Todos estamos
comprobando cómo las nuevas tecnologías están
cambiando nuestra vida cotidiana.
Nos encontramos
inmersos en un mundo de impresoras 3D, de tecnología basada en el grafeno, de
nuevos combustibles más eficientes y limpios que acabarán sustituyendo los
actuales combustibles fósiles y de otras fuentes de energía sostenible e
inagotable que cambiará para siempre el actual paradigma socio-político-económico
mundial. Y, esto, ya no hay quien lo pare.
El vertiginoso reto
tecnológico al que nos enfrentamos nos tiene bastante desorientados y, como es
lógico, el modelo de sociedad actual no está preparado para asumir los avances
tecnológicos que nos esperan a medio y largo plazo.
Hasta ahora las
“élites dominantes” lo han tenido fácil para apoderarse de todos los recursos
del planeta, sosteniendo unas estructuras que controlan desde siempre, pero que
actualmente parece que se desmoronan.
Entonces, ¿Cómo harán
las élites que actualmente ostentan el poder, basado en esas viejas
estructuras, para mantener su posición de control y privilegio cuando estas
estructuras desaparezcan?
Ante ese futuro
incierto que asoma en el panorama mundial, la élite está buscando ya un nuevo
paradigma a nivel político, económico y social, en el que dejar atrás las
viejas estructuras del mundo actual y sentar las bases para un mundo global
definitivamente unificado. Este nuevo mundo (nuevo orden mundial) probablemente
conllevará la existencia de un gobierno global supranacional, una autoridad militar
y policial de rango planetario y una autoridad económica mundial centralizada
para todo el planeta. Ah! y, probablemente, también se creará algo parecido a
una religión global o, como mínimo, un organismo que englobe el conjunto de la
mayoría de creencias religiosas actuales.
¿Y cómo se va a
efectuar ese cambio, sin herir susceptibilidades, y cambiarlo todo para que
todo siga igual?
Pues bien. Todos
estamos siendo bombardeados constantemente con noticias aterradoras.
Las redes sociales y
medios de comunicación no hacen más que incidir en el posible colapso económico
mundial, sobre el estallido de enormes burbujas financieras basadas en los
derivados y en los bonos, sobre la caída del dólar como moneda de reserva
mundial y las imprevisibles consecuencias que ello conllevaría.
A la vez, las
noticias sobre las crecientes tensiones entre grandes potencias apuntan
claramente al estallido de un gran conflicto.
La guerra de Ucrania
ha enfrentado a Rusia con EEUU y sus aliados de la UE y amenaza con provocar
una guerra entre potencias nucleares. También los conflictos en el Mar de China
Meridional amenazan con provocar una guerra en la que podrían verse
involucradas EEUU, China y Japón.
A esto hay que
sumarle el ascenso de los BRICs, amenazando el poder económico norteamericano y
occidental; el caos creciente e incontrolable de Oriente Medio con el auge
imparable del Estado Islámico; el posible conflicto entre Arabia Saudí, Irán,
Israel y Turquía y la campaña mediática a nivel mundial sobre la oleada de
corrupción de políticos, seguido de la violencia de género, pederastia,
pedofilia, crimen organizado, etc.,
En fin. Lo que
tenemos ante nosotros es un cóctel altamente explosivo repleto de ingredientes
tóxicos y volátiles, que prometen provocar un caos y una destrucción inminente
de nuestro actual sistema político-económico y social. Es por esto que los
teóricos de la “conspiración” lo tienen muy claro, ya que las pruebas, según
ellos, son irrefutables. Pero, ¿y si hay otra intención? ¿Y si todas estas
amenazas “apocalípticas” no son más que una inmensa tomadura de pelo, una gran
mentira -como todo lo que se nos ha hecho creer hasta ahora- para llevarnos
como siempre hacia donde ellos quieren?
Analicémoslo:
Con esta maniobra,
las élites van a conseguir un triunfo absoluto, sin tener que destruirlo todo
y, lo que es más importante, con el beneplácito y reconocimiento de toda la
población mundial.
La guerra mundial y
el colapso económico masivo -que todo parece indicar se va a producir- sólo
serán amenazas que nunca llegarán a materializarse.
Siguiendo esta
estrategia, llegaremos al borde de un colapso económico total, de consecuencias
devastadoras, y justo cuando éste parezca inevitable y el caos esté a punto de
producirse, las propias élites económicas aportarán una solución para evitarlo.
Y esta solución ya sabemos cuál va a ser: la implantación del famoso “orden
mundial”. O lo que es lo mismo: un control absoluto sobre todas las facetas de
nuestra vida que, recordémoslo, ya tienen prácticamente conseguido con, entre
otras cosas, la futura entrada en vigor de los diferentes tratados de libre
comercio que se están negociando en secreto a nivel mundial.
Una vez que esto
ocurra, ¿quién se va a oponer a ello si la alternativa es perderlo todo y vivir
en el caos y la más absoluta pobreza? Evidentemente, nadie.
Entonces, ¿estamos siendo
utilizados? Yo creo que sí; es más: creo que somos su mejor arma y seremos
nosotros mismos los demandantes del cambio hacia ese nuevo orden mundial.
Esas terribles amenazas, tan
inminentes, reales y tangibles, tienen una función final diferente a la que
nosotros pensamos, y esa función no es otra que la de cambiarlo todo para dejarlo todo como está; es decir: seguir
aplicando la misma política de ley del embudo. Nosotros seguiremos en la parte
estrecha y la élite, como es de esperar, en la parte ancha del embudo. Y no hay
más.
Lo he dicho en infinidad de
ocasiones: Mientras no haya una cantidad suficiente de personas capaces de
darse cuenta de cómo funciona de verdad el mundo en que vivimos, esto no
cambiará. Cambiará el color de la jaula, pero no la jaula. Si queremos salir de
ella tenemos que ir hacia un modelo de sociedad en el que seamos más nosotros
mismos, renunciando a ser “masa”, y no dejarnos influenciar mediáticamente por
le élite que tiene el poder y el control. Eso empezaremos a verlo el día en que
perdamos el miedo y, por ejemplo, en unas elecciones se produzca una abstención,
como mínimo, del 80%.
Porque, ¿verdaderamente necesitamos
de políticos, banqueros, economistas, abogados y otros “especímenes” similares
a estos para vivir?
Por un momento piénsalo.
La calidad de vida de la
que disfrutas actualmente; es decir: tu casa con calefacción, aire acondicionado,
electrodomésticos, agua caliente, etc.; tu coche para desplazarte de un lado a
otro; tu ordenador, teléfono móvil y un sinfín de cosas más, no te las ha
proporcionado ningún político, economista, abogado ni banquero. Te lo ha
proporcionado la ciencia y la tecnología. Entonces, ¿por qué seguir haciendo
caso a todos estos “paniaguados” que encima son los que ponen freno a la
verdadera revolución tecnológica que, en mi opinión, nos haría la vida más
sencilla?