miércoles, 23 de agosto de 2017

TECNOLOGÍA PARA IMBÉCILES

La tecnología es una herramienta fantástica en manos de personas lúcidas, inteligentes y equilibradas (de las que precisamente no abundan).
Uno de los grandes errores, que hemos cometiendo en la actualidad, es haber dejado que todos estos medios tecnológicos se hayan convertido en los dueños de nuestras vidas, dado que, como estamos viendo, no somos capaces de vivir sin ellos y ni sabemos ni podemos renunciar a ellos. Por lo tanto, están trastocando todo tipo de relaciones humanas y me atrevería a decir que hasta nuestra propia existencia.
Vivimos en una época de transición de una sociedad industrial hacia una sociedad tecnológica. Evidentemente este proceso ya ha empezado. En buena lógica, debería llevarnos hacia una sociedad más libres, más justa y procurarnos una vida más agradable. Pero ¡qué va! Paradójicamente está sucediendo todo lo contrario.
¿Por qué? Pues porque la sociedad actual no está preparada para sacarle partido a las nuevas tecnologías. Esto es debido a que la mayoría de la población se encuentra sumida en un estado de letargo intelectual, inducido por la paupérrima educación que recibe, más la podredumbre que absorbe diariamente de la todopoderosa industria “más-media”.
Las nuevas herramientas tecnológicas a nuestro alcance se han convirtiendo en “armas de destrucción masiva” que están acabando con nuestra capacidad de pensar, con nuestra libertad individual y nuestra personalidad.
Siento decirlo, pero estas nuevas tecnologías en vez de hacernos más listos nos están haciendo más tontos. Son una pesadilla, un monitoreo continuo de cada uno de nosotros, disfrazado de progreso tecnológico que supuestamente está lleno de ventajas. Y lo terrible, es que somos nosotros mismos los que voluntariamente nos hemos encadenado a ellas.
Dentro de estas nuevas tecnologías se encuentran las redes sociales, las cuales, nacieron para mejorar la comunicación, a la vez que para procurar el enriquecimiento mutuo de las personas que, a través de ellas, pueden compartir conocimientos, intercambiar ideas, inventos, etc. Pero esto ha sido así sólo para una minoría. La mayoría; o sea, la masa, ha desvirtuado las redes sociales haciendo un uso de ellas irracional y patético.
Tenemos montones de ejemplos.
Todos los días circulan a través de nuestros teléfonos móviles multitud de estúpidos (y algunos no tan estúpidos) “memes”, que reenviamos, como monitos de repetición, sin pararnos a pensar por qué lo hacemos.
Más preocupante aun es enviar a través las redes, a diestro y siniestro, fotos y vídeos de nuestros pequeños, con el riesgo que conlleva: una vez que las fotos están en la red pueden ser utilizadas por millones de personas para usurpar la identidad del protagonista; para realizar secuestros; utilizar las imágenes para acometer acoso y chantaje, o simplemente manipular la foto para terminar en un portal pedófilo.
La mayoría de nosotros, cuando salimos de viaje, dejamos la casa cerrada con llave y seguramente cortado el suministro de luz, agua y gas. Probablemente, si no hiciéramos ninguna de estas cosas no pasaría nada. Sin embargo, tomamos precauciones, por si acaso, no dando facilidades a que algo ocurra. Entonces, yo me pregunto: ¿Por qué tomar riesgos innecesarios con nuestros pequeños?
Otra de las imbecilidades puestas de moda, a través de las redes sociales, es la imitación viral de comportamientos. Ahora todo es repetir e imitar a los demás, y cuanto más imites el comportamiento de esas personas, a las que idolatras, mejor:
Si un descerebrado hace “balconin” y lo cuelga en la Red, inmediatamente dos mil idiotas imitan su comportamiento y hacen “balconin” también.
Que un grupo de futbolistas, poco instruidos, se tatúa el cuerpo y se pone pendientes, pues millones de estúpidos se tatúan el cuerpo y se ponen pendientes.
¿Y qué decir de las idílicas vacaciones? La gente llena las redes sociales de lindas fotos y vídeos estupendos de supuestos paraísos. Y claro está, cuando esto le llega al populacho, adiós paraíso: el lugar se masifica y es literalmente arrasado por la masa de zombis.
Voy a poner un ejemplo claro de esto último.
Probablemente ya no hay ningún españolito, que vea televisión y utilice las redes sociales, que no haya oído hablar de la Playa de las Catedrales.
Pues bien. Lo que llaman Playa de las Catedrales no es tal; es decir, no es una playa. Es simplemente una zona de acantilado del litoral (por cierto, como todo el litoral cantábrico), de la Mariña Lucense, que cuando baja la marea se puede pasear por él. Históricamente, nunca los lugareños han hecho uso de esta “playa”; es más, nunca le hicieron ni puñetero caso; o sea, que allí no iba nadie, ni paisanos del lugar ni turistas. Pero llegaron la televisión y las redes sociales y lo cambiaron todo.
Cuando nacieron las cadenas privadas de televisión, una de ellas, Antena 3, en la cabecera de sus telediarios incluía imágenes de esta “playa”. Sólo se le ocurrió a Olga Viza (presentadora de las noticias en aquel tiempo) decir que ese paraje se encontraba en la Mariña Lucense. Desde entonces el turismo ha ido creciendo de una manera exponencial hasta llegar al momento actual. Ahora para visitar dicha “playa” es necesario solicitar el correspondiente permiso, con meses de antelación, ya que actualmente el acceso está restringido. Ni que decir tiene que el “idílico lugar” ha perdido todo su encanto, pues es como si te encontraras en la Gran Vía madrileña en plena hora punta.
Es lamentable que esto sea así, pero, bajo mi punto de vista, la tecnología ha homogeneizado a escala mundial la imbecilidad. Es un proceso enfermizo que se repite constantemente a todas las escalas.
Por otra parte, de todos es sabido que existe una élite que decide los designios del mundo. Pues bien, esa élite está convencida de que sobra el 80% de la población. Según ellos, ese 80% es irrelevante y no aporta nada a la sociedad. Para ellos únicamente hacen ruido, ensucian mucho y contaminan y deterioran el medio ambiente. Son un porcentaje de sumisos trabajadores-consumidores, sin talento, que ya no hacen ninguna falta. Así que piensan que el planeta estaría mejor sin ellos.
Y digo yo. Ante semejante disparate, insulto y provocación: ¿cuál ha sido la respuesta? Pues parece que la respuesta ha sido: ninguna. Es decir, la masa de zombis no tiene capacidad de reacción. Y no tiene capacidad de reacción, porque la cantidad de información que recibimos, a través de estas tecnologías, ha cumplido su función, que no es otra que la de saturar nuestro cerebro a la hora de procesar y evaluar la información, para convertirnos en verdaderos zombis.
¡Joder! ¡A ver si la élite va a tener razón!
Parece que la estupidez se ha convertido en bandera de toda una sociedad de zombis.
Tal y como se están produciendo los acontecimientos, no tengo la más remota idea de hacia qué tipo de mundo nos dirigimos. Pero lo que está sucediendo, amén de ser patético, debería avergonzarnos a todos.
Jamás, repito, jamás en la historia de la humanidad hemos dispuesto de unas herramientas tecnológicas que pueden solucionar, de una vez por todas, problemas tales como el hambre y la pobreza, por poner sólo un ejemplo. Sin embargo, las personas preparadas que podrían sacarle partido a estas tecnologías sólo están interesadas en lucrarse. El resto, las utilizamos casi de una manera exclusiva para acentuar nuestra imbecilidad que, por cierto, es mucha. Es como para echarse a llorar.
Pero no hay mal que por bien no venga. Y es que ahora, gracias a estas nuevas tecnologías, algunos nos hemos dado cuenta de que nuestra estupidez es supina y nuestra ignorancia también, solo que, precisamente de ignorantes que somos, no lo sabemos.

La mayoría de nosotros nos empeñamos en cerrar los ojos, o mirar hacia otro lado, para no afrontar lo que está sucediendo. Pero la realidad está ahí. Y si no hacemos nada para remediarlo, este tipo de comportamiento acabará con nosotros. Lo que sucederá, es que dejaremos de comportarnos como seres humanos para convertirnos en “otra cosa”. Y es seguro que esa “otra cosa” a mucha gente no le gustará.

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