A finales de los
años 70 y principio de los 80 del siglo pasado se produjo la desregularización
del sistema financiero. Desde entonces se ha convertido en un gran casino donde
la banca -grandes empresas inversoras como Blackrock, State Street o Vanguard
Group- siempre gana.
Aproximadamente
por esos años aparecieron también las primeras empresas tecnológicas como Apple,
Microsoft, Google o Facebook, dando paso a la digitalización en todos los
sectores, incluido el sistema financiero. Este tipo de compañías controlan y
dominan lo que se ha convertido, junto con el dinero, en la base de la economía
moderna: los big data.
Es incuestionable
que a día de hoy el sistema financiero y
la digitalización están estrechamente relacionados entre sí, habiéndose creado
lo que podríamos denominar el “sistema financiero digital”. Este nuevo sistema
financiero digital lo abarca todo y ha creado una serie de fundaciones, como el
Foro Económico Mundial, entre otras muchas, con las que influir en los medios
de comunicación, en la política y en las organizaciones internacionales de todo
tipo.
Tal concentración
de poder e influencia no ha existido nunca en la historia de la humanidad. Sin
embargo, este monstruo financiero digital parece estar llegando a su fin, dado que
se enfrenta a tres grandes problemas:
El primero, es
que ha quedado demostrado, después de las sucesivas crisis económicas, que el
sistema financiero global solo se puede mantener a través de la flexibilización
cuantitativa y la bajada de tipos de interés: con las tasas de interés llegando
a cero, o incluso negativas, ya no queda margen de maniobra.
El segundo
problema, es que la digitalización y la robótica están remplazando a los
trabajadores, eso es evidente. Ahora bien, los remplaza como trabajadores pero
los necesita como consumidores, por lo tanto, se está generando una bolsa
enorme de desempleados que, inevitablemente, necesitarán de la asistencia
social para seguir consumiendo.
Y el tercero, es
que si el trabajo humano desaparece, el dinero tal y como lo conocemos no
tendrá ningún sentido, y este podría ser el mayor problema al que el sistema
financiero digital se enfrentaría.
Y la pregunta es:
ante estos gravísimos problemas, ¿cómo está reaccionando el actual sistema
financiero digital? Pues, evidentemente, como se esperaba: por una parte, desvalijando
el actual sistema existente, y, por otra, preparando un nuevo sistema que solo
tendrá un único objetivo: mantener el poder a toda costa.
Según se ha hecho
público, en este último año los ricos han ganado más dinero y poder que en
cualquier otro momento de la historia. Solo entre marzo y diciembre de 2020 la
riqueza de los multimillonarios del mundo aumentó en 4 billones de dólares. Al
mismo tiempo, el nivel de vida de 1.800 millones de personas se redujo
drásticamente y se incrementó en más de 150 millones las personas que pasan
hambre.
Así pues,
afrontamos desde hace un año el mayor aumento de desigualdad social de todos
los tiempos. Como es de esperar, esta desigualdad dará paso, inevitablemente, a
todo tipo de tensiones sociales que se desatarán, con toda seguridad, en un
futuro no muy lejano. Tensiones, por otra parte, indispensable para llevar a
cabo el Gran Reinicio.
Mucha gente se
pregunta qué es eso del Gran Reinicio. Pues no es otra cosa que un cambio
drástico del actual paradigma.
Los promotores de
esta entelequia saben que los cambios drásticos nunca son aceptados
socialmente, por lo tanto, se deben imponer. La cuestión, entonces, es cómo
implementarlo sin que parezca una imposición. Y, evidentemente, hay una
estrategia.
Consiste en introducir
un nuevo sistema monetario que difícilmente sería aplicable en circunstancias
normales. Este nuevo dinero será la moneda digital de los bancos centrales CBDC
(Central Bank Digital Currency) en cuyo desarrollo se está trabajando
actualmente y que China ya tiene lista.
Como es de
esperar, esta nueva moneda existirá solo en forma digital, puesto que, para
entonces, el dinero en efectivo habrá desaparecido para siempre, ya que sería
incompatible con la aplicación de esta nueva moneda.
Este, y no otro,
es el único objetivo del llamado Gran Reinicio anunciado reiteradamente por Klaus
Schwab, fundador del FEM, cuya clave está en la aceptación, por parte de la
comunidad internacional, de la moneda
digital de los bancos centrales CBDC.
Evidentemente, la nueva moneda digital traerá cambios
sustanciales que no serán fácilmente aceptables y asumibles en todos los
lugares del mundo, puesto que supondrá una pérdida total de independencia,
privacidad y libertad.
Este tipo de
moneda podrá fijar objetivos, de modo que una parte del dinero solo pueda
utilizarse para comprar un tipo determinado de bienes y, por el contrario, no
se pueda gastar en otros. Así, por ejemplo, con una parte de este dinero se
podrá comprar alimentos pero no tabaco.
Podría estar
vinculada a obligarnos a gastar por prioridades como, por ejemplo, primero la
luz, luego el agua, después alimentos, etc., dejando el gasto en ocio en último
lugar.
También nos podrían
exigir gastar nuestro dinero en un margen de tiempo determinado, dando lugar a la
primera moneda con fecha de caducidad. De esa manera no podríamos ahorrar y
siempre dependeríamos de nuevas cantidades de dinero que conseguiríamos
trabajando o mediante una renta básica de subsistencia.
Además de nuestro
dinero, la moneda incluiría nuestro historial médico, nuestro certificado
social de buena conducta, nuestro carnet de conducir por puntos y todo aquello
que requiera de un control por parte del Estado.
Y como ese dinero
será única y exclusivamente de ellos, tendrán todo el control sobre nuestras
vidas, de tal manera que podrían prohibirnos utilizarlo en determinadas
ocasiones, hacer transferencias, coger el autobús o bloquear nuestra cuenta por
completo sin que podamos hacer nada al respecto.
Bueno, estas son
solo algunas particularidades que traerá consigo la nueva moneda CBDC que, es
seguro, nos sorprenderá aún mucho más cuando sea real.
Es evidente que
en condiciones normales la mayoría de la gente en ningún caso aceparía semejante
dinero si se le explicase detalladamente. Sin embargo, ante un nuevo escenario
de acontecimientos, posiblemente todo se vea de manera muy diferente.
Imaginemos que
con el pretexto de prevenir la propagación de una enfermedad se tomaran las
siguientes medidas: someter la economía mundial a criterios sanitarios;
arruinar a las pequeñas y medianas empresas; destruir cantidades ingentes de
puestos de trabajo; saquear las arcas del Estado; entregar el dinero a los
ricos en forma de rescates; interponer pagas de ayuda a los necesitados, con el
consiguiente endeudamiento para los estados; someter a las personas a encierros
y a un bloqueo de contacto social; restringir los derechos más elementales como
la libertad de movilidad; limitar los derechos de reunión y expresión; amedrentar
y desmoralizar constantemente a la población con noticias aterrorizadoras; enfrentar
a unos contra otros a través de la manipulación de los medios de comunicación,….
y así seguir hasta la llegada del caos total.
Luego, cuando ya
no podamos más y nos demos por vencidos, se nos ofrecerá a modo de rescate una
solución: la introducción de un nuevo sistema monetario digital –BCDC- que
traerá consigo la eliminación del dinero físico y la implantación de una renta
básica universal que “solucionaría” todos nuestros problemas. Eso sí, la nueva
moneda digital traerá consigo un cambio radical de paradigma y un control
exhaustivo sobre todos nosotros.
Y, ¡voilà! el
GRAN REINICIO ha sido consumado.
Una vez expuesto
lo que acabo de decir, cosa que, por cierto, no tienes porque creerte, ¿ves
ahora la importancia de crear pasaportes Covid? Estos pasaportes serán la
antesala del sistema digital BCDC.
Ahora seamos
serios y pongamos nombres y apellidos a los responsables de toda esta paranoia.
Los principales fondos
de inversión como Blackroc y Vanguard Group -que controlan el 75% del tejido
productivo y financiero del mundo- son los que han impuesto el relato oficial
sobre el Covid-19, ya que sin su consentimiento esto nunca se hubiera producido.
Para que te hagas una idea de su poder, estos fondos controlan la mayoría de
los grandes grupos de comunicación y, por supuesto, el negocio de los fármacos
y las vacunas. También influyen directamente en el BCE, la FED, y todas las
grandes corporaciones como Exxon Mobile, BP, Monsanto, General Motor, Time
Warner o Walt Disney, Pfizer, Moderna y AstraZeneca, entre otros muchos.
Estamos inmersos
en una locura de dimensiones bíblicas (virus fabricados en laboratorios,
vacunas genéticas, ruinas económicas,...) y creo, sinceramente, que los
impulsores de este delirio tienen más miedo que nosotros. Saben que jamás en la
historia de la humanidad se ha experimentado con algo tan serio como es reducir
drásticamente la población mundial. Por lo tanto, si se les va la mano podrían
ser ellos mismos también las víctimas del holocausto.
Para terminar una
frase, de rabiosa actualidad, del filósofo brasileño Paulo Freire (1921-1997): “Una de las grandes -sino la mayor- tragedias
del hombre moderno es que hoy, dominado por las fuerzas de los mitos y dirigido
por la publicidad organizada, ideológica o no, renuncia cada vez más, sin
saberlo, a su capacidad de decidir.”
Y, por desgracia, así es.
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