martes, 30 de mayo de 2023

¿VERDADERAMENTE EXISTE RACISMO EN EL FÚTBOL ESPAÑOL?

El domingo 21 de mayo se jugó el partido de la liga española, correspondiente a la jornada 35, entre el Valencia Club de Fútbol y el Real Madrid. En ese partido el Real Madrid no se jugaba nada y el Valencia se lo jugaba todo: la permanencia en primera división. Y cuando digo que se lo jugaba todo, no me estoy refiriendo únicamente al ámbito deportivo, que también, sino a la importancia que tiene, económicamente hablando, que una ciudad como Valencia mantenga uno o dos equipos en primera división.

Según cuentan las crónicas (todos los medios de comunicación no han parado de dar la vara con el temita), ese domingo saltaron todas las alarmas al producirse un delito de “racismo intolerable” en el fútbol español. El delito en cuestión, es que algunos espectadores llamaron “mono” al jugador negro brasileño del Real Madrid, Vinicius. Insultos inferidos, por otra parte, para provocar al actualmente mejor jugador del Real Madrid y sacarlo del partido, como así fue.

Antes de nada quiero aclarar que no trato de justificar nada, simplemente exponer los hechos y que cada uno juzgue.

Todos los que acuden a eventos deportivos, y a los estadios de fútbol en particular, saben que los espectadores articulan todo tipo de improperios a todo aquel que vaya en contra de los intereses de su equipo. Es decir, insultan sistemáticamente al equipo contrario, al árbitro y a los auxiliares.

Estoy seguro de que lo mismo que se escuchó “mono”, no menos veces se escuchó decirle al árbitro, a los auxiliares o a otros jugadores del Real Madrid palabras tan disonantes como “hijo de puta”, “cabrón” y otras “lindezas” de la misma ralea, muy presentes en cada partido de fútbol.

Con esto no quiero decir que el insulto en el fútbol esté institucionalizado, pero sí contar lo que hay. Y lo que hay, son unos señores que cobran un “pasturrón” por dar jodidas patadas a un balón, que desde que comienzan su carrera saben que los insultos están presentes y forman parte del “ritual futbolero”. Y también saben que, salvo rarísima excepción, lo que ocurre en el estadio se queda en el estadio y punto. ¡Es fútbol! Como dicen ellos mismos.

Hasta aquí todo normal. Bueno, mejor dicho lo habitual. Es decir, lo que ocurre en cada partido de fútbol en todos los estadios del mundo.

Sin embargo, lo que no es habitual es lo que ocurrió después: los medios de comunicación, la Federación Española de Fútbol, el Gobierno, los políticos (por cierto, en plena campaña electoral) y hasta el mismísimo Presidente de Brasil, Lula da Silva, dramatizando con lo sucedido.

Decir que en el fútbol español hay racismo es la misma estupidez que decir que el CO2 es el culpable del cambio climático. Pero ya sabemos lo que ocurre cuando esta gente siembra la voz de alarma, que automáticamente empiezan las prohibiciones, restricciones y las sanciones.

Los “racistas” que insultaron a Vinicius, con la intención de desconectarle del partido, son los mismos “racistas” que veneran a Mouriba Kouroma (defensa), Yunus Musah (centrocampista) Mouctar Diakhavy (defensa) o Cristhian Ibargen (defensa), todos jugadores negros del Valencia Club de Fútbol. Entonces, si son racistas, ¿cómo pueden odiar a unos negros y venerar a otros? Y lo que es aún más extraño: ¿cómo pueden ser seguidores de un club que tienen jugadores negros en sus filas?

Deberíamos ir pensando que va a significar para nosotros esos “insultos racistas” a un multimillonario jugador de fútbol, porque no te quepa la menor duda de que por ahí van los tiros.

De momento ya hemos visto los primeros movimientos: la detención de unos “cabezas de turco”, a los que quieren aplicarles un delito de odio. ¡Hay que joderse! O sea, que cuando en televisión constantemente se incitaba al odio contra los no vacunados, diciendo que se les tenía que hacer la vida imposible (lo dijo el mismísimo Presidente francés, Emmanuel Macron) y marcarles, como a los judíos durante el holocausto, para diferenciarles de los vacunados, eso no era delito de odio, ¿verdad?

Otra medida a tomar, de la que se está hablando, es prohibir la entrada a los estadios de por vida a cierto tipo de aficionado.

También pretenden endurecer las medidas para acceder a los estadios: controles biométricos, cacheos indiscriminados y vigilancia extrema.

¿Y cómo acabará esto? Pues que la gente se hartará de tanto control y preferirá ver los partidos por televisión. Y ese puede ser el objetivo de toda esta sarta de sandeces racistas, cosa nada descabellada, puesto que durante la falsa pandemia ya se hizo el experimento de jugar los partidos de fútbol a puerta cerrada.

¿No te parece que esto guarda relación con lo de vivir en “ciudades 15 minutos” para evitar desplazamientos innecesarios y “salvar el planeta”?

Dicho esto, ahora analicemos si verdaderamente existe el racismo o es otro invento del poder para dividirnos.

Lo primero que tenemos que preguntarnos es qué es el racismo. Pues bien. El racismo es el odio, rechazo o exclusión de una persona por su “raza”. Por lo tanto, para que exista el racismo lo primero que tienen que existir son diferentes “razas”. Y la pregunta es: ¿estamos seguros de que existen diferentes “razas”?

El concepto “raza”, tal y como lo conocemos hoy en día, nació a finales del siglo XVIII en Europa, donde algunos científicos naturalistas, que se dedicaban a clasificar a las especies animales y vegetales, empezaron también a clasificar a los seres humanos en “razas” guiados por su apariencia física. Así fue como se dio origen a las cuatro “razas humanas”: blanca o caucásica, negra o africana, amarilla o mongólica y roja o amerindia.

La ciencia nos dice que los orígenes del hombre se sitúan en África. Con el transcurso del tiempo fue migrando a todas las regiones del mundo y, como es natural, fue adaptándose al medio ambiente, dándose los cambios en el aspecto físico. Por lo tanto, el aspecto de los seres humanos (lo que llamamos “razas”) han sido producto de la adaptación a los diferentes entornos medioambientales,  y no a la existencia de diferentes “razas” de humanos.

La RAE define “raza” como “cada uno de los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas y cuyos caracteres diferenciales se perpetúan por herencia”. Es decir, que las “razas” constituyen grupos específicos, distintos unos de otros, dentro de algunas especies de seres vivos. Entonces, de acuerdo con esto cada “raza” estaría definida por una serie de características biológicas que supuestamente la diferencian de las otras “razas” de esa especie.

Si hoy sabemos que todos los seres humanos pertenecemos a la especie Homo Sapiens, y que los 8.000 mil millones de personas que habitamos la Tierra compartimos el 99,9% de nuestro ADN, la existencia de las “razas” biológicamente determinadas queda desmontada por completo. De ahí que desde mediados del siglo pasado diversas disciplinas científicas como la antropología, la biología o la genética hayan afirmado categóricamente que las “razas humanas” no existen.

Y ahora la pregunta del millón: si las “razas humanas” no existen, ¿de qué racismo estamos hablando?

Después de siglos de atrocidades, a estas alturas ya deberíamos saber que eso que se ha dado en llamar “racismo” verdaderamente es otra cosa, y todos sabemos lo que es.

Las clases dominantes, con la inestimable colaboración de nuestros gobiernos, están imponiendo una nueva normalidad. Esa nueva normalidad quiere cambiarlo todo, y como el ser humano es reacio a los cambios necesita un empujón. Ese empujón puede venir de una gran crisis económica, una guerra, una pandemia, un cambio climático o una nueva ideología que nos una a todos en una “noble causa” como, por ejemplo, ¡No al racismo!

He de decir, en honor a la verdad, que utilizar la triquiñuela del racismo en el fútbol es una sutil jugada maestra, ya que el fútbol, además de un gran negocio, es la herramienta por excelencia para la manipulación de las masas. Por lo tanto, se me antoja que el fenómeno del “racismo en el fútbol español” no es más que una estrategia política con algún fin oculto. ¿Será que quieren imponer en España el Black Lives Matter o que nuestros jugadores hinquen la rodilla en el suelo antes de empezar cada partido como se hace en la Premier Ligue?  

De momento ya tenemos a las cadenas de televisión que emiten el fútbol poniendo al lado del marcador “¡no al racismo!” en vez de la bandera de Ucrania. Lo que venga después, ya lo iremos viendo. 

lunes, 22 de mayo de 2023

LA IMPORTANCIA DE NO VOTAR

Este año España afronta dos citas con las urnas: el 28 de mayo elecciones autonómicas y municipales y el 10 de diciembre elecciones generales.

Se supone que los resultados de esas elecciones van a decidir el devenir de la sociedad española durante los próximos 4 años. Esto, que es de una importancia extraordinaria, se llevará a cabo con la única aportación, por parte de la ciudadanía, de introducir una papeleta en una urna para elegir a sus supuestos representantes. Representantes que, en honor a la verdad, nunca se atienen al programa con el que se presentan a las elecciones.

Seamos serios. La política es un “engaña bobos” que ha conseguido llevarnos hasta el absurdo mundo en que vivimos. Es una trampa disfrazada de partidos políticos, de todos los colores e ideologías, que, sin embargo, siempre conduce a lo mismo: al sometimiento de la población.

Sólo hay que ser un poco observador para darse cuenta de que elección tras elección, y elijamos a quien elijamos, lo único que cambia es el color del gobierno, pero la esencia sigue siendo la misma: yo gobierno, luego mando, tú obedeces y punto.

Vivimos en un Sistema pensado para recompensar a quienes lo acatan sumisamente y castigar sin piedad a quienes lo cuestionan o rehúsan colaborar con él. Evidentemente, todos aquellos “privilegiados” que han estado expuestos a la propaganda del Sistema y tienen éxito (universitarios, políticos, empresarios, etc.), nunca cuestionarán su legitimidad y aceptarán los dogmas introducidos en sus mentes, ya que, de lo contrario, se arriesgan a perderlo todo.

Nuestro Sistema se basa en un cúmulo de mentiras. No, no me he vuelto loco. Desde la educación, pasando por el sistema político, los medios de comunicación y el sistema financiero, todo, absolutamente todo es un fraude.

Pero la clave de toda esta farsa está en la política. La política tiene idiotizada a la población, a la cual somete y manipula a través de un lenguaje adulterado. Así, por ejemplo, llama libertad al libertinaje, dinero a la deuda, democracia a la partitocracia, ciencia a la imposición de criterios y tecnología avanzada a la esclavitud disfrazada.

Para más inri, tenemos la creencia de que nuestros gobiernos los elegimos nosotros. Pero no es así. La realidad es que los gobiernos, que supuestamente salen del inútil voto que depositamos en una urna en unas elecciones amañadas, son designados de antemano por el poder global del dinero.

Pero, ¿qué pasaría si en estas elecciones solo votase el 5% de españoles con derecho a voto? O lo que es lo mismo, ¿qué pasaría si sólo se votasen ellos? Lo digo, porque si el PP tiene 870.000 afiliados, Podemos 490.000, PSOE 200.000, Ciudadanos 23.000, más unos cuantos afiliados del resto de fuerzas políticas que se presentan a las elecciones, entre todos sumarían alrededor de 1.800.000 votos, que se corresponde con el 5% de una masa electoral de 37 millones.

Contrariamente a lo que la gente cree, una baja participación electoral tiene consecuencias para la legitimidad y la representatividad. Por eso los políticos tratan de fomentar la participación, ya que sin participación no hay “democracia representativa” que valga.

Con una baja participación electoral los resultados de las elecciones no mostrarían la opinión de la mayoría de la población, lo que llevaría a una falta de representatividad y a la creación de gobiernos que no reflejarían los intereses de la mayoría. Del mismo modo, si sólo participa en las elecciones un pequeño porcentaje de la población, el gobierno resultante sería, a todas luces, ilegítimo.

Dicho esto, podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que votar no cambia nada, pero no votar lo cambia todo.

El miedo introducido en las masas sobre la necesidad irremediable de tener un gobierno es totalmente infundado. La gente piensa -porque así se lo han metido en su linda cabecita- que una sociedad compuesta por personas capaces de autogobernarse y tomar decisiones colectivas, sin la necesidad de una autoridad centralizada que imponga leyes y regulaciones, es inviable. Pues no, no es inviable. Y aunque llevarlo a la práctica es complejo, no es imposible.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que una sociedad sin gobierno no significa necesariamente una sociedad sin normas ni reglas. Las normas y las reglas podrían ser establecidas y aplicadas por las propias comunidades en función de sus valores, intereses y necesidades.

Lo que sí requerirá una sociedad sin gobierno es una fuerte dosis de responsabilidad, cooperación y respeto por parte de sus miembros. Solo así se podrá lograr la estabilidad y el bienestar colectivo. Y aunque probablemente nunca se llegará a construir una sociedad perfecta, una sociedad sin gobierno sería menos corrupta que la de hoy en día. Por una sencilla razón: si no hay gobierno no puede haber gobierno corrupto.

Evidentemente, una sociedad sin gobierno incluiría la organización en comunidades más pequeñas y autónomas, donde la toma de decisiones se llevaría a cabo por consenso, los recursos serían gestionados colectivamente y los conflictos se resolverían pacíficamente y no a través de guerras inútiles.

Esto, en un mundo tan complejo como el actual, asusta a la mayoría de la gente que piensa que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Sin embargo, con una buena educación de calidad (no confundir con el actual adoctrinamiento) y mucha fuerza de voluntad, sería posible llevarlo a la práctica o al menos intentarlo. Porque si seguimos acudiendo a las urnas, como hasta ahora, seguiremos inmersos en esta distopía totalitaria.

Un atisbo de esperanza.

Es incuestionable que cada día va aumentando el número de personas que se están dando cuenta de que viven en un mundo de mentiras y de que una minoría de peligrosos maniacos se ha hecho con el control del mundo. El descubrimiento de esta verdad -mantenida oculta por los tiranos que nos gobiernan- es esencial para el gran despertar de la humanidad.

La única forma de salir de esta gigantesca mentira es hacerle ver a la gente lo engañada que está y cómo podrían cambiar las cosas simplemente con que se diera cuenta de esto. Evidentemente, darse cuenta de esto implica dejar de acudir como verdaderos imbéciles a las urnas, y ahora es una oportunidad de oro para hacerlo. Por lo tanto, si quieres que cambien las cosas, quédate en casa el día de las elecciones y ya veremos qué pasa. 

viernes, 12 de mayo de 2023

¿SE ESTÁN CUMPLIENDO LOS PLAZOS DE LA AGENDA 2030?

Ya sólo quedan siete años para llegar al 2030, que es el año previsto por los globalistas para alcanzar su supuesto “desarrollo sostenible”.

Siete años son muy pocos, para lo que queda por hacer, y la ONU empieza a estar preocupada, porque ve que no se están cumpliendo los plazos previstos de su Agenda 2030. Por lo tanto, ha convocado una cumbre extraordinaria con el propósito de dar un impulso a su patética “agenda verde”. Dicha Cumbre se celebrará en Nueva York, los días 18 y 19 de septiembre, con la participación del Foro Económico Mundial (FEM).

Los 17 puntos de la Agenda 2030, que tratan de imponernos a toda costa los gobiernos de Occidente, son una sarta de mentiras para enmascarar lo que verdaderamente proyectan estos maniacos.

Lo que pretenden es  un nuevo mundo donde todo esté conectado. Es decir, cada dispositivo, ordenador, tablet, móvil, reloj, frigorífico, vehículo, casa, animal y persona, todo, absolutamente todo esté conectado a la red. Para eso crearon el Internet de las cosas y el Internet de los cuerpos.

Quieren, además, que vivamos en “ciudades 15 minutos”,  absortos en el metaverso, donde la Inteligencia Artificial lo controlará todo: la actividad de cada uno de nosotros, los movimientos e incluso los pensamientos.

“No poseerás nada y serás feliz”, así reza el eslogan del “Gran Reinicio” del FEM. Pero no tendrás nada tú, ellos sí. Porque no creo que los Windsor, Rothschild, Rockefeller, Warburg, Kuhn Loeb, Gates, Soros y el resto de multimillonarios del mundo vayan a desprenderse de sus fortunas para no tener nada y ser felices.

Con el pretexto de ayudar a la Tierra a recuperarse de la “agresión del hombre”, se están llevando a cabo mega proyectos -cada uno más extravagante que el anterior- por todo el planeta. Estos mega proyectos, como la ciudad futurista saudita de 170 kilómetros de largo, están justificados por los informes del IPCC sobre el cambio climático. Sin embargo, no son más que cárceles tecnológicas para el “populacho”, ya que ellos nunca vivirán ahí.

Los impulsores de esta Agenda están distorsionando el mundo y de qué manera. Animan a los niños a cambiar de género, convenciéndoles de que han nacido en un cuerpo equivocado; abogan por que todo sea eléctrico, cuando ni siquiera podemos sostener el nivel actual de necesidades de energía; manipulan el clima, para convencernos del calentamiento global; están acabando con el sector primario, para que comamos insectos y hamburguesas de laboratorio; prohíben limpiar los montes (siendo esta la principal causa de los incendios) y destruyen presas y embalses arruinando pueblos enteros.

En fin, ¿cómo pueden tener la cara dura de hablar de sostenibilidad haciendo lo que están haciendo? Pero esto no es lo grave, lo verdaderamente grave es por qué les hacemos caso. O lo que es lo mismo, ¿por qué seguimos sus dictados sin la más mínima objeción? ¿Es que todos nos hemos vuelto imbéciles?

Está claro que a esta gente el planeta se la suda. Lo que le importa es la dominación y el control férreo de cada uno de nosotros. Y no te quepa la menor duda que  hará cualquier cosa para conseguirlo.

Ahora los gobiernos nos están coaccionando para que dejemos de utilizar los combustibles fósiles. Y todo para salvar un planeta que no necesita ser salvado. Porque, aunque el clima esté cambiando (lo ha hecho siempre), no hay datos científicos que demuestren que el cambio climático es antropogénico. Así lo avalan alrededor de 1.500 expertos de todo el mundo -todos ellos muy respetados en sus respectivas áreas- que se han unido al Grupo de Inteligencia Climática Global (CLINTEL). Por lo tanto, esa afirmación de que el hombre se está cargando el planeta no es más que propaganda política.

La retórica que toca ahora, y que todos los medios de comunicación siguen escrupulosamente, es que el cambio climático está siendo provocado por el hombre y queda muy poco tiempo para reaccionar.

Al igual que con el Covid-19, estos titulares apocalípticos están destinados a aterrorizar a las masas, para que aceptemos un sinfín de nuevas restricciones y la privación de las pocas libertades que aún nos quedan.

Estamos en un momento de nuestra civilización donde la tecnología de control mental es ya una realidad, pudiendo manipular pensamientos, sentimientos y comportamientos. O si no, ¿Cómo crees que han conseguido persuadir a la gente a tomar decisiones en contra de su propio instinto de supervivencia durante la falsa pandemia? 

Vivimos un momento muy delicado donde nos lo jugamos todo.

Es evidente que cada vez hay más personas que están dando la cara para desmentir las afirmaciones supuestamente benévolas de la Agenda 2030, de ahí que sus organizadores estén cada día más preocupados. Y si están preocupados, porque sus planes se están ralentizando, no es por falta de esfuerzo, sino por el hartazgo de mucha gente que ha perdido la confianza en los gobiernos y ya no se traga las incesantes mentiras, las crisis fabricadas y la intolerancia a las opiniones discrepantes.

Nos enfrentamos a un futuro tecnócrata muy peligroso. Los nuevos dueños del mundo tecnocrático sólo aman las máquinas y repudian todo aquello que huela a humanidad: amor, compasión, ternura, etc. Tratan de imponer el caos social internacional, provocado deliberadamente con sus desastrosas políticas, para luego ofrecernos a modo de solución su dictadura totalitaria tecnócrata.

¿Lo conseguirán? De nuestro despertar y nuestra unión depende.

Una última reflexión.

¿Alguna vez te has preguntado cómo es posible que una insignificante minoría tenga subyugada a una aplastante mayoría? Muy sencillo, porque esa aplastante mayoría está asustada, empobrecida y dividida en mil pedazos, y así no se puede ganar ninguna batalla y menos aun una guerra.