Tanto A. Huxley, en su Mundo Feliz, como G. Orwell, en su Rebelión en
la Granja, pudieron tan siquiera imaginar que el control social que ellos
ficticiamente describieron en sus obras iba a llegar a ejecutarse de manera tan
sutil.
La narcotización que ejerce la todopoderosa televisión disfrazando de
ocio, de cultura y de información toda una sutil repugnante propaganda, está
siendo muy efectiva.
La mal llamada “caja tonta” en realidad es muy lista. Desde hace
décadas viene adoctrinando a la población para convertirnos en un rebaño de
borregos sin pensamiento propio. Por lo tanto, se ha erigido en el arma perfecta para el control mental, dando unos resultados excelentes.
Pero si de siempre la programación ha sido deliberadamente ponzoñosa, es
en estos dos últimos años y medio donde ha llegado a unos niveles de obscenidad
y frivolidad difíciles de superar.
Los programas mal llamados de entretenimiento, y los también mal
llamados culturales, deberían denominarse programas de aborregamiento. Así de
claro. Concursos, reality shwos, series, películas, deportes, documentales,
etc., forman parte del mismo paquete morfínico para anestesiar a las masas.
Pero los que han batido todos los records de procacidad son los telediarios.
Se supone que una cadena de ámbito nacional, y pública, es una
institución seria que informa con rigor. Pero nada más lejos de la realidad.
Pandemia, cambio climático, incendios, crisis económica y guerra de Ucrania son
los únicos temas que copan las parrillas de los telediarios. Y, como colofón,
para hacernos aún más imbéciles de lo que somos, suelen incluir alguna
“ocurrencia” del “iluminado” de turno como que un ballenato ha varado en la
costa del Cantábrico o cualquier otra simpleza semejante. Evidentemente, este
tipo de noticias son intencionadamente utilizadas para infantilizar al
espectador, que termina por hacerse un adicto a las noticias basura.
Hoy en día es imposible encontrar información y programas de calidad en
cualquier cadena de televisión, ya que todas repiten y emiten los mismos
contenidos. Podríamos tener un solo canal y no echaríamos de menos al resto.
Esto que acabo de exponer puede parecer excesivo, pero no lo es. Lo que
sucede, es que llevamos años acostumbrados a tragar esta bazofia y ya no somos
conscientes de la carroña audiovisual que consumimos.
Pero si la televisión está totalmente manipulada, alguien podría pensar
que existen otros medios alternativos más rigurosos y menos coercitivos. De
nuevo, nada más lejos de la realidad, ya que, por desgracia, la mayoría de los
llamados medios alternativos son también controlados por los mismos grandes
imperios de la información y el entretenimiento.
¿Y qué decir de toda esa gama de nuevas plataformas, redes sociales y
aplicaciones de todo tipo?
El consumo masivo de los formatos interactivos está sustituyendo las
relaciones personales por relaciones cibernéticas. Las nuevas generaciones consumen
a diario un sinfín de gilipolleces que salen de las pantallas de sus
dispositivos móviles. En
estos tiempos podemos contemplar a cientos de millones de personas en todo el
mundo que no hacen otra cosa, en el transcurso del día, que consultar e
interactuar con su puto móvil. Dedican su preciado tiempo a ver vídeos,
escuchar audios e intercambiar diálogos (si es que se les puede llamar así) en
las redes sociales.
Pero, mientras están encantados “disfrutando” de las nuevas
tecnologías, se están perdiendo algo tan esencial y enriquecedor como son las
relaciones humanas. Eso por no hablar del placer de leer un buen libro. Pero me
temo que la gran mayoría de las nuevas generaciones de cibernautas no solo no
van a abrir un libro en su jodida vida, sino que ni siquiera sabrán que es un
libro.
Lo que se ha conseguido, a través de la televisión y las nuevas
plataformas tecnológicas, es hacer personas neutras que ni opinan ni se
cuestionan nada, solo quieren ser entretenidas y a cambio obedecen y punto.
El grotesco espectáculo al que hemos asistido durante los dos últimos
años y medio a través la televisión, ha sido demoledor para los que aún
conservamos un poco de dignidad y sentido común. Ver a la gente aplaudiendo en
los balcones de sus casas a los asesinos de nuestros mayores, mientras
estábamos encerrados como animales de granja, no va a ser nada fácil de
olvidar.
Ahora la televisión está preparando a las masas para el otoño-invierno
“calentito” que se avecina. Los incendios, el miedo al corte de suministro de
gas ruso a Europa, la viruela del mono y la estanflación son la excusa perfecta
para el cúmulo de racionamientos energéticos, alimenticios, monetarios y la vuelta
a las restricciones sanitarias y otras nuevas por el cambio climático que nos
esperan después del verano. Medidas, por cierto, que acaba de
anunciar nuestro Presidente de Gobierno aprovechando el periodo estival.
¿Y la gente? ¿Volverá a tragar? Me temo que sí. ¿Pero cómo no va a
tragar con el bombardeo constante que sufre a través de la televisión?
La televisión tiene amedrentada y engañada a la población, además de ocultar
información. Cuando hablas con la gente, y le dices que medio mundo se está
levantando en contra de la tiranía de la agenda globalista, no te cree. Y no te
cree, porque no lo ha visto en televisión. Sin embargo, solo en el mes de
julio se han producido multitud de manifestaciones pacíficas en Canadá,
Australia, Chile, Portugal, España, Alemania, Austria, Francia, Italia y
Holanda, solo por nombrar algunos de los países más activos. Conviene resaltar
el caso de Alemania, cuyos habitantes no han olvidado lo que supuso el nazismo
y no quieren volver a vivir ese horror. Alemania hoy día es un clamor, pero
nada de eso sale en televisión.
Por enésima vez se está utilizando la “estrategia de la gradualidad” para
hacer colapsar la economía mundial. El incesante bombardeo de la subida de
precios, a través de los medios de comunicación, está acabando con la demanda. Y,
claro está, una sociedad de consumo que no consume se hunde. Así de sencillo. Por
lo tanto, creo que no me equivoco al decir que, definitivamente, los medios
de comunicación, con la televisión a la cabeza, se han convertido en el arma
perfecta para el control social.
¿Y ahora qué? ¿Vas a apagar de una vez la televisión?