martes, 27 de diciembre de 2022

DE LAS DEMOCRACIAS TOTALITARIAS A LA ESCLAVITUD DEL DINERO DIGITAL

Nacemos en el seno de una familia que no elegimos, en un lugar que no decidimos y dentro de una sociedad que no dispusimos. Esta sociedad está llena de instituciones, leyes y normas que nosotros tampoco establecimos. Por lo tanto, creer que somos ciudadanos libres por vivir en el seno de lo que llamamos democracia es tan estúpido como creer en la existencia de Papá Noel.

La mayoría de países occidentales sufrimos regímenes democráticos representativos dictatoriales. Pero es que ni siquiera las democracias participativas garantizan la libertad, ya que la simple idea de tener que acatar todos lo que decide una mayoría no dejará de ser la imposición de una mayoría sobre una minoría, y eso es lo mismo que cualquier totalitarismo.

Estos regímenes democráticos están fundamentados en el adoctrinamiento, puesto que sin el adoctrinamiento adecuado todas esas estructuras sociales, a las cuales profesamos una devoción ciega, se derrumbarían inmediatamente.

El adoctrinamiento irrumpe en nuestra vida desde el mismo momento de nacer y nos acompaña hasta el final de nuestros días. De ello se encargan nuestros progenitores, la mal llamada educación, los medios de comunicación de masas y últimamente las nuevas tecnologías salidas de la “fabrica de ilusiones” de Silicon Valley. Y es que sin estas premisas la gente no se dejaría gobernar por una élite minoritaria de cleptócratas.

Del mismo modo que un estado dictatorial se impone mediante la fuerza bruta, una democracia se establece a través del engaño, la mentira y la manipulación psicológica. Por eso, no está tan claro si el individuo es más libre en una democracia o en un estado totalitario, ya que en un estado totalitario sabes quién es el enemigo y puedes luchar contra él, en una democracia no.

Evidentemente, el abanico de posibilidades que te brinda una democracia es más amplio que el de cualquier dictadura. Pero eso no es garantía de libertad. Para que exista una verdadera libertad tiene que haber libertad de pensamiento propio, y eso en las actuales democracias sencillamente no se da. Ni que decir tiene que el que está escribiendo estas líneas es consciente de que sus pensamientos también están influenciados por toda esa propaganda.

Por más que intentemos autoconvencernos de que somos dueños de nuestros actos, la cruda realidad demuestra, con pruebas irrefutables, que no somos más que meros peleles incapaces de decidir nada por nosotros mismos.

Es muy triste ver como nuestras mentes han sido programadas y moldeadas para limitarse a obedecer leyes y normas que unos cuantos “tíos listos” han elaborado para nosotros. Incluso personas con una inteligencia por encima de lo normal tragan toda esa bazofia sin inmutarse.

Si hasta ahora hemos permanecido en el engaño y la mentira, creyendo que vivíamos en sociedades libres, el futuro inmediato que nos espera no se presenta nada halagüeño.

Nos acercamos rápidamente hacia un control digital total de la humanidad. Lo que hemos vivido últimamente va en esa dirección.

Es un hecho que las nuevas tecnologías están haciendo de la mayoría de nosotros unos bobos auténticos. Y los bobos somos eso, bobos, por lo tanto, no nos estamos enterando de que la tecnología está poniendo una cadena invisible alrededor nuestro. Y cuando esa cadena se cierre por completo, ya no tendremos la más mínima posibilidad de escapar.

La llegada inminente del las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC) será el último eslabón de la cadena que nos condenará para siempre a vivir en un campo de concentración digital.

El dinero digital estará condicionado a todo: huella de carbono, crédito social, carnet de salud o cualquier otra cosa. Podrá bloquear cualquier producto que queramos adquirir si se considera que ya agotamos el cupo que teníamos asignado. Así, por ejemplo, si nuestra asignación de consumo de carne es de un kilo al mes, no podremos comprar más pues el dinero digital no nos lo permitirá. Y lo mismo sucederá al adquirir cualquier otro bien o servicio como medicinas, combustible, gas, electricidad, viajes, etc. Aunque lo más esclavizante,  es que será un dinero que cada uno solo podrá utilizar en zonas concretas (“ciudades de 15 minutos”: recuérdalo) y, además, tendrá fecha de caducidad, de esa manera nunca podremos ahorrar el suficiente dinero que nos proporcione un poco de libertad.

Evidentemente, no nos lo van a contar así. Nos lo venderán de otra manera como, por ejemplo, que con este nuevo dinero no habrá fraude fiscal ni economía sumergida ni corrupción. Pero la realidad es que a partir de entonces nuestro dinero será única y exclusivamente suyo y no podremos hacer nada al respecto.

¿Tú quieres esto? Si eres de los que piensa que la vida sin libertad no merece la pena ser vivida, me imagino que no.

Decía Descartes: “Pienso, luego existo”. Por eso hay que decirle a la gente que debe de cuestionarse todo, solo así tendremos una oportunidad.

Si consiguiéramos una representación suficiente de personas valientes de todo el espectro social (policías, fuerzas armadas, políticos, periodistas, educadores, médicos, abogados, ingenieros y trabajadores de todos los sectores) que se atrevan a plantar cara al sistema, las estructuras de poder quedarían fuera de juego de inmediato.

¿Imposible? Puede. Pero soñar, de momento, es gratis. Y digo soñar, porque después de ver lo de Argentina es para echarse a llorar: un país entero movilizado (con más de 5 millones de personas en la calle) para aclamar a 25 jugadores de fútbol, que lo único que han hecho en su vida es dar jodidas patadas a un balón. ¿Te imaginas esa misma energía canalizada para echar a los corruptos gobernantes que tienen sumido al país en la miseria? Pero sospecho que eso nunca va a suceder.

Una prisión digital está cada día más cerca y a nadie parece importarle. Y es que somos nosotros mismos los que estamos autoencarcelándonos digitalmente. ¿No lo crees? Pues dile tú a la gente que tire el puto móvil por la ventana, que deje de utilizar el dinero electrónico o deje de hacer compras por Internet. Probablemente, lo único que conseguirás es que te manden a la mierda. Así que mucho me temo que la humanidad terminara en un campo de concentración digital y “será feliz” -o eso creerá-, del mismo modo que ahora cree que vivir en democracia es sinónimo de libertad.

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