Estamos sometidos a un régimen de mentiras de
tal magnitud, que para entender lo que está pasando debemos asumir que la
realidad es lo contrario de lo que parece.
La mentira se ha hecho sistémica y se ha
institucionalizado en nuestra sociedad moderna. Tan grave es la situación que,
sin darnos cuenta, está condicionando, y de qué manera, nuestras vidas.
Actualmente todo -y cuando digo todo quiero
decir absolutamente todo- gira en torno al beneficio empresarial. Lo que hasta
ahora nos había proporcionado un cierto grado de seguridad, como los contratos
de trabajo indefinidos, amparados por convenios colectivos, y ciertas dosis de
derechos sociales adquiridos durante siglos, se ha venido abajo.
Con la llegada de las multinacionales el
trabajo se ha precarizado. El único objetivo de estas grandes corporaciones no
es otro que el de obtener el máximo beneficio en el menor tiempo posible. Y la
banca no iba a ser menos.
Se dice que los bancos invierten el dinero de
los depositantes en conceder préstamos y ayudar a las empresas. Mentiruscos
gordos ataos con piedras: un sistema bancario sin ningún tipo de regulación hace
lo que le da la gana, y ayudar a empresas y ciudadanos no es precisamente su
cometido.
Ojo al dato. Los grandes bancos, entre ellos
los españoles, disponen de su particular “banco paralelo”.
Sí, has leído bien. No se trata de una ocurrencia
mía, sino de un informe de la Reserva Federal (FED) de 2010, en el que decía
que la crisis financiera la había causado la total desregularización del sistema
bancario.
Un sistema bancario que en las últimas décadas
ha creado un sinfín de “bancos paralelos”. Tal es así, que en las altas
esferas de la banca, esta práctica de esconder activos y dinero se conoce como
el “sistema bancario en la sombra”; o lo que es lo mismo: una especie de clones
de la banca tradicional, pero oculta.
Como es lógico, en un mundo global, como el
actual, las operaciones financieras también se han globalizado. Con la
desregularización, la banca ha colocado inmensas cantidades de papel, sin
soporte alguno, y desconectado de la actividad real de la economía.
El sistema bancario hace tiempo que se tiró al
monte de la especulación, y como la especulación genera muchos beneficios, se
vio en la obligación de ocultarlos. ¿Y dónde los oculta? Pues en los paraísos
fiscales.
Mientras no sean abolidas las sociedades
participadas en los paraísos fiscales, donde, por ejemplo, las grandes empresas
del IBEX-35 tienen el dinero que escapa del control de Hacienda, esto no
cambiará.
El caso más flagrante de España es el del
banco Santander, que tiene un “banco paralelo”, desperdigado por todo el mundo,
mayor todavía que el propio banco. Ah! Y este no figura en sus balances (esto
no lo digo yo, lo dice Josep Manuel Novoa en su libro: El botín de Botín,
donde asegura que en el año 2000, de las 602 sociedades participadas por el
Santander han desaparecido 410 sin dejar rastro, con miles de millones de euros).
Muchos me tildarán de antipatriota por hacer
estas manifestaciones contra un banco español. Pero no seamos ingenuos. El
Santander de español tiene muy poquito: el nombre y poco más.
Los mayores accionistas españoles son la
familia Botín que, según información obrante en la CNMV, en 2011, poseían: D.
Emilio Botín-Sanz de Sautuola y García de los Ríos (0,933 % del Capital
Social); D. Francisco Javier Botín-Sanz Sautuola O'Shea (0,112 %), y Dª. Ana
Patricia Botín-Sanz de Sautuola O'Shea (0,108 %).
Sin embargo, son sólo seis bancos (y ninguno
español) los que poseen el 41,06% de las acciones: Chase Nominees Ltd, 12,51%;
State Street Bank & Trust Co, 9,06%; Bank of New York Mellon, 5,57%;
EC Nominees, 6,91%; Societe Generale, 3,59 %; Caceis Bank, 3,42%. Son bancos
custodios; es decir, intermediarios financieros que se encargan de guardar las
acciones de terceros. Y claro está. Una de las ventajas de contar con el servicio
de un banco custodio es que está garantizado el anonimato.
Evidentemente, si los bancos tienen toda una
infraestructura montada para defraudar a Hacienda y evaporar el dinero de sus
clientes, esa misma infraestructura es utilizada para volatilizar las propias
cuentas del banco.
Pero no ocurre
así para el resto de los mortales.
La fiscalidad que se aplica a los trabajadores nada tiene que
ver con la que se aplica a la banca. Es de risa ver que si Hacienda es capaz de aplicar al “populacho” una
declaración de la renta minuciosa y exhaustiva, de la que no se escapa ni Dios,
en cambio, cuando se trata de la banca, hace agua por los cuatros costados:
vamos que no se entera de la nada.
Ya sabemos -o deberíamos saber- que los bancos
crean dinero de la nada. Con la emisión de productos derivados; es decir,
emisión de deuda que deriva de otra deuda y así sucesivamente, han inundado el
mercado de dinero, amparado en activos irreales que en verdad no valen nada:
papelitos respaldados por otros papelitos.
Por lo tanto, la deuda que soportan los bancos
nadie sabe a ciencia cierta cuál es. Y en un mundo donde la mentira está
institucionalizada, no te puedes creer nada. Así que la deuda de los bancos puede ser (y de hecho es) cientos de veces más
grande que la declarada en sus balances contables.
Naturalmente, toda esta deuda se oculta en
sociedades instrumentales en los paraísos fiscales. Cuando el dinero escondido
supera al que se declara en los balances contables, evidentemente provoca una
distorsión en el sistema. O lo que es lo mismo: el “banco paralelo” pasa a
ser mayor que el banco matriz y este, como ya he dicho, no figura en sus
balances.
Increíble ¿verdad? Pues no lo es. Es tan real
como la vida misma. De esta manera la banca nos roba sistemáticamente, con el beneplácito
de la clase política que hace la vista gorda y mira hacia otro lado. Es
tan grave la situación, que si algún día se quisiera regularizar el sistema
bancario, simplemente estallaría, llevándose por delante toda la economía
mundial.
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