La descomunal campaña del miedo, llevada a
cabo por los medios de comunicación de masas en todo el mundo, se ha convertido
en el instrumento político de control económico y social por excelencia. La
masa borreguil y sorprendentemente muchos intelectuales, científicos y personas
inteligentes han aceptado sin rechistar la narrativa oficial de la gran mentira
de esta falsa pandemia.
Como todo el mundo sabe, el 11 de marzo de
2020 la OMS declaró una “pandemia mundial” solicitando el confinamiento y
cierre de las economías nacionales. Estas medidas autoritarias, impuestas a miles
de millones de personas, fueron aceptadas por la mayoría de países del mundo con
devastadoras consecuencias económicas y sociales.
Las políticas de confinamiento,
distanciamiento social y nueva normalidad han ocasionado el cierre de la
economía provocando bancarrotas, desempleo y pobreza por todo el mundo.
Existen dos
tipos de economía: la “economía real” y la “economía financiera”. La “economía
real” constituye la actividad económica real; es decir: industria, agricultura,
ganadería, minería, servicios, etc. Sin embargo, la “economía financiera” es
todo lo contrario: se basa en valores subjetivos, es especulativa y crece o
desaparece como por arte de magia. ¡Ah! y lo más surrealista: la economía
financiera es mil veces superior a la economía real.
El cerrojazo de
la economía mundial, provocada por la falsa pandemia, ha desencadenado un
proceso de endeudamiento global sin precedentes. Este endeudamiento nos llevará
irremisiblemente a la apropiación, por parte del establishment financiero, de
los activos reales del planeta.
La falsa
pandemia está haciendo posible el sueño del establishment que, a través de un
proyecto de endeudamiento masivo, comprará sectores importantes de la economía
real a precio de saldo, además de hacerse con los activos sociales y económicos
de cada Estado.
El cierre de la economía
mundial afecta tanto a las pequeñas y medianas empresas (PYMES) como a grandes
corporaciones. Evidentemente, las primeras en caer están siendo las pequeñas y
medianas empresas que desaparecen a pasos agigantados con la consiguiente
pérdida de puestos de trabajo.
La crisis del Covid-19 ha destruido la
economía y los mercados laborales en todas las regiones del mundo. Se estima
que, hasta ahora, más de 400 millones de empleos fijos han sido destruidos y no
van a volver.
Pero los planes de la élite para hacerse con
la riqueza del planeta y el control de la población mundial no son nuevos y
vienen llevándose a cabo desde hace décadas.
Cuando convencieron a todo el mundo de que el
terrorismo (inventado y financiado por ellos) había que combatirlo a escala
mundial, se dispusieron estrictas normas de seguridad y vigilancia en
aeropuertos y ciudades que vinieron para quedarse. Cuando crearon la “gran
crisis de 2008” recortaron salarios, prestaciones sociales y derechos laborales
que, una vez pasada la “crisis”, no han vuelto a su estado anterior, sino que
también vinieron para quedarse. Y ahora está la “nueva normalidad”, creada a
raíz del Covid-19 que, evidentemente, de nuevo ha venido para quedarse.
Con el pretexto de que el número de casos
positivos de Covid ha aumentado, los gobiernos están implementando lo que
podríamos llamar un “segundo programa de bancarrotas”.
Todas las formas de actividad social están
siendo afectadas: cierre o limitación de aforos en hoteles, bares, restaurantes,
colegios y universidades; limitación de personas en reuniones familiares,
bodas, funerales, eventos deportivos y culturales y medidas policiales sin
precedentes mediante confinamientos, estados de alarma y toques de queda para
hacer cumplir toda esta sarta de barbaridades que, escandalosamente, la gente
acepta sin siquiera cuestionarse nada.
Las estadísticas oficiales, basadas en estimaciones
de unos test inespecíficos que dan falsos positivos asintomáticos, constituyen
la base para justificar estas acciones perversas, según figura en un estudio sobre las
pruebas analíticas para la detección del SARS-COV-2.pdf, donde se
demuestra que los test RT-qPCR para determinación del Sars-CoV-2 carecen de
validez científica.
Además, según los datos dados por el Instituto
de Salud Carlos III, en el análisis de los casos notificados a la RENAVE con
fecha de inicio de síntomas y fecha de diagnóstico posterior al 10 de mayo, y
hasta las 19:00 h del 14 de octubre de 2020, se identificaron 672.611 casos de
COVID-19 en España. Un 5,3% de los casos han sido hospitalizados, un 0,4% han
sido admitidos en UCI y un 0,8% han fallecido. ¿Dónde está la gravedad de la
supuesta segunda oleada?
Con esta “segunda oleada de contagios” el
miedo ha vuelto a tomar fuerza y castrará aún más la economía global. Esto
contribuirá irremediablemente a terminar de una vez por todas con las PYMES y
sectores enteros de la economía mundial como la industria turística, que será
una de las más afectadas.
Una vez acabado con el empleo, y aprovechando
la desesperación de la población, vendrá la tan ansiada vacuna para unos y
odiada para otros. El carnet de vacunación permitirá a aquel que se vacune
viajar y vivir sin restricciones, no así al que se niegue. También se condonará
la deuda mundial, se implantará una nueva moneda digital y se impondrá una
renta básica universal. Esos son solo algunos de los verdaderos planes del “Deep
State”.
Lo que está en juego, y que nadie parece ver
por miedo al virus, es MUCHÍSIMO: la implantación de una agenda
autoritaria sin precedentes a nivel mundial llamada Agenda 2030.
Evidentemente, cada país tiene su propia hoja de ruta, pero la finalidad es la misma. Además no lo ocultan, ya que en la web del Ministerio de Sanidad aparece a la derecha el logotipo de la AGENDA 2030 y hasta el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lleva un pin del mismo logotipo en la solapa.
Esta falsa pandemia ha propiciado que los
Estados expandan su poder hacia la ciudadanía regulando las relaciones
sociales, empobreciendo a las clases populares y, por supuesto, eliminando
físicamente a la población considerada una carga para el Estado. En otras
palabras. Quieren que esta falsa pandemia sirva de puerta de entrada y
justificación para una nueva civilización abocada a una vigilancia extrema,
obediencia absoluta y esclavitud infinita.
Siento no ser políticamente correcto pero, lamentablemente,
a los imbéciles no les importa perder su dignidad y liberad. El idiota común
que camina orgulloso por la calle llevando un bozal no se entera de nada y solo
repite lo que ve en la puta televisión. Por desgracia, los borregos solo entienden
de guardar cuarentenas, de ponerse una puta mascarilla en la boca y demás
gilipolleces diseñadas para controlarlos y machacarlos. Y lo tragan; ¡vamos si
lo tragan!
Pero la gente no nace imbécil ni idiota ni borrego,
sino que se le hace imbécil, idiota y borrego, que no es lo mismo.
La narrativa oficial totalitaria, unida a una
incesante propaganda del miedo con mentiras y exageraciones de todo tipo, ha
hecho de nosotros unos paranoicos enfermos psicóticos.
Después de ocho meses de esta interminable
campaña del miedo es terriblemente cansino ver el grado infantiloide al que ha
llegado la sociedad. Por eso, para
la gente que aún disponga de dos dedos de frente es imprescindible despertar,
porque si las personas valientes y sensatas dan el paso, la masa les seguirá.
No lo dudes.
Debemos hacerlo ya.
La falsa pandemia está causando estragos incalculables.
Necesitamos urgentemente gente valiente que diga que NO lo va a seguir
tolerando. El 99,99% de la población mundial no estamos enfermos de ningún
coronavirus, lo que estamos es en manos de unos enfermos mentales (Gobierno, oposición
y medios de comunicación) que están acabando con nuestra forma de vida a todos
los niveles.
Nos enfrentamos a un movimiento fanático
global totalitario sin precedentes en la historia de la humanidad. Olvidémonos
de una vez por todas del coronavirus, ya que ahora mismo es el menor de
nuestros problemas, y centrémonos en recuperar lo perdido.
¿Seremos capaces de hacerlo? No tengo
respuesta para eso.
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