Es desolador ver
como la gente sigue tragando. En menos de dos años ha olvidado por completo cómo
vivía antes de la falsa pandemia y se ha acomodado a la nueva anormalidad
sin la más mínima resistencia.
Tragar con cosas
tan absurdas como que te encierren en casa 3 meses; después que solo te dejen salir
1 hora al día; más adelante te permiten salir, pero con toque de queda; luego
no te dejan ir a la Comunidad Autónoma de al lado, pero sí a la que está a la
otra punta del país; seguidamente no se permiten reuniones de más de 4
personas, luego hasta 10 personas y otra vez vuelta a 4 personas; al mismo
tiempo se prohíbe la restauración; luego se permite con aforos limitados, para
más tarde volver a la prohibición; te dicen que es obligatorio usar mascarilla
homologada y luego que da igual cualquier mascarilla; también que la vacuna es
la única solución y luego resulta que la vacuna no inmuniza. Y así podríamos seguir
enumerando tan bochornoso y esperpéntico cúmulo de imbecilidades.
Nuestros
Gobiernos (central y autonómicos), Ayuntamientos y las distintas instituciones
administrativas han implantado un sinfín de normas absurdas imposibles de
cumplir, y lo saben. Pero no son lo que parece, algo improvisado sobre la
marcha, sino que han sido escrupulosamente diseñadas por la Ingeniería Social
para humillarnos, aplastarnos y destrozarnos psíquicamente.
Con el
cumplimiento obligatorio del estúpido “ritual covidiano” los gobiernos de cada
país han empobrecido y arruinando a sus propios ciudadanos.
A raíz de los
continuos bloqueos, ahora nos enfrentamos a una crisis económica mundial sin
precedentes. En todos los rincones del mundo la producción está prácticamente
suspendida, la logística no existe, las cadenas de suministro están rotas, las cosechas
deterioradas y empiezan a escasear algunos alimentos.
Sería muy largo
de enumerar todo lo que nos han arrebatado en tan solo 18 meses. A grandes
rasgos, nos han robado nuestra riqueza, el aire que respiramos, la alegría de
vivir, la sonrisa de la cara, la confianza en el prójimo, nuestra identidad y,
en definitiva, nuestra salud económica, física y mental; o sea, nuestra vida.
La gente
desinformada, -o lo que es lo mismo, informada solamente a través de la
televisión- parece que no se entera de nada.
Muchos creen que
porque se vuelvan a llenar los estadios (eso sí, con mascarilla), haya vuelto
el turismo (con mascarilla, pasaporte Covid, limitación de aforos y distancia
de seguridad) y porque volvamos a viajar (con test, pasaporte de vacunación y,
por supuesto, mascarilla) hemos vuelto a la normalidad. Pues si es así, es que
se conforman con muy poco.
La estrategia del
miedo ha conseguido una sumisión absoluta de la población. Después de haber
alcanzado su primer objetivo (amedrentar a la población), ahora toca empobrecerla,
ya que de una población pobre y miedosa se consigue cualquier cosa, incluso que
deje de respirar aire puro e inhale su propio dióxido de carbono o acuda
voluntariamente a un linchamiento masivo.
Una de las claves
para empobrecernos es encarecer el precio de la energía y así disparar los
precios de todos los bienes y servicios. Y en eso estamos.
Llevamos unos
cuantos meses viendo records históricos en la subida de la luz. El Gobierno
está, supuestamente, intentando la “cuadratura del círculo” para hacer creer al
“populacho” que lucha contra las eléctricas y protege los intereses de los
ciudadanos. Pero nada más lejos de la realidad, ya que, como diría José Mota,
no son más que “mentiruscos gordos ataos con piedras”.
Por otra parte,
los medios de comunicación de masas no hacen otra cosa que incidir en lo mismo.
Pero esa insistencia “cansina” no tiene otro propósito que el de ir preparando
al “populacho” para lo que viene: una estanflación galopante que se va a comer
nuestros ahorros y que acabará con el poder adquisitivo de gran parte de la
población.
No te dejes
engañar. El precio de la luz sube porque forma parte de la estrategia para
alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 y el Gran Reinicio.
Nos dicen que la
escasez de gas (no es verdad, no haya escasez de gas) ha hecho que los precios
se disparen en los mercados internacionales, llegando a estar por encima
de los 40 euros el MWh, frente a los 12 de hace un año. Del mismo modo, han
encarecido el precio del petróleo un
105% en el último año.
Pero hay más. Las
ridículas políticas que se están llevando a cabo con la excusa del cambio
climático también hacen mella en el precio de la energía. Me estoy refiriendo
al impuesto del carbono que toda industria contaminante tiene que pagar. Pues
bien, en este último año los derechos de emisión de C02 se han
incrementado cerca de un 40%.
Y aquí lo
tenemos. Ese es el verdadero motivo por el que la luz incrementa su precio,
sube el costo de todos los bienes y servicios y la inflación se dispara.
Si nadie lo
remedia, pronto se cumplirán dos años desde que nuestras vidas dejaron de ser
lo que eran para convertirse en una pesadilla. Lo que estamos viviendo nada
tiene que ver con una “emergencia sanitaria” y solo es la coartada perfecta
para acelerar el Gran Reinicio.
¿Todavía no lo
ves? Este plan se está aplicando en todo el mundo y no es casualidad que todos
los gobiernos impongan a sus ciudadanos las mismas absurdas restricciones. Por lo
tanto, sería bueno saber quién está detrás dando las consignas.
¿Te has
preguntado alguna vez quiénes son exactamente esas personas que imponen a
nuestros gobiernos "la hoja de ruta" de lo que deben hacer? Porque no
me creo que todo este plan haya salido de la cabecita de unos politicuchos, de
tres al cuarto, que solo están en política para medrar.
Pero lo
verdaderamente preocupante, es imaginar el poder que tienen que tener esas
personas para decir a nuestros representantes electos lo que tienen que hacer.
Y esto nos lleva a otra pregunta: ¿para qué sirve, entonces, elegir a unos
representantes que no nos representan, que no tienen potestad para proteger
nuestros intereses y que sólo obedecen órdenes que provienen de personas y entidades
desconocidas para nosotros?
Bueno, pues ahora piénsatelo antes de volver a votar, porque ahí está la clave.
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