El Estado moderno
hace tiempo que ha tomado posesión de cuanto acontece en nuestras vidas
haciéndose altamente intervencionista.
Los Estados
intervencionistas recaudan, en aras a procurar el bienestar social, cantidades
ingentes de dinero, vía impuestos, que luego son incapaces de conseguir revertir
en procurar el bienestar de las personas.
Por lo general -y
casi me atrevería asegurar que siempre- la corrupción, la malversación, la
prevaricación y el más insidioso despilfarro, están instalados de manera
absolutista en Los Estados.
Los Estados prestan
servicios -que en la mayoría de los casos dejan mucho que desear- a precios
desmesurados. Y no es que al Estado esos servicios le cuesten más, es que el Estado
goza de mecanismos que distorsionan el coste real de las cosas para poder
desviar el dinero hacia otros bolsillos (normalmente a los de sus dirigentes y
toda la caterva de clientelismo que lo sustenta). Así nos encontramos con casos
como, por ejemplo, que el alojamiento de un recluso en un penal sea como mínimo
igual o superior a si lo hiciera en un hotel de 4 estrellas (ni que decir tiene
la diferencia entre ambos ¿verdad?)
Por otro lado, los
servicios prestados a los ciudadanos, por parte de los mastodónticos gobiernos
de turno de cada Estado, son tan
caros como ineficaces. Gran parte de la contribución de los
ciudadanos al Estado, en forma de impuestos obligatorios, se pierde en embrollos administrativos para después aflorar
en los retretes de la corrupción o
bien, como en la mayoría de los casos, desaparecer por arte de magia.
Si lo miras bien, los
Estados se han convertido en verdaderas mafias. Realizan el mismo tipo de tropelías que las mafias organizadas
–desfalcos, robos, tráfico de armas y drogas, trata de blancas, acoso y amedrentamiento
para la recaudación de dinero a cambio de protección, asesinatos, etc.- con la gran
diferencia de que los Estados son impunes gracias a leyes que ellos mismos
promulgan.
Pues bien. Dicho esto, está claro que el Estado es el problema y no la
solución. Así que deberíamos mandar al Estado “un poquito a la mierda”. Pero siendo realista esto hoy en día verdaderamente
no es factible ya que el ciudadano está absolutamente indefenso ante el todo
poderoso Estado.
El problema de
fondo es que para dar cualquier paso hacia adelante en nuestra sociedad,
Estado, o lo que sea, tiene que haber un cambio
de conciencia colectiva sobre la base de una masa crítica de individuos, lo
suficientemente grande, que genere una
“nueva conciencia” y así poder provocar el cambio. En estos momentos estamos inmersos
de lleno en este proceso, pero cada uno de nosotros tenemos que aportar nuestro
granito de arena y posiblemente llegue esta “concienciación” antes de lo que realmente
suponemos. Para ello, entre otras cosas, la gente tiene que estar informada y
no aletargada ni teleidiotizada y, por supuesto, perder el miedo a pensar
diferente.
Llevamos 2.013 años 2 meses y 24 días de nuestra era
(fecha en la que escribí este artículo) anclados en los mismos paradigmas de
siempre –Dios, Patria, Rey, Familia…..etc.- sin que prácticamente hayan
evolucionado. Mientras, por otro lado, hemos pasado de recorrer los caminos
polvorientos en carros tirados por animales a los viajes espaciales, en los 100
últimos años. Entonces, qué sucede, ¿es que no podemos hacerlo mejor? Por
supuesto que sí.
Sólo cuando el ser
humano tenga la capacidad de reorganizarse en
base a la libre e igualitaria distribución de los recursos del planeta que, en
definitiva, son la base de nuestra existencia, podrá librarse del yugo opresor
del Estado y pasar a un “estadio superior” –que no Estado- que le permita
avanzar en su imparable evolución.