El Gobierno ha decretado nuevamente el estado de alarma en todo el país, con la intención de mantenerlo hasta el 9 de mayo, en el que se incluye un TOQUE DE QUEDA. Ahora bien, ha sido un estado de alarma a PETICIÓN DE LA CIUDADANÍA; es decir, han sido los mismos ciudadanos de a pie los que se lo han pedido ansiosamente a sus gobernantes.
¡Tremendo! ¿Verdad? Aunque no es ninguna
sorpresa, ya que se trata de la tan manida estrategia “problema, reacción,
solución”: el Gobierno, con la inestimable colaboración de los medios de
comunicación, crea el problema del coronavirus. El “populacho” entra en
pánico y su reacción es demandar
al Gobierno urgentemente una respuesta. Y el Gobierno le da la solución
que ya tenía planeada de antemano.
La pregunta que me hago ahora mismo es la
siguiente: ¿Y a estos ciudadanos queremos despertar? Imposible. Tiro la toalla.
Antes de continuar aclaremos una cosa. El
toque de queda es un instrumento militar, no sanitario. Se suele utilizar
durante la guerra única y exclusivamente para impedir el movimiento libre de
personas. Dicho esto, es absolutamente imbécil pensar que un toque de
queda va a detener la propagación de un virus. Pero tiene todo su sentido, que
no es otro que el de prepararnos para un nuevo encierro más severo que
el que tuvimos en primavera. No lo dudes.
Esta nueva ocurrencia de nuestros dirigentes políticos
es la enésima prueba de que, a través de la propaganda del miedo, se pretende
mantener a la población en un estado de shock, sometiéndola a una
dictadura sanitaria que, además, es ilegal.
Los artículos 19 y 21, entre otros, de la
Constitución Española recogen algunos de nuestros derechos inalienables:
Artículo 19: “Los españoles tienen derecho a elegir libremente su residencia
y a circular por el territorio nacional”. Artículo 21: “Se reconoce el
derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no
necesitará de autorización previa”.
Pues bien. Según el Capítulo Quinto. De la
suspensión de derechos y libertades, de la Constitución Española: “los
derechos recogidos en los artículos 17, 18, 19, 20 y 37 podrán ser suspendidos
cuando se acuerde el estado de excepción o de sitio en los términos previstos
en la Constitución. Por lo tanto, no se puede imponer un toque de queda
con un estado de alarma, sino que es necesario un estado de excepción o de
sitio.
Cada día estoy más convencido de que la
mayoría de la gente ignora por completo en qué mundo vive. No se da cuenta de
que los promotores del golpe de estado que se está llevando a cabo a nivel
mundial están utilizando su mejor arma: nosotros mismos.
Sí, es así. La principal arma que posé el
sistema somos nosotros mismos, ya que ejercemos tanto de víctimas como de
verdugos.
Pondré un ejemplo. La gente lleva puesta la
mascarilla aunque no haya vigilancia de ningún tipo y mantenga una distancia
razonable de “seguridad” con otras personas. Y no es por miedo a la autoridad,
que también, sino porque tiene miedo a ser reprendido por sus propios
conciudadanos.
Decía Gregorio Marañón: “La multitud ha
sido en todas las épocas de la historia arrastrada por gestos más que por
ideas. El “populacho” no razona jamás”.
La cantidad de horas que pasamos al día viendo
la televisión, escuchando la radio, leyendo la prensa, navegando por Internet o
engullidos en las redes sociales hace que estemos recibiendo una cantidad
enorme de información que no somos capaces de verificar y procesar. Sin
embargo, esta información termina por llevarnos a pensar y actuar de una manera
determinada y ha sido la encargada de convertirnos en robots sociales.
¿Y qué significa ser un robot social? Pues que
actuamos como tal; es decir, simplemente ejecutamos acciones previamente
programadas en nuestras mentes. Lo que hacemos es dejarnos llevar por
emociones, eslóganes, modas, charlatanes televisivos, etc. antes que por la
razón. Así de simple.
La Agenda 2030 de
la ONU, que es el verdadero objetivo de esta falsa pandemia, asegura que en 10
años la humanidad alcanzará un desarrollo sostenible eliminando la pobreza, el
hambre y las desigualdades sociales. También asegura que salvarán el clima, los
bosques, los océanos y que habrá sanidad y educación para todos.
¡Maravilloso!
¿Verdad? Además, ¿quién “en su sano juicio” puede estar en contra de esta
Agenda tan benévola para la humanidad?
Ahora seamos
realistas. Una UTOPÍA (sí, lo pongo en mayúsculas) como esta tiene un precio: ponernos
nosotros mismos las cadenas y acabar con gran parte de la población mundial. Porque,
vamos a ver: ¿alguien cree que se puede alfabetizar y sacar de la pobreza a más
de 3.000 millones de personas en 10 años en un mundo como este? Evidentemente,
eliminándolos sí.