A estas alturas, y después de infinidad de
estudios, ya nadie duda de que todos los niños sean unos genios en potencia. Vienen
de fábrica con sus mentes sin contaminar; su capacidad creadora es bestial y la
facultad para adquirir conocimientos es superior a la de cualquier ser vivo del
planeta. Resumiendo, su cerebro es una esponja y lo absorbe absolutamente todo:
lo positivo y lo negativo.
El niño es un ser que nace libre y que
tradicionalmente, poco a poco, es domesticado a través del miedo, ya que la
palabra que más escucha en los primeros años de su vida es ¡no! Ya sabes: eso
no se dice, eso no se hace, eso no se toca.
La educación que reciben los niños es para
convertirles en trabajadores consumidores y no para que se desarrollen como
seres humanos. Si el sistema educativo impuesto a las clases populares ya es lo
suficientemente dañino para su mente, dado que anula su creatividad, interfiere
en su personalidad y ahonda profundamente en su adoctrinamiento, las nuevas
tecnologías pueden ser aún peores para sus frágiles cerebros.
Hoy en día los niños desde antes de empezar a
caminar ya están sometidos a la pantalla de un televisor, ordenador, tableta o
teléfono móvil.
Y la pregunta es: ¿todo ese pantallazo es
bueno para los niños?
Si acostumbras a un niño a que dentro de una
“cajita” están los juegos y la respuesta de todas sus preguntas e inquietudes,
sin que comprenda qué sucede dentro de la “cajita”, evidentemente perderá toda
su creatividad y hará mella en sus emociones, ya que el aprendizaje es
fundamentalmente una emoción de descubrir por uno mismo algo que se ignora que,
por supuesto, produce una enorme satisfacción.
¡Ojo al dato!, que diría José María García. Si
en Silicon Valley (epicentro de tecnología digital mundial) proliferan los
colegios en donde los niños no utilizan para su formación ni tabletas ni
ordenadores y, asómbrense, sus niñeras tienen totalmente prohibido por contrato
utilizar teléfonos móviles, por algo será, ¿no?
Según publicaba un diario de ámbito
nacional, en el Waldorf of Peninsula (colegio privado donde se educan los
hijos de directivos de Apple, Google
y otros gigantes tecnológicos) no entra una pantalla hasta que llegan a
secundaria. Curioso que los que nos venden estas maravillas tecnológicas no
las quieran para sus hijos, ¿verdad?
Dicha publicación seguía diciendo. “Según
Pierre Laurent, padre de tres hijos e ingeniero informático que trabajó en
Microsoft, Intel y diversas startups, si le pones una pantalla a un niño
pequeño limitas sus habilidades motoras, su tendencia a expandirse y su
capacidad de concentración. No hay mucha certeza en todo esto. Tendremos la
respuesta en 15 años, cuando estos niños sean adultos. ¿Pero queremos asumir el
riesgo?”
Entonces, la pregunta inevitable es: ¿podrían
estar cambiando las pantallas de televisión, ordenadores, tabletas y, sobre
todo, los teléfonos móviles ese proceso de maduración cerebral?
El Instituto de Salud Norteamericano, hizo un
estudio en 2015 y tras escanear la actividad cerebral de 4500 niños y niñas, descubrió
que cuanto más expuestos están los menores a las pantallas de aparatos
digitales más se reducen su capacidades de aprendizaje, memoria y percepción.
La entidad llegó a la conclusión de que
inclusive con dos horas de exposición diaria, a este tipo de pantallas, los
pequeños perdían habilidades de memoria, percepción y aprendizaje, lo que en definitiva
terminaba afectando variables como el coeficiente intelectual de los menores.
Más preocupante fueron los resultados que
encontraron respecto a los niños que pasaban más de siete horas enganchados a
teléfonos móviles, tabletas y videojuegos en el ordenador. De acuerdo con la
doctora del Instituto de Salud Norteamericano, Gaya Dowling, estos niños
presentaban un debilitamiento prematuro de un área del cerebro llamado el
cortex. Es decir, se generaron cambios físicos palpables en el cerebro de los
menores.
Si bien es verdad que el cerebro humano nunca
deja de cambiar, la etapa de la niñez y adolescencia son épocas en las que este
órgano es especialmente sensible a los estímulos externos. Es durante estos
años cuando se forman las conexiones neuronales, capacidad de análisis y
memoria, que nos acompañan durante el resto de la vida. De ahí el peligro que
supone para los más pequeños estar sometidos a estas pantallas.
Bueno, pues aparte de lo imbéciles que
parecemos todos mirando todo el puñetero día una puta “cajita” de dimensiones
diminutas, está claro que está afectando seriamente a nuestra forma de vida y
sobre todo degenerando los cerebros de los más vulnerables: los niños.
En estos tiempos, en que los salarios son
raquíticos y la mayoría de las parejas con hijos ambos tienen que trabajar, prácticamente
no les queda tiempo para estar con ellos y mucho menos para educarles (delegan
toda esa responsabilidad en los colegios). Por lo tanto, cuando están con sus
hijos (por las noches o fines de semana), no tienen ganas ni fuerzas para
“pelearse” con ellos. Así que les ponen delante de una pantalla, y de esa
manera los niños están entretenidos y ellos pueden hacer las tareas domésticas,
relajarse un poco o mirar también su “cajita diminuta”, ya que
desafortunadamente, son los padres los primeros enganchados a estas “cajitas”,
y son ellos mismos, consciente o inconscientemente, los culpables de inculcar a
sus propios hijos esta pasión por las pantallas.
Como decía Pierre Laurent, en unos años
veremos los resultados de tanto pantallazo en los niños. De momento, ya hemos
visto lo que ha hecho con los adultos (una panda de imbéciles y borregos que
aceptan y repiten sin rechistar las consignas del Sistema) y, personalmente, no
me mola nada.