En un mundo saturado de información y desinformación, donde la misma noticia es contada de diferente manera en cientos de medios de comunicación en todo el mundo y tergiversada por intereses espurios, no hay manera de sacar nada en claro. Y de eso se trata.
Todas esas supuestas noticias, con las que nos bombardean las 24 horas
del día los 7 días de la semana, no son tales, sino mera propaganda. Y claro
está, mientras no sepamos qué es la propaganda y cómo funciona no podremos
diferenciar una verdad de una mentira.
Veamos qué es y cómo funciona la propaganda.
Según la RAE, la propaganda es la difusión o divulgación de
información, ideas u opiniones de carácter político, religioso, comercial,
etc., con la intención de que alguien actúe de una determinada manera, piense
según unas ideas o adquiera un determinado producto.
Existen diferentes maneras de enfocar la información. La información, a
secas, es esa que única y exclusivamente cuenta los hechos y punto. Ahora bien,
la otra información, la sesgada y manipulada, o sea, la propaganda, es la que
poniendo el énfasis en la noticia más alarmante consigue el efecto deseado: que
nosotros mismos lleguemos a la conclusión a la que quieren que lleguemos.
Veamos algunos ejemplos.
Últimamente los medios de comunicación nos informan del levantamiento
del pueblo chino, harto de tanto confinamiento y tiranía por parte su Gobierno.
No seamos ingenuos. Los medios de comunicación no critican la dictadura china,
sino que la están utilizando para hacer propaganda de lo “afortunados” que
somos los ciudadanos occidentales, al comparar nuestras políticas restrictivas
del Covid con las de China.
Otro ejemplo lo tenemos con la guerra en Ucrania. Los informativos
llevan meses repitiendo hasta la saciedad que Ucrania va a ganar esa guerra, que
Putin está es horas bajas y que su economía se derrumba. Pero la realidad es
que Rusia sigue estando ahí y que Ucrania dejaría de existir si verdaderamente
los rusos lo quisieran así. En este caso, la propaganda va dirigida a que
aceptemos que estamos inmersos en una crisis energética, debido a que Putin es
un malvado asesino que quiere aniquilar a Europa.
¿Y qué decir de la locura climática? No se puede mentir con más
descaro. Mientras los medios de comunicación no hacen otra cosa que alarmar con
la desaparición de los casquetes polares y el aumento del nivel de los océanos,
los ricachones y poderosos del planeta (los mismos empeñados en restringir las
emisiones de CO2) construyen sus flamantes mansiones a la orilla del
mar.
Toda esta propaganda -disfrazada de noticias- consigue que multitud de
idiotas sigan con la mascarilla, que restrinjan el uso de la calefacción y el
aire acondicionado para salvar el planeta y ayudar a destruir a Putin o que vendan
sus casas de la costa antes que el aumento del nivel del mar las engulla para
siempre.
Llevamos toda la vida siendo manipulados, engañándonos y amedrentados
por meras campañas propagandísticas. La mayoría de las noticias que vemos a
diario en los medios de comunicación nada tienen que ver con la realidad y solo
pretenden asustarnos. Y amén que lo consiguen.
Pero la realidad siempre ha estado, está y estará a la vista de todos.
Solo hay que mirar en la dirección correcta. Lo que sucede, es que somos nosotros los que elegimos cambiarla por otra
ficticia, para poder llevarnos bien con nosotros mismos, y esa decisión es la
que determina el rumbo de nuestra vida.
Allá por el año 1932 decía Aldous Huxley: “En el futuro, gracias a
la propaganda o el lavado de cerebro reforzado por métodos farmacológicos, la
gente amará su servidumbre. ¡Cuánta razón tenía!
Lo que llamamos Estado, junto a todas esas instituciones
gubernamentales y no gubernamentales, no son más que organismos de corrupción
que trabajan al servicio del poder global del dinero, habiendo sido creados y
diseñados con el único fin de engañar –a través de la propaganda- a todo aquel ingenuo
que decida creer que están a nuestro servicio.
Por desgracia, la mayoría de las personas que han decidido creer lo
harán de por vida, y aunque tengan que soportar barbaridades enormes (como la
falsa pandemia, el cambio climático o las sucesivas crisis de todo tipo), no
renunciarán a su sistema de creencias bajo ningún concepto. Y aquí es donde se
hace realidad esa famosa frase de Maquiavelo: “Un pueblo que acepta
pasivamente la corrupción y a los corruptos no merece la libertad”. Y en
esas estamos.
¿Acaso se nos ha olvidado que consentimos estar encerrados durante tres
meses, que soportamos sin rechistar respirar a través de una mascarilla y que
la gente ni se inmutó cuando perdió su negocio o su puesto de trabajo? Pues
todo esto se hizo para inducir al “populacho” -a través de una campaña
propagandística de dimensiones épicas- a que acudiera desesperadamente a
inyectarse un nuevo veneno que no sabemos exactamente para qué es, pero que
está causando estragos. Estragos, por otra parte, que la misma propaganda se
encarga de minimizar o desviar la atención hacia otro lado.
Siento decirlo, pero como el experimento les ha salido redondo volverán
a hacerlo (esto o algo parecido o peor que esto). Y no es pesimismo, es
simplemente una pequeña dosis de realismo.
Una vez más: ¡CHAPEAU!.
ResponderEliminar