A primeros de junio de 2023, vimos como las cadenas de televisión de
todo el mundo se hacían eco de los incendios masivos en Canadá, cuyo humo llegó
a la ciudad de Nueva York. Los neoyorkinos, alarmados por el espeso humo
naranja que envolvía su ciudad, sacaron sus mascarillas del cajón, para volver
a colocárselas en la nariz y la boca, pensando que con ello se protegerían.
Hay que joderse el daño psicológico que ha hecho la mierda del
Covid-19. Es de una ingenuidad supina pensar que las mascarillas quirúrgicas
brindan protección contra los gases peligrosos del humo. Si fuese así, los
bomberos, el ejército o la policía usarían mascarillas quirúrgicas en vez de
sus máscaras reglamentarias anti gases. Hay una diferencia sustancial, ¿no
crees?
Ante la supuesta amenaza para la salud de los neoyorquinos, se les
instó, además de ponerse sus mascarillas quirúrgicas, a permanecer en sus
casas: una jugada psicológica maestra para hacer que las personas asocien en
sus mentes “cambio climático” y “Covid-19”. De esa manera llegarán a la
conclusión de que el cambio climático es malo para la salud. Y de eso se trata.
Lo que se pretende es hacer llegar a la gente la idea de que el cambio
climático es un problema de salud pública que afecta a todo el planeta.
Para quien no lo sepa, diré que el Consejo de Relaciones Exteriores es
una de las instituciones supranacionales más influyentes del mundo actual. Pues
bien. Esta institución publicó un artículo titulado “Gestión de los riesgos para la salud del cambio climático”, en donde se
dice: “el cambio climático se ha elevado a la cima de la agenda de salud
global, amenazando a individuos y poblaciones a través de múltiples
vías de exposición en toda la gama de condiciones de salud física y mental y
determinantes sociales de la salud. La salud de millones de personas se verá
perjudicada por el cambio climático en las próximas décadas, pero los gobiernos
nacionales y las organizaciones internacionales siguen estando mal preparados”.
Más claro no lo pueden decir.
Durante décadas, llevan asustándonos con la predicción de catástrofes
apocalípticas producidas por el cambio climático -como la llegada de una nueva
era de hielo, el agujero en la capa de ozono, la subida del nivel de los mares
o el derretimiento de los casquetes polares- que nunca se han cumplido.
Estás supuestas catástrofes no llegaron
a provocar el nivel de histeria colectiva que se pretendía. Sin embargo, la
alarma social provocada por la falsa pandemia sí. De ahí que ahora la
ingeniería social haya decidido tratar de convertir el supuesto desastre
ambiental, provocado por el cambio climático, en un problema de salud pública
mundial.
Elevando el cambio climático a la categoría de “peligro para la salud
global”, y amenazando a individuos y poblaciones a través de múltiples vías de
exposición, conseguirán volver a introducir el miedo necesario a la población
para llevar a cabo nuevamente todo tipo de restricciones que, esta vez sí,
vendrán para quedarse.
Ya estamos empezando a ver como el cambio climático se está convirtiendo
en la mayor amenaza para la salud de nuestro tiempo, incluso superando al
Covid-19. De hecho, la OMS es la que está creando la nueva alarma, haciendo un
llamamiento para una acción climática urgente: “Las razones más apremiantes
para una acción climática urgente no son los impactos en la salud futuros, sino
presentes. La crisis climática es una crisis de salud, alimenta
epidemias, contribuye al aumento de las tasas de enfermedades no transmisibles
y amenaza con abrumar a nuestro personal e infraestructura de salud”
(declaración de la OMS).
¿Y qué van a conseguir con esto? Pues que a través del nuevo tratado de
pandemias, que se pretende entre en vigor en 2024, la OMS, basándose en
cualquier gilipollez apocalíptica climática que se le ocurra, podrá proclamar
una nueva emergencia sanitaria y ahora tendrá a todos los gobiernos del mundo
bajo sus pies.
La Agenda 2030 es un plan global creado por las Naciones Unidas para
cambiar el sistema político y económico mundial. Para lograrlo, recurre a todo
tipo de estrategias -a cada cual más estúpida- que, sin embargo, no están
teniendo la más mínima resistencia por parte de la población.
El fraude del Covid-19, la farsa del cambio climático antropogénico,
las nuevas ideologías y, lo más importante, la eliminación del dinero en
efectivo y la implantación de las CBDC, forman parte del plan para conducirnos
a un totalitarismo sin retorno.
En este nuevo mundo totalitario el “populacho” dependerá del Estado
para todo, no tendrá propiedad privada y vivirá en “ciudades inteligentes”
(prisiones) para estar perfectamente controlado.
Evidentemente, mientras uno sea sumiso, obediente y productivo, y no se
oponga a la agenda de la élite gobernante, estará “bien”. Pero en el momento en
que la IA detecte algún tipo de discrepancia, insumisión, improductividad
(gente mayor) o “malos pensamientos” (disidente) pueden, y de hecho lo harán
(si es que no lo están haciendo ya), quitarte de en medio.
¿Crees que exagero? ¿Es que ya no te acuerdas que a la gente se le
inoculó -no una, sino dos, tres y hasta cuatro veces- una pócima de ARNm que
está causando estragos? Porque aunque realmente no sepamos el verdadero objetivo
de esas “vacunas” experimentales, impuestas por coacción, algunos lo
imaginamos.
Ahora con el nuevo tratado de pandemias, y con el cambio climático
convertido en una amenaza para la salud, la OMS tendrá las manos libres para
hacer con nosotros lo que quiera.
Nos encontramos en una situación de extrema gravedad y la única manera de luchar contra la tiranía que nos están imponiendo es dejar de obedecer a nuestros gobiernos. Y la pregunta es: ¿Tú crees que la gente va a dejar de obedecer a los gobiernos? Seguro que tu respuesta ha sido NO. Y la mía también, por supuesto. Pero seguiremos intentándolo.
De donde saldrá el martillo verdugo de esta cadena...
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