jueves, 31 de marzo de 2022

O TOMAMOS CARTAS EN EL ASUNTO O LO VAMOS A LAMENTAR

Las evidencias no hacen otra cosa que corroborar que existe un plan a nivel global para cambiar el mundo; eso sí, el mundo de los de abajo.

Todas las decisiones tomadas, durante los dos últimos años, por instituciones como la OMS, la ONU, el FEM, la FED, el BCE, el FMI, entre otras, y la mayoría de gobiernos del mundo, han ido intencionadamente a malograr la salud de las personas y, sobre todo, a arruinar su economía.

Entonces, ¿qué clase de gobernantes “electos” son esos que quieren lo peor para sus gobernados?

El gobierno de mi país (hablo de España porque es lo que conozco de primera mano), con la inestimable colaboración de los medios de comunicación, médicos y jueces, ha cometido un delito de alta traición por arruinar deliberadamente nuestra economía y deshacerse del mayor número de “estómagos inútiles”, que decía Henry Kissinger.

Según el último informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza, un total de 12,5 millones de personas, es decir, el 26,4% de la población española, se encontraban en riesgo de pobreza y/o exclusión social en 2020, y subiendo.

Para evitar que esa pesadilla distópica siga avanzando, necesitamos que los gobiernos que han atacado a sus poblaciones y han perdido por completo su legitimidad sean derrocados. Porque cuando todos los gobiernos toman las mismas medidas, e incluso utilizando las mismas palabras (nueva normalidad, cambio climático, crisis energética,…), es que obedecen consignas.

Las decisiones aparentemente dispares o contradictorias tomadas en los dos últimos años tienen en realidad el mismo objetivo: hundir la economía y acabar con el mayor número de personas “sobrantes”, según ellos, evidentemente.  

Medidas como encerrar tres meses a los ciudadanos no solo no procuró su salud, sino que arruinó a muchos de ellos. Apoyar a Ucrania, proporcionándole armamento, es la mejor manera de enquistar una guerra que traerá consecuencias. La “entrega”, por parte de nuestro Presidente de Gobierno, del Sáhara a Marruecos ha incomodado a Argelia que, probablemente, nos cortará el suministro de gas o incrementará su coste, además de ocasionar serios problemas a Ceuta, Melilla y las Islas Canarias. Subir el precio del combustible, con la que está cayendo, ha exasperado a los agricultores y transportistas que, con sus “legítimas” protestas, están poniendo palos en las ruedas a la cadena de suministros. En definitiva, medidas así son el arma perfecta para arruinar cualquier economía.

Entonces, ¿qué pasa? ¿Es que nuestro gobierno es idiota? ¿Es que no sabe que el fuego no se apaga echándole gasolina? ¿O sí lo sabe?

Todo, absolutamente todo lo que se cuece en el mundo de la política y la economía está rigurosamente planificado y no tiene nada de casual. Lo que me sorprende, es que en pleno siglo XXI sigamos dejando nuestras vidas en manos de políticos corruptos y falsas democracias.

Los partidos políticos están copados por personas extremadamente ambiciosas cuyo único objetivo es medrar, eso está hartamente demostrado. ¿Y qué decir de las democracias? Definición de democracia según la RAE: “Sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes”. A ver, ¿he leído bien? Pues sí, dice que el pueblo tiene derecho a controlar a sus gobernantes. ¿Y esto cómo se hace? Porque sencillamente no es verdad, no tenemos mecanismos reales para hacerlo.

No seamos ingenuos. Nosotros no controlamos nada. Lo único que verdaderamente hacemos es introducir una papeleta en una urna cada cuatro años y ya está. Y este gesto, aunque nos pese, hace de nosotros unos esclavos consentidos.

Estamos en medio de una encrucijada donde los modelos económicos, monetarios, financieros, educativos, culturales y territoriales están siendo liquidados a gran velocidad. Este proyecto terminara con la globalización del planeta bajo el pretexto del desarrollo sostenible. Y la pregunta es: ¿queda mucho para que tengamos esa globalización? Y la respuesta es tajante: ¡ya la tenemos! 

De los 194 países soberanos, reconocidos por la ONU en el mundo, 193 son miembros de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y participantes en la Agenda 2030, que forma parte del Gran Reinicio del FEM.

La Cuarta Revolución Industrial y el Gran Reinicio del Foro Económico Mundial traerán consigo identificación digital, dinero electrónico, crédito social, renta básica universal, identificación biométrica, inteligencia artificial, democracia electrónica, pasaporte sanitario y transhumanismo. En definitiva, una esclavitud descomunal para todo aquel que sobreviva a su plan eugenésico.

Dicho esto, está claro que nuestros gobiernos son el problema y debemos deshacernos de ellos antes de que nos vendan al mejor postor. Y para hacerlo solo se necesitan tres cosas muy sencillas que, además, están al alcance de todo el mundo:

1.  Dejar de ver la televisión. Si dejas de ver la televisión dejas de recibir su propaganda, su intimidación y lavado de cerebro. En otras palabras, si no te llega su mensaje, no pueden controlar tu mente.

2.  Sacar el dinero del banco. Después de ingresada tu nómina o pensión en el banco, retira el dinero dejando solo en tu cuenta las domiciliaciones de recibos y haz todos tus pagos en metálico. Si pagas en metálico no pueden rastrear tus gastos, por lo tanto, dejan de controlar tus movimientos.

3.  No volver a votar jamás. Si votas, aunque sea en blanco, estás legitimando el sistema, de ahí el empeño en que votes. Si no hay votos en las urnas, no hay legitimación del sistema, por lo tanto, no hay sistema.

Si fuéramos capaces de hacer esto, no te quepa la menor duda de que el sistema se derrumbaría y entonces sí cabría la posibilidad de ir hacia un nuevo tipo de sociedad que, aunque nunca será perfecta, sí infinitamente mejor que la actual.

La verdadera dificultad radica en cómo hacemos para que nuestros semejantes despierten. Porque, al final, son seres humanos engañados desde la más tierna infancia y con unas creencias muy arraigadas difíciles de erradicar.

Un sistema de gobierno mundial está a punto de ser implantado. Si los ciudadanos del mundo no nos oponemos firmemente a este golpe de estado mundial, nos convertiremos en seres anodinos y nunca más volveremos a ser lo que éramos. De nosotros depende, aunque el tiempo se acaba. 

miércoles, 23 de marzo de 2022

LA HUELLA DE CARBONO

El poder que tienen actualmente los medios de comunicación es asombroso. Cada día que pasa, es alucinante ver como se logra imponer cualquier pensamiento en la sociedad en periodos cada vez más cortos de tiempo. Basta unas pocas horas difundiendo la misma noticia, repetidamente, en televisión y el “populacho” la incorpora a su paquete de creencias sin siquiera cuestionarse y sopesar los argumentos que se esgrimen: así ha sido durante la falsa pandemia y así está siendo con la guerra de Ucrania.

La estrategia utilizada para introducir en la mente de las personas una narrativa única, está en simplificar al máximo la causa de cada problema. Así, por ejemplo, tenemos que –según ellos- el supuesto problema del cambio climático se reduce a que es antropogénico; que la discriminación de la mujer se debe al machismo; que la causa de la enfermedad Covid-19 es un virus llamado Sars-Cov2  y que la culpa de la guerra en Ucrania es exclusivamente de Putin. Y ya está. Así de simple, para que todo el mundo lo entienda y no le quepa la menor duda.

El control de la mente de las personas a día de hoy es una realidad. Ahora ya no puedes pensar por ti mismo, sino que tienes la obligación de aceptar el relato oficial, sin cuestionarte nada, pues de lo contrario serás etiquetado como negacioncita.

En el mundo moderno de hoy, la comodidad, la diversión y el dinero se han convertido en los nuevos valores que rigen nuestra sociedad. Valores tradicionales como la familia, la amistad, la lealtad, la sinceridad, la honradez, el compromiso o el honor están en desuso o son ninguneados por esta lacra que padecemos de progresismo. Y no digamos si un hombre alardea de su masculinidad o una mujer de su feminidad, serán catalogados como carcamales del Pleistoceno.

Nos están llevando hacia un mundo totalitario con nuestra más estrecha colaboración. Cada día que pasa, nuevas leyes y normas restringen nuestras libertades y derechos fundamentales sin que pongamos la más mínima objeción. A lo más que llegamos es a una pequeña protesta verbal, eso sí, solo en nuestro entorno más cercano (léase familia, amigos de confianza…, etc.), y la mayoría de la veces ni a eso.

Si la falsa pandemia sirvió para conseguir una sumisión vergonzosa de la población y la guerra de Ucrania para terminar de dar la puntilla a la economía, el cambio climático será el catalizador para la implantación definitiva del Nuevo Orden Mundial.

Durante los días 15 y 16 de marzo de 2022, se dio un “fenómeno atmosférico” (o de geoingeniería –no lo sabemos-) en la Península Ibérica: una espectacular espesa calima procedente del Sáhara nunca antes vista.

Inmediatamente, todas las televisiones, al unísono, se pusieron a recomendar, entre otras cosas, no salir de casa y el uso imprescindible de mascarilla. También nos bombardearon constantemente con los datos de la mala calidad del aire y del peligro inminente que eso supondría para nuestra salud, con la posibilidad, incluso, de ocasionar la muerte a ciertas personas de alto riesgo. ¡Ah! Y, por supuesto, le echaron la culpa al cambio climático.

Y digo yo. Si respirar dos días polvo procedente del Sáhara puede llegar a matarnos, ¿cómo han podido sobrevivir durante siglos los tuaregs?

La gente, a raíz del Covid-19 y la Guerra de Ucrania, ya está acostumbrada a estar constantemente aterrorizada y a cumplir escrupulosamente con el ritual que toca en cada momento.

Está claro que la amenaza de un virus no se puede mantener por tiempo indefinido, pero el cambio climático sí. Y eso es lo que toca ahora.

Al igual que el pasaporte sanitario es el pretexto para digitalizar nuestra vida, el cambio climático será la excusa perfecta para implementar una huella personal de carbono, con el único objetivo de ir abandonando nuestro actual estilo de vida.

¿Qué quiere decir esto? Pues que tendremos una especie de carnet por puntos, adaptado a la emisión de carbono que generemos en cada momento. Y como, según su ciencia (la de ellos), los humanos somos los únicos causantes del cambio climático, nos aplicarán todo tipo de estúpidas normas y restricciones que, esta vez sí, serán de por vida.

¿Te has parado a pensar en ello? Por si no lo has hecho, te lo explico.

Un día cualquiera  de tu rutinaria vida te levantas de la cama, enciendes la luz, pones la radio o la televisión, te preparas el desayuno y te duchas. En este proceso has consumido energía, generando dióxido de carbono (CO2), que restará puntos en tu carnet de huella de carbono. Luego coges el autobús o cualquier otro medio de transporte para ir al trabajo, donde utilizas un ordenador y calefacción o aire acondicionado que también te restará puntos. Después vas a comer, y como cada alimento tiene su propia huella de carbono (comer un filete puede restar tres veces más puntos que comer unas acelgas), sigues restando puntos. Y así con todas las acciones que realizas durante las 24 horas del día.

Como dispondrás de un crédito, determinado por los “expertos”, en función de tu aportación a la sociedad, ¿qué pasa si te excedes? Pues que tendrás restricciones. Así, por ejemplo, si has hecho un largo viaje en avión, ese mes no podrás comer carne o tendrás cualquiera otra prohibición que ellos determinen.

Te parece algo surrealista, ¿verdad? Pues no debería extrañarte, ya que la gente también pensó, en su momento, que era surrealista vacunar a toda la población mundial e implantar un pasaporte de vacunas, y mira dónde estamos.

Huella de carbono, más pasaporte de vacunas, más desaparición del dinero en efectivo y la implantación de una moneda digital centralizada, serán las herramientas para introducir un sistema global de control digital para toda la población que nos esclavizará hasta unos niveles inimaginables. Evidentemente, esto solo se producirá cuando todos nuestros datos médicos, biométricos, financieros, monetarios, hábitos de consumo, huella de carbono y todo lo que sea susceptible de ser digitalizado formen parte de una base de datos única que, por si no te has dado cuenta, se está llevando a cabo con nuestra más estrecha colaboración.

Pues nada, a seguir en esa estúpida y falsa  “zona de confort” mirando hacia otro lado como si con nosotros no fuera la cosa. 

lunes, 14 de marzo de 2022

EL MIEDO Y SUS CONSECUENCIAS

En la era de la digitalización nuestra mente ha sido colonizada. Es lo que se denomina vulgarmente “lavado de cerebro”.

Este “lavado de cerebro” ha permitido que, mediante la estrategia del miedo, en los dos últimos años se haya llevado a cabo la operación psicológica más importante de la historia de la humanidad, logrando una sumisión total de la población como jamás antes se había producido.

La información, la contra información, la desinformación y la mentira están a la orden del día y circulan a la velocidad de la luz, nunca mejor dicho. Sin embargo, el grado de credulidad de la gente es brutal, dado que el miedo instalado en su cerebro no le permite cuestionarse nada bajo el temor de ser sancionado, discriminado o apartado del rebaño. Pues bien. Todo eso lo ha conseguido un aparatito llamado televisor.

La televisión nos ha enseñado (yo diría que ordenado) que nadie debe osar cuestionar, y mucho menos debatir, el relato oficial que nos proporciona. Por lo tanto, eso que antes era de lo más normal, como discutir o cambiar opiniones en una reunión familiar o con amigos en un bar, hoy en día está muy mal visto y no tardando mucho estará prácticamente prohibido.

Utilizando la estrategia del miedo, la burda propaganda malintencionada emitida por la televisión ha conseguido en pocas décadas lo que no había sido posible en ninguna otra época de nuestra historia: tener acojonada constantemente a la población.

El miedo es la emoción negativa más perjudicial del ser humano y viceversa. Es decir, que el miedo puede destruirte o salvarte. Pero cuando el miedo se mantiene prolongado en el tiempo genera angustia y esta es incompatible con la propia vida.

La angustia es eso que sentimos -sin saber por qué- que hace que vivamos permanentemente en un estado confuso e inseguro, consiguiendo que nuestras emociones, pensamientos y actuaciones, en general, se vean afectadas negativamente.

Hay dos clases de miedo: el real y el infundado. El real (el único que existe), es el miedo a algo concreto que está ocurriendo, por ejemplo, estar en medio de un incendio. Y el infundado, es aquel que, como su propio nombre indica, no tiene fundamento y solo existe en nuestra mente: miedo a una posible guerra o al qué dirán los demás ante una determinada actuación nuestra.

Cuando decimos que el miedo nos bloquea, nos estamos refiriendo al infundado, al irracional; el que degenera en angustia. Sin embargo, el real -que podríamos denominar miedo bueno-, nos pone en guardia y, por lo general, nos salva de situaciones comprometidas.

Dicho esto, toda la propaganda emitida en los medios de comunicación va encaminada a promover el miedo irracional e infundado.

Como estamos viendo, otra vez “la masa” –esa que se creyó que un virus maligno acabaría con su vida y que poniéndose un puto trapo en la boca y una supuesta “vacuna” regresaría a la normalidad- vuelve a tragarse que estamos a punto de iniciar una guerra nuclear mundial.

La televisión no hace otra cosa que hablar de un conflicto bélico que se está librando a miles de kilómetros de distancia que, por cierto, ni nos va ni nos viene. No hay noticiero ni programa de televisión que no demonice a Rusia y eleve a los altares a los mártires ucranianos. Sin embargo, no quieren escarbar sobre el verdadero origen de esta historia, la cual no voy a traer aquí ya que no viene al caso.

Pues bien. Esa misma televisión ha ignorado por completo que al mismo tiempo que Rusia bombardeaba Ucrania, Arabia Saudita bombardeaba Yemen, Israel bombardeaba Siria y EEUU bombardeaba Somalia.

Evidentemente, el “populacho” ha dado por sentado –porque así se lo ha dicho la televisión- que los rusos son el demonio con cuernos y los ucranianos unas almitas de la caridad que en su vida han roto un plato. Por lo tanto, si hablas con la gente sobre Ucrania, todos coinciden en que son las víctimas -que, por supuesto, también lo son- y sienten empatía hacia ellos. Pero si lo haces sobre  Siria, Yemen o Somalia te darás cuenta de que les importa un rábano y no sienten la misma empatía. ¡Increíble como condiciona la propaganda!

Una guerra mundial nuclear tiene muy pocas probabilidades de convertirse en realidad. Sin embargo, la verdadera guerra se está librando aquí mismo: en cada casa, cada calle, cada colegio, cada hospital, comercio y supermercado.

Antes de que Putin apareciera en escena, en España le deuda pública ya era muy superior al 120% de su PIB y el desmantelamiento de nuestra economía ya llevaba años produciéndose. Debido a esto, España entrará, no tardando mucho, en suspensión de pagos (esto no lo digo yo, sino el todopoderoso fondo de inversión BlackRock en su informe anual sobre estos temas). Y si España entra en suspensión de pagos, los “hombres de negro” llegarán y entonces ya no habrá tiempo para lamentaciones.

Creer esa imbecilidad de que la guerra de Rusia con Ucrania es la causa de todos nuestros males es de lo más infantil, aunque lo diga en el Congreso de los Diputados nuestro Presidente de Gobierno. Resulta que ahora la culpa de la subida del recibo de la luz, de la gasolina y de la cesta de la compra la tiene Putin, ¡faltaría más!

No seamos ingenuos. La puntilla a la destrucción económica de este país se dio  cuando, POR MIEDO, nos dejamos encerrar y nos pusimos el primer bozal: de esos polvos vienen estos lodos y no de la guerra en Ucrania que, por supuesto, también terminará pasándonos factura.

¿De verdad crees que nuestro Presidente de Gobierno es imbécil y no hace los deberes? ¿Crees que tanto él como el resto de presidentes de los países que han impuesto las sanciones a Rusia ignoraban las consecuencias? ¿No será, más bien, que sabían lo que hacían y lo han hecho con toda la intencionalidad del mundo?

Los gobiernos no son estúpidos y hacen muy bien su trabajo. El problema es que lo hacen para otros y no para nosotros. Nos amenazan constantemente con crisis económicas, falsas pandemias, cambio climático, etc. que solo se sostienen en los medios de comunicación comprados y en las mentes de las personas miedosas que consumen masivamente la propaganda tóxica de la televisión y han perdido por completo el sentido común.

Que los carburantes suban linealmente cada día desde que empezó el conflicto no está justificado de ninguna de las maneras, ya que el bloqueo ruso no repercute en los precios de inmediato y, además, hay otros proveedores. Del mismo modo, romper la cadena de suministros, como se está haciendo deliberadamente, no tiene más que un objetivo: crear el caos que se necesita para aplicar las políticas del Gran Reinicio. No hay más.

Todo aquel que no esté ciego se habrá dado cuenta de que nuestras sociedades democráticas son un engaño y están a merced de individuos sin escrúpulos que juegan a ser dioses. Por lo tanto, si algún día se llevara a cabo la eliminación de esa élite de maniacos, y sus correligionarios, no te quepa la menor duda de que todos esos desastres –crisis económicas, pandemias, calentamiento global, atentados terroristas, guerras, etc.- se acabarían de inmediato. Entonces ase miedo infundado desaparecería y la gente ya no tendría que renunciar a sus libertades a cambio de una falsa promesa de seguridad.

Siempre he mantenido que un cambio de paradigma es inevitable si no queremos ir hacia nuestra propia autodestrucción. Pero ese cambio debe ser un consenso entre toda la humanidad y no el que han preparado las élites para salvar su culo a cambio del sacrificio (dicho en todos los sentidos) del “populacho”.

Solo acabando con todas esas instituciones supranacionales como la OMS, la ONU, FEM, BPI, BM, FMI, Consejo de Relaciones Exteriores, Club Bilderberg, Fundación Bill y Melida Gates, Comité de los 300,…., habría alguna esperanza.

¿Difícil? No, lo siguiente.

Séneca le dijo a Nerón: “Tu poder radica en mi miedo; ya no tengo miedo, tú ya no tienes poder sobre mí“.

Aunque no lo creas, durante la falsa pandemia ha habido, y sigue habiendo, mucha gente sin miedo que no ha cumplido ni una sola de esas estúpidas normas: no salir de casa, ponerse mascarilla, dejar de ver a los seres queridos, someterse a test PCR o de antígenos, vacunarse, enseñar pasaporte Covid, etc. Por eso ellos tratan de amedrentarnos, porque sin nuestro miedo no pueden hacer nada, y lo saben.

Para terminar solo decir que, después de lo acaecido en los dos últimos años, mucha gente por miedo a morir ha dejando de vivir. Y eso, por lo menos para mí, es inaceptable. 

viernes, 4 de marzo de 2022

LOS MISMOS QUE QUIEREN SALVARNOS LA VIDA CON LAS “VACUNAS” PRETENDEN INVOLUCRARNOS EN UN GUERRA

La televisión vuelve otra vez a la carga –esta vez con la guerra en Ucrania- acojonando a todo aquel imbécil que pierda su tiempo en prestarle atención.

Vamos a ver. Si verdaderamente la cosa es tan grave, como asegura la televisión, la respuesta de la OTAN (léase EEUU y la UE) es de lo más ridícula. Todo lo que se les ha ocurrido es que van a poner en marcha sanciones económicas contra Rusia. ¿Pero esto qué es?, ¿una puta broma? A Rusia las sanciones de occidente se la suda (con perdón por la grosería), ya que tiene sus propias reservas (sobre todo de oro)  y es aliado de China; la fábrica del mundo.

Sin embargo, a quien van a perjudicar es al “populacho” que va a ver como la luz, los carburantes, la cesta de la compra y todas las materias primas se encarecen, dejando a la franja económicamente más débil de la sociedad en el umbral de la pobreza.

Después de que el Covid-19 llevara a la humanidad a un estado de imbecilidad como nunca se ha visto, ahora le toca el turno a la guerra de Ucrania para seguir introduciendo cambios drásticos: eliminación encubierta de las democracias, manipulación de la salud  y de la mente a través de las “vacunas” y la tecnología 5G, proyectos eugenésicos, nuevas leyes totalitarias como la de seguridad nacional y la de vigilancia sanitaria en España, poderes ilimitados para la OMS y una moneda digital centralizada que, en definitiva, es el objetivo principal de toda esta operación.

En una guerra siempre perdemos todos”; todos los de abajo, se entiende. Ese es el cínico mantra repetido por el Establishment.

No seamos ingenuos. Las guerras siempre se hacen contra las poblaciones, nunca contra sus líderes. Porque si se llegara a producir una guerra en Europa o, en el peor de los casos, una tercera guerra mundial, es seguro que no van a morir ni Putin ni Biden ni Bill Gates ni George Soros ni Larry Fink ni Macron ni Úrsula von der Layen ni Boris Jhonson ni Josep Borrell ni Pedro Sánchez ni ningún filántropo ni salvador de patrias. Aquí quien se va a dejar el pellejo es el “populacho”, como siempre. Por cierto, que el Covid-19 tampoco ha acabado con ninguno de ellos.

Como dijo Erich Hartmann: “la guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí por la decisión de unos viejos que se conocen y se odian, pero no se matan.” Esta “tragicomedia” se ha repetido hasta la saciedad a lo largo de la historia y seguimos cayendo en la misma trampa una y otra vez. ¿Pero cuándo vamos a darnos cuenta de que los que luchamos y morimos en las guerras, que ni nos van ni nos vienen, somos nosotros; el “populacho”? ¡Increíble hasta dónde puede llegar la estupidez humana!

La operación especial militar -que es como denominan los rusos a la invasión de Ucrania- y la mera amenaza de una extensión del conflicto más allá de la región podría rematar la faena que el Covid-19 empezó hace dos años: dar un fuerte empujón al Gran Reinicio y a la Agenda 2030.

La guerra es siempre la distracción perfecta para saquear la economía, ya que genera histeria colectiva, desesperación y pobreza – sobre todo mucha pobreza- que son aprovechadas por el poder para imponer la solución que ya tenían pensada de antemano. Por lo tanto, el conflicto de Ucrania, en mi modesta opinión, no es más que una nueva operación para acelerar la estanflación en la que estamos inmersos, agudizar los problemas de la cadena de suministro y desestabilizar definitivamente la economía europea hasta la llegada del Gran Reinicio.

La historia ha demostrado infinidad de veces que al igual que la diferencia entre izquierda y derecha solo existe en la mente del “populacho”, el enfrentamiento entre Rusia-EEUU tampoco es real.

El mundo está dirigido desde hace muchos años por la City de Londres y su quinta columna, como algunos denominan a Wall Street. Estos dos colosos financieros han sido, y lo siguen siendo, el centro neurálgico del poder en el planeta, y sus tentáculos llegan también a Rusia y a China, naturalmente.

En realidad el problema Rusia-Ucrania viene desde hace 8 años con los ataques constantes del ejército ucraniano a las regiones de Donetsk y Lugansk. Ahora bien. Lo que no sabremos nunca es si el objetivo de esos ataques era provocar a Rusia, y con esa excusa impulsar un conflicto bélico para tapar el escándalo mayúsculo del Covid-19 y seguir arruinando la economía mundial. Porque, vamos a ver. Si Rusia tenía en mente invadir Ucrania, ¿por qué ha esperado 8 años? ¿Por qué no lo hizo hace 3 ,4 ó 5 años?

Antes de hacer un juicio de valor, conviene recordar que Putin salió del KGB (Servicio de Inteligencia de la antigua Unión Soviética) y es amigo de Henry Kissinger y de Klaus Schwab (fundador del Foro Económico Mundial), con el que ha mantenido un diálogo constante y ha anunciado  que se uniría a su red de la Cuarta Revolución Industrial.

Bajo mi punto de vista, tanto Rusia como EEUU han impuesto las mismas restricciones totalitarias, con excusa del Covid-19, y ambos seguirán esta farsa hasta alcanzar los objetivos del Gran Reinicio y la Agenda 2030.

Desde siempre, la enfermedad y la guerra, aparte de ser los dos mayores negocios del mundo, son utilizados para regular la población y hacer cambios drásticos en la sociedad. Las élites lo llevan haciendo durante siglos y ahora no es diferente. Por lo tanto, esta guerra OPORTUNA y, por supuesto, PACTADA tiene un claro objetico: seguir el plan trazado por el FEM.

Piénsalo. Es una contradicción que nuestros gobernantes “electos”, que nos han sometido a unas restricciones draconianas acabando con nuestros derechos fundamentales en aras a proteger la vida, sobre todo, la de los más débiles, estén ahora intentando involucrarnos en una guerra. Porque si pretenden “vacunar” a toda la población mundial para, según ellos, salvarnos la vida, entonces, ¿cómo es que quieren involucrarnos en una guerra, que ni nos va ni nos viene, con lo que eso conlleva?

La historia más reciente ha demostrado que no podemos fiarnos del relato oficial. Por lo tanto, no tengo la más remota idea de qué es lo que se cuece en el conflicto de Ucrania ni de los efectos que causarán en la población las masivas “vacunas” anti Covid ni del futuro que nos espera. Pero si sé que este cúmulo de sucesos no es casual.

Decía Franklin D. Roosevelt: “En política, nada sucede por accidente. Si sucede, puede apostar que fue planeado de esa manera”. Y creo que en eso estamos.