Este verano todos los medios de comunicación
difundieron la noticia de que Donald Trump quería comprar Groenlandia a los
daneses.
¿Y para qué quiere EEUU una isla recubierta de
hielo? Pues, probablemente, para utilizarla del mismo modo que utiliza Alaska, que
fue comprada a los rusos en el año 1867 por 7,2 millones de dólares.
Evidentemente, la versión oficial es que le
interesa geoestratégicamente y para explotar sus recursos –que no digo yo que
también-, ya que Groenlandia dispone de yacimientos de rubí, platino, níquel,
uranio, aluminio, titanio y cobre, entre otros. Además, recientemente se han
descubierto reservas de petróleo en sus costas.
Y digo yo: ¿y por qué no explotan esos
recursos los propios groenlandeses? Pues porque, como ocurre en un mundo donde
prima el dinero, si extraer esos recursos cuesta más de lo que se va a sacar
por ellos, ahí se quedan.
Llevamos varias décadas oyendo que el cambio
climático que estamos padeciendo es antropogénico y que el causante es el CO2
que emitimos a la atmósfera. Esta versión es la que respalda la ciencia del
estatus quo, pero la otra ciencia –honesta no subvencionada- lo desmiente
categóricamente.
Pues bien. ¿Y si verdaderamente el clima
estuviera siendo manipulado por el hombre?
Que el clima ha cambiado en las últimas
décadas es más que evidente. Ahora bien, que este cambio lo haya producido el
CO2 emitido a la atmósfera, aumentando así el efecto invernadero,
podría ser la tapadera perfecta para ocultar lo que está pasando realmente.
Muy pocas personas han oído hablar del misterioso
Proyecto de la Fuerza Aérea Norteamericana, HAARP (High Frequency Advanced
Auroral Research Project), cuya traducción sería, Proyecto de Investigación de
Aurora Activa de Alta Frecuencia.
En Gakona, Alaska, se encuentran unas
instalaciones militares donde se está desarrollando el misterioso Proyecto
HAARP. Consiste en la instalación de 180 antenas que funcionando a la vez
emiten 1 GW =1.000.000.000 W; es decir, un billón de ondas de radio de alta
frecuencia, las cuales penetran en la atmósfera inferior e interactúan con la
corriente del “elecrojet aureal” (campo eléctrico flotante la Tierra)
El Proyecto HAARP se “vende” a la gente como
uno de tantos estudios realizados por el ejército de los EEUU como el Proyecto
Starfish (1962), el Solar Power Satellite (1968) o el Military Implications
(1978), que son estudios llevados a cabo de la ionosfera y la alta atmósfera
con fines científicos y de defensa, supuestamente, pacíficos.
¿Pero cómo funciona y para qué sirve el
Proyecto HAARP?
La versión oficial lo explica de la siguiente
manera: “los pulsos emitidos artificialmente por sus 180 antenas estimulan a
la ionosfera creando ondas que pueden recorrer grandes distancias a través de
la atmósfera inferior y penetran dentro de la tierra para encontrar depósitos de
misiles, túneles subterráneos, o comunicarse con submarinos sumergidos, entre
otras muchas aplicaciones”.
Hasta aquí todo parece normal. Ahora bien. Si los
mismos científicos aseguran que la tecnología militar nos lleva 50 años de
ventaja al resto de los mortales, no es de extrañar que el Proyecto HAARP esté
siendo mirado con lupa por determinados científicos y estudiosos del tiempo y
del clima.
Según algunos científicos, HAARP se puede
considerar como un verdadero "calentador" de la alta atmósfera,
provocando una tremenda ionización que puede acarrear consecuencias
imprevisibles. Podría dirigir sus efectos hacia cualquier zona del planeta.
Estaríamos hablando de un nuevo tipo de “arma geofísica” capaz de provocar
tormentas o sequías, sobre un territorio determinado, y, como no, achacarlo al
calentamiento global ocasionado por el CO2 emitido a la atmósfera.
¿Es esto posible? Pues no debe de ser muy
descabellado cuando el propio creador del calentador ionosférico del Proyecto
HAARP, Bernard Eastlund, aseguró en su día que su invento podría también
controlar el clima.
La idea original en la que se basa el Proyecto
HAARP fue concebida por Nikola Tesla. Creó un sistema de transmisión de energía inalámbrica, logrando
encender un conjunto de bombillas a 40 km de distancia. Su idea fue la de poder
concentrar y transmitir energía a grandes distancias, mediante potentes ondas
electromagnéticas que se reflejan en la ionosfera.
Se dice, que su mentor, JP Morgan, lo condeno
al ostracismo, pues con su invento arruinaría el suculento negocio que JP
Morgan había conseguido del Gobierno de los EEUU, al ser el adjudicatario de la
contrata para instalar la red de cableado eléctrico de todo el país.
Uno de los posibles objetivos del Proyecto HAARP
podría ser modular las corrientes del “electrojet aureal” y así afectar a la
intensidad y dirección de los vientos zonales y del chorro (Wikipedia: el
chorro, según la Organización Meteorológica Mundial, es una fuerte y estrecha corriente de aire concentrada a lo largo de un eje
casi horizontal en la alta troposfera o en la estratosfera, caracterizada por
una fuerte cizalladura vertical y horizontal del viento).
Diversos trabajos científicos indican que los
vientos de la alta atmósfera (sobre los 50 km de altura) juegan un papel
importante en el chorro, que a su vez controla las estructuras de tiempo en
superficie.
Otros autores han estudiado el “electrojet
aureal” y han encontrado que existe una relación muy estrecha con los vientos a
80 km de altura. Por lo que sugieren, que los sistemas “electrojet aureal” y
los vientos troposféricos están, aparentemente, correlacionados.
Con estos datos, parece que la evidencia
científica reciente apunta a que el Proyecto HAARP tiene la capacidad potencial
de desencadenar inundaciones, sequías y huracanes, entre otras cosas.
Se prevé que en Groenlandia y Noruega se
instalen -o se hayan instalado ya- nuevas antenas dentro del proyecto HAARP
(aquí encajaría el interés de Trump por comprar Groenlandia.).
Pero no sólo EEUU está inmerso en este tipo de
proyectos, ya que Rusia y China disponen, también, de instalaciones similares a
las de HAARP.
Todo parece indicar que existe una carrera por
hacerse con este tipo de “arma geofísica” entre las tres grandes potencias
militares del planeta.
Bueno, pues todo ese interés, por parte del
establishmen, de convencernos a todos de que el calentamiento global (con sus
sequías, inundaciones, tornados y huracanes) es consecuencia del C02
emitido a la atmosfera, pudiera ser la tapadera perfecta para ocultar sus
verdaderas intenciones.
Y ahora las dos preguntas inevitables:
¿Estamos viviendo las primeras pruebas del
comienzo de una nueva era de “armas geofísicas” capaces de modificar el clima,
entre otras cosas?
¿Es simplemente otra de tantas teorías
conspiranoicas?
No lo sabemos. Pero, como diría José Mota: “y
si sí”.
Decía Adolf Hitler:
“La gente, en la simplicidad de sus mentes, cae fácilmente víctima de
grandes mentiras antes que de pequeñas, puesto que ellos mismos cuentan
pequeñas mentiras pero sentirían pudor de contar mentiras enormes. Nunca
se les ocurriría fabricar mentiras colosales y, por tanto, no creen que otros
tengan semejante descaro. Incluso, ante la evidencia de las pruebas que
muestran la mentira, seguirán dudando y continuarán pensando que debe haber
otra explicación”.
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