lunes, 20 de febrero de 2023

EL INSOPORTABLE AUMENTO DE LAS RADIACIONES ESTÁ AFECTANDO NEGATIVAMENTE A SERES HUMANOS, ANIMALES Y PLANTAS

Arthur Robert Firstenberg (licenciado en matemáticas) interrumpió sus estudios de medicina debido a una enfermedad que atribuyó a la hipersensibilidad electromagnética provocada al recibir más de 40 radiografías dentales. Los últimos treinta años de su vida los ha dedicado a investigar los efectos sobre la salud y el medio ambiente de la radiación electromagnética. A través de sus numerosas publicaciones ha argumentado que la tecnología inalámbrica es muy peligrosa. Y lo más preocupante, es que parece no importarle a nadie.

Según Firstenberg, muchas enfermedades neurológicas, cardiacas y vasculares, además de la obesidad, diabetes, gripe y cáncer, son causadas, en gran parte, por la contaminación eléctrica asociada a nuestros inventos de “progreso” como el telégrafo, los tendidos eléctricos, la radio, la televisión, el ordenador, los teléfonos móviles, los radares, los satélites, el HAARP y un larguísimo etcétera. También achaca la destrucción de bosques y la acidificación del suelo a esta contaminación electromagnética.

Cada vez son más los científicos y médicos que están alertando de los problemas de salud causados por estas nuevas tecnologías sin que, de momento, los organismos oficiales y la industria les hagan caso.

En el siglo XVIII comenzaron los primeros experimentos sobre las consecuencias en la salud de la electricidad, habiéndose observado 16 efectos terapéuticos y 33 no terapéuticos en las personas, animales y plantas. Sin embargo, ni la ciencia actual ni la medicina, y mucho menos la industria de las telecomunicaciones, han reconocido la evidencia dañina de esta tecnología, haciendo caso omiso de esas primeras observaciones.

El cuerpo humano es un campo electromagnético vibratorio, incluida nuestra mente con sus pensamientos y emociones. La vida se sostiene mediante una multitud de reacciones químicas que supone un desplazamiento de electrones. Pues bien. Si esa corriente eléctrica es alterada por campos electromagnéticos, evidentemente, debe de tener consecuencias.

Esto, que es de sentido común elemental, es ignorado olímpicamente por la ciencia y la medicina oficiales, empeñadas en asegurar categóricamente que la electricidad es inocua para el ser humano y el medio ambiente.

Firstenberg habla también de a la envoltura eléctrica de la Tierra, describiendo las frecuencias y potencias electromagnéticas naturales en las que debe desarrollarse la vida en condiciones normales. Asegura que el entorno electromagnético actual de la Tierra no se parece lo más mínimo con el que había antes de la implantación de las redes eléctricas a gran escala, y que el entorno electromagnético de la Tierra ha sufrido en seis ocasiones un cambio cualitativo súbito y profundo, que ha tenido consecuencias en la salud de las personas y el planeta.

-En 1889 comenzó el despliegue de la red eléctrica. Ello afectó a la vida en su totalidad y estuvo marcado por la pandemia de gripe de 1889.

-En 1918 llegó la era de la radio y vino acompañada de la pandemia de la mal llamada gripe española.

-En 1957 la era del radar y la pandemia de gripe asiática.

-En 1968 la llegada de los satélites y la pandemia de gripe de Hong Kong.

-En 1996 fue el comienzo de la era inalámbrica con la aparición de todo tipo de patologías nuevas.

-En 2007 la puesta en marcha del proyecto HAARP. Desde entonces huracanes, inundaciones, sequías, terremotos y todo tipo de fenómenos “naturales” se han desencadenado por todo el planeta.

Y ahora la pregunta del millón: ¿estos acontecimientos son casualidades? Porque si no lo son, podríamos llegar a la conclusión -tal y como afirman algunos- que el Covid-19 lo ha originado el despliegue de las nuevas antenas 5G.

Si en las últimas décadas hemos aumentado el número considerable de radiaciones de nuestro entorno, la última locura que se está llevando a cabo puede dejar a la altura del betún todo lo acontecido hasta el momento.

Ahora mismo es brutal el número de satélites artificiales que orbitan alrededor de la Tierra. En los últimos cinco años este número se ha quintuplicado, pasando de 1.000 a 5.000. Pero parece que la cosa no va a quedar ahí, ya que actualmente hay varias compañías compitiendo por lanzar nuevas flotas de entre 500 y 40.000 satélites cada una.

¿De verdad es buena idea seguir adelante con este “extenuado progreso” sin pararnos a investigar sus consecuencias? ¿O es que el irresistible brillo del “vil metal” lo justifica todo?

Después de su arduo trabajo, Firstenberg asegura que todos nos vemos afectados por esta lluvia invisible que penetra en la estructura de nuestras células. Esta lenta asfixia origina las principales enfermedades de nuestras sociedades modernas como el cáncer, la diabetes o las cardiovasculares. Según él, con independencia de la genética, de mantener una buena alimentación, realizar ejercicio físico o de llevar un estilo de vida saludable la probabilidad de contraer estas enfermedades es mayor que hace un siglo y medio y no hay escapatoria posible.

¿Es esto lo que queremos? ¿Estamos dispuestos a arriesgar nuestra salud, la de nuestros hijos y la del planeta por tener un puto móvil de última generación que, además, ha suplantado nuestro cerebro?

Por otro lado, la capacidad tecnológica militar para manipular artificialmente el clima, así como desencadenar cataclismos geológicos “naturales” es ya un hecho y solo es puesto en duda por todos aquellos ignorantes en la materia, que somos la inmensa mayoría, incluido los políticos, naturalmente.

¿A qué esperamos para pedir transparencia en todo lo referente a estas nuevas tecnologías? ¿A que nos frían?

Si el fundador del FEM, Klaus Schwab, dice que quien domine estas tecnologías -de alguna manera- será el amo del mundo”, debería preocuparnos, ¿no crees? 

viernes, 10 de febrero de 2023

EL VIEJO ANHELO DE DOMINAR EL MUNDO MÁS CERCA QUE NUNCA

 A partir de que el hombre albergó las primeras intenciones de vivir en sociedad,  siempre ha habido personas hambrientas de poder que han intentado dominar a los demás. Desde entonces los imperios han ido sucediéndose unos a otros con el mismo objetivo común: conquistar el mundo para hacerse con las riquezas del planeta. Tanto los imperios asirio, babilónico, persa, romano, chino, español y británico tenían el deseo de conquistar todo lo conquistable. Por lo tanto, el viejo anhelo de dominación mundial no es nada nuevo, sino una de las principales realidades en la historia de la humanidad.

Muchas personas creen que el deseo de gobernar el mundo es cosa del pasado. Se equivocan, está más vivo que nunca. Lo que sucede, es que la manera de dominarlo ha cambiado y ya no son necesarios los imperios. Ahora las nuevas tecnologías, unidas a la manipulación mental de todo tipo, son la manera preferida de los “nuevos imperialistas” para dominar a toda la humanidad sin que se dé cuenta.

Si le decimos a la gente que hoy en día pueden implantar opiniones en nosotros, insertar sentimientos y emociones, borrar de nuestra mente cualquier creencia o convencernos de que lo negro es blanco y lo banco negro dudo que lo tomasen en serio. Sin embargo, la tecnología para hacerlo posible ya existe y ha sido desarrollada por el  Instituto Tavistock. Además, parece que no estemos tan lejos, dado que actualmente mucha gente ha aceptado, con la más absoluta normalidad, que el sexo ya no lo determina la biología (hembra cromosomas “XX”, varón cromosomas “XY”), sino cada cual. Ciertamente, un hombre puede sentirse mujer, una mujer hombre o no tener género definido, pero eso es otro tema, por cierto, muy complejo como para “solucionarlo” con una ley.

Acabamos de ver como a través de una falsa pandemia se ha sometido a una tiranía sanitaria a toda la humanidad; como ciertas instituciones, no gubernamentales, han colocado a sus títeres en los gobiernos; como se han amañando elecciones con el más absoluto descaro y como se está manipulando el clima para crear la “teoría del cambio climático antropogénico”.

Con la excusa de poner fin a los grandes problemas de la humanidad, los “nuevos imperialistas”, a través de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), están imponiendo su famosa Agenda 2030: un plan global diseñado para hacerse con los recursos del planeta y establecer un exhaustivo control centralizado sobre toda la población mundial.

Este plan, que lleva décadas implementándose, ahora está en la última fase y su ejecución se está llevando a cabo a una velocidad de vértigo. El resultado final será un sistema de esclavos tecnológicos del que será imposible escapar.

Cualquiera con unos mínimos conocimientos de historia sabe quiénes fueron los grandes déspotas del pasado. Pero, ¿sabemos quiénes son actualmente los tiranos que desean adueñarse del mundo? 

Mucho se ha hablado de que “filántropos” como Bill Gates, George Soros y compañía son los nuevos sátrapas que pretenden someter a toda la humanidad. Sin embargo, esta gente son simples testaferros del verdadero poder en la sombra. Lo mismo ocurre con el FEM, controlado por corporaciones financieras encubiertas muy poderosas cuyo mayor baluarte es el anonimato.

Esta gente actúa desde sus “cuarteles generales”, que se encuentran en los llamados “estados soberanos” como la City de Londres, Washington DC  o la Ciudad del Vaticano. Pero lo que la mayoría de la gente ignora, es que estos Estados independientes, dentro de otros estados, están por encima del bien y del mal: no pagan impuestos, no responden ante ningún gobierno y son literalmente intocables.

Lo tremendo del caso, es que incluso una mayoría de líderes políticos no tiene idea de que estos estados soberanos existen, y menos aún que son los que gobiernan el mundo: muchos de los políticos y personalidades públicas que conocemos no son más que meros títeres de estos “trileros ocultos”, sin que ellos mismos lo sepan.

Para llevar a cabo la dominación del mundo, este “gobierno en la sombra” ha creado una inmensa “red clientelar” formada por bancos, gobiernos corruptos e instituciones supranacionales como Bilderberg, Club de Roma, Trilateral, CFR, FEM, ONU, OMS, BM, FMI o la CIA, entre otras muchas.

Con los jóvenes líderes de  Klaus Schwab infiltrados en los gobiernos de los países más influyentes del mundo, el sometimiento de las instituciones, el absoluto control de los medios de comunicación y la manipulación e infantilización de la población, el desarrollo de su agenda para dominar el mundo está más que garantizado.

Por supuesto, culpar de todos nuestros males a este “gobierno en la sombra” es la manera más fácil de decir “no me da la gana hacer nada para cambiar las cosas”. Porque la realidad es que somos nosotros mismos los que estamos participando activamente en este suicidio colectivo.

Si solo fuera que unos cuantos “tíos listos” quieren adueñarse del mundo sería relativamente fácil de solucionar. Lo único que habría que hacer es eliminar los “cuarteles generales” desde los que operan y punto. Sin embargo, el problema está en nosotros, con lo cual la cosa cambia por completo y es mucho más complejo y desalentador. Y es que nos han “dado por detrás” tantas veces, que hemos perdido el respeto por nosotros mismos y no nos quedan fuerzas para resistirnos.

La agenda de los “nuevos imperialistas” constituye el  mayor despliegue de “la casa de los horrores” que se haya concebido jamás. Si no se detiene a tiempo, nos conducirá irremisiblemente a la destrucción del ser humano tal y como lo conocemos. Y la culpa será solo nuestra. De nadie más.

Estamos viendo, en riguroso directo, como una “casta”, no elegida por nadie, se considera con “derecho divino” a gobernar el planeta. Su objetivo es reducir la población e instaurar un régimen totalitario tecnocrático transhumanista a  nivel mundial. ¿Lo vamos a consentir? Y lo que es más importante y urgente, ¿vamos a hacer algo al respecto?

Mucho me temo que mientras la gente no tome conciencia de lo retorcido que es el mundo en el que vive no hará nada para cambiarlo.