Ya nos están anunciando que después de la vacuna no va a cambiar nada;
es decir, que seguirán los confinamientos, el uso obligatorio de mascarillas,
etc.
La “nueva anormalidad” ha venido para quedarse.
Todo lo que se nos viene encima (dinero electrónico, economía
compartida, vigilancia biométrica, crédito social, etc.) forma parte del
programa globalista del Gran Reinicio, que no es más que otro engaño para
intentar ralentizar el colapso del Sistema, que, en mi opinión, solo retrasará
lo inevitable.
El coronavirus no es más que otra herramienta, como lo son el cambio
climático y el terrorismo, para justificar las medidas draconianas que nos
están imponiendo para implementar el Nuevo Orden Mundial: un intento más de las
élites para permanecer en el poder que, de hecho, es lo único que les importa.
Con el pretexto de cuidar nuestra salud y la de los demás, esta “nueva
anormalidad” nos está convirtiendo en ciudadanos anónimos sin rostro, inexpresivos,
obedientes y disciplinados, siempre atentos a las órdenes que imparte la
televisión.
Como ya estamos viendo (cosa que anuncié hace tiempo), y seguiremos
viendo en los próximos meses, los contagios continuarán aumentando, aparecerán
nuevas mutaciones del virus y se incrementarán las vacunaciones en masa. En definitiva,
utilizarán toda la “artillería pesada” de que dispongan hasta que la gente que
sobreviva se adapte a la “nueva anormalidad” y olvide por completo cómo era la
vida antes de la falsa pandemia.
Actualmente vivimos en un mundo de borregos asustados y cobardes: una
gran masa de ignorantes que lo son por comodidad y decisión propia, que no
quieren pensar y que solo obedecen órdenes absurdas sin rechistar.
Como dijo Walter Lippmann: “Cuando todos piensan igual, es que ninguno está pensando”.
Si la gente
pusiera más atención en la economía y menos en falsas pandemias divulgadas por
políticos y medios de comunicación de masas se daría cuenta de qué va todo
esto.
Los que siguen la corriente de hacer todo lo que se les ordena –llevar
un bozal, guardar el maldito distanciamiento social, vacunarse, etc.-, con el
único sentido (porque no hay otro) de no incomodar al prójimo y evitar
confrontaciones y multas, están colaborando a este genocidio, a acabar con la
economía del país y a la pérdida de derechos y libertades. Así de rotundo.
Espero y deseo equivocarme, pero la evidencia manda y el guion que
algunos venimos anunciando se está cumpliendo punto por punto.
En plena ola de frío y en medio de una crisis sanitaria y económica -con
una parte importante de la población sin trabajo o en un expediente de
regulación de empleo temporal- el Gobierno ha autorizado una subida del recibo
de la luz de un “insignificante” 27%. ¡Sí señor: con dos cojones!
Y ahora te pregunto: ¿De verdad crees que este Gobierno está preocupado
por tu salud? ¿Crees realmente que lo que te están obligando a hacer es para
salvarte la vida? ¿No te das cuenta de que esto no es más que un proyecto de
ingeniería social?
Con la infinidad de datos que nosotros mismos les hemos regalado han
confeccionado un programa de ingeniería social casi perfecto. ¿Entiendes ahora
por qué WhatsApp, Twitter, Facebook, etc. son gratis?
Tristemente este país se ha llenado de “covidiotas”, muertos de
miedo, que sin saberlo están colaborando a arruinar la nación y a dejar sin
futuro incluso a sus propios hijos. Son tan estúpidos que lo aceptan sin
rechistar. Pero lo más triste es que siguen sin entenderlo. Lo lamento sinceramente
y les deseo buena suerte con la vacuna. La van a necesitar.
La evidencia es clara. Si las medidas tomadas hasta el momento no han
servido para nada (a las pruebas me remito), ¿por qué se continúan aplicando? Y
sobre todo, ¿para qué vacunar a la gente si nos dicen que nada va a cambiar?
Termino con un dato muy esclarecedor.
Los once países más pobres del mundo, según el último informe de
Naciones Unidas, son: República Democrática del Congo, Mozambique, Sierra
Leona, Burkina Faso, Eritrea, Mali, Burundi, Sudán del Sur, Chad, República
Centroafricana y Níger, que, en total, suman 288 millones de habitantes.
En el mapa mundial del
coronavirus.shtml, publicado en la web de RTVE, se puede ver el número de muertos ocasionados
por el Covid-19 de cada país, según datos de la OMS y del Center for Systems
Science and Engineering (CSSE) at Johns Hopkins University (JHU).
A fecha 1 de enero de 2020, el número de muertos por Covid-19 en los
once países más pobres del mundo ha sido de 1.545 personas, para una población
de 288 millones, lo que supone una mortandad del 0,0005% de la población. Eso sin
mascarillas ni hidrogel ni distancia de seguridad ni nada de nada.
Sin embargo, en las cinco economías más importantes de Europa
(Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España), que suman una población de
260 millones de habitantes, han fallecido 301.045 personas, lo que supone una
mortandad del 0.1%. Y qué curioso. A diferencia de los países pobre, los
europeos han utilizado en todo momento mascarilla obligatoria, confinamientos,
distancia de seguridad, toques de queda, hidrogel, etc.
Y ahora viene la pregunta que nadie se quiere hacer. Si el virus es tan
peligroso y se contagia tan solo con mirarlo, ¿Cómo es posible que en los
países que estamos aplicando restricciones a diestro y siniestro la incidencia
del virus sea más de mil veces superior a la de los países que no aplican
ninguna? ¿Cómo se come esto? Y lo más preocupante, ¿cómo es que en Israel y
Reino Unido, los primeros países en vacunar a su población, la epidemia esté
batiendo récords?
Bueno, pues seguro que los “covidiotas” tienen una explicación
para ello. No lo dudes.
¡Bienvenido al MUNDO PARANOIA!
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