La mayoría de la
gente ignora por completo la existencia de una serie de instituciones
supranacionales que están por encima del bien y del mal. Son los llamados
“think tanks”, que Wikipedia define como laboratorios de ideas,
institutos de investigación, gabinetes estratégicos y centros de pensamiento y
reflexión, entre otras cosas.
Dicho así, suena como algo muy serio y transparente, pero la realidad es bien
distinta, ya que estos grupos están integrados por personas que no han sido
elegidas democráticamente por nadie y su única misión es ejercen su influencia sobre
los gobiernos títere de cada país.
Entre los “think tanks” más destacados se encuentran el Consejo de Relaciones Exteriores, el Club Bilderberg, la Fundación Carnegie para la Paz, el Club de Roma, la
Fundación Rockefeller, la Comisión Trilateral, la Fundación Bill y Melinda
Gates, el Foro Económico Mundial y un
larguísimo etcétera.
Con la excusa de
la seguridad, tres han sido los “problemas” inventados para
llevar al mundo hacia un nuevo régimen totalitario: el terrorismo, el
calentamiento global y una falsa pandemia.
Con motivo de los
atentados de las Torres Gemelas, llevados a cabo el 11 de septiembre de 2001,
vimos cómo el Gobierno de EEUU puso en marcha de inmediato toda una serie de controles
de vigilancia extremos. A día de hoy, el terrorismo prácticamente ha
desaparecido o causa muy pocas víctimas (menos que la propia policía). Sin
embargo, los controles no solo no desaparecieron, sino que fueron
incrementándose año tras año hasta llegar a unos niveles que rayan la paranoia.
Esto ha servido de excusa para invadir países y saquear sus recursos naturales,
amén de reavivar la industria armamentística. Como verás, el terrorismo no ha
sido otra cosa que un gran negocio.
Pues bien. Este
mismo patrón se reproduce en el tema del calentamiento global y la falsa
pandemia.
El calentamiento
global ha traído consigo la instauración de un impuesto al carbono, futuras restricciones
de los viajes en avión, la desaparición paulatina de los vehículos movidos por
combustibles fósiles y el progresivo cerrojazo de la energía térmica y nuclear.
Y todo para favorecer a la llamada “industria verde” que, por si no lo sabes,
también contamina el medio ambiente.
No es que algunas
de estas medidas no sean bien recibidas, el problema es el de siempre: se crea
un chanchullo ecológico para el beneficio de una minoría en detrimento de la gran
mayoría. En definitiva, un buen negocio para algunos y la ruina y la esclavitud
para otros.
¿Y qué pasa con
la falsa pandemia? En el caso de la gestión de la falsa pandemia, mucha gente
cree, erróneamente, que nuestros gobiernos son incompetentes por implementar
medidas contradictorias. Pero nada más lejos de la realidad: todo se hace deliberadamente
y con un propósito.
¿Te has parado a
pensar por qué y para qué están llevando a cabo esta tiranía nuestros gobernantes?
¿Crees sinceramente que lo hacen por nuestro bien? ¿No te has preguntado si lo
están haciendo porque les reporta pingües beneficios? ¿De verdad crees que nuestros
gobernantes saben algo sobre ciencia y salud? Es más, ¿saben de algo que no sea
medrar? ¿Y qué pasa con los que sí saben? Pues que se están embolsando
cantidades astronómicas de dinero de las farmacéuticas por hacer la vista gorda
o directamente colaborar con ellas.
Por si aún no te
has enterado, la UE ha otorgado a España miles de millones de euros para paliar
la crisis provocada por falsa pandemia que ellos mismos han creado. Por su
parte, el Gobierno de España está dando a las Comunidades Autónomas miles de
millones de euros por mantener las medidas disruptivas anti-Covid, y éstas, a
su vez, están llenando de dinero los bolsillos de los hospitales, que cobran
una suculenta subvención por cada cama
ocupada por un paciente Covid, cifra que llega a multiplicarse por 15 si el
ingreso es en UCI. ¿Todavía no lo ves? Pues aquí lo tienes: otro gran negocio.
La verdad es que
no podemos imaginar el inmenso negocio que hay detrás de todo esto. Por cierto,
de eso va el suculento negocio del Gran Reinicio: de mantener en pie el cadáver
del viejo sistema, a base de flexibilización cuantitativa, hasta la llegada del
nuevo.
El mundo actual
ya no se compone de naciones independientes: ahora todo es un mero negocio. Hoy
en día las naciones forman parte de un mundo globalizado dominado por el poder
global del dinero: un complejo e inmenso tejido corporativo que se encarga de
controlar y dirigir todos los aspectos de nuestras vidas.
Como en tantas ocasiones,
nuevamente el “populacho” será sometido, pero con una salvedad: esta vez será
global y simultáneo.
Ahora quien se
atreva a desafiar su Nuevo Orden Mundial será apartado de la sociedad: si no
eres fiel cumplidor del “ritual covidiano” no podrás ir a un restaurante ni
viajar ni tener acceso al supermercado ni ser atendido en un hospital, etc.,
tal y como ya estamos viendo en diferentes partes del mundo. Si no cumples con
su agenda verde, serás sancionado e incluso encarcelado. Y si te saltas alguna
de las medidas antiterroristas puedes incluso ser ejecutado.
Pero lo más
frustrante, es que esto está ocurriendo ante la frialdad, pasividad y absoluta
tranquilidad de los ojos de las propias víctimas que lo consienten.
Que no te confundan. No se trata de “covidianos” o “negacionistas” ni de seguidores o detractores del calentamiento global ni de terroristas o anti-terroristas; ese debate ha sido creado por ellos para dividirnos y distraernos de la realidad. Se trata de libertad o tiranía. Y claro está: la tiranía es un gran negocio, la libertad no.
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