Desde que
apareció la vida en la tierra -hará unos 3.000 ó 4.000 millones de años- todos
y cada uno de los seres vivos de este planeta han tenido que enfrentarse a innumerables
dificultades para conseguir -algunas veces sí y otras no- sobrevivir. Los
cataclismos naturales, las enfermedades y los peligros que entraña en sí la propia
vida son parte de nuestra existencia y, aunque hemos evolucionado
sustancialmente, nada ha cambiado en este sentido. Lo único que ha variado es la
manera de afrontarlo: en ocasiones acertadamente y otras no tan acertadamente.
Como sabemos, la
OMS ha declarado una pandemia a nivel mundial, por un coronavirus llamado
Sars-Cov-2, que ha sumido al mundo en un caos.
Lo que hay que
analizar es si esa decisión está justificada o es un tanto exagerada,
manipulada o sesgada.
Empecemos por
saber qué es un virus. Según los biólogos, los virus son el origen de la vida
tal y como la conocemos. Están presentes en todos los seres vivos, tanto
insertados, formando parte de sus genomas, como realizando funciones de vital
importancia como parte del microbioma. Pero también hay virus modificados genéticamente
en laboratorios, lo que ha dado lugar a la proliferación de armas biológicas.
Todos conocemos
hasta la saciedad la versión oficial sobre la pandemia. Sin embargo, muy pocos
conocen la existencia de voces discordantes, dado que son sistemáticamente silenciadas
y condenadas al ostracismo. En el siguiente artículo “La estupidez de las vacunas de ARN para la
COVID-19” tienes otra
versión y análisis de los hechos, que deberías tomarte la molestia de leer para
poder comparar y sacar tus propias conclusiones. Eso sí, procura que no entre
en juego tu disonancia cognitiva; es decir, la negación rotunda de unas pruebas
evidentes, y contrastadas, por el mero hecho de que no coincidan con las tuyas.
Empecemos con una
triple pregunta: ¿quién ha tomado esa decisión, por qué la ha tomado y basándose
en qué la ha tomado? Respuesta: la decisión la tomó la OMS, porque “alguien” se
lo ordenó y lo hizo basándose en una sarta de mentiras, como ya he argumentado
en anteriores artículos. Así de claro.
Veamos a continuación
una analogía.
Como todos
sabemos, el tráfico en las carreteras produce al año millones de accidentes y
más de 2 millones de muertes en el mundo. ¡Preocupante! ¿Verdad? Ahora imagínate
que llega un “iluminado” y para solucionarlo prohíbe circular por las
carreteras, encerrando todos los vehículos en los garajes, manteniendo solo
unos servicios mínimos. Evidentemente, ya no habrá tantos accidentes, pero
estarás de acuerdo conmigo que el problema que se ha creado es mayor que el que
había antes, dado que el desabastecimiento de bienes y servicios generará un
caos de unas dimensiones colosales. Y digo yo, ¿no sería mejor solución hacer
coches más fiables y una red de carreteras más seguras? Evidentemente.
¿Y cómo se ha
actuado en esta “crisis sanitaria”? Pues de la misma manera. El “iluminado” de
turno (la OMS) decidió tirar por la calle del medio: de la noche a la mañana
nos encerró a todos (sanos y enfermos) en nuestras casas acabando con toda
actividad económica. Una animalada como la copa de un pino que, además, se ha
enquistado en el tiempo, y lo saben.
La excusa utilizada
ha sido que una enfermedad contagiosa podría colapsar el sistema sanitario.
Pues bien, pongamos la solución a ese problema. Lo que hay que hacer, entonces,
es crear un sistema sanitario capaz de absorber cualquier emergencia. Y que no
nos engañen haciéndonos creer que no se puede llevar a cabo, dado que en otros
ámbitos si se hace como expondré a continuación.
Actualmente la
mayoría de países disponen de unas fuerzas armadas con aviones, barcos, tanques
y un sinfín de armamento cuyo mantenimiento cuesta un dineral. Estas fuerzas
armadas y su costosísimo armamento están en tiempos de paz, digámoslo así,
“muertas de risa”, pero se convierten en indispensables en caso de conflicto bélico.
Esto es así en todos los países del mundo y nadie parece cuestionarlo.
Y yo me pregunto:
¿por qué no se hace lo mismo con el sistema sanitario? Tener preparado un
sistema sanitario de emergencia para cubrir cualquier evento adverso sería más
eficiente que prohibir toda actividad y mantener a la población encerrada. Eso
por no hablar de que sería infinitamente más económico. Esto también lo saben.
Para hacernos una
idea de la exageración, manipulación y utilización de esta falsa pandemia solo
tenemos que compararla con una pandemia de verdad como fue la peste bubónica.
En la edad media
la peste bubónica se llevó por delante a 75 millones de personas en Europa,
Asia y África cuando el planeta solo contaba con 500 millones de habitantes y
no había ni coches ni trenes ni aviones, por lo tanto, la movilidad de la gente
era infinitamente inferior a la actual. Eso supuso la muerte del 15% de la
población mundial. Ahora, en un mundo intercomunicado y globalizado, de 7.850
millones de habitantes, la falsa pandemia ha ocasionado la muerte (según datos
oficiales) a 3,5 millones de personas, lo que supone el 0,04% de la población
mundial. Entonces, ¿de qué pandemia estamos hablando? ¿Cómo se puede parar el
mundo con estos datos? ¿Cómo podemos aceptar confinamientos, toques de queda,
uso obligatorio de mascarillas y, sobre todo, la inoculación masiva de unas
vacunas que no han sido aprobadas?
Para aclarar estas
cuestiones tiremos de hemeroteca y repasemos las tragedias anunciadas durante
los últimos 60 años:
Allá por los años
60 se decía que el petróleo se agotaría en menos de 2 décadas; en los 70, que
venía una pequeña edad del hielo; en los 80, que la lluvia ácida destruiría los
cultivos para siempre y, en los 90, que la capa de ozono desaparecería por
completo acabando con la vida en la tierra. Luego, que el “efecto 2000” acabaría
con los ordenadores, que para el año 2010 el cambio climático habría derretido
los casquetes polares y que la crisis del 2008 arruinaría el planeta. Más tarde
empezaron a llegar amenazas como el Ántrax, el virus del Nilo, el Sars, el
Ébola, la gripe aviar, el Zica y la gripe porcina que nos matarían a todos. Y
ahora, como sabemos, el Sars-Cov-2.
Demasiadas
amenazas y ninguna cumplida ¿verdad?
Entonces,
deberíamos preguntarnos: ¿por qué ese empeño de tener sumido al mundo
constantemente en estado de shock? Y, ¿para qué?
La respuesta es
bastante sencilla.
Se sabe que la
fuerza más importante que subyuga al hombre es el miedo. Ese miedo se nos
imparte diariamente desde que nacemos: primero por nuestros propios padres, luego
en los colegios y, por último, por los medios de comunicación que nos
acompañarán el resto de nuestra vida.
De todos es
sabido que si quieres conseguir cualquier cosa de alguien solo tienes que
atemorizarlo y hará todo lo que se te antoje. Y eso es lo que se está
consiguiendo con tanta noticia catastrófica, incluida esta falsa pandemia:
implementar un nuevo paradigma por la puerta de atrás que traerá consigo un
genocidio y una esclavitud como nunca antes la hubo.
Que no te engañen
más. Lo que se pretende es que absolutamente todo esté controlado por un poder
oscuro supranacional que no ha sido elegido por nadie.
Mientras la gente
piensa en el “bicho”, en vacunarse y en volver a la “normalidad” el cambio ya
está en marcha. La inmigración ilegal va a subvertir la cultura y forma de vida
de los países receptores. Esto ya se está produciendo. El cambio climático
(probablemente provocado) está sirviendo de excusa para el cierre de la
industria supuestamente contaminante, limitar la velocidad de circulación,
desaparición de todos los vehículos que no sean eléctricos, ir hacia la
prohibición del consumo de carne y la restricción de viajar en avión que, por
cierto, igualmente está sucediendo. ¿Y qué decir de la inminente eliminación
del dinero físico y la llegada de la moneda digital de los bancos centrales
BCDC? Pues también está a muy poco de implementarse. Luego están los cambios en
el sistema nacional de salud, la desaparición de puestos de trabajo que no van
a volver, la implantación de una renta básica universal, los pasaportes
sanitarios, las restricciones de movilidad y un larguísimo etcétera. Y así suma
y sigue.
Probablemente
nadie sabe, en realidad, el verdadero propósito de tal despropósito, pero lo
que cada vez resulta más evidente es que esto no es lo que nos dicen que es. Y
lo más preocupante: que las “vacunas” no son lo que nos dicen que son.
Todo parece
indicar que el futuro que nos espera pasa por la Agenda 2030: un plan maestro
promovido por el Foro Económico Mundial y Naciones Unidas para cambiar el
sistema político-económico del mundo y llevarlo hacia una sociedad unipolar
tipo China. Por eso no quieren que la gente tenga independencia y privacidad.
Como dijo
Confucio: “Saber qué es lo correcto y no
hacerlo es la mayor cobardía”
Pero la cruda realidad es aún peor: el mundo ha colapsado de imbecilidad y esa imbecilidad no hay quien la pare.