domingo, 12 de junio de 2022

EL GOBIERNO NO ES LA SOLUCIÓN, ES EL PROBLEMA

 ¿Qué le pasa a la mayoría de la gente? ¿Por qué no reacciona?  

No es posible que después de ver cómo nos están arruinando la vida sigamos como si no pasara nada.

Desde que empezó la falsa pandemia el mundo está experimentando una involución muy peligrosa. Sin embargo, la mayoría de la población mantiene un grado de pasividad que roza la imbecilidad. Y lo peor de todo, es que sigue confiando en el Gobierno que le ha llevado a esta situación.

La masa borreguil vive a golpe de lo que dicta la televisión; vota religiosamente a políticos sátrapas que le engaña elección tras elección; no le importa que le coloquen un bozal que le impida respirar; le da igual que le inyecten en el cuerpo cualquier sustancia; renuncia voluntariamente a sus derechos y libertades de por vida a cambio de una supuesta seguridad; no le preocupa el veneno que ingiere en los alimentos ni lo que cae del cielo después de ser fumigados y paga religiosamente la energía, los carburantes y los alimentos a precios desorbitados sin la más mínima objeción. A esa mayoría le pregunto: ¿pero qué pasa por vuestra linda cabecita? ¿No veis que todo esto forma parte de un plan? Si hasta la misma televisión que consumís incesantemente os está hablando de la Agenda 2030 y el Gran Reinicio. ¿No habéis visto al Presidente de Gobierno y al Rey lucir públicamente el “pin” de la Agenda 2030 en sus solapas?

Por supuesto que existe un plan, y ese plan no es otro que llevar al mundo a una dictadura tecnocrática mediante la Agenda 2030 y el Gran Reinicio.

Si aún no lo crees, échale un vistazo a la conferencia que dio Klaus Schwab en la reunión del Foro Económico Mundial, en mayo de 2022, donde dijo alto y claro:El futuro no sucede, lo construimos nosotros: la poderosa comunidad que hay en esta sala”. Y en esa sala había más de 2.000 personas muy influyentes, entre las que se encontraban políticos, banqueros y empresarios de las más altas esferas (lista oficial de participantes al FEM 2022.pdf).

Parece que los dueños del mundo han dejado de ocultar sus verdaderas intenciones y tienen prisa por ejecutar cuanto antes su plan genocida.

Según palabras textuales de Bill Gates, “si hacemos un buen trabajo con las “vacunas” reduciremos la población mundial un 10-15%”. Eso supone exterminar entre 800 y 1.200 millones de personas solo con las “vacunas” que, por cierto, ya se han administrado más de 5.000 millones de dosis (incluidos placebos) y están empezando a hacer su trabajo. Solo en España, a 8 de mayo de 2022, se han registrado, según figura en el 15º informe de farmacovigilancia sobre el Covid-19/, 12.960 notificaciones de efectos adversos graves, de los cuales 434 son fallecimientos. Hay que tener en cuenta que apenas se reporta el 1% de los casos, dado que sistemáticamente son negados, o disfrazados de otras patologías, como así lo hace la propia Agencia del Medicamento Español en su informe.  Por eso, como en este país está prácticamente todo el mundo vacunado, nadie dice nada cuando ve a personas sanas de su entorno más cercano padecer sin causa justificada arritmias, miocarditis, pericarditis, ictus, desplomarse sin motivo alguno, reactivársele un viejo cáncer ya curado, muertes súbitas, manchas en la piel, cansancio permanente o padecer de insomnio, entre otras muchas cosas. O sea, ¡todo muy “normal”!

Por otro lado, si a las “vacunas” le sumamos la flexibilización cuantitativa, el conflicto de Ucrania, la estanflación, la manipulación del clima mediante geoingeniería y la aparición de las primeras hambrunas artificiales tenemos el coctel perfecto para hundir en la miseria a la gente y provocar más muertes. Y si todo esto no fuera suficiente siempre tienen en la recámara una guerra nuclear.

Después de más de dos interminables años de despropósitos, por parte de nuestros gobiernos, ¿cómo es posible que haya todavía una mayoría abrumadora de gente que no se dé cuenta de que el Gobierno no es la solución, sino el problema? ¿Es que no ven que los gobiernos, supuestamente elegidos para ser nuestros representantes, son los que están acabando con nuestra salud, economía, derechos y libertades? Su actuación indica que no tienen ninguna intención de evitar la catástrofe; al contrario, no hacen otra cosa que agravarla.

Los medios de comunicación ya están anunciando que las cosas se van a poner muy jodidas en otoño. Con una inflación que roza el 10% convertida en estanflación, una deuda galopante que no para de crecer, los combustibles y alimentos por las nubes, unos sueldos irrisorios y una tasa de desempleo del 13,3% no hay que ser adivino para intuir, efectivamente, que lo vamos a pasar muy mal.

Dicho esto, de nosotros depende revertir la situación. Pero para ello necesitamos a las masas, del mismo modo que las necesitan ellos para que voten y legitimen este sistema corrupto. Sin las masas no hay nada que hacer. Pero, por desgracia, las masas siguen sin escuchar y todavía creen, ingenuamente,  que estamos viviendo una época de casualidades y únicamente se preguntan cuándo volverán las cosas a la normalidad. Evidentemente, si no hacemos nada para evitarlo la respuesta es: nunca.

Es hora de despertar y de que los pueblos retiremos todos los poderes a esos enfermos mentales que nos gobiernan y nos opongamos firmemente a su agenda globalista. De hecho, hay mucha gente en el mundo que se está partiendo el pecho por intentar despertar a la población y evitar que esta gente materialice su plan diabólico.  

En España, ahora tenemos una oportunidad de oro para decir ¡basta! El próximo 19 de junio de 2022 se celebrarán elecciones al Parlamento de Andalucía. Si hubiera una abstención descomunal sería un indicio de que la población empieza a despertar.

¿Y tú qué crees? ¿Habrá un despertar? Permíteme que lo dude.

Si todavía piensas que esto que acabas de leer es una teoría de la conspiración, no tienes más que tomarte la molestia de consultar entrevistas o libros, por ejemplo, de personajes tales como Klaus Schwab, Jacques Attali, Bill Gates o Yuval Noah Harari, entre otros, y comprobarás que son ellos los que dicen estas cosas, no yo.

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