No lo dudes, la supuesta guerra mundial contra el terrorismo
es una farsa.
Cada vez que se produce un atentado terrorista
se pone en marcha la todopoderosa industria “más-media” que, escupiendo y
vomitando imágenes, a diestro y siniestro, de escenas de dolor y muerte, deja a
la población en un estado de letargo, miedo y atontamiento, del que tarda
tiempo en recuperarse.
Los medios de comunicación se empeñan en hacernos creer que el terrorismo es un monstruo de siete cabezas, que viene irremisiblemente
a por nosotros, del que hay que protegerse aun a costa de nuestra ya maltrecha
libertad y privacidad.
Llevamos un tiempo largo hablando sin cesar
del terrorismo islámico. Dicen que quiere destruir nuestra civilización.
Con ese discurso algunos llevan años
justificando todo tipo de tropelías en países como Irak, Afganistán, Libia,
Palestina, Líbano, Siria, etc., y aplicando todo tipo de recortes de libertad y
privacidad, en nuestras sociedades modernas, en aras a nuestra propia
seguridad.
Pero la verdad es que la guerra mundial contra
el terrorismo, liderada por UUEE e Israel, es una gran estafa. Una mentira patológica,
para justificar acciones militares de estos dos países, llevadas a cabo durante
años, únicamente para favorecer la hegemonía de Israel en Oriente Medio y la de
Estados Unidos en el resto del mundo. No hay más.
Porque vamos a ver. ¿Quiénes son los
terroristas? ¿De dónde han salido? ¿Cómo se financian?
Hoy prácticamente todo el terrorismo que nos
preocupa es el proveniente del Estado Islámico (ISIS). Pues bien. El Estado
Islámico no es más que una creación de la Inteligencia de Estados Unidos.
Originalmente ISIS era una entidad afiliada a
Al Qaeda, creada por la inteligencia de Estados Unidos con el apoyo del
MI6 británico y el Mossad de Israel. Esto no lo digo yo. Está documentado y son
declaraciones de exagentes de la CIA, el MI6 y el Mossad.
Osama bin Laden, fundador de Al Qaeda, fue
reclutado por la CIA en 1979 y entrenado en un campo de adiestramiento de
guerrillas financiado por la CIA. Nos han dicho que fue asesinado por un
comando de élite del ejército de los EEUU, pero no hay ni una sola evidencia de
ello. Esto tampoco lo digo yo. Lo dice la propia CIA.
También existen dudas razonables de que Al
Qaeda estuviera detrás de los ataques de las Torres Gemelas. Pero lo que
es seguro, es que ese ataque proporcionó la escusa perfecta para librar guerras
e invadir muchos países codiciados por intereses geopolíticos o económicos.
Por lo tanto, paradójicamente a lo que se
cree, el programa de lucha contra el terrorismo, que promueve EEUU e Israel,
consiste precisamente en todo lo contrario: apoyar a los terroristas.
No seamos inocentes. Los terroristas nunca destruirán
Occidente, como nos cuentan a diario esa panda de mentirosos. Para destruir
occidente nos bastamos nosotros solitos.
La guerra contra el terrorismo se presenta
como un choque de civilizaciones; una guerra de valores y de religiones. Pero
la realidad es que no es más que un plan estratégico para lograr objetivos geopolíticos
y económicos.
¿Tan difícil es de creer que el terrorismo es
un arma utilizada por los poderes fácticos para amedrentar a la población? ¿Es
que nadie lo ve? Simplemente hay que analizar los acontecimientos para llegar a
esa conclusión. Y la conclusión, es que el terrorismo no es más que un invento
del eje USA-Israel para manipular a las masas, a través del miedo y las
emociones, y así conseguir sus objetivos.
Jamás en la historia de la humanidad el hombre
ha dispuesto de tanta cantidad de herramientas de destrucción a su alcance. Así
que no seamos ingenuos. Por más bolardos y maceteros que pongamos en nuestras
calles, si verdaderamente alguien quisiera hacer daño de verdad y exterminar a
millones de personas, hoy cuenta con los medios para hacerlo (no creo necesario
explicar que existe un mercado negro de armas de todo tipo, que incluye misiles
balísticos, armas químicas y nucleares, por no hablar de la capacidad de hacer
daño por otros medios).
El terrorismo no es tan peligroso como se nos
quiere hacer creer. De momento, no genera un daño en vidas humanas lo
suficientemente grande para preocuparnos y alarmarnos, como lo hacen
constantemente los gobiernos y sus voceros medios de comunicación.
Veamos algunos datos que demuestran que el
terrorismo prácticamente no tiene incidencia en nuestras vidas, como sí lo
tienen otras actividades que, sin embargo, pasan de puntillas en los canales de
información:
-La media de muertes en el mundo al año, ocasionadas
por el terrorismo, ronda las 30.000 personas. ¡Ojo al dato! La policía mata
prácticamente al mismo número de
personas al año en todo el mundo.
-La media de muertes, ocasionadas por el
crimen organizado y la delincuencia común, suman más de 500.000 asesinatos al
año.
-Según la Organización Mundial de la Salud, el
tabaco mata al año a más de 5 millones de personas.
-Las enfermedades cardiovasculares, producidas
por el veneno que ingerimos en nuestros alimentos y el estrés producido por
nuestro pésimo estilo de vida, matan a más de 20 millones de personas al año.
-En accidentes de tráfico mueren cada año 2
millones de personas.
-Y para acabar (por no hacer la lista
interminable), el hambre mata diariamente a más de 10.000 niños en todo el
mundo.
Como verás se le da más importancia a 30.000
víctimas producidas por el terrorismo que, por ejemplo, a 500.000 asesinatos
ocasionados por la delincuencia (por hablar sólo de muertes violentas) que, por
cierto, en una materia en la que estamos totalmente desprotegidos.
Actualmente tenemos muchísimas más
posibilidades de ser víctimas de la delincuencia, de un accidente de tráfico o
de sufrir un infarto, que de un ataque terrorista. Sin embargo, no se nos
protege con el mismo afán como supuestamente se nos dice hacerlo contra el
terrorismo.
Después del atentado de Barcelona, se ha
producido una manifestación (como suele ocurrir en estos casos) en homenaje a
las víctimas. Pues bien. Esta manifestación ha sido utilizada por todos los
poderes fácticos a conveniencia para transmitir su propaganda. Las víctimas,
seamos serios, sólo importan a sus allegados. Al resto; o sea, al populacho,
sólo le interesa el morbo, aunque él ni siquiera es consciente de ello. Y no es
consciente, porque ya se encargaron de introducir en su mente, desde la más
tierna infancia, emociones que sustituyeran durante el resto de su vida a un
pensamiento razonado.
Si lo piensas bien, el tiempo que le dedican y
la importancia que le dan los medios de comunicación al terrorismo son desproporcionados.
Porque digo yo. Si los medios de comunicación se tiran 20 días consecutivos
explotando la noticia de un atentado terrorista, que ha causado 16 víctimas
mortales, ¿por qué no le dedican el mismo tiempo al resto de víctimas producidas
por la delincuencia, el tráfico, las enfermedades cardiovasculares o el hambre?
Pues ya te lo digo yo. Porque la gran amenaza
terrorista no es tal. Es una amenaza fabricada a la carta en función de unos
intereses. Es decir, esta amenaza es promocionada por los gobiernos
occidentales, y los medios de comunicación, con el fin de crear una atmósfera
de miedo e intimidación que promueva que sean los mismos ciudadanos los que
demanden anular las libertades civiles y la instalación de un estado policial,
que en definitiva es su finalidad.
O si no, ¿por qué nunca son objetivos
terroristas las élites que realmente detentan el poder, léase el club
Bildelberg, el CFR, los grandes banqueros, la FED, etc.? ¿Por qué siempre están
dirigidos contra el “populacho”?
Pues, entre otras cosas, porque el objetivo
último es inculcar en la mente de millones de personas que el terrorismo es un
enemigo real, y que nuestros gobiernos van a protegernos, contra esa amenaza,
tomando todas las medidas impopulares que sean necesarias.
Pero la realidad es que esta guerra no es otra
cosa que un eslabón más en el sometimiento de los ciudadanos. La propaganda
terrorista hace aflorar el adoctrinamiento emocional introducido en las mentes
de la gente. Evita que piense por sí misma y analice con un mínimo de rigor los
hechos cotidianos de su entorno. De esta manera nunca se cuestionará la
legitimidad del orden mundial inquisitorial al que está sometida.
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