Cuando se pierde esa sensación de seguridad que nos da nuestra zona de confort, y aparece el miedo, es que algo está pasando en nuestro cerebro.
Cada uno de nosotros tenemos una visión del
mundo. Esa visión nos viene dada por la cultura en la que nacemos y crecemos.
Cuando vivimos situaciones nuevas o escuchamos algún tipo de información que
contradice nuestra visión del mundo aparece la ansiedad, la inseguridad y el
miedo.
Si empiezas a percibir que tu Gobierno miente,
que las supuestas fuerzas de seguridad de tu país no te protegen a ti sino que
van contra ti y cuando ves, escuchas y lees en los medios de comunicación
mentiras que solo van encaminadas a generar miedo y no eres capaz de asimilarlo,
no te alarmes, ya que tiene una explicación psicológica muy sencilla: se llama disonancia
cognitiva.
Generalmente, la opinión del “populacho” sobre
los diferentes sucesos es la transmitida por los medios de comunicación de
masas, con la influyente televisión a la cabeza. Paradójicamente, aunque
detectemos errores, contradicciones y sinsentidos en la opinión transmitida por
los medios de comunicación, la tendencia generalizada no es indagar para
descubrir la verdad, sino mirar hacia otro lado y seguir con nuestras
vidas como si nada hubiera pasado.
Por suerte, cuando las versiones oficiales de los
sucesos están llenas de incongruencias, falsedades y errores siempre hay
investigadores que descubren la verdad. Lo que suele suceder, es que esa verdad
es una verdad incómoda que se sale de nuestra zona de creencias, dando lugar a
la aparición de la disonancia cognitiva: por una parte la verdad es más
razonable que la versión oficial, pero, sin embargo, nos resistimos a dar
credibilidad a esa información puesto que va en contra de nuestras creencias.
Y la pregunta es: ¿Por qué nos resistimos, ya
no a creer, que también, a escuchar tan siquiera esa información? La respuesta
es muy sencilla.
Cuando se produce la disonancia cognitiva,
entran en acción nuestras defensas psicológicas que intentan protegernos de
esas inusuales emociones. La más importante de ellas es la negación, por
eso la mayoría se niega a reconocer la evidencia y mira hacia otro lado, para
recuperar cuanto antes el equilibrio de sus antiguas emociones.
Así pues, cuando alguien trata de decirnos que
existe otra información, y esta no concuerda con nuestra visión de las cosas,
no le queremos escuchar, le ignoramos e incluso le insultamos y le pedimos que
se calle. No podemos soportar la evidencia que nos presenta, dado que está en
conflicto con nuestra visión del mundo. En definitiva, lo que queremos es que
no perturbe nuestra pequeña burbuja, nuestra zona de confort y nuestra visión
de cómo son las cosas. Por eso nos negamos en rotundo a aceptar cualquier
información que nos ocasione disonancia cognitiva.
Dicho esto, analicemos ahora dos sucesos
recientes.
En los últimos 20 años se han producido dos
acontecimientos que han cambiado el mundo: uno, los atentados del 11-S de 2001
y dos, la aparición del Covid-19 en 2020.
Ambos acontecimientos están llenos de
contradicciones, de errores científicos y de un ocultismo fuera de lo habitual.
Ante tales incongruencias, multitud de
investigadores han dado otras versiones de lo sucedido amparándose en datos, en
la ciencia, la tecnología y el sentido común. Los hechos, minuciosamente
estudiados, han sido expuestos en rigurosos informes que, evidentemente, no han
sido dados a conocer por los medios de comunicación de masas.
Pero, como siempre, la verdad está ahí. Lo
triste es que la gente ni siquiera quiere informarse. Ha aceptado de buen grado
la versión oficial y no quiere saber nada más.
La tozuda realidad siempre se termina imponiendo.
De los atentados del 11-S hay montones de
informes que demuestran que fueron atentados de falsa bandera. Eso sí, gracias
a ellos se implementaron en todo el mundo unas medidas de control a la
población como si todos fuéramos terroristas en potencia. Y lo más importante,
el 11-S sirvió como pretexto para desestabilizar países como Afganistán, Siria,
Egipto, Libia, Túnez, etc. (por filtraciones de informes sabemos que todo ello
formó parte de los planes de la élite)
El Covid-19 es más de lo mismo: una falsa
pandemia para avanzar en sus planes de control sobre la humanidad. La nueva “anormalidad”
nos está matando poco a poco. La depresión y la ansiedad están aumentando de una
forma alarmante y la sensación de miedo va in crescendo a pasos agigantados por
el temor al “bicho”, a la dictadura totalitaria y a las sanciones y represiones
que estamos padeciendo. Pero la gente, en general, ni lo ve ni lo quiere ver.
En estos tiempos que corren las personas hemos
perdido toda noción sobre lo que son nuestros derechos y libertades. No somos
conscientes de que ni pueden encerrarnos ni negarnos el derecho a ganarnos la
vida ni prohibirnos tener contacto con otros seres humanos, simplemente porque
una autoridad dictamine tales órdenes. Además, estos derechos no pueden ser
abolidos ni siquiera en situación de excepción que pusiera en peligro la vida
de la nación (así figura en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos de Siracusa).
¿Pero cómo nos dejamos hacer esto? ¿Por qué no
hay reacción? ¿Dónde están ahora los movimientos antisistema? ¿Dónde está esa
izquierda tan crítica con el poder y el totalitarismo? ¿Dónde la derecha tan
preocupada por la economía? Y los medios de comunicación supuestamente
independientes, ¿dónde están?
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