El mes de mayo de 2024 marcará el punto final de nuestras “democracias”,
tal y como las conocemos, relegándolas a ser simples transmisoras de órdenes de
una institución supranacional, la Organización Mundial de la Salud (OMS), brazo
ejecutor del programa globalista de Naciones Unidas (ONU).
Entre el 27 de mayo y el 1 de junio de 2024, tendrá lugar en Ginebra la
77ª Asamblea Anual de la OMS. En ella -si nadie lo remedia- se dará un golpe de
estado mundial, que afectará a todos los Estados miembros de la OMS, ya que en el
nuevo Reglamento Sanitario Internacional (RSI), que se pretende aprobar en
dicha asamblea, se dice claramente que el Director General de la OMS tendrá
plenos poderes para decretar cualquier emergencia sanitaria internacional.
Según se recoge en el documento, en el momento que se firme el nuevo
RSI, donde va incluido el Tratado de Pandemias, el acuerdo será jurídicamente
vinculante para todos los Estados miembros. Esto quiere decir que a partir de
entonces la OMS adquirirá la potestad de declarar pandemias con su exclusivo
criterio, o lo que es lo mismo, a su antojo. Este nuevo Reglamento le conferirá
la facultad de dictar a los Estados miembros las medidas totalitarias que
considere oportunas. Por lo tanto, será la OMS quien decidirá la narrativa
oficial que debe imponerse y la que debe censurarse, la que ordenará
confinamientos o vacunas obligatorias y la que determinará si podremos viajar o
no y a dónde, entre otras cosas. En definitiva, dispondrá todo aquello que le
venga en gana y sus dictados serán jurídicamente vinculantes, no simples
sugerencias como hasta ahora.
Evidentemente, si dejamos que se apruebe este Reglamento la OMS se
erigirá en única poseedora de la “ciencia de la salud”, que incluirá una sola
salud para todas las personas, para todos los animales y, por supuesto, para
todo lo que confiera a la salud del planeta. La OMS se convertirá, entonces, en
una autoridad supranacional de “salud pública”, que ejercerá poderes cuasi legislativos
y ejecutivos sobre los Estados miembros. Así, por ejemplo, podría darse el caso
de que la OMS declarase una emergencia climática en una región determinada,
porque se esperen temperaturas más elevadas o más bajas de lo que es
considerado habitual, decretando un confinamiento de 10-20 días, con toque de
queda incluido.
Es sorprendente que un evento de esta transcendencia esté siendo ninguneado
por los políticos y ocultado por los medios de comunicación. De hecho, toda la pantomima
mediática de la actualidad mundial no es más que una distracción ante el
acontecimiento más importante de nuestra reciente historia que cambiará para
siempre el rumbo de nuestras vidas.
Lamentablemente, el pueblo, que, entre otras cosas no sabe la que se le
viene encima, no puede legalmente hacer nada, ya que no está previsto ningún
mecanismo de consulta ni de control. Si a esto le sumamos que nadie de la OMS
ni de la ONU ha sido elegido democráticamente, y que todos han sido nombrados a
dedo y sin transparencia alguna, nos encontraremos de la noche a la mañana
inmersos en una dictadura, viéndonos avocados a acatar sus órdenes.
La entrada en vigor del nuevo RSI supondrá que tanto el Director
General de la OMS como los directores regionales obligarán a los gobiernos a cumplir
sus “recomendaciones”. Con ello, la burocracia sanitaria internacional quedará
bajo la dirección de la OMS. Se implementarán, por ejemplo, nuevos comités de
vigilancia para que se cumpla el nuevo Reglamento. También es muy probable que
se cambie la definición de las enfermedades más comunes para convertirlas en “brotes
pandémicos”. Y lo más importante, se otorgará a la OMS autoridad suficiente
para controlar recursos como el dinero, productos farmacéuticos, derechos de
propiedad intelectual, etc. En definitiva, la OMS se erigirá en el único
gobierno mundial disfrazado de “ciencia de la salud”. Y lo que antes era
respeto por los derechos humanos, por la dignidad y las libertades
fundamentales de las personas, pasarán a ser historia y todo serán principios
de “equidad”, “inclusividad” o “bien común”, tal y como ya estamos viendo.
Llevamos años siendo preparados para esto. La falsa pandemia, las
nuevas ideologías de género, la inmigración masiva, las políticas (ya aprobadas
por la UE) de identificación digital o el cambio climático antropogénico, entre
otras cosas, están destruyendo intencionadamente el sentimiento nacional actual
de los Estados, con el propósito de ir hacia un único gobierno mundial.
El éxito rotundo que significó la falsa pandemia ha dado alas a las
élites para avanzar en el control total de la humanidad. Desde entonces, se han
producido los cambios necesarios para afianzar e institucionalizar el nuevo modelo
de control político y social.
Las futuras emergencias sanitarias, que la OMS considere oportunas, relegarán
a papel mojado las disposiciones fundamentales de la Declaración Universal de
Derechos Humanos. Desaparecerá la libertad de expresión, el derecho al trabajo,
la privacidad y todo aquello que, según la OMS, atente contra la salud pública.
En
concreto, lo que se pretende es convertir el mundo en un Estado de bioseguridad globalizado. Todo
lo que aconteció durante la falsa pandemia fue con ese fin. Eso del calentamiento global, las guerras de
Ucrania, Gaza y ahora el ataque iraní a Israel o la gran amenaza populista que
supone Putin no son más que “juegos geopolíticos” para hacer creer al
“populacho” que todavía hay Estados independientes que luchan por su libertad.
Sin embargo, todo en el mundo está perfectamente controlado por quienes
verdaderamente ostentan el poder.
Lo que acabo de exponer no es ninguna teoría de la conspiración. Al
contrario, es una conspiración real contra la toda humanidad. Tanto los
presidentes Macron, Trudeau, Biden, Pedro Sánchez o Ursula von der Leyen –sólo
por citar algunos- están a favor de este nuevo RSI, que se someterá a votación el
26 de mayo de 2024.
Sin embargo, parece que la batalla aún no está perdida. Algunos países como Estonia, Malasia, Irán, Filipinas, Brasil, Uganda y algún que otro país más del continente africano se han negado a aceptar las propuestas autoritarias de la OMS. ¿Serán suficientes estos países para revocar el nuevo Reglamento? ¿O será otra de sus estrategias para hacernos creer que todavía quedan Estados soberanos? Verdaderamente no lo sé. Yo simplemente soy otro pobre infeliz que pulula por estos lares con la esperanza de que algún día la humanidad despierte de su letargo y no se deje amedrentar, avasallar y, en último caso, aniquilar por un puñado de psicópatas, que no llegan al 0,0001% de la población mundial.