Este año España afronta dos citas con las urnas: el 28 de mayo
elecciones autonómicas y municipales y el 10 de diciembre elecciones generales.
Se supone que los resultados de esas elecciones van a decidir el
devenir de la sociedad española durante los próximos 4 años. Esto, que es de
una importancia extraordinaria, se llevará a cabo con la única aportación, por
parte de la ciudadanía, de introducir una papeleta en una urna para elegir a
sus supuestos representantes. Representantes que, en honor a la verdad, nunca
se atienen al programa con el que se presentan a las elecciones.
Seamos serios. La política es un “engaña bobos” que ha conseguido
llevarnos hasta el absurdo mundo en que vivimos. Es una trampa disfrazada de
partidos políticos, de todos los colores e ideologías, que, sin embargo, siempre
conduce a lo mismo: al sometimiento de la población.
Sólo hay que ser un poco observador para darse cuenta de que elección
tras elección, y elijamos a quien elijamos, lo único que cambia es el color del
gobierno, pero la esencia sigue siendo la misma: yo gobierno, luego mando, tú
obedeces y punto.
Vivimos en un Sistema pensado para recompensar a quienes lo acatan
sumisamente y castigar sin piedad a quienes lo cuestionan o rehúsan colaborar
con él. Evidentemente, todos aquellos “privilegiados” que han estado expuestos
a la propaganda del Sistema y tienen éxito (universitarios, políticos,
empresarios, etc.), nunca cuestionarán su legitimidad y aceptarán los dogmas
introducidos en sus mentes, ya que, de lo contrario, se arriesgan a perderlo
todo.
Nuestro Sistema se basa en un cúmulo de mentiras. No, no me he vuelto
loco. Desde la educación, pasando por el sistema político, los medios de
comunicación y el sistema financiero, todo, absolutamente todo es un fraude.
Pero la clave de toda esta farsa está en la política. La política tiene
idiotizada a la población, a la cual somete y manipula a través de un lenguaje
adulterado. Así, por ejemplo, llama libertad al libertinaje, dinero a la deuda,
democracia a la partitocracia, ciencia a la imposición de criterios y
tecnología avanzada a la esclavitud disfrazada.
Para más inri, tenemos la creencia de que nuestros gobiernos los
elegimos nosotros. Pero no es así. La realidad es que los gobiernos, que
supuestamente salen del inútil voto que depositamos en una urna en unas
elecciones amañadas, son designados de antemano por el poder global del dinero.
Pero, ¿qué pasaría si en estas elecciones solo votase el 5% de
españoles con derecho a voto? O lo que es lo mismo, ¿qué pasaría si sólo se
votasen ellos? Lo digo, porque si el PP tiene 870.000 afiliados, Podemos
490.000, PSOE 200.000, Ciudadanos 23.000, más unos cuantos afiliados del resto
de fuerzas políticas que se presentan a las elecciones, entre todos sumarían
alrededor de 1.800.000 votos, que se corresponde con el 5% de una masa
electoral de 37 millones.
Contrariamente a lo que la gente cree, una baja participación electoral
tiene consecuencias para la legitimidad y la representatividad. Por eso los
políticos tratan de fomentar la participación, ya que sin participación no hay
“democracia representativa” que valga.
Con una baja participación electoral los resultados de las elecciones
no mostrarían la opinión de la mayoría de la población, lo que llevaría a una
falta de representatividad y a la creación de gobiernos que no reflejarían los
intereses de la mayoría. Del mismo modo, si sólo participa en las elecciones un
pequeño porcentaje de la población, el gobierno resultante sería, a todas luces,
ilegítimo.
Dicho esto, podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que votar no
cambia nada, pero no votar lo cambia todo.
El miedo introducido en las masas sobre la necesidad irremediable de
tener un gobierno es totalmente infundado. La gente piensa -porque así se lo
han metido en su linda cabecita- que una sociedad compuesta por personas
capaces de autogobernarse y tomar decisiones colectivas, sin la necesidad de
una autoridad centralizada que imponga leyes y regulaciones, es inviable. Pues
no, no es inviable. Y aunque llevarlo a la práctica es complejo, no es
imposible.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que una sociedad sin
gobierno no significa necesariamente una sociedad sin normas ni reglas. Las
normas y las reglas podrían ser establecidas y aplicadas por las propias comunidades
en función de sus valores, intereses y necesidades.
Lo que sí requerirá una sociedad sin gobierno es una fuerte dosis de
responsabilidad, cooperación y respeto por parte de sus miembros. Solo así se
podrá lograr la estabilidad y el bienestar colectivo. Y aunque probablemente
nunca se llegará a construir una sociedad perfecta, una sociedad sin gobierno
sería menos corrupta que la de hoy en día. Por una sencilla razón: si no hay
gobierno no puede haber gobierno corrupto.
Evidentemente, una sociedad sin gobierno incluiría la organización en
comunidades más pequeñas y autónomas, donde la toma de decisiones se llevaría a
cabo por consenso, los recursos serían gestionados colectivamente y los
conflictos se resolverían pacíficamente y no a través de guerras inútiles.
Esto, en un mundo tan complejo como el actual, asusta a la mayoría de
la gente que piensa que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Sin
embargo, con una buena educación de calidad (no confundir con el actual
adoctrinamiento) y mucha fuerza de voluntad, sería posible llevarlo a la
práctica o al menos intentarlo. Porque si seguimos acudiendo a las urnas, como
hasta ahora, seguiremos inmersos en esta distopía totalitaria.
Un atisbo de esperanza.
Es incuestionable que cada día va aumentando el número de personas que
se están dando cuenta de que viven en un mundo de mentiras y de que una minoría
de peligrosos maniacos se ha hecho con el control del mundo. El descubrimiento
de esta verdad -mantenida oculta por los tiranos que nos gobiernan- es esencial
para el gran despertar de la humanidad.
La única forma de salir de esta gigantesca mentira es hacerle ver a la gente lo engañada que está y cómo podrían cambiar las cosas simplemente con que se diera cuenta de esto. Evidentemente, darse cuenta de esto implica dejar de acudir como verdaderos imbéciles a las urnas, y ahora es una oportunidad de oro para hacerlo. Por lo tanto, si quieres que cambien las cosas, quédate en casa el día de las elecciones y ya veremos qué pasa.
Hombre lo de QUEDARSE EN CASA es discutible...también puedes irte al campo....al bar ... Al parque etc
ResponderEliminar