¿Pero alguien se ha tomado en serio la
tontería esa de que nosotros vamos a revertir el cambio climático?
¿De verdad la gente cree que eso va en serio?
Hace unos días un amigo me envió un “meme”, de
esos que circulan por WhatsApp, con el siguiente mensaje:
“30 de marzo, la hora del planeta: apagamos
las luces durante una hora para acabar con el cambio climático. 23 de
noviembre: encendemos tropecientos mil millones de luces durante dos meses para
festejar la Navidad.”
¿Esto como se come? O sea, que los mismos que
nos dicen que hay que hacer un consumo responsable, para acabar con el cambio
climático, son los que derrochan a diestro y siniestro. Y, para más inri,
algunos alardean de “quién la tiene más grande”, compitiendo con otros
iluminados –nunca mejor dicho- a ver cómo adornan su ciudad con más luces en
Navidad, como el alcalde de Vigo.
Que el clima ha cambiado en los últimos 50
años es más que evidente, pero no más que en otras épocas.
Según los científicos expertos en el cambio
climático del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU),
si seguimos sin hacer nada para remediarlo en tres décadas el fenómeno será
irreversible y auguran catástrofes sin precedentes.
Antes de nada, aclaremos que el IPCC es un
cuerpo político que emplea científicos para hacer un informe, de manera que,
evidentemente, son los políticos los que tienen la última palabra sobre lo que
debe incluir o no el correspondiente informe. Además, están en juego los
intereses económicos de los científicos contratados y subvencionados.
Hay dos posturas enfrentadas sobre las causas
del cambio climático de las últimas décadas: una natural y la otra provocada
por la actividad del hombre.
Contemplemos ahora los dos supuestos sobre el
cambio climático para ver cuál es más coherente.
Primero: El clima está cambiando de una forma
natural.
Los que defienden esta opción se fundamentan
en que los océanos contienen 37.400 GT de CO2; la biomasa terrestre
entre 2.000 y 3.000 GT; la atmósfera unos 720 mil millones de toneladas y los
humanos aportamos 6 GT de carga adicional. Por otra parte, la atmósfera,
los océanos y la tierra intercambian CO2 continuamente, por lo que
la carga adicional de los humanos es muy
pequeña en relación a las otras y, por tanto, no tiene prácticamente incidencia
en el aumento de CO2 en la atmósfera. Sin embargo, un pequeño
cambio en el equilibrio entre los océanos y el aire causaría un aumento de CO2
mucho más severo que cualquiera que pudiéramos producir nosotros.
Para aquel que no lo sepa, las emisiones
naturales de CO2 (del océano y la vegetación) se compensan con los
sumideros naturales (de nuevo por los océanos y la vegetación). Las plantas
terrestres absorben unas 450 GT de CO2 al año y los océanos absorben
unas 338 GT. Esto mantiene los niveles atmosféricos de CO2 en un
equilibro aproximado. Y, naturalmente, las emisiones humanas de CO2 que
alteran ese equilibrio natural, también son absorbidas en gran parte por los
sumideros naturales.
En resumen, pudiera ser que el aumento de CO2
en la atmósfera estuviera producido por un desequilibrio del intercambio de CO2
entre los océanos, la tierra y la atmósfera, aunque realmente no lo sabemos.
Pero lo que si se ha comprobado, es que el aumento del CO2 en la
atmósfera no es la causa de la subida de la temperatura, sino el efecto, ya que
siempre se ha producido primero el ascenso de la temperatura y luego el aumento
del CO2 en la atmósfera.
Segundo: El cambio climático es consecuencia
de la actividad humana.
Como es lógico, y después del despliegue mediático
a favor de esta postura, la mayoría de la población cree que el cambio
climático es antopogénico.
¿Y en qué se fundamentan? Pues en los informes
del IPCC, que dicen que la actual tendencia de calentamiento global es de particular
importancia, porque la mayor parte de ella es muy probable (más de un 95% de
probabilidades) que sea el resultado de la actividad humana que, desde mediados
del siglo XX, está creciendo a un ritmo que no tiene precedentes en las últimas
décadas y milenios.
Pues bien. Esto sencillamente no es cierto.
Calentamientos globales han existido siempre y
en los últimos 10.000 años ha habido varios más cálidos y de mucha más
duración:
Entre los años 800 y 1300 (donde no había
industria) se produjo un calentamiento global muy superior al actual que fue
llamado “óptimo climático”. Fue la época donde se construyeron los castillos y
las catedrales más grandes. En esta época los vikingos colonizaron Groenlandia
durante más de 100 años. Allí tenían viñedos, ganado y bosques. En este periodo
la humanidad prosperó como nunca antes, y todo se acabo cuando llegó la mini
Edad de Hielo.
Hubo otros periodos cálidos anteriores a este,
entre ellos: en el tiempo de los romanos; en la época de los egipcios; al final
de la era del bronce (800 años a.d.c.) y entre 5.000 y 7.000 años atrás.
En todos estos periodos la humanidad prosperó
como nunca antes lo había hecho y el aumento de la temperatura fue muy
beneficioso para el planeta, los animales, las plantas y el ser humano en
particular.
Nos venden que el aumento global de la
temperatura en el planeta de entre 1 ó 2 grados va a ser catastrófico, y no es
verdad. Al contrario, sería bueno para la vida animal y las plantas (el frío
mata cien veces más que el calor).
Ahora bien. Esta gente, empeñada en hacernos
creer las consecuencias apocalípticas del aumento del CO2 en la
atmósfera, engloba todo en el concepto de cambio climático, y eso no es así.
¿Que tenemos que proteger el medioambiente?
Evidentemente. ¿Que es urgente hacer respirable el aire de nuestras ciudades?
También. ¿Que debemos hacer un uso racional de los recursos? Por supuesto. Pero
esto nada o muy poco tiene que ver con el clima.
Esta farsa del cambio climático para lo único
que va a servir es para justificar medidas que serán traducidas en impuestos y
regulaciones estrictas. Y lo más importante. Serán muy duras y contarán con
nuestro más absoluto apoyo y consentimiento. Y todo en aras a una manipulación
de la realidad como ya ha ocurrido en tantas ocasiones como, por ejemplo, la
utilización del terrorismo para implementar unas medidas de control severas y
convertir el mundo en un estado policial con la escusa de que es por nuestra
seguridad.
Bueno, pues dicho esto, ahora tendríamos que
ver que vamos a hacer y cómo lo vamos a hacer.
Lo primero que tenemos que plantearnos es qué
tipo de vida queremos llevar, y a qué estamos dispuestos a renunciar. Porque,
como decía Esperanza Aguirre, el gratis total no existe: una cosa es predicar y
otra muy diferente dar trigo.
Seamos serios. El petróleo y todos sus
derivados han hecho posible el desarrollo sin precedentes de la humanidad en
los últimos 100 años. Sin el petróleo, ese desarrollo nunca se hubiera
producido. Por otra parte, los automóviles, ordenadores, teléfonos móviles,
electrodomésticos, plástico y un sinfín de productos, que nos hacen la vida más
agradable, no salen de la nada. Salen de la naturaleza y luego hay que
manufacturarlos. Y, ciertamente, eso conlleva un coste medioambiental. Ahora
bien, deberíamos calibrar en su justa medida los pros y los contras.
Pondré un ejemplo.
Hace cinco años tuve un accidente de moto y me
rompí la tibia y los cinco metatarsianos. Pues bien, el traumatólogo me dijo
que tenía que realizarme una intervención muy agresiva que consistía en
llenarme la pierna y el pie de hierros y tornillos. La otra alternativa era
quedarme cojo de por vida. Evidentemente, elegí –y creo que con buen criterio-
la primera opción.
Pues bien, eso mismo es lo que deberíamos
sopesar, con respecto al impacto medioambiental, para tener un desarrollo
sostenible.
Todos esos que piden a los gobiernos,
ingenuamente, medidas contra el cambio climático no son conscientes de lo que
eso significa. A esos jóvenes, seguidores de Greta, habría que preguntarles si
están dispuestos a renunciar, por ejemplo, a su teléfono móvil, ya que en la
elaboración de un teléfono móvil intervienen un montón de industrias contaminantes
como la minería, electrónica, transporte y un largo etcétera. ¿No sería más
razonable no renunciar al móvil y hacerlo más eficiente y duradero para no
tener que cambiarlo cada 3 ó 4 años?
Desechando para siempre la obsolescencia
programada y el lucro, la mitad de los problemas medioambientales
desaparecerían de un plumazo. Pero por muchas medidas que se tomen, si no quitamos
el dinero de la ecuación, jamás conseguiremos nada, ya que la corrupción es
intrínseca al dinero.
¿Que las cosas se pueden hacer mejor?
Evidentemente. Y de eso se trata. Pero somos nosotros y no los gobiernos (sabemos
todos para quien gobiernan) los que con nuestro consumo responsable tenemos que
cambiar las cosas, y no a base de impuestos y restricciones que, además, solo recaen
sobre el “populacho” ya que las clases adineradas ni pagan impuestos ni están
sometidas a restricciones.
Como ocurre siempre, en este Sistema nada es
llevado a cabo si no hay dinero de por medio. Así que, seguir
el rastro del dinero suele conducir a la verdad.
Estoy convencido de que países como Sudán,
Burundi, Mozambique o Madagascar quisieran ser como Finlandia, Austria, Singapur
o Suiza, pero me temo que no lo van a conseguir, ya que los impuestos y
restricciones al carbono no se lo van a permitir.
El negocio más lucrativo del mundo (ya que no
paga impuestos) es el relacionado con las drogas, que mueve en el mundo más de
650 mil millones de dólares al año. Pues agárrense. El negocio del carbono (léase
cambio climático) mueve el doble, 1,3 billones de dólares al año y subiendo.
Hay tantos intereses puestos en juego en la
farsa del cambio climático que no es de extrañar la repercusión mediática que
suscita. Esto no quita que dentro de las medidas a tomar algunas vayan en la
dirección correcta y colaboren a descontaminar el planeta. Pero el clima hará
lo que ha hecho siempre: cambiar, nos guste o no nos guste.
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