No hay una frase que defina mejor el mundo en que vivimos que la que escribió Ramón de Campoamor en su famoso poema “Las dos linternas”: “En
este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del
cristal con que se mira”. Evidentemente, así es.
No ha habido época en la historia de la humanidad en que no se haya
dicho que las diferencias entre algunos de los distintos pueblos que habitan el
planeta son insalvables. Sin embargo, diferencia, lo que se dice diferencia entre
los seres humanos, no hay. Porque vamos a ver, ¿qué diferencia hay entre un
coreano del norte y un coreano del sur? Quitando el grado de libertad, por
razones obvias, ninguna, ya que morfológicamente son iguales: individuos inteligentes
de la misma raza y especie. Entonces, ¿qué es lo que hace insalvable las diferencias
entre estos dos pueblos? Sus respectivas creencias. Nada más.
Desde siempre el poder ha tenido sumido al pueblo en una serie de
creencias -concebidas por el mismo poder, naturalmente- para mantenerle controlado.
Sin estas creencias le sería imposible doblegar a una masa de individuos que le
supera en número en una proporción desorbitada. Es de esta manera como se ha
conseguido la sumisión total de las masas y no por la fuerza.
Nos guste o no, las creencias se han vuelto imprescindibles para
nuestra comprensión del mundo que nos rodea y para nuestra vida cotidiana. De
por sí, actuamos en función de nuestras creencias, dado que influyen de una
manera radical en nuestra identidad, motivación, bienestar emocional y
pertenencia social. Al final, las creencias nos han convertido en lo que somos.
Evidentemente, lo que acabo de exponer es bien sabido por el poder y lo
utiliza constantemente. O si no, ¿cómo crees que nos maneja nuestro gobierno?
Pues a través de nuestras creencias, naturalmente.
Dicho esto, cualquiera que no sea demasiado imbécil se habrá dado
cuenta de que ahora se está “reeducando” a la población con toda una sarta de
nuevas creencias (ideología de género, cambio climático antropogénico, etc.).
Y, ¿para qué se está reeducando a la gente, te preguntarás? Indudablemente,
para que acepte el Nuevo Orden Mundial orwelliano que ya está en marcha.
El
público, en general, no está prestando
atención –entre otras cosas porque no se lo cuentan los medios de comunicación-
a una importantísima reunión de la ONU, “La Cumbre del Futuro”, que se
celebrará en septiembre de 2024. En esa reunión se quiere implementar una serie
de reformas en la estructura de la ONU, para darle todo el poder en el caso de
cualquier emergencia climática, sanitaria, económica, geopolítica, ambiental,
etc.
Lo que se pretende, en definitiva, es dar el último paso -después de
que sea aprobado el nuevo Reglamento Sanitario Internacional de la OMS- para que
la ONU se convierta de facto en el único Gobierno Mundial.
Cuando esto se produzca, el Secretario General de la ONU tendrá todo el
poder para declarar una crisis –la que sea- y someter al mundo entero a lo que
considere oportuno para supuestamente paliar dicha crisis que, obviamente,
podría ser indefinida. Esto significa que la ONU tendrá el control sobre las
personas y sus bienes a lo largo y ancho del planeta. Y aunque a algunos les
cueste creerlo, todo parece indicar que llegará pronto.
Puede que haya gente que piense que no es tan grave tener un único
Gobierno Mundial. Sin embargo, ya hemos visto, a través de la historia, lo que
significa concentrar el poder.
La idea de matar a millones de personas no es nueva para los maniacos que
dominan el mundo, lo han hecho muchas veces. La última durante la falsa
pandemia. En este caso utilizaron una nueva estrategia. Establecieron un
escenario para reducir la fuerza laboral activa de los países. Al enfermarnos, o
simplemente decirnos que no
podíamos ir a trabajar porque no dábamos negativo en una prueba PCR, el
resultado fue “menos de todo”: menos médicos, menos trabajadores de servicios
públicos, menos trabajadores de la industria alimentaria, menos repartidores,
etc.
A consecuencia, vimos como los supermercados sufrían una gran escasez
de suministros, ya que los alimentos no se pudieron procesar, envasar, entregar
y poner en los estantes. En definitiva, al reducir la fuerza laboral
básicamente se empobreció y arruinó a millones de personas, abocándolas a una
vida de miseria que, en algunos casos, llegaron a provocarles la muerte.
El arma más mortífera del mundo para acabar con las personas son las
hambrunas controladas. Aquellos que son atacados con este arma no pueden defenderse.
No importa lo bien armados que estén, no pueden combatir una hambruna. Además,
los perpetradores no necesitan utilizar ejércitos ni bombas ni precisan de la destrucción
de infraestructuras. Y lo más importante, es que no tarda mucho tiempo en hacer
efecto.
Cualquiera que piense que las hambrunas no se pueden evitar es que es
un ingenuo de tomo y lomo. No tiene más que hacerse la siguiente pregunta: ¿cómo
se puede pagar 1.000 millones de euros por la clausula de rescisión del
contrato de un futbolista y, sin embargo, no haya dinero para dar de comer a la
población? Algo no cuadra, ¿verdad?
Pero volvamos a la ONU. La ONU ha dicho hasta la saciedad que somos
demasiados, que ocupamos mucho espacio, que consumimos cuantiosos recursos, y
que, por lo tanto, debemos reducir drásticamente la población. Y no sólo lo
dice, sino que, además, ha creado una agencia dedicada a esto, llamada Fondo de
Población de las Naciones Unidas.
Dicha agencia utilizará, evidentemente, todas las herramientas a su
alcance (guerras, hambrunas, pandemias, crisis económicas, energéticas, etc.)
para ir reduciendo paulatinamente la población. Sin embargo, la manipulación persistente
de las masas, frustrado constantemente sus aspiraciones, esperanzas y sometiéndolas
a miedos infundados a través de las creencias, han sido más efectivas a la hora
de crear una sociedad anodina con la que hacer lo que les dé la gana. De hecho,
hicieron que acudiera voluntariamente a su propia ejecución durante la falsa
pandemia, donde convencieron a la gente para que se inoculase un veneno del que
nadie se hizo responsable.
Estamos a un paso del control tiránico total de la humanidad. El Nuevo Orden
Mundial ha dejado de ser una teoría de la conspiración para convertirse en una
conspiración real. Ya ha llegado, ¡vaya si ha llegado! ¿O es que no has visto
cómo nos toma por imbéciles nuestro Presidente de Gobierno? En fin, sin
comentarios.