jueves, 30 de marzo de 2023

EL COVID-19 NUNCA FUE UNA CRISIS SANITARIA, SINO UN MECANISMO PARA EL REAJUSTE DE LA ECONOMÍA

 A raíz de que los neoliberales Margaret Thatcher y Ronald Reagan desregularan el sistema financiero en los años 80, los “accidentes” económicos se han ido repitiendo con una frecuencia cada vez mayor. Desde entonces, no se han respetado las reglas básicas de la gestión financiera ortodoxa, el dinero fácil ha fluido como agua de un manantial inagotable y el despilfarro y la malversación campan a sus anchas.

A partir de la puesta en escena de la paranoia del Covid-19, estamos experimentando una serie de crisis provocadas intencionadamente al unísono: crisis sanitaria, financiera, energética, alimentaria y bélica. Por supuesto, estas crisis no tienen nada que ver con el Covid-19 y sí mucho con el sistema neoliberal que está herido de muerte.

Desde hace décadas el neoliberalismo lleva recurriendo a diversas estrategias (flexibilización cuantitativa, endeudamiento, finanzas especulativas, etc.) para mantenerse con vida. Estas estrategias se han agotado en gran medida y necesita urgentemente una reestructuración radical. Por eso esta vez la respuesta está siendo tan contundente.

En octubre de 2019 los mercados financieros estaban en pleno colapso, alcanzando su punto álgido en febrero de 2020. Antes de que apareciera la falsa pandemia ya se inyectaron billones de dólares en la economía: un nuevo parche temporal para paliar un neoliberalismo en implosión. Luego apareció el Covid y con ello los bloqueos, encierros, etc., que no fueron para combatir ninguna pandemia, sino para retrasar lo inevitable: una galopante inflación, que ahora es falsamente atribuida al Covid, a la guerra de Ucrania y al cambio climático.

Nuestra historia más reciente ha puesto de manifiesto cómo el neoliberalismo, basado en la economía de la competencia, nos ha llevado inevitablemente a la corrupción, a la consolidación del poder y la riqueza de una minoría que juega con ventaja, a la estratificación social desigual, a la concentración tecnológica en manos de unas minorías privilegiadas, a la discriminación en el acceso al conocimiento, a la explotación laboral y, al final, a una forma encubierta de dictadura a cargo de una élite rica que, esa sí, goza te todo lo que no dispone la gran mayoría.

Estamos asistiendo a una demolición controlada de gran parte de la economía y a una gobernanza autoritaria para hacer frente a la actual situación. Tanto los confinamientos como el resto de medidas tomadas durante la falsa pandemia no fueron sanitarias, sino medidas de política monetaria para contribuir en gran medida a acelerar la reestructuración de la economía.

Ahora todo tiene sentido. La enésima crisis económica que estamos padeciendo ha sido –como todas las anteriores- planeada y nada tiene que ver con el azar. Se ha llevado a cabo porque los sátrapas que controlan el sistema financiero han creído que era necesario hacerla y la han hecho, no hay otra razón. Esta nueva debacle servirá, además, para imponer las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC): un sistema tecnocrático digital del que no podremos escapar.

Los que siguen mis artículos saben que soy de los que piensa que las crisis económicas no son producto de unas malas praxis de banqueros y economistas. Las crisis económicas son consecuencia de aplicar mecanismos altamente calculados para favorecer los intereses de unos pocos, ya que, como he dicho siempre, la economía actual ha sido creada por una élite para ser predecible, previsible y, sobre todo, manipulable.

Si lo piensas, el Sistema lleva décadas prometiéndonos un mundo feliz que nunca llega. Al mirar a nuestro alrededor no vemos otra cosa que hambre, odio, guerras y miseria en gran parte del globo terráqueo. Y esto es debido a que mientras exista una industria armamentística siempre habrá guerras; a que mientras las naciones dependan del dinero de los banqueros, serán éstos los que impongan sus normas; a que si las leyes las hacen unos pocos nunca habrá justicia y a que mientras dependamos del dinero jamás desaparecerá la esclavitud. Si además le sumamos que el sistema financiero es un desastre, la democracia pura demagogia y el llamado progreso una involución del ser humano, no sé a qué estamos jugando.

En este Sistema perverso las crisis -ya sean económicas, sanitarias o guerras programadas- son para crear nuevos paradigmas, normas de control, riqueza y más poder para la élite. Todo lo demás es relleno, pura distracción.

Ya en su día Lenin dijo que para controlar el mundo había que controlar la sanidad, aumentar el nivel de pobreza de la gente, fomentar el endeudamiento, controlar la educación y, sobre todo, dividir a la población. ¿Te suena de algo?

Salir de este contubernio no es nada fácil. Personalmente sólo vislumbro dos maneras: una -en la que estamos enfrascados ahora mismo- a través de la imposición de un nuevo orden mundial totalitario, donde el gobierno mundial lo decidirá todo en aras al bien común. Y la otra -diametralmente opuesta- es ir a un tipo de sociedad donde sea el individuo el centro de todo. Ni que decir tiene que soy partidario, sin lugar a dudas, de la segunda opción.

Por enésima vez lo repito. Todo lo que estamos viendo ha sido planificado de antemano y no tiene nada de casual, es intencional y está relacionado con el control y reducción de la población. El poder global del dinero sabe muy bien lo que está haciendo. Buscan destruir los Estados Nación para instaurar un único gobierno mundial dirigido por una oligarquía tecnocrática. Otra cosa es que lo consigan.

La humanidad tenemos el deber y la obligación de unirnos contra el enemigo común, que no es otro que el poder global del dinero. Este poder en la sombra actúa a través de políticos de paja que constantemente son reemplazados por otros de la misma calaña. Aquí es donde radica su fuerza, ya que la sociedad no puede actuar contra un poder cuya existencia, origen y naturaleza desconoce. Por lo tanto, lo primero que habrá que hacer es sacar a esa gente del anonimato.

A los que llevamos años denunciando esta confabulación se nos tacha de conspiranoicos, terraplanistas y últimamente de negacionistas, con el único fin de ridiculizarnos y desacreditarnos. Sin embargo, un “negacioncita” no es más que alguien con pensamiento crítico que se lo cuestiona todo (por cierto, cuestionar no es negar). Lo contrario es un “tragacionista”: persona que se cree responsable, segura de sí misma y en posesión de la verdad. Evidentemente, no duda ni del gobierno ni de las instituciones ni de la ciencia ni de la medicina y cree a pies juntillas lo que le cuentan los medios de comunicación.

martes, 14 de marzo de 2023

LA IDEOLOGÍA TRANSHUMANISTA

Desde hace décadas la ingeniería social ha impuesto en Occidente una cultura de masas, anclada en la exaltación permanente de la mediocridad, para hacer del mundo un lugar colonizado por estúpidos. Esto ha permitido a los gobernantes hacer de  las personas ganado al que poder pastorear, marcar, y, por supuesto, sacrificar. Por si no fuera suficiente, ahora se pretende dar un paso más y establecer una dictadura digital transhumanista.

El término “transhumanismo” fue acuñado por primera vez en 1957 por el biólogo Julian Huxley (eugenista, globalista y evolucionista convencido). Para él, los seres humanos deberían ser mejorados a través de la ciencia y la tecnología. Desde entonces, el transhumanismo  se ha convertido en un movimiento ideológico que defiende la mejora de las capacidades físicas, psíquicas e intelectuales del ser humano, mediante el uso de tecnología y métodos científicos. Su objetivo es llegar a conseguir una nueva “especie transhumana” superior, dejando a un lado al actual ser humano.

Hablar de transhumanismo hoy en día es controvertido ya que, como es natural, hay opiniones para todos los gustos: unos piensan que no es más que otra de tantas teorías de la conspiración, otros lo ven como un objetivo deseable de alcanzar por algunos a medio plazo y otros, sin embargo, como una realidad de la que no podremos escapar.

Entre los defensores a ultranza de esta nueva ideología está el presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, quien asegura que la Cuarta Revolución Industrial, en la que ya nos encontramos inmersos, “conducirá a una fusión de nuestras identidades físicas, digitales y biológicas”, produciéndose la unión total del hombre con la máquina”.

En su libro “Shaping the future of the Fourth Industrial Revolution” Claus Schwab dice que la tecnología neurológica permite influir mejor en la conciencia y los pensamientos, lo que conllevará a tener la capacidad de “leer y escribir” en el cerebro.

En la reunión del FEM, de 2016, se dijo que si pudieran utilizar la optogenética, u otra tecnología similar, podrían introducir sensores artificiales en el cerebro y restaurar o potenciar funciones. Esto implicaría la posibilidad de manipular pensamientos, emociones o sentimientos en beneficio, obviamente, de los propietarios de esos cerebros conectados. Que traducido al “román paladino” significa leer nuestros pensamientos para influir en nuestro comportamiento.

Otros transhumanistas, como Raymond Kurzweil (director de ingeniería de Google) o el neurocientífico Anders Sanberg, incluso exponen la posibilidad de poder llegar algún día a transferir nuestra mente a un ordenador.

Por supuesto, los grandes defensores de esta nueva ideología no hacen otra cosa que alabar los beneficios de la fusión del hombre con la máquina. Según ellos, los implantes de micro chips traerían consigo la posibilidad de tratar lesiones cerebrales, corregir todo tipo de problemas de movilidad y acabar con enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer, entre otras cosas.

Pero el “sueño húmedo” de todo transhumanista es la inmortalidad. Por eso dicen buscar liberar la conciencia humana de las ataduras del cuerpo y poder superar para siempre la enfermedad y la muerte.

Yuval Noah Harari, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén y miembro FEM, está dedicado en cuerpo y alma al transhumanismo y convencido de que la nueva era transhumanista venidera es inevitable.

En el centro de este nuevo dogma están el Internet de las cosas, los big data y la inteligencia artificial. Con estas tres herramientas tratan, según la filosofía transhumanista, de buscar un evento -al que llaman “Singularidad”- y una vez logrado la humanidad tal y como la conocemos ya no será posible

Este deseo de fusionar el hombre con la máquina no es ninguna utopía y está cada día más cerca. Por lo tanto, la pregunta inevitable es: ¿nos encontramos física, mental y socialmente preparados para abordar los retos que nos plantea este cambio tecnológico sin precedente?

Mucho me temo que a los transhumanistas les importa un bledo que la sociedad esté preparada o no, ya que no todos serán elegidos para ingresar en el mundo transhumanista de la misma manera. Además, su agenda incluye la despoblación, y todos aquellos no elegidos, a los que los transhumanistas consideran seres inútiles que no aportan nada, serán literalmente eliminados.

Actualmente estamos inmersos en medio de esta transformación, que no es otra cosa que una guerra encubierta contra la humanidad. Todo lo que estamos viviendo forma parte de una agenda de exterminio y control. Porque al final, si lo piensas, siempre se trata de control. Control, por otra parte, necesario para que los que están en la cúspide de la pirámide puedan seguir estando ahí eternamente.

Si no sentimos inquietud y rabia al observar los desastrosos cambios que se están produciendo es que verdaderamente nos han convertido en un atajo de imbéciles integrales.

Todas las transformaciones que se están llevando a cabo no tienen otra finalidad que conducir a la humanidad -o a lo que quede de ella- a un transhumanismo que, evidentemente, no será igual para todos: unos disfrutarán de sus ventajas (erradicación de enfermedades, tecnología avanzada,…) y otros padeceremos sus inconvenientes (control físico y mental, esclavitud,…).

Aunque estamos acostumbrados a que los “iluminados” de turno nos impongan sus ideologías, esta vez se han pasado siete pueblos.

Puede que algunos estén como locos esperando el momento de transformarse en cíborg. Sin embargo, creo que somos legión los que preferimos seguir siendo humanos, con nuestros defectos y virtudes.

Me pregunto si van a respetar nuestra voluntad.

¡Pero qué cosas se me ocurren! 

miércoles, 1 de marzo de 2023

SÍ, EL PUEBLO ESTÁ LEGITIMADO PARA DERROCAR CUALQUIER GOBIERNO

En los últimos tres años hemos sido testigos de cómo el total de la sociedad se ha sometido voluntaria y dócilmente a los ataques más espeluznantes contra sus propias libertades. Lo más lamentable ha sido ver cómo una mayoría significativa de personas, de todo el espectro social, ha defendido irracionalmente tal abuso, habiéndose convertido de la noche a la mañana en fanáticos del control.

Estas personas, aparentemente inteligentes, han pasado a ser zombis sumisos y obedientes de los draconianos mandatos gubernamentales. Tal es así, que pareciera que han perdido toda capacidad de razonar y estuvieran hipnotizados.

Cuando la gente está expuesta una y otra vez a un mensaje difundido por periodistas, políticos, pseudocientíficos o personajes famosos a los que admira, ese mensaje no se cuestiona. Así de simple. Pero tanto creer una verdad o negarse a creer una mentira, simplemente porque lo hemos oído de la boca de algunos de esos personajes a los que admiramos, no es más que otra sibilina forma de engaño.

En las últimas décadas la mayoría de los gobiernos del planeta, dirigidos por un “gobierno mundial en la sombra”, están transformándolo todo. Estos gobiernos -compuestos por estúpidos incompetentes, cobardes y traidores- constantemente promulgan leyes para regular cualquier cosa por muy absurda y estúpida que sea (ley de bienestar animal, ley de memoria histórica, ley solo sí es sí, ley del cambio climático, ley trans,…). Evidentemente, estas leyes no están hechas para solucionar nada, sino para confundirnos, controlarnos, criminalizarnos y robarnos con el más absoluto descaro. Tal es así, que incluso Putin, en el discurso pronunciado a la Nación el 21 de febrero de 2023, dijo: “Occidente está fuera de control. Se ha convertido en una sociedad de lunáticos y mentirosos patológicos con los que no se puede hacer nada”. Y no le falta razón.

Los hechos acontecidos en los tres últimos años ponen de manifiesto claramente que la mayoría de los gobiernos son en realidad organizaciones criminales al servicio del poder global del dinero. Actualmente tienen como objetivo la creación de un único gobierno mundial autoritario, que aspira a controlar todos nuestros movimientos, pensamientos y sentimientos, pasando primero por una reducción drástica de la población.

Esta “autoridad mundial” quiere establecer una tecnocracia donde sea la ciencia la que dicte y organice la sociedad. El proceso puesto en marcha trata de introducir lo siguiente:

-Una identidad digital universal.

-Eliminar el dinero en metálico.

-Imponer un sistema monetario digital centralizado.

-Asignar un sistema de crédito social a nivel mundial.

-Instaurar un pasaporte sanitario

-Vacunación y administración de medicamentos obligatoria.

-Sustitución del trabajador por Inteligencia artificial.

-Fusión del hombre con la máquina (transhumanismo).

-Control demográfico con capacidad para decidir quién se reproduce y quién no.

-Implantar las ciudades inteligentes (ciudades de 15 minutos).

-Abolir la propiedad privada, la libertad de expresión y la libertad en general.

Aunque no sabemos si serán capaces de llevar a “buen puerto” su plan diabólico, hay, sin embargo, una inquietante realidad: tienen la tecnología para hacerlo.

¿Pero quién coño es esta gente para imponernos sus delirios? Y lo que es aún más deplorable: ¿cómo consentimos que nuestros gobiernos nos arrebaten nuestros derechos y libertades innatas? Porque ser “nuestros representantes” -que no lo son- no les da derecho a tener “patente de corso”.

Parece como si se nos hubiera olvidado que en la mayoría de países del mundo está reglamentado que el gobierno no debe excederse en sus funciones, pudiendo ser destituido por el pueblo.

Sin ir más lejos, el documento de Declaración de Independencia, del 4 de julio de 1776, de EEUU, dice claramente: “Consideramos evidentes por sí mismas las siguientes verdades: todos los hombres han sido creados iguales. El creador les ha concedido ciertos derechos inalienables, entre los que se encuentran la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Los gobiernos son establecidos entre los hombres para garantizar esos derechos y su justo poder emana del consentimiento de los gobernados (...). Cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, demuestra el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, tiene el pueblo el derecho y el deber de derrocar ese gobierno y establecer nuevas garantías para su futura seguridad (...)”.

A lo largo de nuestra historia el mundo ha sido gobernado por familias extremadamente ricas. Si hasta hace muy poco gobernaban despóticamente, haciendo alarde de ello, hoy en día lo hacen sibilinamente ocultándose.

Para seguir manteniendo el control sobre la humanidad, estos tiranos pusieron en marcha las democracias actuales, donde, desde el anonimato, continúan ejerciendo su poder sobre nosotros. El engaño ha sido perfecto, ya que la mayoría de la población lo único que ve son los llamados “gobiernos democráticos” que, sin embargo, no son más que meros títeres actuando en un teatro de marionetas para distraer al “populacho”, mientras que los verdaderos gobernantes en la sombra nunca muestran sus verdaderos rostros ni salen en los medios de comunicación.

Decía Napoleón Bonaparte:”Cuando un gobierno depende de los banqueros para obtener dinero, son ellos, y no el gobierno, quienes controlan la situación”.

Y aquí lo tenemos.

85 países solicitaron formalmente en abril de 2020 ayuda financiera al FMI. Para ello tuvieron que aceptar ciertas condiciones, entre ellas los dictados de la OMS sobre la falsa pandemia (confinamientos, toques de queda, “vacunas”, pasaportes de “vacunas”, etc.). Así quedó expuesto a la opinión pública  cuando el Presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, rechazó una línea de crédito del FMI, de 940 millones de dólares, debido a que la condición para la concesión del crédito era que Bielorrusia impusiera las mismas restricciones Covid que Italia, cosa a la que se negó rotundamente.

Lo que hemos vivido los últimos tres años ha sido el mayor crimen contra la humanidad jamás perpetrado. Esta conspiración fue gestada por el cártel bancario internacional en connivencia con instituciones supranacionales que han usurpado el mandato democrático de los gobiernos.

Sin embargo, algo “grande” está ocurriendo. En ningún momento de la historia ha sucedido nada parecido: personas inteligentes y solidarias trabajando por abrir los ojos al resto, para desterrar de una vez por todas a esa panda de criminales que llevan demasiado tiempo “negándonos el pan y la sal”.

Para desgracia de estos tiranos, hoy en día ya hay cientos de millones de personas –y creciendo- que están despertando y son conscientes de lo que realmente está sucediendo en el mundo.

A los que aún no han despertado les recomiendo que vean este vídeo de 40 minutos/, donde un antiguo director ejecutivo, que trabajó en la ONU durante dos décadas, explica cómo el mundo está controlado por un puñado de criminales que lo único que buscan es enriquecerse y esclavizar a la humanidad.

Nos estamos jugando mucho.

Si piensas que políticos, sindicatos, jueces o periodistas nos van a sacar de este atolladero estás muy equivocado. De este atolladero tenemos que salir solos. Por eso cada acción cuenta como, por ejemplo, dónde gastar nuestro dinero o dejar de votar de una vez por todas a unos políticos que están al servicio del poder global del dinero.

Pero lo más importante de todo es hablar sin parar con los demás -aunque no quieran escuchar- de lo que está pasando. La gente tiene que entender que los que verdaderamente ostentan el poder en el mundo no lo hacen porque sean inmensamente ricos y controlen gobiernos, ejércitos y medios de comunicación (que también ayuda y mucho), sino porque su poder radica fundamentalmente en que la mayoría de la gente desconoce cómo funciona realmente el mundo. ¿Entiendes ahora por qué es tan importante para ellos hacernos callar?

Pensar que quitando un gobierno de izquierdas para reemplazarlo por uno de derechas, o viceversa, cambiará algo es de una ingenuidad supina, como hemos visto desde que estamos jugando a este falso juego de la democracia. Todos los gobiernos reciben órdenes, y no son precisamente nuestras. Por eso, mientras no derroquemos a los gobiernos, que son los verdaderos causantes del problema y no la solución, no hay nada que hacer.

El pensamiento generalizado de una parte de la población es que nuestros gobiernos se han vuelto locos. Pero no, no se han vuelto locos. Al contrario, saben muy bien lo que hacen. Por lo tanto, si no queremos terminar viviendo en “jaulas” como animales, es imprescindible deshacerse de los corruptos gobiernos y avanzar hacia un tipo de sociedad en la que no se vuelva a consentir jamás que nadie acumule tal cantidad de riqueza que le permita adueñarse del mundo.