La crisis
financiera que estamos viviendo no la ha traído el Covid-19, sino que empezó en
septiembre de 2019 con el rescate a los bancos, justo en el momento en que
estas entidades estaban al borde del colapso y la burbuja de deuda a punto de estallar.
Fue entonces cuando tanto la FED como el BCE comenzaron masivamente a imprimir
cantidades ingentes de “dinero del Monopoly” que, como sabes, no está
respaldado por nada y le resta valor al dinero existente.
La falsa pandemia
no es más que una excusa para acabar con el viejo paradigma y la implantación
de uno nuevo. Pero eso sí, el nuevo sistema también será controlado por los
mismos; o sea, por los de siempre. Y de eso se trata.
El parón por la
falsa pandemia que lleva experimentando el mundo desde hace prácticamente dos
años está empezando a tener consecuencias. Y la primera consecuencia, es que toda
esa liquidez que se está inyectando al sistema, para rescatar al sistema
financiero, está disparando los precios.
El sistema
monetario está a punto de colapsar; no es ninguna novedad. La inflación se
dispara; era obvio. El precio de los alimentos está por las nubes; y seguirán
al alza. La luz y los carburantes no dejan de subir; con el peligro de colapso
inminente (Sidenor, Fertiberia, Ferroatlántica y
Asturiana de Zinc paran por el encarecimiento de la electricidad.html). Y lo más preocupante: empiezan a escasear
productos -algunos de primera necesidad- como era de esperar.
Con estos
antecedentes cabría preguntarse: ¿estamos a las puertas de una escasez de
alimentos?
Con los encierros,
las cuarentenas y demás imbecilidades (no tan imbecilidades para los que
planificaron esta odisea) han conseguido romper la cadena de suministro. Ya no
se encuentran fácilmente algunas materias necesarias para el buen
funcionamiento de fábricas, talleres, pequeños negocios, supermercados, gremio
de la construcción, etc.
Tal es así, que la Cámara Naviera Internacional ha emitido
una “carta de alerta roja” advirtiendo de un colapso inminente de los
sistemas de transporte mundial si se siguen aplicando bloqueos y la obligación de
test y vacunas para los trabajadores,
puesto que lo único que se consigue con ello es reducir las plantillas laborales
de las empresas de transporte, tan necesarias para el buen funcionamiento de la
cadena de suministro.
En EEUU y Reino
Unido, por ejemplo, no llega el combustible a las gasolineras por falta de conductores
de camiones cisterna y es muy posible que la situación empeore. Esto pone de
manifiesto otro gran problema: la falta de empleo.
El empleo está
desapareciendo a gran velocidad por dos razones: una, porque las máquinas están
acabando con muchos puestos de trabajo, y dos, por la falta de incentivos de
los trabajadores menos cualificados, que han visto más rentabilidad en vivir de
subvenciones que del propio trabajo.
Como he dicho en
tantas ocasiones, la economía moderna ha sido diseñada para ser predecible,
previsible y manipulable. Por lo tanto, todo lo que está sucediendo no es fruto
de la casualidad, sino que ha sido planificado para que ocurra exactamente lo
que está ocurriendo de la manera que estamos viendo.
Si tiramos de
hemeroteca, comprobaremos que antes de la llegada de la falsa pandemia vivimos un
tiempo de deflación. Luego, amparándonos en una supuesta “crisis sanitaria”,
paramos el mundo a sabiendas de lo que eso supondría. Y lo que ha supuesto es
una inflación galopante que, inevitablemente, dará paso a un periodo –me atrevo
a vaticinar bastante largo- de estanflación.
Los programas de
flexibilización cuantitativa, los derivados financieros y la deuda han acabado
con el actual sistema financiero: un cadáver andante que no llega a
descomponerse gracias a la constante inyección de liquidez por parte de los
bancos centrales.
Y aquí tenemos lo
que muchos llevamos años anunciando: han tirado la economía para hacer borrón y
cuenta nueva. ¡Bienvenidos al Gran Reinicio!
Lo que está
pasando, lo mires como lo mires, es una conspiración en toda regla. Pero como
en toda conspiración que se precie, lo primero de todo es buscar un culpable
para descargar sobre él toda responsabilidad. Y en este caso los “culpables”,
según el atajo de dementes que nos gobierna, son los ancianos.
Un Informe del FMI de
abril de 2021, cuya
directora, Christine Lagarde, ya se ha pronunciado en varias ocasiones en estos
términos, dice que los ancianos viven demasiado y son un riesgo para la
economía mundial: “El riesgo de
longevidad afecta la estabilidad financiera al amenazar la sostenibilidad
fiscal y debilitar los balances del sector privado, lo que aumenta las
vulnerabilidades existentes en el entorno actual.”
Por lo tanto,
parece obvio pensar que toda esta farsa es en realidad una conspiración a nivel
mundial para “salvar” el sistema financiero y de paso matar a tantos ancianos
como sea posible. Y lo digo porque la edad promedio de muerte por Covid-19 es
de 82,5 años.
En este “cuento
chino” –nunca mejor dicho- todo el mundo calla. Callan los medios de
comunicación, callan los médicos, callan los partidos políticos, callan los
jueces, callan los empresarios, callan los sindicatos, callan los intelectuales
y callan los ciudadanos.
Puedes seguir con
tu trapo en la boca, con tu mierda de distancia de seguridad, con tu pasaporte
Covid y con todas esas sandeces que te obligan a hacer. Pero si eres de los que
ya te has dado cuenta de que te han engañado, no deberías seguir colaborando
con esta mentira. Así que mi pregunta es: ¿vas a seguir callado y obedeciendo?
Recapitulando. En
un corto espacio de tiempo hemos pasado de una deflación a una inflación y
ahora entramos en un periodo de estanflación. ¿De verdad crees que es una
casualidad?
Siempre dije que esta farsa no era un problema de salud, sino un problema económico –y, evidentemente, algo más- que ahora estamos empezando a ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario