El mundo está atravesando por un momento muy
delicado.
Si comparamos los acontecimientos que llevaron
en 1929 a la Gran Depresión con la situación actual, es para preocuparse.
Si bien el Crack del 29 fue la más devastadora caída del mercado de valores en la historia de la Bolsa en
Estados Unidos, la situación de los mercados a día de hoy no le van a la zaga: la
Bolsa ahora está más sobrevalorada que entonces y la OPV (Oferta Pública de Venta,
o salida a Bolsa de un activo) es de peor calidad que, por ejemplo, la burbuja
especulativa de las puntocom que se comercializaron entre 1998 y 2001.
Si a eso le sumamos que la automatización está
acabando con el empleo, sin que haya una alternativa que lo sustituya; que la
mayoría de los trabajos son precarios y están mal remunerados; que los jóvenes
cada día son más violentos y muchos de ellos se están radicalizando; y que existe
una desigualdad en la distribución de la riqueza nunca antes vista, la cosa no
pinta bien.
Con estos antecedentes, y haciendo memoria de
lo que ocurrió en nuestra reciente historia hace 90 años, creo sinceramente
que estamos en un momento de crispación que se está haciendo viral a lo largo y
ancho del Planeta.
La gente, en general, está harta de los
políticos que mantienen este sistema corrupto, injusto y absurdo. Hay revueltas
sociales muy violentas por todas partes: en España, Francia, Inglaterra,
Italia, Perú, Argentina, Bolivia, Ecuador, Méjico, Hong Kong, Chile, Líbano, Irak,
Haití….., por no mencionar los conflictos bélicos en los países árabes y del
tercer mundo.
Estas revueltas, amén de tener cada una de
ellas un objetivo singular concreto, tienen un denominador común: la
indignación general por la precariedad a la que se está sometiendo en todo el
mundo a la clase trabajadora.
Llevamos años viviendo la mentira de la
democracia que para lo único que ha servido es para hacer más ricos a los ricos
y más pobres a los pobres. Y todo esto se ha hecho con nuestro consentimiento a
cambio de la gilipollez de la libertad de expresión, ya que de qué nos sirve manifestar
nuestra disconformidad e indignación con el Sistema si luego no tenemos poder
para cambiar nada.
No seamos ingenuos. Meter un voto en una urna
cada 4 años no nos permite cambiar nada que no quiera el poder global del
dinero.
Los políticos no han hecho otra cosa, a lo
largo de la historia, que crear problemas sociales, laborales, económicos y
estructurales de todo tipo. Nunca han
resuelto nada, por la sencilla razón de que no saben de nada y sólo tienen
verborrea electoralista.
La gente, ingenuamente, piensa que nuestras
democracias y gobiernos son los que han propiciado el estado de bienestar del
que gozamos (no todos) hoy en día. Pero se equivocan. Quien verdaderamente nos
ha proporcionado agua en nuestro hogar (caliente y fría), energía eléctrica,
automóviles, teléfonos, ordenadores, medicinas y todo aquello relacionado con
el estado del bienestar ha sido la ciencia y la tecnología. Y eso que para ello
sólo utilizamos la masa gris de, a lo sumo, el 1% de la población mundial.
¿Te has parado a pensar en cómo estaría la
sociedad si pusiésemos al 10-20% de los habitantes del planeta a investigar
para crear un mundo mejor? Sin lugar a dudas el avance sería tremendo. Entonces,
¿por qué no se hace? Pues porque para eso sería necesaria una educación de
calidad para todo el mundo y es evidente que al establishmen no le interesa,
pues perdería todos sus privilegios.
Todo, absolutamente todo, está relacionado con
la educación.
La educación que se imparte a las masas, a
nivel mundial, sigue siendo demencial. Se nos forma únicamente para ejercer un
puesto de trabajo en la sociedad de acuerdo al sistema establecido y nada más.
Pero la tecnología avanza demasiado deprisa y
está cambiando el mundo drásticamente. Y la pregunta es: ¿por qué se sigue
educando y formando a la gente para vivir en un mundo que ya no existe?
Evidentemente, las nuevas generaciones educadas con planes educativos basados
en los mismos dogmas del siglo pasado están abocadas al más estrepitoso fracaso,
y el establishmen lo sabe.
Si queremos un mundo mejor no hay otra forma
de conseguirlo que no sea mediante una buena educación de calidad para todos.
La educación no puede ni debe estar en manos
de políticos, cuya única preocupación es adoctrinar a las masas. El verdadero
objetivo de la educación actual es hacer al individuo un ser trabajador
consumidor y no cultivar el conocimiento y la creatividad para el beneficio de
la sociedad.
Miremos el ejemplo de España, donde la
educación pasó a formar parte de las competencias de las autonomías (que
evidentemente están en manos de políticos) y ahora tenemos 17 maneras
diferentes de ver, por ejemplo, la historia, entre otras cosas. Y no digamos si
estas autonomías están gobernadas por nacionalistas. Con esto no estoy diciendo
que la historia que aprendimos antes no fuera manipulada, que también.
La base de la educación actual es el miedo. Desde
el primer contacto escolar se le inculca al niño la cultura del miedo. Este
sentimiento le acompañará de por vida y hará de él un ciudadano sumiso,
adaptado y fiel cumplidor de las reglas sociales impuestas por el Sistema. Del
mismo modo, si alguien intenta salirse de la norma será visto por todos los
demás como un inadaptado. En definitiva, lo que recibimos la mayoría de los
mortales es una educación adaptada a un Sistema, muy bien estructurado, donde
nos convertimos tanto en víctimas como en verdugos.
Todo lo que vemos actualmente en nuestro mundo
tiene como base el miedo: miedo al cambio, al progreso, a la muerte, y, en
general, a todo aquello que nos rodea. Pero la realidad es que a lo que tenemos
miedo de verdad a ser nosotros mismos, ya que se nos ha educado para que así
sea.
De que los miedos inculcados al individuo,
desde la más tierna infancia, no desaparezcan se encarga la todopoderosa
industria de medios de comunicación de masas, con la abominable televisión a la
cabeza.
Un ejemplo claro de ello son los debates
electorales televisados que han sufrido nuestras mentes recientemente. Son
vomitivos. Tratan a la audiencia como si fuera retrasada mental, ya que no se puede
decir tantas gilipolleces, tantas mentiras e inculcar tanto miedo en tan poco
tiempo.
¿Pero de verdad la gente no se da cuenta de
que esto es un circo? ¿No se entera de que es una obra de teatro donde cada uno
representa su papel?
Me da mucha pena de la pobre gente que piensa
que con su voto, con su huelga o su manifestación va a cambiar algo.
Nunca en la historia se ha cambiado nada que
el poder no haya querido cambiar, salvo si se acaba con el poder (por ejemplo
los zares en Rusia). Los cambios, si se producen, es cuando la gente toma de verdad el poder (por ejemplo, la toma de La
Bastilla, la revolución cubana, bolchevique, etc.). Pero luego se colocan en el
poder los que tomaron el poder y vuelta a empezar: el pueblo vuelve a ser
adoctrinado y machacado para trabajar como un esclavo y seguir pagando
impuestos.
Desde que el mundo es mundo no ha cambiado nada
en este sentido: sigue habiendo amos y esclavos. La única diferencia está en
que antes el esclavo sabía que era esclavo, sin embargo, los esclavos de ahora
no sólo no son conscientes de que son esclavos, sino que lo son con su absoluto
consentimiento.
Para nuestra desgracia, la educación que
recibimos se reduce a obedecer, repetir y no cuestionar: nada de pensamiento
crítico o te colocarán la etiqueta de negacionista, inadaptado o conspiranoico.
Pero la realidad es que todos tenemos el
derecho a cuestionar y a indagar, por nosotros mismos, para comprobar si lo que
se nos enseña es verdadero o falso, lo diga quien lo diga. Todos tenemos la
capacidad de sumergirnos en el conocimiento, ya que somos seres inteligentes.
Y, lo más importante. No debemos dejarnos influenciar por la gente que posee
títulos académicos rimbombantes o puestos de relevancia jerárquica en la
sociedad, ya que son los que más mienten.
No es de recibo que en un mundo tecnológico,
como el actual, capaz de proporcionarnos una educación de calidad, además de
tecnología y medios suficientes para solucionar la mayoría de nuestros
problemas, esté como está.
Conclusión:
Mientras no exista una educación de calidad
para todos, el mundo seguirá en manos del poder económico, político y militar,
generando cada día más desigualdad.
La única solución es tomar conciencia, cada uno
de nosotros, de que todos somos iguales (aunque distintos) y que nos
necesitamos unos a otros. Y, por supuesto, de que nadie está por encima de
nadie.
Pero para llegar a ese nivel sería
imprescindible una educación y formación de calidad para todos, y me temo que,
hoy por hoy, es absolutamente impensable.