En la era de la
digitalización nuestra mente ha sido colonizada. Es lo que se denomina
vulgarmente “lavado de cerebro”.
Este “lavado de
cerebro” ha permitido que, mediante la estrategia del miedo, en los dos últimos
años se haya llevado a cabo la operación psicológica más importante de la
historia de la humanidad, logrando una sumisión total de la población como
jamás antes se había producido.
La información, la
contra información, la desinformación y la mentira están a la orden del día y circulan
a la velocidad de la luz, nunca mejor dicho. Sin embargo, el grado de
credulidad de la gente es brutal, dado que el miedo instalado en su cerebro no
le permite cuestionarse nada bajo el temor de ser sancionado, discriminado o
apartado del rebaño. Pues bien. Todo eso lo ha conseguido un aparatito llamado
televisor.
La televisión nos
ha enseñado (yo diría que ordenado) que nadie debe osar cuestionar, y mucho
menos debatir, el relato oficial que nos proporciona. Por lo tanto, eso que
antes era de lo más normal, como discutir o cambiar opiniones en una reunión
familiar o con amigos en un bar, hoy en día está muy mal visto y no tardando
mucho estará prácticamente prohibido.
Utilizando la
estrategia del miedo, la burda propaganda malintencionada emitida por la televisión
ha conseguido en pocas décadas lo que no había sido posible en ninguna otra
época de nuestra historia: tener acojonada constantemente a la población.
El miedo es la
emoción negativa más perjudicial del ser humano y viceversa. Es decir, que el
miedo puede destruirte o salvarte. Pero cuando el miedo se mantiene prolongado
en el tiempo genera angustia y esta es incompatible con la propia vida.
La angustia es eso que sentimos -sin saber por qué- que hace que
vivamos permanentemente en un estado confuso e inseguro, consiguiendo que nuestras
emociones, pensamientos y actuaciones, en general, se vean afectadas
negativamente.
Hay dos clases de
miedo: el real y el infundado. El real (el único que existe), es el miedo a
algo concreto que está ocurriendo, por ejemplo, estar en medio de un incendio.
Y el infundado, es aquel que, como su propio nombre indica, no tiene fundamento
y solo existe en nuestra mente: miedo a una posible guerra o al qué dirán los
demás ante una determinada actuación nuestra.
Cuando decimos que
el miedo nos bloquea, nos estamos refiriendo al infundado, al irracional; el
que degenera en angustia. Sin embargo, el real -que podríamos denominar miedo
bueno-, nos pone en guardia y, por lo general, nos salva de situaciones
comprometidas.
Dicho esto, toda
la propaganda emitida en los medios de comunicación va encaminada a promover el
miedo irracional e infundado.
Como estamos
viendo, otra vez “la masa” –esa que se creyó que un virus maligno acabaría con
su vida y que poniéndose un puto trapo en la boca y una supuesta “vacuna” regresaría
a la normalidad- vuelve a tragarse que estamos a punto de iniciar una guerra nuclear
mundial.
La televisión no
hace otra cosa que hablar de un conflicto bélico que se está librando a miles
de kilómetros de distancia que, por cierto, ni nos va ni nos viene. No hay
noticiero ni programa de televisión que no demonice a Rusia y eleve a los
altares a los mártires ucranianos. Sin embargo, no quieren escarbar sobre el
verdadero origen de esta historia, la cual no voy a traer aquí ya que no viene
al caso.
Pues bien. Esa
misma televisión ha ignorado por completo que al mismo tiempo que Rusia
bombardeaba Ucrania, Arabia Saudita bombardeaba Yemen, Israel bombardeaba Siria
y EEUU bombardeaba Somalia.
Evidentemente, el
“populacho” ha dado por sentado –porque así se lo ha dicho la televisión- que
los rusos son el demonio con cuernos y los ucranianos unas almitas de la
caridad que en su vida han roto un plato. Por lo tanto, si hablas con la gente
sobre Ucrania, todos coinciden en que son las víctimas -que, por supuesto,
también lo son- y sienten empatía hacia ellos. Pero si lo haces sobre Siria, Yemen o Somalia te darás cuenta de que
les importa un rábano y no sienten la misma empatía. ¡Increíble como condiciona
la propaganda!
Una guerra
mundial nuclear tiene muy pocas probabilidades de convertirse en realidad. Sin
embargo, la verdadera guerra se está librando aquí mismo: en cada casa, cada
calle, cada colegio, cada hospital, comercio y supermercado.
Antes de que
Putin apareciera en escena, en España le deuda pública ya era muy superior al
120% de su PIB y el desmantelamiento de nuestra economía ya llevaba años
produciéndose. Debido a esto, España entrará, no tardando mucho, en suspensión
de pagos (esto no lo digo yo, sino el todopoderoso fondo de inversión BlackRock
en su informe anual sobre estos temas). Y si España entra en suspensión de
pagos, los “hombres de negro” llegarán y entonces ya no habrá tiempo para
lamentaciones.
Creer esa
imbecilidad de que la guerra de Rusia con Ucrania es la causa de todos nuestros
males es de lo más infantil, aunque lo diga en el Congreso de los Diputados
nuestro Presidente de Gobierno. Resulta que ahora la culpa de la subida del
recibo de la luz, de la gasolina y de la cesta de la compra la tiene Putin,
¡faltaría más!
No seamos
ingenuos. La puntilla a la destrucción económica de este país se dio cuando, POR MIEDO, nos dejamos encerrar y nos
pusimos el primer bozal: de esos polvos vienen estos lodos y no de la guerra en
Ucrania que, por supuesto, también terminará pasándonos factura.
¿De verdad crees
que nuestro Presidente de Gobierno es imbécil y no hace los deberes? ¿Crees que
tanto él como el resto de presidentes de los países que han impuesto las
sanciones a Rusia ignoraban las consecuencias? ¿No será, más bien, que sabían
lo que hacían y lo han hecho con toda la intencionalidad del mundo?
Los gobiernos no
son estúpidos y hacen muy bien su trabajo. El problema es que lo hacen para
otros y no para nosotros. Nos amenazan constantemente con crisis económicas,
falsas pandemias, cambio climático, etc. que solo se sostienen en los medios de
comunicación comprados y en las mentes de las personas miedosas que consumen
masivamente la propaganda tóxica de la televisión y han perdido por completo el
sentido común.
Que los
carburantes suban linealmente cada día desde que empezó el conflicto no está
justificado de ninguna de las maneras, ya que el bloqueo ruso no repercute en
los precios de inmediato y, además, hay otros proveedores. Del mismo modo, romper
la cadena de suministros, como se está haciendo deliberadamente, no tiene más
que un objetivo: crear el caos que se necesita para aplicar las políticas del
Gran Reinicio. No hay más.
Todo aquel que no
esté ciego se habrá dado cuenta de que nuestras sociedades democráticas son un
engaño y están a merced de individuos sin escrúpulos que juegan a ser dioses.
Por lo tanto, si algún día se llevara a cabo la eliminación de esa élite de
maniacos, y sus correligionarios, no te quepa la menor duda de que todos esos
desastres –crisis económicas, pandemias, calentamiento global, atentados
terroristas, guerras, etc.- se acabarían de inmediato. Entonces ase miedo
infundado desaparecería y la gente ya no tendría que renunciar a sus libertades
a cambio de una falsa promesa de seguridad.
Siempre he
mantenido que un cambio de paradigma es inevitable si no queremos ir hacia
nuestra propia autodestrucción. Pero ese cambio debe ser un consenso entre toda
la humanidad y no el que han preparado las élites para salvar su culo a cambio
del sacrificio (dicho en todos los sentidos) del “populacho”.
Solo acabando con
todas esas instituciones supranacionales como la OMS, la ONU, FEM, BPI, BM,
FMI, Consejo de Relaciones Exteriores, Club Bilderberg, Fundación Bill y Melida
Gates, Comité de los 300,…., habría alguna esperanza.
¿Difícil? No, lo
siguiente.
Séneca le dijo a
Nerón: “Tu poder radica en mi miedo; ya
no tengo miedo, tú ya no tienes poder sobre mí“.
Aunque no lo
creas, durante la falsa pandemia ha habido, y sigue habiendo, mucha gente sin
miedo que no ha cumplido ni una sola de esas estúpidas normas: no salir de
casa, ponerse mascarilla, dejar de ver a los seres queridos, someterse a test
PCR o de antígenos, vacunarse, enseñar pasaporte Covid, etc. Por eso ellos
tratan de amedrentarnos, porque sin nuestro miedo no pueden hacer nada, y lo
saben.
Para terminar solo decir que, después de lo acaecido en los dos últimos años, mucha gente por miedo a morir ha dejando de vivir. Y eso, por lo menos para mí, es inaceptable.
una vez mas...¡¡¡chapeau!!!
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