jueves, 14 de noviembre de 2019

EDUCACIÓN PARA UN MUNDO QUE YA NO EXISTE


El mundo está atravesando por un momento muy delicado.
Si comparamos los acontecimientos que llevaron en 1929 a la Gran Depresión con la situación actual, es para preocuparse.
Si bien el Crack del 29​​ fue la más devastadora caída del mercado de valores en la historia de la Bolsa en Estados Unidos, la situación de los mercados a día de hoy no le van a la zaga: la Bolsa ahora está más sobrevalorada que entonces y la OPV (Oferta Pública de Venta, o salida a Bolsa de un activo) es de peor calidad que, por ejemplo, la burbuja especulativa de las puntocom que se comercializaron entre 1998 y 2001.
Si a eso le sumamos que la automatización está acabando con el empleo, sin que haya una alternativa que lo sustituya; que la mayoría de los trabajos son precarios y están mal remunerados; que los jóvenes cada día son más violentos y muchos de ellos se están radicalizando; y que existe una desigualdad en la distribución de la riqueza nunca antes vista, la cosa no pinta bien.
Con estos antecedentes, y haciendo memoria de lo que ocurrió en nuestra reciente historia hace 90 años, creo sinceramente que estamos en un momento de crispación que se está haciendo viral a lo largo y ancho del Planeta.
La gente, en general, está harta de los políticos que mantienen este sistema corrupto, injusto y absurdo. Hay revueltas sociales muy violentas por todas partes: en España, Francia, Inglaterra, Italia, Perú, Argentina, Bolivia, Ecuador, Méjico, Hong Kong, Chile, Líbano, Irak, Haití….., por no mencionar los conflictos bélicos en los países árabes y del tercer mundo.
Estas revueltas, amén de tener cada una de ellas un objetivo singular concreto, tienen un denominador común: la indignación general por la precariedad a la que se está sometiendo en todo el mundo a la clase trabajadora.
Llevamos años viviendo la mentira de la democracia que para lo único que ha servido es para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Y todo esto se ha hecho con nuestro consentimiento a cambio de la gilipollez de la libertad de expresión, ya que de qué nos sirve manifestar nuestra disconformidad e indignación con el Sistema si luego no tenemos poder para cambiar nada.
No seamos ingenuos. Meter un voto en una urna cada 4 años no nos permite cambiar nada que no quiera el poder global del dinero.
Los políticos no han hecho otra cosa, a lo largo de la historia, que crear problemas sociales, laborales, económicos y estructurales de todo tipo.  Nunca han resuelto nada, por la sencilla razón de que no saben de nada y sólo tienen verborrea electoralista.
La gente, ingenuamente, piensa que nuestras democracias y gobiernos son los que han propiciado el estado de bienestar del que gozamos (no todos) hoy en día. Pero se equivocan. Quien verdaderamente nos ha proporcionado agua en nuestro hogar (caliente y fría), energía eléctrica, automóviles, teléfonos, ordenadores, medicinas y todo aquello relacionado con el estado del bienestar ha sido la ciencia y la tecnología. Y eso que para ello sólo utilizamos la masa gris de, a lo sumo, el 1% de la población mundial.
¿Te has parado a pensar en cómo estaría la sociedad si pusiésemos al 10-20% de los habitantes del planeta a investigar para crear un mundo mejor? Sin lugar a dudas el avance sería tremendo. Entonces, ¿por qué no se hace? Pues porque para eso sería necesaria una educación de calidad para todo el mundo y es evidente que al establishmen no le interesa, pues perdería todos sus privilegios.  
Todo, absolutamente todo, está relacionado con la educación.
La educación que se imparte a las masas, a nivel mundial, sigue siendo demencial. Se nos forma únicamente para ejercer un puesto de trabajo en la sociedad de acuerdo al sistema establecido y nada más.
Pero la tecnología avanza demasiado deprisa y está cambiando el mundo drásticamente. Y la pregunta es: ¿por qué se sigue educando y formando a la gente para vivir en un mundo que ya no existe? Evidentemente, las nuevas generaciones educadas con planes educativos basados en los mismos dogmas del siglo pasado están abocadas al más estrepitoso fracaso, y el establishmen lo sabe.
Si queremos un mundo mejor no hay otra forma de conseguirlo que no sea mediante una buena educación de calidad para todos.
La educación no puede ni debe estar en manos de políticos, cuya única preocupación es adoctrinar a las masas. El verdadero objetivo de la educación actual es hacer al individuo un ser trabajador consumidor y no cultivar el conocimiento y la creatividad para el beneficio de la sociedad.
Miremos el ejemplo de España, donde la educación pasó a formar parte de las competencias de las autonomías (que evidentemente están en manos de políticos) y ahora tenemos 17 maneras diferentes de ver, por ejemplo, la historia, entre otras cosas. Y no digamos si estas autonomías están gobernadas por nacionalistas. Con esto no estoy diciendo que la historia que aprendimos antes no fuera manipulada, que también.
La base de la educación actual es el miedo. Desde el primer contacto escolar se le inculca al niño la cultura del miedo. Este sentimiento le acompañará de por vida y hará de él un ciudadano sumiso, adaptado y fiel cumplidor de las reglas sociales impuestas por el Sistema. Del mismo modo, si alguien intenta salirse de la norma será visto por todos los demás como un inadaptado. En definitiva, lo que recibimos la mayoría de los mortales es una educación adaptada a un Sistema, muy bien estructurado, donde nos convertimos tanto en víctimas como en verdugos.
Todo lo que vemos actualmente en nuestro mundo tiene como base el miedo: miedo al cambio, al progreso, a la muerte, y, en general, a todo aquello que nos rodea. Pero la realidad es que a lo que tenemos miedo de verdad a ser nosotros mismos, ya que se nos ha educado para que así sea.
De que los miedos inculcados al individuo, desde la más tierna infancia, no desaparezcan se encarga la todopoderosa industria de medios de comunicación de masas, con la abominable televisión a la cabeza.
Un ejemplo claro de ello son los debates electorales televisados que han sufrido nuestras mentes recientemente. Son vomitivos. Tratan a la audiencia como si fuera retrasada mental, ya que no se puede decir tantas gilipolleces, tantas mentiras e inculcar tanto miedo en tan poco tiempo.
¿Pero de verdad la gente no se da cuenta de que esto es un circo? ¿No se entera de que es una obra de teatro donde cada uno representa su papel?
Me da mucha pena de la pobre gente que piensa que con su voto, con su huelga o su manifestación va a cambiar algo.
Nunca en la historia se ha cambiado nada que el poder no haya querido cambiar, salvo si se acaba con el poder (por ejemplo los zares en Rusia). Los cambios, si se producen,  es cuando la gente toma de verdad el poder (por ejemplo, la toma de La Bastilla, la revolución cubana, bolchevique, etc.). Pero luego se colocan en el poder los que tomaron el poder y vuelta a empezar: el pueblo vuelve a ser adoctrinado y machacado para trabajar como un esclavo y seguir pagando impuestos.
Desde que el mundo es mundo no ha cambiado nada en este sentido: sigue habiendo amos y esclavos. La única diferencia está en que antes el esclavo sabía que era esclavo, sin embargo, los esclavos de ahora no sólo no son conscientes de que son esclavos, sino que lo son con su absoluto consentimiento.
Para nuestra desgracia, la educación que recibimos se reduce a obedecer, repetir y no cuestionar: nada de pensamiento crítico o te colocarán la etiqueta de negacionista, inadaptado o conspiranoico.
Pero la realidad es que todos tenemos el derecho a cuestionar y a indagar, por nosotros mismos, para comprobar si lo que se nos enseña es verdadero o falso, lo diga quien lo diga. Todos tenemos la capacidad de sumergirnos en el conocimiento, ya que somos seres inteligentes. Y, lo más importante. No debemos dejarnos influenciar por la gente que posee títulos académicos rimbombantes o puestos de relevancia jerárquica en la sociedad, ya que son los que más mienten.
No es de recibo que en un mundo tecnológico, como el actual, capaz de proporcionarnos una educación de calidad, además de tecnología y medios suficientes para solucionar la mayoría de nuestros problemas, esté como está.
Conclusión:
Mientras no exista una educación de calidad para todos, el mundo seguirá en manos del poder económico, político y militar, generando cada día más desigualdad.
La única solución es tomar conciencia, cada uno de nosotros, de que todos somos iguales (aunque distintos) y que nos necesitamos unos a otros. Y, por supuesto, de que nadie está por encima de nadie.
Pero para llegar a ese nivel sería imprescindible una educación y formación de calidad para todos, y me temo que, hoy por hoy, es absolutamente impensable.

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