domingo, 30 de junio de 2024

¿QUIERE LA PLUTOCRACIA UNA TERCERA GUERRA MUNDIAL?

La gente, en general, no cree que el conflicto de Ucrania vaya a desembocar en la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, yo no lo tengo tan claro. Y no lo tengo claro, porque tampoco nadie hubiera creído -si se lo hubieran dicho- que iban a parar el mundo y encerrarnos a todos en nuestras casas con la excusa de un “virus volador”. Si recuerdas, la paranoia llegó a tal punto que, aparte de todas las locuras habidas y por haber (toques de queda, uso obligatorio de mascarillas, pasaporte de vacunación, etc.), lograron convencer a la gente para que se distanciase de su propia familia. Y, para rizar el rizo, le dijeron que el único remedio era una “vacuna” que ni inmunizaba ni protegía de ser contagiado. ¡Increíble! ¿Verdad? Parece una fantástica teoría de la conspiración si no fuera porque lo hemos vivido.

Desde siempre el mundo ha sido gobernado por la peor calaña y ahora no es diferente.

En los últimos tiempos, el imperialismo anglosajón (léase RU y EEUU) se ha convertido en el más violento y sangriento del planeta. Sus masacres, a lo largo y ancho del globo terráqueo, han acabado con la vida de millones de personas. Desde las muertes ocasionadas por el colonialismo británico durante más de 200 años en la India, pasando por las guerras de opio en China, el genocidio maorí en Nueva Zelanda, la ejecución en masa de nativos americanos, las dos bombas atómicas lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, más las guerras de Vietnam, Corea, Afganistán, Irak, Libia, Somalia, Siria, etc. se han cargado nada más y nada menos que a 350 millones de personas.   

Este es el balance del genocidio orquestado por los anglosajones, desde la creación de su imperio hasta nuestros días, con el único objetivo de saquear las riquezas del planeta. Lo demuestra claramente la demencia de sus líderes, que no ha cambiado nada desde entonces. De por sí, la familia real británica sigue estando a la cabeza de este imperio asesino, con la inestimable ayuda de la City de Londres, Wall Street, el complejo industrial-militar estadounidense, las altas finanzas internacionales y los servicios secretos como la CIA o el MI6.

Ahora, el plan que se viene desarrollando desde hace más de un siglo, para establecer el poder de las altas finanzas anglosajonas en el mundo, está en periodo de renovación.

Según auguran todos los analistas, la gigantesca pirámide Ponzi, en que se ha convertido la deuda, no tiene otra salida que una Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, esa Tercera Guerra Mundial no tendría que ser necesariamente como la primera o la segunda. Podría ser nuclear, evidentemente. Pero también biológica, de IA, tecnológica, psicotrónica, económica o basada en el hambre y la miseria.

Lo que está claro, es que la Tercera Guerra Mundial, en la que tal vez ya estemos inmersos, será tramada y diseñada por esa panda de oligarcas desalmados para satisfacer sus más oscuros deseos.

Es muy probable que la Tercera Guerra Mundial consista en todo lo que tenemos hoy en día: una población estúpida como nunca en la historia de la humanidad, destrucción económica deliberada, nuevas enfermedades que proliferan como setas, más de 50 conflictos bélicos activos, elecciones amañadas en todos los países democráticos, división visceral de la población, fomento continuo del odio, vigilancia masiva mediante reconocimiento facial y sistema de crédito social, cambio climático antropogénico, pandemias, dinero digital, códigos QR, tropecientas orientaciones sexuales, educación paupérrima, vacunas, veneno en los alimentos, deuda pública desorbitada, migración masiva provocada y un larguísimo etcétera.

Pero vayamos al conflicto bélico que actualmente más nos preocupa. Me refiero, obviamente, a la guerra entre Ucrania y Rusia que, no nos dejemos engañar, es una confrontación encubierta OTAN-Rusia. Evidentemente, existe la posibilidad, cada vez mayor, de que se convierta en un conflicto más amplio, dado que la UE, con Macron a la cabeza, está haciendo todo lo posible para que así sea. Si, como pretende la UE, Ucrania utiliza armamento de la OTAN para atacar dentro de su territorio a Rusia, Putin ya advirtió que entonces involucrará armas nucleares, donde el número de muertos aumentaría de una manera exponencial. ¿Es eso lo que se pretende?  

La UE se ha convertido en un esperpento político-mediático que lo único que genera es la indignación de sus propios ciudadanos. No ha habido ni un solo debate sobre la injerencia de la UE en esta guerra. La decisión de enviar dinero y armamento a Ucrania se ha tomado sin la consideración de la ciudadanía, y esto es muy grave. Por eso es importantísimo dejar de apoyar a esta hipócrita UE, que está arruinando nuestra economía deliberadamente. Aunque, sinceramente, creo que tiene los días contados y, al final, le ocurrirá lo mismo que a la Unión Soviética.

Si lo piensas, son sorprendentes los paralelismos que existen entre la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS) y la Unión Europea (UE).

Veamos:

-La URSS tenía una especie de parlamento, el Sóviet Supremo, que ni pinchaba ni cortaba. Lo mismo ocurre con el Parlamento Europeo, compuesto por 720 parlamentarios, donde el tiempo de palabra está tan limitado que no hay manera de debatir nada.

-Los que verdaderamente tomaban las decisiones en la URSS no llegaban a veinte personas no electas. Bueno, pues lo mismo ocurre en la UE, que está gobernada por 27 personas que se reúnen a puerta cerrada y no responden ante nadie.

-También comparten los mismos objetivos: el objetivo de la URSS era crear una nueva entidad histórica, el pueblo soviético. El de la UE el mismo.

En definitiva, La UE es el viejo modelo soviético con alguna pincelada occidental. Sin embargo, al igual que la URSS, tiene todas las papeletas para desaparecer de un momento a otro. Lo triste, es que cuando fracase, que fracasará (no tenemos más que ver los resultados de las últimas elecciones al Parlamento Europeo), dejará tras de sí una inmensa destrucción y gigantescos problemas económicos, étnicos y sociales. Eso si antes no se la lleva por delante una más que posible guerra con Rusia, donde actores como China o EEUU no tendrían más remedio que intervenir, dando paso a la Tercera Guerra Mundial y al exterminio de una cantidad ingente de personas.

¿Es esto lo que busca la plutocracia globalista? Porque si no lo es, está poniendo mucho empeño en que así sea. De hecho, uno de sus hombres más obedientes, Emmanuel Macron, está, erre que erre, elevando el tono: pretende enviar tropas a Ucrania y no descarta el uso de armamento nuclear contra Rusia. Evidentemente, una actuación así, por parte de Francia, implicaría de inmediato en el conflicto a la OTAN, con la más que segura iniciación de la Tercera Guerra Mundial.

Es inconcebible que los humanos seamos tan irresponsables. ¿Cómo podemos millones de hombres y mujeres entregarnos al capricho de unos plutócratas, que en un momento de euforia o frustración son capaces de destrozarlo todo? Es una aberración monstruosa.

No debemos dejarnos engañar con cantos de sirena, con patriotismo barato y con toda esa retahíla de buenos y malos. Si quieren una Tercera Guerra Mundial, que vayan ellos a luchar. Ni una sola gota de sangre del pueblo se debería derramar por satisfacer los caprichos de la demente plutocracia y toda la caterva que le sigue la corriente.

¿Pero qué le pasa a la gente? ¿No se da cuenta de que sin soldaditos no hay guerra que valga? Nadie debería enrolarse en ningún ejército. Sólo así acabaríamos con tanta guerra inútil. Porque, al final, las guerras son suyas, no nuestras: ellos se odian, desde el butacón del salón de su mansión, y nosotros nos matamos en los campos de batalla. Por su parte es de genios, la verdad, y de una estupidez supina por la nuestra.

Evidentemente, lo ideal sería que si son ellos los que se odian luchen y se maten entre ellos. Sin embargo, eso nunca va a pasar, es pura utopía, ya que esta gente tiene el control del mundo y, naturalmente, dispone de los mecanismos necesarios para hacer con nosotros lo que les dé la gana. Y si quieren que nos matemos en una Tercera Guerra Mundial, pues nos mataremos. Así de simple. 

jueves, 20 de junio de 2024

UN SISTEMA DISEÑADO POR Y PARA EL LUCRO DE UNOS POCOS “TÍOS LISTOS”

¿Quiénes son las personas que ostentan el poder en el mundo? ¿Son las más sabias? No, los sabios no tienen tiempo para ejercer el poder. ¿Son las más buenas y generosas? Tampoco, las personas buenas y generosas no ansían el poder. Entonces, ¿quiénes son? Evidentemente, son las personas más ambiciosas, ruines y malvadas, que han creado este sistema a su imagen y semejanza.

Todas nuestras actividades han sido diseñadas únicamente para el lucro de unos cuantos “tíos listos” -conocidos como la élite- y no para contribuir al bienestar de la humanidad. Naturalmente, esos “tíos listos” no son las personas más inteligentes y bondadosas del planeta, sino todo lo contrario. Pero la gente lo entiende justo al revés de cómo es. Cree, por ejemplo, que los líderes de los partidos políticos son los mejores. Sin embargo, un político no se hace con el liderazgo de su partido por sabiduría o bondad, sino porque está dispuesto a pisotear a cualquiera que se interponga en su camino. Y esto es extrapolable a cualquier otro ámbito de este sistema corrupto.

Nuestro sistema, en general, valora a las personas bajo una máxima: “tanto tienes, tanto vales”. Y eso es así, porque el único parámetro utilizado para valorar el “éxito” del ser humano es el dinero. Dinero, por otra parte, que es creado por los “tíos listos” de la nada, no está respaldado por nada y le dan o le quitan valor a su conveniencia.

El principio que mueve al mundo es “obtener el máximo beneficio financiero y en el plazo más corto posible”. Todo está supeditado a esto. De hecho, las políticas aplicadas en las últimas décadas están basadas en la hegemonía de las finanzas sobre los demás ámbitos en los que se desarrolla la acción humana. Esta es la única realidad.

Este sistema ha conseguido convertir el planeta en una mercancía y es el responsable de las actuales crisis artificiales. Crisis, que no son producto de una casualidad, sino el resultado de una “lógica” que, basada en el máximo beneficio para unos pocos, ha agrandado la brecha entre pobres y ricos, está esquilmando los recursos naturales a una velocidad de vértigo, ha precarizado el trabajo y los salarios y ha recortado los derechos sociales conseguidos con tanto esfuerzo por los trabajadores del mundo en los últimos 100 años.

Es un sistema diseñado únicamente para generar dinero. La política genera dinero al igual que la industria, la tecnología, la competitividad, la guerra, la enfermedad, la información, la propaganda y el miedo. Pero sobre todo genera dinero el hacer creer a la gente que necesita más de lo que realmente necesita.

Por desgracia, el mundo nunca vivirá en paz y armonía mientras la guerra sea un gran negocio. Tampoco estará más sano mientras la enfermedad sea más rentable que la salud. Y seguirá gobernado por tiranos, mientras nuestra sumisión siga generando pingües beneficios. Por lo tanto, no se puede avanzar hacia la paz y la armonía de la sociedad sin desterrar de nuestras vidas el dinero y todo lo que representa.

Y ahora la pregunta del millón: ¿sabemos realmente quién maneja los hilos del sistema en que vivimos? Carrol Quigley lo describe así en su libro “Tragedia y Esperanza”: “La red que mueve los hilos del mundo está formada por banqueros y capitalistas internacionales (los “tíos listos”); es decir, el alto mundo de las finanzas. Reúnen a su alrededor un ejército de científicos, tecnócratas, políticos y demás agentes marioneta para hacer desde las sombras su alta política. Están interesados en promover el endeudamiento de los gobiernos. Cuanta más alta sea la deuda, más caros serán los intereses. Pero además pueden exigir al presidente de turno privilegios fiscales, monopolios de servicios o contratos de obras. Si este no acepta, provocarán su caída, promoviendo disturbios y huelgas que, al empobrecer a la Nación, les obliga a claudicar ante lo que piden.

Obviamente, Carrol Quigley hace un resumen muy acertado de la situación, pero el mejor ejemplo de cómo funciona el mundo, y el papel insignificante del “populacho”, lo hemos vivido recientemente durante la falsa pandemia.

Los hechos ocurrieron de la siguiente manera:

Los “tíos listos” encargaron a sus instituciones supranacionales (OMS, FEM, CFR,…) que idearan un plan para someter a toda la población mundial a un experimento nunca antes visto (la inoculación de “algo” a toda la humanidad). Efectivamente, desarrollaron el plan durante el “Evento 201”, en octubre de 2019. Después, estas instituciones supranacionales dieron las órdenes pertinentes y los protocolos a seguir a los políticos paniaguados que ocupan los gobiernos de cada país. Pocos meses después ya sabemos todos lo que pasó.

Lo único que sacamos en claro durante el periodo pandémico, fue que todos los partidos políticos, absolutamente todos, no son más que meros actores peleles representando su papel. Lo paradójico, es que algunos de ellos ni siquiera saben que están siendo utilizados por el poder global del dinero.

Que yo recuerde, en España ningún partido político se opuso a la sinrazón de la falsa pandemia, ninguno. Y de la misma manera que se utilizó a la izquierda para implementar todas y cada una de las normas dictatoriales más absurdas, también, más tarde, se utilizó –y se sigue utilizando- a la llamada extrema derecha para descalificar a los verdaderos disidentes, metiéndoles en el mismo saco. 

Desde hace décadas, una red global de instituciones público-privadas ha asumido unilateralmente el mandato de la gobernanza mundial sin que nos hayamos percatado de ello. Bajo su administración se está transformando el sistema social, sanitario, económico, monetario y financiero internacional con tres grandes propósitos: reducir drásticamente la población mundial, concentrar aún más la riqueza y aumentar de una forma enfermiza el control sobre la población.

Lo verdaderamente aterrador, es que disponen de los medios y la tecnología adecuada para hacerlo. Les hemos dejado acumular tal cantidad de dinero, que pueden comprar países enteros. Con su inagotable riqueza, han organizado y compartimentado de tal manera la sociedad que lo tienen todo bajo control.

Esta mafia global lo único que quiere es la consolidación de su riqueza y poder: a corto plazo, obteniendo beneficio financiero inmediato; a medio plazo, creando futuras ventajas financieras; y, a largo plazo, estableciendo las condiciones sociales que les beneficie en las próximas décadas. Porque, al final, siempre se trata de dinero, ya que en este criminal sistema el dinero es poder.

Si la mayoría de la gente no sabe nada del Club Bilderberg, del Consejo de Relaciones Exteriores, del Comité de los 300, del Club de Roma y de la Masonería. Si tampoco conoce a los Rothschild, Morgan, Warburg, Rockefeller, Lazard, Kuhn Loeb o los Carnegie. Si no ha oído hablar de BlackRok, Wanguard Group, Charles Schwab, State Street y JP Morgan, y no entiende realmente cuál es el cometido de la ONU, la OMS, el FEM, la OTAN o el FMI es que no sabe realmente nada del mundo en el que vive. Esta gente, por desgracia, sólo conoce a sus amos más cercanos, los políticos. Por cierto, una estirpe cada vez más estúpida, mediocre e ignorante. De ahí que la decadencia del ser humano se perciba claramente en que cada vez somos engañados por personas más incompetentes.

Evidentemente, nosotros nunca vamos a tener acceso a toda esa vasta red de organizaciones supranacionales que manejan los “tíos listos”. Sin embargo, esas organizaciones sólo dan las órdenes a sus esbirros, los políticos, que son los encargados hacerlas cumplir. Por lo tanto, los que nos están jodiendo la vida no son las organizaciones supranacionales, sino los políticos. Y sobre los políticos sí podemos influir. Pero no de la manera que nos han enseñado, a través del voto. Eso es falso. El único voto útil es el que nunca entra en una urna.

¿Te has parado a pensar que esos políticos comparten ciudades, barrios y bloques de vivienda con nosotros? Por consiguiente, podemos actuar sobre el concejal de nuestro Ayuntamiento que vive en el piso 4º-C de nuestro bloque. Eso sí podemos hacerlo. Entonces, ¿por qué no lo hacemos? Buena pregunta, ¿verdad?

Está claro que si aún hay alguna esperanza de cambiar el curso de las cosas no es otra que la de impulsar una desobediencia civil global en contra de este sistema criminal y toda la caterva de esbirros y “tíos listos” que lo dirigen. ¿Seremos capaces de hacerlo? Aunque la pregunta correcta sería: ¿crees que la gente siquiera se lo plantea? 

lunes, 10 de junio de 2024

ATRAPADOS EN UN MAREMÁGNUM DE ESTÚPIDAS LEYES

Según Diego Sánchez de la Cruz (investigador asociado del Instituto de Estudios Económicos y profesor asociado en la UCJC), en España hay en vigor unas 100.000 leyes y normas de todo tipo. Eso supone alrededor de un millón de páginas que todo ciudadano debería leer y conocer, ya que, según la propia ley, el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento y, por lo tanto, de la sanción o pena que ello conlleve. Esto, se mire por donde se mire, es un disparate que, para más inri, lejos de disminuir sigue creciendo a un ritmo vertiginoso.

Pero lo peor de todo no es que el conocimiento de tantas leyes sea inabarcable para cualquier ciudadano, sino el coste que esto representa. En un informe, que publicó la CEOE en 2011, se cifraba en 45.000 millones de euros el coste de esta monumental maraña legislativa.

Evidentemente, todas estas normas afectan a la vida cotidiana de los ciudadanos. Impuestos, energía, transporte, alimentos, medicinas, vivienda, trabajo y un larguísimo etcétera están regulados por alguna o varias leyes.

Este exceso de leyes no es sólo un problema de España, sino también del resto del mundo. Además, si a España le sumamos la burocracia europea, que aprueba unas 3.100 normas jurídicas al año, lo que tenemos es un galimatías inmenso de leyes y más leyes que vuelve loco a cualquiera.

Estamos atrapados en una espiral de demasiadas leyes, demasiado gobierno, demasiadas instituciones y demasiadas fuerzas armadas, lo que implica muy poca libertad.

Lo que tenemos ante nosotros es una cleptocracia que nos va ahogando más y más cada día. Indudablemente, toda la culpa es nuestra por ceder nuestra libertad a cambio de una supuesta seguridad que, paradójicamente, nunca llega. De hecho, hemos confiado ciegamente en el gobierno para que nos librara de cosas como el terrorismo, la “pandemia” o la inmigración ilegal masiva. Sin embargo, ni estamos más seguros y saludables que antes y tampoco han dejado de llegar pateras a nuestras costas. Eso sí, como hemos podido comprobar, se han promulgado nuevas leyes restringido aún más nuestra ya maltrecha libertad.

Hoy en día son tantas las leyes en vigor que es imposible que haya alguien que no incumpla ninguna. Según las estadísticas, el ciudadano medio comete, sin saberlo, al menos 10 delitos leves y 2 delitos graves al día debido a la sobreabundancia de leyes. Por lo tanto, en una sociedad así está claro que todos somos “delincuentes” en potencia.

Este problema de exceso de regulación se ha vuelto insostenible, dado que, como dijo alguien muy ingenioso, hemos llegado a un punto donde todo está prohibido, es ilegal o engorda. De por sí, hay tantas leyes que ni siquiera los encargados de hacerlas cumplir las conocen todas.

El acoso, intimidación y amedrentamiento que las leyes ejercen sobre nosotros hace que estemos excesivamente regulados, hasta tal punto que se nos considera incapaces de manejarnos sin ellas.

Sin embargo, nada de eso es cierto. Ni necesitamos leyes ni es relevante tener un gobierno para vivir en paz y armonía. Hay alternativas, y una de ellas es el autogobierno.

Una sociedad con autogobierno, es aquella en la que los ciudadanos participan directamente en la toma de decisiones sin la intermediación de un gobierno centralizado o una autoridad externa. Este modelo de organización social se basa en principios de democracia directa, participación equitativa y autonomía.

En una sociedad autogestionada, los ciudadanos tienen el poder de decidir directamente sobre los asuntos que les afectan, en lugar de delegar estas decisiones a representantes electos. La toma de decisiones está distribuida entre comunidades locales y no concentradas en un solo ente central. Y, por supuesto, todos los miembros de la sociedad tienen igual oportunidad de participar en la toma de decisiones.

Pero lo más importante de una comunidad autogobernada, es que organiza y gestiona sus propios recursos, su sistema de producción y su propia red de servicios. Esto incluye desde la producción de alimentos hasta la educación y la sanidad.

Evidentemente, una sociedad así requiere de un sistema educativo de calidad, donde se fomente el respeto, la participación activa, la colaboración y el pensamiento crítico, preparando a los ciudadanos para ser miembros activos y comprometidos con la comunidad.

¿Difícil? Pues claro. Sin embargo, hay ejemplos históricos y contemporáneos como la Comuna de París de 1871, donde los parisinos intentaron gestionar la ciudad de manera autónoma, aunque sólo duró dos meses. O el Movimiento Zapatista en Chiapas, México, donde los Zapatistas han establecido formas de autogobierno en varias comunidades basadas en principios de autonomía y democracia directa. O el de Rojava, en el Norte de Siria, donde se ha implementado un sistema de autogobierno basado en la democracia directa.

Dicho esto, queda claro que una sociedad autogestionada ofrece un modelo alternativo a las formas tradicionales de gobierno. Pero, ¿alguien a estas alturas piensa que los dueños del mundo van a consentir una cosa así? Puede que en casos aislados (como los que acabo de citar) de comunidades muy pequeñas y sin interés económico para ellos. Pero aplicarlo a países o continentes enteros no lo creo. Y no lo creo, porque, entre otras cosas, la gente no quiere, ya que está tan acostumbrada a estar sometida a las estúpidas leyes del poder que no concibe una vida en libertad.

Todas esas maldades que se le achacan sistemáticamente al ser humano no han sido más que la excusa perfecta para la implementación de leyes y más leyes, por parte del poder, para acabar con la libertad del hombre. Sin embargo, las personas no son malas por naturaleza. Tiene sus cosas, claro que sí, pero, en general, son inteligentes, emprendedoras, sociables y generosas. El problema está en el sistema que unos cuantos maniacos llevan imponiéndonos desde tiempos inmemoriales. Sistema, por otra parte, que no es más que el producto de la codicia de unos pocos. Por eso es importantísimo hacer ver a la gente que mientras legitime este sistema con su voto más y más leyes se irán promulgando para seguir esclavizándonos.

Para terminar, una dosis de realidad. Ayer en las elecciones al Parlamento Europeo en España hubo una abstención del 50,8%. Eso quiere decir que los ciudadanos de este país dijeron mayoritariamente NO a la UE. ¿Crees que los políticos lo van a tener en cuenta? Pues claro que no.

¡Señores! ¿Cuándo vamos a espabilar?