sábado, 10 de diciembre de 2022

LA MANIPULACIÓN DE NUESTRAS VIDAS A TRAVÉS DE LA PROPAGANDA

En un mundo saturado de información y desinformación, donde la misma noticia es contada de diferente manera en cientos de medios de comunicación en todo el mundo y tergiversada por intereses espurios, no hay manera de sacar nada en claro. Y de eso se trata.

Todas esas supuestas noticias, con las que nos bombardean las 24 horas del día los 7 días de la semana, no son tales, sino mera propaganda. Y claro está, mientras no sepamos qué es la propaganda y cómo funciona no podremos diferenciar una verdad de una mentira.

Veamos qué es y cómo funciona la propaganda.

Según la RAE, la propaganda es la difusión o divulgación de información, ideas u opiniones de carácter político, religioso, comercial, etc., con la intención de que alguien actúe de una determinada manera, piense según unas ideas o adquiera un determinado producto.

Existen diferentes maneras de enfocar la información. La información, a secas, es esa que única y exclusivamente cuenta los hechos y punto. Ahora bien, la otra información, la sesgada y manipulada, o sea, la propaganda, es la que poniendo el énfasis en la noticia más alarmante consigue el efecto deseado: que nosotros mismos lleguemos a la conclusión a la que quieren que lleguemos.

Veamos algunos ejemplos.

Últimamente los medios de comunicación nos informan del levantamiento del pueblo chino, harto de tanto confinamiento y tiranía por parte su Gobierno. No seamos ingenuos. Los medios de comunicación no critican la dictadura china, sino que la están utilizando para hacer propaganda de lo “afortunados” que somos los ciudadanos occidentales, al comparar nuestras políticas restrictivas del Covid con las de China.

Otro ejemplo lo tenemos con la guerra en Ucrania. Los informativos llevan meses repitiendo hasta la saciedad que Ucrania va a ganar esa guerra, que Putin está es horas bajas y que su economía se derrumba. Pero la realidad es que Rusia sigue estando ahí y que Ucrania dejaría de existir si verdaderamente los rusos lo quisieran así. En este caso, la propaganda va dirigida a que aceptemos que estamos inmersos en una crisis energética, debido a que Putin es un malvado asesino que quiere aniquilar a Europa.

¿Y qué decir de la locura climática? No se puede mentir con más descaro. Mientras los medios de comunicación no hacen otra cosa que alarmar con la desaparición de los casquetes polares y el aumento del nivel de los océanos, los ricachones y poderosos del planeta (los mismos empeñados en restringir las emisiones de CO2) construyen sus flamantes mansiones a la orilla del mar.

Toda esta propaganda -disfrazada de noticias- consigue que multitud de idiotas sigan con la mascarilla, que restrinjan el uso de la calefacción y el aire acondicionado para salvar el planeta y ayudar a destruir a Putin o que vendan sus casas de la costa antes que el aumento del nivel del mar las engulla para siempre.

Llevamos toda la vida siendo manipulados, engañándonos y amedrentados por meras campañas propagandísticas. La mayoría de las noticias que vemos a diario en los medios de comunicación nada tienen que ver con la realidad y solo pretenden asustarnos. Y amén que lo consiguen.

Pero la realidad siempre ha estado, está y estará a la vista de todos. Solo hay que mirar en la dirección correcta. Lo que sucede, es que somos  nosotros los que elegimos cambiarla por otra ficticia, para poder llevarnos bien con nosotros mismos, y esa decisión es la que determina el rumbo de nuestra vida.

Allá por el año 1932 decía Aldous Huxley: “En el futuro, gracias a la propaganda o el lavado de cerebro reforzado por métodos farmacológicos, la gente amará su servidumbre. ¡Cuánta razón tenía!

Lo que llamamos Estado, junto a todas esas instituciones gubernamentales y no gubernamentales, no son más que organismos de corrupción que trabajan al servicio del poder global del dinero, habiendo sido creados y diseñados con el único fin de engañar –a través de la propaganda- a todo aquel ingenuo que decida creer que están a nuestro servicio.

Por desgracia, la mayoría de las personas que han decidido creer lo harán de por vida, y aunque tengan que soportar barbaridades enormes (como la falsa pandemia, el cambio climático o las sucesivas crisis de todo tipo), no renunciarán a su sistema de creencias bajo ningún concepto. Y aquí es donde se hace realidad esa famosa frase de Maquiavelo: “Un pueblo que acepta pasivamente la corrupción y a los corruptos no merece la libertad”. Y en esas estamos.

¿Acaso se nos ha olvidado que consentimos estar encerrados durante tres meses, que soportamos sin rechistar respirar a través de una mascarilla y que la gente ni se inmutó cuando perdió su negocio o su puesto de trabajo? Pues todo esto se hizo para inducir al “populacho” -a través de una campaña propagandística de dimensiones épicas- a que acudiera desesperadamente a inyectarse un nuevo veneno que no sabemos exactamente para qué es, pero que está causando estragos. Estragos, por otra parte, que la misma propaganda se encarga de minimizar o desviar la atención hacia otro lado.

Siento decirlo, pero como el experimento les ha salido redondo volverán a hacerlo (esto o algo parecido o peor que esto). Y no es pesimismo, es simplemente una pequeña dosis de realismo.

Algunos optimistas piensan que podemos evitarlo. Pero, ¿y la mayoría? ¿Quiere evitarlo? Puede que si apagásemos la tele, tirásemos el puto móvil por la ventana y dejásemos de comportarnos como verdaderos zombis lo consiguiéramos. Pero, la pregunta es: ¿lo vamos a hacer? Pues claro que no. Y no lo vamos a hacer, porqué se nos ha olvidado que somos seres inteligentes con capacidad de pensar, sentir y actuar de acuerdo a nuestra naturaleza. Por lo tanto, no necesitamos de banderas ni de himnos ni de nadie que decida por nosotros cómo debemos vivir. Para vivir en paz y armonía no se precisa de gobiernos ni de leyes, solo se requiere acatar la esencia del significado de una preciosa palabra clave: ¡RESPETO! Todo lo demás, pura demagogia anclada en mera propaganda.

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