Cada día el dinero generado por la actividad
económica real tiende a disminuir, mientras que los activos financieros tienden
a aumentar. Actualmente esta proporción es del orden de 50 a 1; o lo que es lo mismo:
por cada Euro, Dólar, etc. originado por la economía real, hay 50 euros,
dólares, etc., originados por la economía financiera, que son simplemente humo;
vamos, que no existen. Pero este dinero inventado, y sustentado únicamente en
la “fe”, es aceptado por los mercados y amparado por el sistema financiero,
dueño y señor de los actuales estados nación.
Los llamados “mercados” han pasado de ser
controlados por personas a ser controlados por máquinas. Todos recordamos como
se hundieron las bolsas en prácticamente todo el mundo nada más anunciar el
resultado del Brexit, sin que hubiese cambiado nada. Pues bien, esto se produjo
porque los ordenadores, que actualmente controlan los mercados, basan sus
decisiones en algoritmos, y una de las muchas variables que utilizan son cosas
como el referéndum británico, atentados terroristas, resultados electorales, y
un larguísimo etc., para hacer sus transacciones de alta frecuencia cada
milisegundo.
Como es de suponer, esta tendencia no puede
seguir así indefinidamente, ya que llegará el día en que nadie quiera producir
nada: por ejemplo, naranjas; puesto que será más rentable invertir en un
derivado financiero, cuyo activo subyacente sean las naranjas, que producir las
mismas naranjas.
El actual escenario ha propiciado que la concentración
de la riqueza resida únicamente en manos del 1% de la población mundial; que se
esté destruyendo a la clase media; y que se acelere el empobrecimiento brutal
de las capas más bajas de la sociedad.
La “excelente idea” de la política neoliberal
de bajar los sueldos a las clases medias, congelar de por vida las pensiones y retirar
las ayudas sociales a dependientes y parados, en aras a mejorar la
competitividad, está teniendo sus consecuencias. Y la consecuencia, como no
podría ser de otra manera, es la caída brusca del consumo. Así que cuando se
termine de esquilmar por completo al consumidor, y esa minoría, que se ha
enriquecido gracias a toda esa serie de recortes, acabe con la gallina de los
huevos de oro, entonces puede que veamos el final del capitalismo.
A esta situación se ha llegado debido al
atontamiento global de la población, que traga y asume todo lo que le echen,
gracias a los medios de comunicación de masas –fundamentalmente la televisión-
que, con el contenido infantiloide y manipulador de sus parrillas, ha anulado
por completo el pensamiento crítico de la gente.
Hoy en día todo está controlado por quien
domina la información. Con una única red IP a nivel mundial y el conocimiento
de la información, asociada a aplicaciones tales como Facebook, Twitter,
Linkedin, Gmail, Hotmail, WhatsApp,….., que todos usamos gratuitamente (por
cierto, curioso en un mundo que se paga hasta por el agua) hace que realmente estemos
a su merced.
De esta manera nos han creado falsas
necesidades –haciendo de lo innecesario necesario- con el fin de tenernos distraídos
consumiendo compulsivamente.
Y yo me pregunto: ¿hasta cuándo ese 1% va a
poder seguir “sujetando”; o lo que es lo mismo: engañando, manipulando y
estafando a ese 99% restante?
El impacto de la crisis que se espera será tan
fuerte, que irremisiblemente se producirán cambios drásticos en nuestro actual
modo de vida. La próxima crisis financiera global seguramente ya ha empezado y
conllevará graves consecuencias, fundamentalmente a los países más
desarrollados, como estamos empezando a ver. Probablemente, entre otras cosas,
desaparecerán muchas de las viejas instituciones aun existentes, y es casi
seguro que se lleve por delante a las actuales democracias, con sus partidos
políticos y gobiernos corruptos.
Los países más desarrollados, con EEUU a la
cabeza, serán los que van a pagar más caro las consecuencias de su codicia y
estupidez. Es de esperar que entremos en un periodo en el que la gente, los
países y las sociedades que producen bienes reales, van a ser los que tendrán
más posibilidades de futuro. El resto lo pasará mal. En este contexto
prosperarán más las naciones que estén menos contaminadas, financieramente
hablando.
Ya sé que se viene diciendo, desde hace tiempo,
que la economía mundial colapsará y nunca sucede. A lo más se producen
cíclicamente crisis sistémicas, que son capeadas sin mayores consecuencias. Pero
los indicadores económicos que estamos viendo en los últimos tiempos, nada
tiene que ver con otros de épocas anteriores y son un fiel reflejo del
inevitable colapso que está por llegar. La acumulación masiva de la deuda; la
inyección de dinero a diestro y siniestro en los mercados; y, lo más importante,
la expansión de derivados (desde los 500 billones de dólares en 2.008 hasta
1.200 billones en 2.016 y creciendo) son pruebas irrefutables de que algo va a
pasar.
Pero este colapso, bajo mi punto de vista, es
lo mejor que nos puede suceder. Es la única manera de que la población salga de
su letargo y reaccione ante la gran estafa a la que estamos siendo sometidos
desde los orígenes de la llamada civilización (que tan poco es tanto)
O nos libramos de una vez por todas de la
esclavitud a la que nos tiene sometido el sistema financiero -por supuesto,
incluyendo a las personas que lo controlan y están detrás de él- o después de
este colapso la élite mundial volverá a tomar posiciones y retomará la
situación anterior.
¿Y cómo podemos librarnos de esta situación?
Lo primero de todo es ser consciente del poder
real que tiene el sistema financiero, que es prácticamente omnímodo. Intentar
luchar contra él de forma individual sería un suicidio. Tampoco sería de gran
utilidad el formar asociaciones o algún tipo de “resistencia” internacional (se
ha intentado sin éxito) para hacerle frente, ya que el sistema financiero;
mejor dicho, el reducido número de personas que está detrás de él, posee todos
los mecanismos de control: controla a los estados nación; a los políticos; a los medios de
comunicación; al poder judicial y, por supuesto, a la policía y los ejércitos.
Hoy por hoy, la mejor manera de luchar contra
ellos, bajo mi punto de vista, es parar la globalización y volver a recuperar
los estados nación.
Creo firmemente que la única forma efectiva de
lucha o resistencia contra el neoliberalismo, que se lleva imponiendo -sobre
todo en occidente- desde hace varias décadas, es volver a los valores naturales
de antaño. Si surgen nuevas fuerzas que planteen una confrontación inteligente
contra la globalización, con unas formas y un lenguaje actualizado, que sea
capaz de aglutinar el pasado, presente y futuro en base a los valores
tradicionales positivos del ser humano -cosa nada fácil, por cierto-, el mundo
tendrá esperanza.
La globalización que se está implementando no
es tal. Es una globalización únicamente de los mercados que excluye a las
personas. Más que una globalización es una conquista de unos pocos hacia el
sometimiento y control del resto. Si recuperásemos los estados nación,
independientes, y fomentásemos un mundo más solidario e igualitario, sólo
entonces podríamos llevar a cabo una globalización, con todo lo que eso significa.
El experimento llevado a cabo en Europa, con
la creación de la UE, ha puesto de manifiesto que sólo se puede globalizar algo
que es igual o parecido: Globalizar Europa no nos ha hecho más iguales; al
contrario, ha agrandado nuestras diferencias.
Actualmente la globalización no ha traído más
que desigualdad, polarización de la riqueza y, para la mayoría, más pobreza.
La globalización ha propiciado:
·
Que el incremento
sustancial del comercio sólo favorezca a los más avanzados, dejando en la
cuneta a los que no cuentan con esos avances.
·
Que la competencia
desorbitada no deje espacio a los minoristas, haciendo que los mayoristas sean
los dueños y señores del comercio internacional.
·
Que la cultura de cada país
esté siendo distorsiona, contamina y en algunos casos aniquilada, ya que la
globalización propicia la pérdida de identidad cultural.
·
Que se esté adsorbiendo a
las economías de los países menos desarrollados –como es el caso de algunos
países latinoamericanos y africanos- invadiéndoles, debilitándoles y forzándoles
a consumir los productos de las multinacionales, puesto que ellos no pueden
competir en igualdad de condiciones.
Bueno. Pues así podríamos seguir enumerando
las desventajas de una globalización tan injusta como la actual, que sólo está
beneficiando a una minoría bien posicionada de la población mundial.
Por supuesto, no se trata de volver a los
regímenes cerrados de antaño. Al contrario. Se trata de construir una nueva
sociedad sobre cimientos sólidos, y para ello lo único que puede salvarnos es
recuperar y desarrollar la conciencia individual. Sólo así dejaremos de ser
meras marionetas manipuladas al antojo del sistema financiero y recobrar
nuestra verdadera libertad.
La única y auténtica lucha que debiera
importarnos es la guerra que el sistema está llevando a cabo contra el concepto
de individuo; o lo que es lo mismo: el intento de anular por completo la
conciencia individual que, por cierto, prácticamente tiene conseguido.
Deberíamos hacer ejercicios tales como ir “contra
corriente” en lo que podamos dentro del sistema, y una de las más efectivas,
siempre desde mi punto de vista, es ir contra la globalización y el sistema
financiero, ya que absolutamente todos somos dependientes del dinero-deuda.
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