Lo que nos ha tocado vivir en estos últimos
cuatro años es un adelanto de las cosas que están por venir. De hecho, supondrá
la pérdida completa de libertad. Incluso podría -y esto no es una exageración- si
no conducirnos a la extinción de la especie humana, al menos mermarla
de una manera sustancial.
Hemos llegado a un punto en el que el
“populacho” ha caído en un estado enfermizo de sumisión. Su lavado de cerebro
es tal, que no es consciente de lo que se está materializando en el mundo: un
régimen global tiránico totalitario, en el que no se respetarán los derechos
fundamentales de las personas.
Desde siempre, cualquier sistema de
gobierno no ha sido otra cosa que un autoritarismo generalizado llevado a cabo
gracias a la sumisión de los pueblos. Por lo tanto, el problema real reside en el hecho de que
el “populacho” ha aceptado el gobierno autoritario como la única opción.
Las sociedades actuales, sobre todo las
occidentales, están compuestas por una patética clase proletaria débil que
depende de los caprichos de sus gobernantes. Son, sin duda, sociedades
perezosas, irresponsables, cobardes y complacientes con sus amos, a los que
religiosamente vota elección tras elección.
Hoy en día, la mayoría de países del mundo
están profundamente corrompidos por una elite rica que tiene a su disposición a
los políticos, a los medios de comunicación y, lo más vergonzoso, a los
intelectuales. Por lo tanto, no importa quién ocupe el Palacio de la Moncloa en
España, La casa Rosada en Argentina, el Palacio del Elíseo en Francia o la Casa
Blanca en EEUU, todos son títeres al servicio del poder global del dinero.
Tampoco importa en qué medio de comunicación te “informes”, todos están
comprados. Y lo de los intelectuales, salvo honrosas excepciones, raya en la
más absoluta indecencia. Todos, absolutamente todos, son cómplices de la ejecución
de este proyecto llamado Nuevo Orden Mundial, en el que va incluido el Gran
Reinicio del FEM y, por supuesto, la Agenda 2030 de la ONU.
Mientras el ser humano no se dé cuenta de
que defender ser de derechas o de izquierdas es un debate estéril, nunca se
liberará de las cadenas de su esclavitud. Todas estas supuestas diferencias en
realidad sólo sirven para pagar más impuestos, implementar más leyes represoras
y, en consecuencia, más control.
Decía Margaret Thatcher que el dinero
público no existe, que sólo existe el dinero de tus impuestos. Evidentemente,
tenía toda la razón. Así que cuando el Gobierno decide malgastarlo, no
despilfarra dinero público “de nadie”, despilfarra tu dinero que tanto te costó
ganar y ahorrar.
Ahora la humanidad está siendo sacudida por
un sinfín de crisis existenciales y ningún ámbito, ya sea político, sanitario,
ético, económico, científico, financiero, etc., se salva. Y todo para llevar a
buen puerto la Agenda 2030 de la ONU, con la que esclavizar de una vez por
todas a la humanidad.
Los 17 objetivos de la Agenda 2030 no
buscan otra cosa que el control total de los seres humanos y los recursos de la
Tierra. Para ello necesitan imponer un único gobierno mundial centralizado que
esclavice a todos los pueblos. Y en ello están.
La idea es controlar a todos los seres
humanos del planeta mediante la introducción de mecanismos de control como la identidad
digital, las nuevas normas sobre el cambio climático y la salud y, la más
importante de todas, la entrada en vigor de un nuevo sistema monetario con las
monedas digitales de los bancos centrales (CDBC).
En las próximas décadas -si nadie lo
remedia- el mundo va a cambiar de tal manera que, como decía Alfonso Guerra, no
lo va a reconocer ni la madre que le parió. No tardando mucho, todas las
administraciones públicas, autoridades y tribunales de justicia serán asumidos
por la inteligencia artificial y los procesos digitalmente automatizados. Esto,
que a priori está siendo aplaudido con las orejas por los políticos, pronto les
dejará sin trabajo, solo que como son tan estúpidos aún no se han enterado.
Después de la falsa pandemia, que sirvió
como experimento para el sometimiento total de la población, le toca el turno al
cambio climático. Con la excusa de no sobrepasar las emisiones de CO2,
la humanidad será recluida de una manera definitiva. Viviremos en “ciudades 15
minutos” digitalizadas y totalmente vigiladas. Las personas ya no podremos
movernos libremente, y los pocos trabajadores que todavía desempeñen algunas
funciones en las que necesiten desplazarse lo harán bajo un estricto control.
Todo esto ya está en marcha. Sin ir más
lejos, se van a aprovechar los Juegos Olímpicos de Paris para implementar
algunas de estas medidas. Restricciones de movimiento, utilización de
códigos QR y datos biométricos, entre otras cosas, serán de obligado
cumplimiento si se quiere “disfrutar” de las olimpiadas. Evidentemente, muchas
de estas medidas vendrán para quedarse, como vinieron para quedarse algunas de
las tomadas durante la falsa pandemia.
La pregunta obligada es: ¿lo vamos a volver
a consentir otra vez? Pues me temo que sí, dado que el nivel de estupidez y
sumisión de la ciudadanía se ha visto incrementado en las últimas décadas de
una manera escandalosa. Y, claro está, gente así no es capaz de reconocer
lo que está sucediendo en el mundo: la llevada a cabo de un plan de exterminio
y esclavización total de la humanidad.
Pero, ¿cómo puede una minoría doblegar de
esa manera a la mayoría? Pues por una única razón: porque esa mayoría lo
permite. Así de simple.
Veamos. A groso modo, nuestra sociedad está
compuesta por un 1% que lo domina todo. Después hay un 4% de títeres a las
órdenes de ese 1% que, a cambio, goza de unos buenos privilegios. Luego está el
90% de borregos ignorantes, que son tratados y manejados como ganado
simplemente porque lo consienten. Y, por último, un 5% de despiertos, de los
cuales un 0.1% trata de despertar al 90% de borregos adormecidos, me atrevería
a decir que con poca o ninguna esperanza de conseguirlo. Porque mientras ese
90% de borregos ignorantes siga votando y consintiendo que otros le organicen
la vida, el poder de ese 1% que lo domina todo está más que asegurado.
Dicho esto, es evidente que tenemos un
problema. Pero, ¿hemos identificado el problema? Claro que sí.
Todos aquellos que permiten la existencia
del gobierno son el problema. Los que obedecen voluntariamente las estúpidas
leyes criminales son el problema. Los que votan cada elección para designar a
sus nuevos amos son el problema. En definitiva, todos aquellos que
"respetan" la “autoridad” son el problema. Porque la única manera
que tiene cualquier gobierno de existir y exigir el cumplimiento de sus
estúpidas leyes criminales es con el consentimiento voluntario de sus
gobernados. No hay otra forma.
Hemos llegado a un punto en que esa minoría
adinerada de maniacos se cree dueña de este maravilloso planeta y no está
dispuesta a compartirlo con 8.000 millones de “parias”. Piensa que somos muchos
y ha decidido tirar de la cadena. Porque eso es lo que somos para ellos, mierda
(con perdón) de la que hay que deshacerse.
Sin embargo, nuestro futuro no tiene por
qué ser tan sórdido. No es tan difícil acabar con este paradigma, ya que sin
sumisión no hay sometimiento que valga. Y no es ninguna idea descabellada. Si
durante la falsa pandemia todo el mundo hubiese seguido con su vida normal
(saliendo a la calle, yendo al colegio, a la universidad, a trabajar, abrir su
negocio, viajar, etc.) nadie hubiera podido impedirlo. Por lo tanto, no hay que
hacer nada del otro mundo, simplemente dejar de ser sumisos y punto. ¿Capici?
El problema está en cómo hacérselo ver a
ese 90% de borregos ignorantes.
¡Que nos están matando, coño!
Que los mandatarios estatales son manejados "desde arriba" es más viejo que la tos; la cosa es porqué permitimos toda suerte de análisis dando por válido que los estados tienen soberanía. Saludos
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