En tan solo unos pocos años hemos pasado de
vivir en un mundo real a vivir en un mundo “virtual”, muy diferente al que
vivieron nuestros padres y abuelos.
A estas alturas nadie puede negar que Internet,
y todo lo que rodea a la Red, ha cambiado drásticamente nuestra vida y
modificado la forma de interactuar con el resto del mundo. Sin embargo, esta
herramienta, que se ha ido colando lentamente en nuestras vidas, amén de ser un
invento fantástico puede llegar a complicarlo todo.
De entre todas las facetas que tiene Internet,
hay una que destaca por encima de las demás: las redes sociales.
El poder que las redes sociales han alcanzado
en el mundo es infinitamente superior a la de cualquier imperio conocido hasta
ahora.
Facebook, Twitter, Instagram, LinkedIn, Google
plus, MeetMe, Bebo, Badoo,… y un largo ect., tienen el poder suficiente para
hacernos la vida más sencilla y agradable o, por el contrario, destrozar
nuestra carrera profesional, provocarnos trastornos psíquicos y arruinar
nuestra vida. En definitiva, las redes sociales tienen la capacidad de hacernos
muy felices o muy infelices.
Actualmente la red social por excelencia,
Facebook, cuenta con casi dos mil millones de usuarios en el mundo. El poder
que ha tomado esta red es tan grande que en tan solo unos pocos años (nació en
Harvard en 2004 de la mano de Mark Zuckerberg) ha absorbido un gran número de
actividades en prácticamente todas las facetas de nuestra vida.
Emily Bell, directora del Centro de Periodismo
Digital de la Universidad de Columbia, dijo sobre las redes sociales: "Las
redes sociales no sólo se han tragado al periodismo, sino que lo han engullido
todo. Se han comido campañas políticas, sistemas bancarios, historias
personales, la industria del ocio, el comercio minorista, incluso el Gobierno y
la seguridad".
Esto, dicho así, parece algo enormemente
preocupante. Pero no todo es negativo. Indudablemente las redes sociales han
trastocado todo nuestro paradigma a todos los niveles. Pero también, no es
menos cierto que a través de ellas es factible estar en contacto, en tiempo
real, con personas que se encuentran al otro lado del mundo, además de
colaborar, cooperar y transmitir información a velocidad de vértigo; y eso es
una gran ventaja.
Por otra parte, con la llegada de los
ordenadores cuánticos y la Inteligencia Artificial, en las próximas décadas
veremos avances imposibles de imaginar a día de hoy.
Ya hay científicos que aseguran que todas las
enfermedades serán desterradas de nuestro cuerpo: terminarán siendo tratadas
por la Inteligencia Artificial y la Nanotecnología del mismo modo que si fueran
virus informáticos. Asimismo se asegura que el envejecimiento no es más que una
enfermedad que será solventado: se habla incluso de rejuvenecimiento (ya se
estudia un organismo vivo que lo hace). También se están imprimiendo órganos en
3D con células de nuestro propio cuerpo para evitar rechazo, además de
importantes avances en ingeniería y otras materias.
Y la pregunta es: ¿hará posible la tecnología
la tan anhelada inmortalidad del hombre?
Este apasionante mundo que se nos viene encima
nos ha cogido con el pie cambiado, ya que no es posible vivir en un mundo
tecnológicamente avanzado dentro de nuestro actual sistema de creencias. Religión,
economía, sistema monetario, política, ocio, y un largo etc., se dan de patadas
con esta nueva realidad que nos está invadiendo; de ahí que todo nuestro viejo
paradigma se esté derrumbando.
La humanidad necesita urgentemente alguna
forma de hacer coexistir nuestra condición humana con la de una súper
Inteligencia Artificial, que lo dominará todo, antes de que sea demasiado
tarde. Y digo esto porque este futuro que se avecina ya está aquí y ha venido
para quedarse.
Por supuesto no estamos hablando de cientos de
años, sino de décadas. Seguramente los niños que nacen ahora disfrutarán o
padecerán las consecuencias de estos avances. Probablemente será la primera
generación que no sufrirá enfermedades terminales; que retrasará o eliminara el
envejecimiento y que dispondrá de una inteligencia y conocimiento implantados.
Y la cuestión no es si será posible, sino cuándo será posible.
Pero ¡ojo! Porque una súper Inteligencia
Artificial puede ser extremadamente peligrosa si no está alineada con nuestros
objetivos. Ante ese peligro, toda esta tecnología -que hoy está en manos de
empresas privadas con ánimo de lucro- debería controlarse a nivel mundial para
ser utilizada en beneficio de toda la humanidad y no, como hasta ahora,
únicamente al alcance de unos pocos. Aunque bien es verdad que ese control podría
convertirse en un despotismo, por parte de quien lo ejerza, ya que tenemos la
experiencia de que siempre ha sido así a lo largo de la historia.
Es muy preocupante que en un mundo donde aun
no se han resuelto problemas tan relativamente simples como el hambre, las
guerras y la desigualdad entre ricos y pobres, se de la paradoja de que vaya a
existir una Inteligencia Artificial capaz de generar abundancia ilimitada y
evolucionar prácticamente hasta el infinito.
Porque ¡señores! Esto va tan rápido que no tenemos
tiempo de cambiar nuestro sistema de creencias, que irremediablemente chocará
de frente con un paradigma tecnológico de tal envergadura. Así que, supongo, que sólo aquellos que sean
capaces de adaptarse formarán parte de este “mundo tecnológico”. El resto no sé
cómo lo soportará.
Bueno. Por nuestro bien esperemos que el ser
humano sea capaz de enfrentarse a este nuevo reto -como lo ha venido haciendo
dese el origen de los tiempos- y encuentre una solución medianamente aceptable.
De lo contrario, es muy probable que las máquinas tomen el control.
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