domingo, 1 de julio de 2018

EL SISTEMA


Desde que el hombre empezó a utilizar su inteligencia ha ido creando un sinfín de instrumentos físicos y psíquicos que, paradójicamente, han condicionado su existencia y de qué manera.
Tenemos montones de ejemplos para ver cómo esos mecanismos han dejado de ser precisamente eso, para convertirse en los verdaderos dueños de nuestra vida.
Si nos remontamos a los orígenes del hombre y hacemos un seguimiento de nuestra propia evolución, veremos como esos elementos, creados por nosotros mismos, nos han convertido en sus esclavos.
Porque no lo dudes, en eso es en lo que nos hemos convertido, en esclavos de nuestras propias invenciones.
Hay una analogía que resume a la perfección cómo el hombre ha pasado a ser esclavo de sus propias creaciones: la analogía de la ropa.
El hombre llegó a este mundo completamente desnudo.
En el momento en el que empezó a utilizar su inteligencia, fue creando instrumentos con el fin de que le hicieran la vida más fácil.
Evidentemente, uno de los primeros problemas con los que se encontró fue el de cómo combatir el mal tiempo. Descubrió, que si se cobijaba en cuevas, u otros refugios, ya no pasaba tanto frío. ¿Pero qué hacer cuando tenía que estar a la intemperie? La solución la encontró abrigándose; es decir, creó lo que hoy en día llamamos ropa.
Es evidente, que lo que empezó siendo un simple utensilio para abrigarse con el tiempo se ha convirtiendo en algo más importante que nuestra propia piel. El uso de la ropa ha ido tomando tanta relevancia que ya no concebimos la vida sin ella. Nos vestimos para trabajar, para hacer deporte, ir de fiesta, para manifestar nuestro estado de ánimo, etc. La ropa ha tomado un protagonismo tal en nuestra vida que no sólo no sabemos vivir sin ella, sino que ejerce una gran influencia sobre nosotros.
Ahora la ropa es parte integrante del individuo desde el mismo instante de nacer. Es tan importante, que nos hemos forjado una imagen propia vestidos y no desnudos, como sería lo natural. Porque la verdad es que nacemos desnudos, vivimos toda nuestra vida desnudos y morimos desnudos. Sin embargo, la ropa ha distorsionado esta realidad hasta el punto de llegar a sentir vergüenza de nuestra natural desnudez.
Siendo objetivos, estaremos de acuerdo en que la ropa no es más que un disfraz; eso sí, un disfraz que en la mayoría de los casos falsea completamente nuestra realidad.
Bueno, pues esta es solamente una de tantas analogías. Evidentemente, podríamos utilizar montones de ellas tales como el dinero, la democracia, el trabajo o la religión: otros inventos nuestros que nos han esclavizado tanto o más que la propia ropa.
Dicho esto, veamos ahora cómo sucede lo mismo con el Sistema.
Todos hemos aceptado la existencia de algo que llamamos Sistema. Es seguro que a lo largo de nuestra vida en más de una ocasión lo hemos criticado y/o ensalzado. ¿Pero nos hemos preguntado alguna vez qué es eso del Sistema? o lo que es aun más importante. ¿Existe realmente el Sistema?
Que todos somos esclavos del Sistema es más que evidente. No te imaginas cuanto.
La gente piensa en el Sistema como un ente organizado de carácter político- económico-estructural. Y verdaderamente así es, o al menos es la parte que se ve. Pero el verdadero Sistema no es eso. El verdadero Sistema es un –llamémosle así- “software psíquico” instalado desde nuestro nacimiento en el cerebro, que va siendo actualizando con el transcurso del tiempo. Dicho de otra manera más concreta: el Sistema es algo que sólo existe en nuestra mente.
La realidad, es que lo que llamamos Sistema no es más que una especie de compleja estructura formada por infinidad de creencias. Creencias, por otra parte, elaboradas por nuestro poderoso intelecto con el fin de facilitarnos la vida.
Pero hemos cometido un gran error: nos hemos olvidado de su verdadero origen y significado. Y lo que es aún peor: les hemos otorgado un valor y un poder por encima de nosotros mismos.
Y digo esto, porque, en esencia, son sencillamente invenciones y creaciones humanas como lo puede ser un reloj, la democracia, el dinero, la justicia o el alfabeto; es decir, no son más que instrumentos creados por nosotros con finalidades concretas.
Entonces, ¿cómo es posible que nuestras propias invenciones, en principio concebidas para estar a nuestro servicio, hayan terminado por dominar nuestros actos y nuestra forma de ver el mundo hasta esclavizarnos?
En este Sistema absurdo, creado por nosotros mismos, hemos concedido tanto poder y valor a esos mecanismos que han acabado subyugándonos, han terminando con nuestra libertad individual y están controlando absolutamente nuestra propia existencia. Esa multitud de pequeños mecanismos mentales han creado una realidad paralela ficticia que ahora condiciona todos y cada uno de nuestros actos. Así de simple.
Los “grandes inventos del ser humano” tales como la política, economía, democracia, ética, moral, religión, patria, ley, dinero, arte, cultura, normas sociales, etc., tienen tal influencia en nuestra mente que lo determinan todo: nuestro pensamiento y comportamiento, la bondad y la maldad y, por supuesto, el éxito o el fracaso.
No te quepa la menor duda: el Sistema lo controla absolutamente todo.
Verdaderamente no somos conscientes de hasta qué punto estas creencias distorsionan nuestra visión del mundo y de la propia vida. Y lo hacen hasta tal punto que han conseguido esclavizarnos.
Es más que evidente, que los dos elementos más importantes de los seres humanos son el tiempo y la libertad. Sin embargo, esos dos preciosos tesoros nos han sido arrebatados por el Sistema.
El trabajo, el dinero, los partidos políticos, las crisis, el proceso catalán, la corrupción y todo lo demás, no son más que invenciones nuestras. Por lo tanto, nada que no podamos arreglar, cambiar o desterrar.
Recapitulando.
Al igual que la ropa nos ha hecho sentir vergüenza de nuestra intrínseca desnudez, el Sistema ha conseguido que sintamos vergüenza de nuestra auténtica naturaleza. Algo absolutamente aberrante, bajo mi modesto punto de vista.
Así pues, del mismo modo que deberíamos volver a andar desnudos y usar la ropa sólo para proteger nuestro cuerpo, cuando sea absolutamente necesario, también deberíamos dejar de creer que los mecanismos que componen el Sistema están por encima del bien y del mal. Sería la única manera de volver a ser nosotros mismos y tomar el control de la situación. De lo contrario, ya hemos visto en lo que nos hemos convertido: estúpidos esclavos trabajadores-consumidores, sin el más mínimo sentido crítico.