En los últimos 30 años nuestra programación
mental ha llegado a unos niveles extremadamente preocupantes. Prácticamente el
pensamiento propio ha desaparecido, siendo sustituido por un pensamiento
mediático, inducido fundamentalmente por la todopoderosa televisión y el resto
de medios de comunicación.
Y es que poco a poco hemos ido cediendo toda
nuestra soberanía a unas élites que se han convertido en nuestros dueños y lo
controlan absolutamente todo: el dinero, la economía, la política, la
educación, los medios de comunicación, la industria alimentaria, la
farmacéutica, Internet y un larguísimo etcétera.
En un mundo, en el que todo está
interrelacionado, y donde no existe otra máxima que la de hacer la mayor
cantidad de dinero en el menor tiempo posible, no es de extrañar que nuestros dueños nos manejen a su antojo:
desde envenenarnos con sus alimentos, para posteriormente someternos a
tratamientos farmacológicos de por vida, hasta educarnos para ser trabajadores de
sus empresas y consumidores de sus productos. Así de simple.
Siempre hemos aceptado que la violencia, el
egoísmo, el odio y un largo etcétera de cosas, que fomentan las disputas entre
los seres humanos, son parte de nuestra naturaleza y, por lo tanto,
inevitables. Pero esto sencillamente no es cierto. Nosotros no nacemos odiando
ni traemos la violencia de fábrica. Entonces, ¿cómo podemos asumir que la
naturaleza humana es la causante de tanto dolor y miseria y quedarnos tan
tranquilos?
La realidad es que estamos equivocados y todo
es fruto de nuestra programación mental y consiguiente manipulación.
La frase “divide et impera” (divide y
vencerás), atribuida a Julio César, sigue aun de vigente actualidad.
El “populacho” esclavizado, vilipendiado y
maltratado sistemáticamente, siempre termina hartándose de ser gobernado por
corruptos y de tener que trabajar por salarios de mierda para poder subsistir.
Evidentemente, el poder lo sabe y utiliza la estrategia de dividirnos para
distraer la atención de nuestro verdadero enemigo que, sin lugar a dudas, es él.
La jugada maestra lleva funcionándoles muchos
siglos. Han conseguido que nos enfrentemos hombres contra mujeres, jóvenes
contra viejos, blancos contra negros, cristianos contra musulmanes,
heterosexuales contra homosexuales, izquierdas contra derechas, ricos contra
pobres, nacionales contra nacionalistas… Y así podríamos seguir con una lista
interminable.
Nos convencieron de que el problema está en nosotros
-en nuestra naturaleza- y, por lo tanto, somos nosotros los que nos destruimos
y nos esclavizamos a nosotros mismos. Pero no es verdad.
Según nos han enseñado vivimos en una sociedad
libre. Evidentemente, esto es falso de toda falsedad. No hay ninguna sociedad
libre: en el momento que tenemos que acatar normas y leyes se acabó nuestra
libertad. Y como muestra un botón. El otro día era detenido un hombre por
bañarse en la playa con bandera roja y hacer caso omiso de los socorristas.
Entonces, yo me pregunto, ¿qué clase de libertad es esa que te obliga a hacer
lo que otros quieren? (una cosa es informarte del peligro que corres y otra muy
distinta obligarte a hacer lo que algún “iluminado” piensa que es “lo mejor”
para ti)
Ya sé que la mayoría de personas sumisas y
obedientes no estarán de acuerdo conmigo. Y es que así funciona el Sistema:
todos damos vueltas en un sentido y si a alguien se le ocurre dar vueltas en sentido
opuesto, entonces entra en funcionamiento la maquinaria del Estado para que
vuelvas a la “normalidad” o de lo contrario acabar contigo.
La capacidad de control del Estado se basa fundamentalmente
en el miedo que induce en nosotros. Sin ese miedo y, por supuesto, la fuerza de
las armas, jamás conseguiría nada. Porque no lo dudes. El Estado no es la Madre Teresa de Calcuta,
sino una organización mafiosa, formada por personas bastante ineptas e
incompetentes, que tienen grandes incentivos por hacer lo que hacen (entre
otras cosas, inducir miedo en los pobres idiotas, como nosotros, para
convertirnos en sus mejores colaboradores).
Rara vez ocurre, pero cuando el “populacho”
consigue salir adelante por sus propios medios, independientemente del Estado, el
Establishment –esto es, el poder político-económico-financiero– se ve
seriamente amenazado y entra en pánico. Entonces, recurre (como ha hecho siempre) al “poso” de nuestra
programación mental, apresurándose a recordarnos que sin la ayuda del Estado esto
sería un caos y no tendríamos nada: ni seguridad, ni carreteras, ni sanidad, ni
justicia, ni educación ni nada de nada. O sea, no habría sociedad. Y,
evidentemente, nosotros lo creemos a pie juntillas.
Gracias a la programación mental que, indudablemente,
está por todas partes, y a nuestra más estrecha colaboración, tarde o temprano
nuestro control será absoluto. Llegará el día que tendremos que solicitar
permiso para todo: para viajar, para cambiar de lugar de residencia e incluso
hasta para tener relaciones sexuales con otra persona. Seremos algo así como
una granja humana en manos de nuestros dueños, si es que no lo somos ya.
No lo crees ¿verdad? Pues si seguimos
engordando nuestra imbecilidad esto o algo parecido a esto llegará.
Nunca en la historia de la humanidad hemos
alcanzado tal grado de estupidez. Hace tan sólo 50 ó 100 años puede que la
gente fuese ignorante e incluso analfabeta, pero no estúpida. Ahora, sin
embargo, puedes encontrar universitarios rematadamente idiotas, debido,
evidentemente, a la programación mental.
Nos encaminamos hacia un mundo globalizado.
Pero ¡ojo!, es una globalización engañosa. Es decir, una globalización para las
cosas, que no para las personas: las multinacionales campan a sus anchas por un
mundo sin fronteras, mientras que cada día se levantan más muros, vallas y alambradas
para prohibir el paso de la gente. En definitiva, lo único que se ha
globalizado para las personas es la estupidez. Nada más.
Y esto es así, porque nos han convertido en
una panda de imbéciles que no tenemos consciencia de la verdadera fuerza que
poseemos.
Si hay algo a lo que tiene miedo el poder es a
que nos unamos. Ellos saben que eso de “el pueblo unido jamás será vencido” sí
es una seria amenaza para ellos, como lo ha sido a lo largo de la historia en
los momentos que esa unión se ha producido. Por eso hacen todo lo posible para fomentar
la desunión y crear una ciudadanía fragmentada con intereses supuestamente
contrapuestos (un ejemplo claro de rabiosa actualidad es el Procés Catalán).
Pero lo que más les preocupa -aparte de
nuestra unión- y que les provoca verdadero pánico, es que la población mundial algún
día despierte de su letargo y se revele contra el Sistema, cuya “sangre vital” es
el dinero FIAT que todos necesitamos para subsistir que ,obviamente, controlan
ellos.
Pero, ¿y si hubiésemos encontrado un nuevo sistema
monetario capaz de liberarnos de la esclavitud del dinero FIAT y todo lo que
lleva asociado a él?
Continuará.
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