Desde que el hombre empezó a utilizar su inteligencia
ha ido creando un sinfín de instrumentos físicos y psíquicos que,
paradójicamente, han condicionado su existencia y de qué manera.
Tenemos montones de ejemplos para ver cómo
esos mecanismos han dejado de ser precisamente eso, para convertirse en los
verdaderos dueños de nuestra vida.
Si nos remontamos a los orígenes del hombre y
hacemos un seguimiento de nuestra propia evolución, veremos como esos
elementos, creados por nosotros mismos, nos han convertido en sus esclavos.
Porque no lo dudes, en eso es en lo que nos
hemos convertido, en esclavos de nuestras propias invenciones.
Hay una analogía que resume a la perfección
cómo el hombre ha pasado a ser esclavo de sus propias creaciones: la analogía
de la ropa.
El hombre llegó a este mundo completamente
desnudo.
En el momento en el que empezó a utilizar su
inteligencia, fue creando instrumentos con el fin de que le hicieran la vida
más fácil.
Evidentemente, uno de los primeros problemas
con los que se encontró fue el de cómo combatir el mal tiempo. Descubrió, que
si se cobijaba en cuevas, u otros refugios, ya no pasaba tanto frío. ¿Pero qué
hacer cuando tenía que estar a la intemperie? La solución la encontró
abrigándose; es decir, creó lo que hoy en día llamamos ropa.
Es evidente, que lo que empezó siendo un simple
utensilio para abrigarse con el tiempo se ha convirtiendo en algo más
importante que nuestra propia piel. El uso de la ropa ha ido tomando tanta
relevancia que ya no concebimos la vida sin ella. Nos vestimos para trabajar,
para hacer deporte, ir de fiesta, para manifestar nuestro estado de ánimo, etc.
La ropa ha tomado un protagonismo tal en nuestra vida que no sólo no sabemos
vivir sin ella, sino que ejerce una gran influencia sobre nosotros.
Ahora la ropa es parte integrante del
individuo desde el mismo instante de nacer. Es tan importante, que nos hemos
forjado una imagen propia vestidos y no desnudos, como sería lo natural. Porque
la verdad es que nacemos desnudos, vivimos toda nuestra vida desnudos y morimos
desnudos. Sin embargo, la ropa ha distorsionado esta realidad hasta el punto de
llegar a sentir vergüenza de nuestra natural desnudez.
Siendo objetivos, estaremos de acuerdo en que
la ropa no es más que un disfraz; eso sí, un disfraz que en la mayoría de los
casos falsea completamente nuestra realidad.
Bueno, pues esta es solamente una de tantas
analogías. Evidentemente, podríamos utilizar montones de ellas tales como el
dinero, la democracia, el trabajo o la religión: otros inventos nuestros que
nos han esclavizado tanto o más que la propia ropa.
Dicho esto, veamos ahora cómo sucede lo mismo con
el Sistema.
Todos hemos aceptado la existencia de algo que
llamamos Sistema. Es seguro que a lo largo de nuestra vida en más de una
ocasión lo hemos criticado y/o ensalzado. ¿Pero nos hemos preguntado alguna vez
qué es eso del Sistema? o lo que es aun más importante. ¿Existe realmente el
Sistema?
Que todos somos esclavos del Sistema es más
que evidente. No te imaginas cuanto.
La gente piensa en el Sistema como un ente
organizado de carácter político- económico-estructural. Y verdaderamente así
es, o al menos es la parte que se ve. Pero el verdadero Sistema no es eso. El
verdadero Sistema es un –llamémosle así- “software psíquico” instalado desde
nuestro nacimiento en el cerebro, que va siendo actualizando con el transcurso
del tiempo. Dicho de otra manera más concreta: el Sistema es algo que sólo
existe en nuestra mente.
La realidad, es que lo que llamamos Sistema no
es más que una especie de compleja estructura formada por infinidad de
creencias. Creencias, por otra parte, elaboradas por nuestro poderoso intelecto
con el fin de facilitarnos la vida.
Pero hemos cometido un gran error: nos hemos
olvidado de su verdadero origen y significado. Y lo que es aún peor: les hemos
otorgado un valor y un poder por encima de nosotros mismos.
Y digo esto, porque, en esencia, son
sencillamente invenciones y creaciones humanas como lo puede ser un reloj, la
democracia, el dinero, la justicia o el alfabeto; es decir, no son más que
instrumentos creados por nosotros con finalidades concretas.
Entonces, ¿cómo es posible que nuestras
propias invenciones, en principio concebidas para estar a nuestro servicio,
hayan terminado por dominar nuestros actos y nuestra forma de ver el mundo
hasta esclavizarnos?
En este Sistema absurdo, creado por nosotros
mismos, hemos concedido tanto poder y valor a esos mecanismos que han acabado
subyugándonos, han terminando con nuestra libertad individual y están controlando
absolutamente nuestra propia existencia. Esa multitud de pequeños mecanismos
mentales han creado una realidad paralela ficticia que ahora condiciona todos y
cada uno de nuestros actos. Así de simple.
Los “grandes inventos del ser humano” tales
como la política, economía, democracia, ética, moral, religión, patria, ley,
dinero, arte, cultura, normas sociales, etc., tienen tal influencia en nuestra
mente que lo determinan todo: nuestro pensamiento y comportamiento, la bondad y
la maldad y, por supuesto, el éxito o el fracaso.
No te quepa la menor duda: el Sistema lo
controla absolutamente todo.
Verdaderamente no somos conscientes de hasta
qué punto estas creencias distorsionan nuestra visión del mundo y de la propia
vida. Y lo hacen hasta tal punto que han conseguido esclavizarnos.
Es más que evidente, que los dos elementos más
importantes de los seres humanos son el tiempo y la libertad. Sin embargo, esos
dos preciosos tesoros nos han sido arrebatados por el Sistema.
El trabajo, el dinero, los partidos políticos,
las crisis, el proceso catalán, la corrupción y todo lo demás, no son más que
invenciones nuestras. Por lo tanto, nada que no podamos arreglar, cambiar o
desterrar.
Recapitulando.
Al igual que la ropa nos ha hecho sentir
vergüenza de nuestra intrínseca desnudez, el Sistema ha conseguido que sintamos
vergüenza de nuestra auténtica naturaleza. Algo absolutamente aberrante, bajo
mi modesto punto de vista.
Así pues, del mismo modo que deberíamos volver
a andar desnudos y usar la ropa sólo para proteger nuestro cuerpo, cuando sea
absolutamente necesario, también deberíamos dejar de creer que los mecanismos
que componen el Sistema están por encima del bien y del mal. Sería la única
manera de volver a ser nosotros mismos y tomar el control de la situación. De
lo contrario, ya hemos visto en lo que nos hemos convertido: estúpidos esclavos
trabajadores-consumidores, sin el más mínimo sentido crítico.