vemos un mapamundi,
España se sitúa en el centro. Como es de imaginar, el actual imperio dominante
en el mundo, los Estados Unidos de América -que lleva controlando este país
desde los tiempos del dictador- no iba a dejar a España en manos de “vete a
saber quien” después de la muerte de Franco, ya que, como acabo de decir,
España es de vital importancia para ellos.
Veamos que sucedió.
Desde los tiempos de la guerra fría, entre EEUU
y Rusia, España ha sido y es de interés prioritario para los estadounidenses,
por su situación geoestratégica, como acabo de decir. Dado que España sufría un
bloqueo internacional, después de la guerra civil, los norteamericanos aprovecharon
la dictadura del General Franco para sacar beneficio de ello.
Después de la guerra civil, la miseria y
hambruna en España era más que evidente. Para salir de esta situación el
General Franco tenía dos opciones: dejar el poder y convocar elecciones o
seguir con su régimen e hipotecar el país a los “yanquis”. Y, como todos
sabemos, se decantó por la segunda opción.
El 26 de septiembre de 1953 se firma el
denominado Pacto de Madrid entre España y EEUU. El Pacto contenía tres acuerdos
bilaterales: de defensa mutua, de cooperación económica y de asistencia
técnica. En lo sustancial, el Pacto significaba que los EEUU lograban instalar
una serie de bases militares en territorio español, a cambio de una ayuda
económica –la famosa ayuda americana- que tanta falta le hacía a la maltrecha
economía española.
Desde la firma del Pacto de Madrid, en 1953,
los servicios de inteligencia estadounidenses controlaron, de hecho, la cúpula
del ejército franquista y, por supuesto, los servicios de inteligencia
españoles.
Los norteamericanos sabían que, después de los
años de dictadura, España no podía seguir al margen de la escena internacional
y tenía que ir irremisiblemente hacia una democracia y su integración en
Europa. Por eso, unos años antes de la muerte del dictador, se comienza a
escribir el guion de la transición española, implantación de la democracia e
integración de España en la CEE (posteriormente UE) y la OTAN.
El encargado, por parte de los EEUU, de llevar
el plan adelante no fue otro que el general estadounidense Vernon Walters,
quien hablaba correctamente Español y disponía de la suficiente experiencia, ya
que había desempeñado ese mismo papel en América Latina. Este general, antes de
morir Franco, ya tenía contactos con todos los partidos políticos de España,
incluido el Partido Comunista de Santiago Carrillo, que era el único partido
opositor de verdad al franquismo.
Lo que verdaderamente se hizo en España no fue
más que un lavado de cara del régimen franquista para convertirlo en una falsa
democracia, la cual ha llegado hasta nuestros días. Se produjo, entonces, lo
que podríamos llamar una actualización del franquismo, orquestada, por
supuesto, por los servicios de inteligencia norteamericanos, con el beneplácito
de la cúpula franquista.
Para llevar a cabo sus planes de “democratizar
España”, necesitaban de dos fuerzas políticas, presumiblemente antagónicas,
pero que sirvieran a los mismos intereses; es decir, una derecha democrática y
una izquierda liberal, y hacer a ambas creíbles.
La derecha ya estaba constituida y lo único
que había que hacer era vestirla de demócrata. Sin embargo, la izquierda estaba
representada por dos de los partidos con más trascendencia en España: el
Partido Socialista y el Partido Comunista.
Obviamente, tanto los norteamericanos como los
franquistas no querían que el espacio de la oposición lo ocupara el Partido
Comunista, y también tenían sus recelos de los viejos socialistas. Así que se
pusieron manos a la obra y urdieron un plan: renovar la cúpula del Partido
Socialista con gente de dentro del país, y no como hasta entonces en el exilio,
que estuviera más predispuesta a llevar a cabo sus planes de “democratizar
España”.
Indudablemente con la derecha no tuvieron
problema ya que estaba constituida, y tanto la UCD, el CDS y AP (todos con
reminiscencias franquistas) confluyeron en lo que es hoy el Partido Popular
(PP)
Pero la izquierda era otro cantar. Había que
crear una fuerza política que pareciera de izquierda, capaz de gobernar el
país, y que estuviera dispuesta a someterse a los designios de las oligarquías
franquistas. Y es aquí donde emerge la figura de Felipe González.
Felipe González tiene el perfil que ellos
buscaban: joven socialista, sin ninguna relevancia política hasta el momento,
ambicioso y manipulable. Y son los servicios secretos españoles, junto a los
norteamericanos, los que le ayudan a hacerse con el control del Partido
Socialista. En el Congreso de Suresnes de 1974 (un año antes de la muerte de
Franco) Felipe González se hace con la Secretaría General del partido para
acabar con los viejos socialistas, sacar al partido del marxismo e incluir a
España en la OTAN y la CEE.
Sí, todo esto lo hizo Felipe González: acabó
con el viejo Partido Socialista, refundó el actual PSOE -que no es más que una
mala fotocopia del PP-, para terminar, como es sabido, haciendo uso de las
“puertas giratorias”.
Después de 41 años de la muerte de Franco, y
visto como se han desarrollado los acontecimientos en nuestro país, bien
podríamos decir que el general Vernon Walters cumplió su objetivo: consiguió
engañarnos a todos los españoles, haciéndonos creer que vivimos en una
democracia cuando realmente seguimos anclados a ese régimen franquista
“maquillado”.
Ya sé que esto no nos lo han contado así. Pero
yo no me lo he inventado. Todo lo que he relatado está perfectamente
documentado y publicado por diferentes autores. Entre otros, Alfredo Grimaldos,
cuyo libro “La CIA en España”, publicado en octubre de 2006, puedes consultar
en Internet.
Como siempre la historia puede ser contada de
diferentes maneras y, por supuesto, no estoy diciendo que creas lo que yo digo:
analiza los acontecimientos y saca tus propias conclusiones.
Lo que es evidente es que las democracias de
hoy en día dejan mucho que desear. En las últimas décadas, prácticamente todas
las democracias del mundo funcionan como el modelo norteamericano: dos partidos
políticos que se van alternando en el poder cada 4, 5 u 8 años. Y España,
después de la muerte de Franco, no iba a ser distinta de las demás.
No seamos ingenuos. Un país con diez mil
aforados, una derecha (PP) y una izquierda (PSOE) que gozan de incuestionables
privilegios, que llevan alternándose en el poder desde la muerte de Franco, y
que además sistemáticamente votan juntos en todas las resoluciones importantes
del Parlamento Español y el Parlamento Europeo, no es sinónimo de país
democrático, sino más bien de todo lo contrario.
No te dejes engañar. España no es una democracia:
España no es más que “el cortijo” del IBEX 35.
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