Durante las últimas décadas, el mundo está
siendo dominado por una ideología neoliberal basada en el elitismo, la
competencia salvaje desleal, el todo vale y, en definitiva, el “sálvese quien
pueda”. Esto nos ha llevado a tener los mayores índices de corrupción de la
historia y a la exclusión del uso y disfrute de los recursos del planeta a más
de la mitad de la población mundial.
Quienes están a favor de esta ideología son
las élites egoístas que no quieren compartir nada con el resto de sus
semejantes. Son, además, racistas, xenófobos, cicateros, ambiciosos y
mezquinos, que desprecian al “populacho”
por el mero hecho de ser pobre e ignorante, cosa que, por cierto, han fomentado
ellos.
La mayoría de esta élite está compuesta por
banqueros que, definitivamente, se han hecho con el poder económico y político
en todo el planeta.
De todos es sabido que los grandes partidos políticos,
con opción de gobernar, mantienen una estrecha vinculación con los bancos que,
evidentemente, son quienes les financian. Sin el dinero de los bancos un
partido político no pasaría de ser una mera anécdota y jamás llegaría a las masas, por lo tanto, a
gobernar. De hecho, a las elecciones generales españolas se presentan
sistemáticamente más de 70 partidos políticos. Y yo pregunto, ¿a cuántos
conocemos?
Esta vinculación, entre políticos y banqueros,
es utilizada por las élites que ostentan el poder para manipular y subyugar al
resto de la población y asegurarse el control tanto de los recursos naturales
como de los estratégicos. Sobre todo el de las fuerzas armadas que,
contrariamente a lo que la gente cree, no están para proteger al pueblo, sino
que están para proteger a la élite del pueblo.
Las principales armas que utilizan las élites para
dominar el mundo son la economía, la guerra y fundamentalmente la deuda.
Ya hemos visto las consecuencias que ha tenido
en la economía mundial la
"conspiración" acordada en 2008 (falsamente llamada crisis) entre la FED
y el resto de los principales bancos centrales, que emitieron dinero de la nada
(flexibilización cuantitativa) para
inflar los activos financieros y bancarios.
Con esa decisión lo que han conseguido es trasladar
todo el dinero a los bancos, a las bolsas y resto de activos financieros,
arrebatándoselo al resto de ciudadanos que, por supuesto, no tienen acceso
a ese dinero inventado sacado de la nada.
¿Y qué decir de los conflictos armados –como
les llaman ahora-; es decir, de las guerras?
Las guerras son el gran negocio de las élites.
Decía Paul
Valèry (escritor francés): “La guerra es
una masacre entre personas que no se conocen para el beneficio de personas que
sí se conocen pero no se masacran”. Y otro francés, Jean Paul Sartre
(filósofo), dijo: “cuando los ricos se
declaran la guerra son los pobres los que mueren”.
Ambos están en lo cierto. El
pueblo (no olvidemos que las fuerzas armadas están constituidas por gente del
pueblo) es quien se deja la vida en los campos de batalla, mientras las élites,
más fieles al dinero que a toda esa sarta de sandeces introducidas en las
mentes del “populacho” (religión, patriotismo, democracia,…), observan desde
una distancia segura todo lo que sucede, para una vez terminado el conflicto
recoger los beneficios de la contienda. Así de simple.
Respecto a la deuda, es el
arma más efectiva jamás creada para hacerse con la riqueza del planeta.
Un estudio de United Way,
reveló que el 43 % de las familias de EEUU son pobres; es decir, que pese a
tener un empleo no pueden
costearse la vida: alimentación saludable, vivienda digna, educación
para sus hijos, transporte, sanidad, etc. En definitiva, no pueden sufragarse
los servicios básicos de la vida moderna. ¡Ojo, que Estamos hablando del país
más rico del mundo!
Esto mismo está ocurriendo en
otros países, entre ellos España. Los países del primer mundo se han convertido
en países “rico-pobres", con unos mercados bursátiles en auge, unas
multinacionales que lo acaparan todo y una banca que está por encima del bien y
del mal y que, gracias a la deuda, se ha enriquecido hasta niveles obscenos,
dejando al resto de la población sumida en la pobreza. El exceso de deuda de
las familias es la carga más
pesada que sufre la economía mundial y está llevando al
empobrecimiento de miles de personas cada día.
Visto lo visto, es evidente
que el mundo está como está porque así lo quiere la élite, que tiene a su
servicio a políticos y fuerzas armadas defendiendo sus intereses y no los
nuestros.
Así que podríamos decir, sin
temor a equivocarnos, que nuestros enemigos son bancos, políticos y fuerzas
armadas.
Pues bien. Aunque no lo
parezca, se les puede combatir, pero con el estado actual de las cosas (entre
ellas el lavado masivo de cerebro de la población a nivel mundial) no resulta
tarea fácil.
Las fuerzas armadas somos
nosotros mismos; es decir, el pueblo. Así que con no formar parte de semejante
cuerpo de represión, ya tenemos un enemigo menos. Sin fuerzas armadas el poder
no conseguiría nada.
El siguiente enemigo es la
banca. Los bancos viven de nuestro dinero. Si dejamos de usar los bancos, y
sobre todo de utilizar su dinero inventado (hay otras alternativas), estos
dejarán de existir.
Y por último están los
políticos. Son los más fáciles de combatir, ya que simplemente con no acudir a
votar estarían deslegitimados.
Bien es verdad que estos tres
simples gestos son actualmente muy difíciles de llevar a cabo y es evidente
que, al menos a corto-medio plazo, esto no se va a producir. ¿Por qué? Y la
respuesta está en la tan manida frase “divide y vencerás”.
La élite dejaría de existir si definitivamente
todos nos diéramos cuenta de que somos iguales (aunque distintos) y de que
nuestras necesidades son las mismas. Que colaborar y cooperar es más eficiente
que competir; que las fuerzas armadas están para protegerles a ellos de
nosotros y que el sistema monetario es la mayor estafa jamás concebida para
esclavizar al hombre.
Pero el Sistema ha creado un sinfín de
triquiñuelas para que estemos divididos y compitiendo constantemente. Por lo
tanto, nuestro enemigo será el vecino, el compañero de trabajo, el aficionado
de otro equipo diferente al nuestro, etc.
En definitiva, mientras nos enzarzamos en
“peleas” entre nosotros mismos, la élite, que permanece siempre en el más
absoluto anonimato, goza y disfruta de las maravillas, recursos, tecnología y
riqueza de nuestro planeta a su antojo. Y esto seguirá siendo así
indefinidamente, mientras sigamos creyendo que tenemos lo que nos merecemos,
porque no nos hemos esforzado lo suficiente y así lo hemos querido.
Por supuesto, no hay nada más incierto.
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