Las políticas neoliberales que se vienen
aplicando en España desde los tiempos de Felipe González han llevado a este
país al estado actual: una desigualdad entre ricos y pobres de las mayores de
Europa.
Estas políticas han favorecido
sistemáticamente a los empresarios sobre los trabajadores; a la banca y a los
especuladores sobre la industria y al turismo sobre el sector productivo
agrícola y ganadero.
La entrada de España en la UE no ha hecho otra
cosa que aumentar el desempleo, ya que la industria española no es competitiva,
el campo ha sido prácticamente abandonado y el sector tecnológico aún está en
vías de desarrollo. Esto nos ha llevado a poner todos los huevos en la misma
cesta (el turismo) y las consecuencias son trabajadores con empleo temporal
estacional y mal remunerado.
Por supuesto, la recaudación del IRPF sobre
estos trabajadores es irrisoria y no da para mucho, por lo tanto, y dado que
los ricos no pagan los impuestos que deberían, el gobierno de turno se ve
obligado a acudir sistemáticamente a los mercados y endeudarse para mantener en
funcionamiento la maquinaria del Estado.
La economía de un país depende en gran medida
del grado de educación y formación de sus habitantes, además del bienestar de
sus trabajadores: trabajadores contentos con buenas condiciones laborales y
salarios dignos, hace que sean más productivos. Pero en España hace varias
décadas que esto no es así.
Los trabajadores españoles por cuenta ajena están
fundamentalmente divididos entre una minoría de trabajadores fijos con un
salario aceptable -cada vez en menor cuantía- y una masa creciente de
trabajadores eventuales que trabajan por un sueldo raquítico con horarios
minúsculos o interminables.
Las reformas laborales, llevadas a cabo por
los diferentes gobiernos, han propiciado que los trabajadores hayan perdido los
derechos adquiridos durante décadas de lucha obrera, quedando sujetos a los
dictados de los empresarios.
Antes de la nueva regulación laboral tener un empleo
estable proporcionaba un grado relativo de certidumbre a la hora de hacer
proyectos a largo plazo: crear una familia y comprar una vivienda era lo más
habitual. Sin embargo, para
las nuevas generaciones el empleo es el problema número uno, ya que los trabajos
estables están desapareciendo, los salarios cada vez son más bajos y la
posibilidad de tener un futuro brilla por su ausencia.
Para las nuevas generaciones de españoles,
tener una formación técnica y profesional parece fuera de lugar en un país donde
la economía dependiente en gran medida del turismo. Un puesto de trabajo -cada
vez más difícil de conseguir- en la administración pública o en alguna de las
grandes empresas del país, es el sueño ansiado por los jóvenes mejor preparados.
Pero como no hay trabajo para todos, la otra alternativa es la de emigrar a
otro país, si no quieres quedarte aquí para ejercer de “licenciado camarero”
“geólogo masajista” o “letrado reponedor de Mercadona”.
La generación que creció en la posguerra es la
que ha llevado a este país -para bien o para mal- a estar donde está. Ha sido
una generación abnegada que trabajó mucho, dentro y fuera de España, para que
sus hijos no pasaran las calamidades que ellos padecieron. Pero se equivocaron.
Esta generación de padres ha sido demasiado
indulgente con sus hijos. Tuvieron -y aún tienen- un fuerte sentimiento de
"sacrificio" para dar a sus hijos todo lo que ellos no tuvieron al
crecer pobres. La ironía de esta situación, es que los padres esperaban que
dando a sus hijos todo aquello que ellos no tuvieron (dinero, caprichos y
carreras universitarias…) sus hijos conseguirían empleos mejor remunerados y
que alcanzarían un estatus más alto. Sin embargo, la realidad es que, en lugar
de eso, los hijos de estos padres trabajadores no pueden lograr ni siquiera el
nivel de seguridad e ingresos de sus padres.
Durante los 13 años y medio que Felipe
González estuvo en el poder fue donde se empezó a gestar la situación que
padecemos ahora. El régimen socialista fue el primero en reforzar el poder de
las empresas. Promulgó una serie de leyes laborales que socavaron el empleo
estable de los trabajadores, permitiendo a los empresarios emplear a la gente
con contratos eventuales y sin indemnización por despido.
Posteriormente, los gobiernos de Aznar,
Zapatero y Rajoy hicieron lo propio, dejando al país en la situación actual:
trabajadores cada vez más pobres y empresarios cada vez más ricos.
Entre la mayoría de trabajadores jóvenes que
acceden por primera vez al mundo laboral, hay una frustración creciente por el
empleo ocasional de subsistencia –esclavo mal remunerado- y la incapacidad, por
lo tanto, para emanciparse, progresar y hacer planes a futuro.
En este contexto, son los padres -y en algunos
casos los abuelos- los que mantienen a estos jóvenes con un nivel de vida
superior al que tendrían si estuvieran trabajando, de ahí que la mayoría de los
jóvenes no estén interesados en forjarse un porvenir.
La tendencia mayoritaria, por parte de estos
jóvenes, es la de aceptar las circunstancias y dar por sentado que los padres deben
hacerse cargo de ellos de por vida. Y no les falta razón, ya que les compran
bienes de consumo y les financian gratuitamente todas sus necesidades (comida,
ropa, techo, coche, teléfono móvil,…) sin pedirles nada a cambio. Lo hacen
simplemente porque son sus hijos. Nada más.
Pero cuando los hijos pasan de la treintena,
siguen sin emanciparse y dependiendo económicamente de sus progenitores, la
cosa cambia. Los padres a estas alturas están jubilados o a punto de hacerlo. Y
claro está, con menos ingresos y menos energías, tener que seguir manteniendo a
sus hijos como cuando eran pequeños está fuera de lugar. Esta situación hace
que los padres deban restringir su nivel de vida sintiéndose cada vez más
exasperados. Pero la cruda realidad es que no pueden hacer nada para
remediarlo, ya que fueron ellos mismos los que, con su mal ejemplo, provocaron
esta situación.
Y en esas estamos.
La generación de la posguerra, que tanto mimó
a sus hijos, ahora no sabe cómo arreglar lo que ya no tiene remedio. Viven en
una dicotomía continua: tan pronto maldicen al Sistema por haber dejado a sus
hijos sin futuro, como se enfadan con ellos por no esforzarse en buscar un empleo.
Actualmente, la mal llamada clase media de este
país vive de las reservas del pasado, y las nuevas generaciones de jóvenes (no
olvidemos que son el futuro del país) están viviendo del trabajo y los ahorros de
sus padres. Sin embargo, a las grandes familias adineradas nunca les ha ido
mejor.
Bien es verdad que hay aproximadamente un 20%
de jóvenes a los que les va bien. Son fundamentalmente jóvenes preparados que,
en la mayoría de los casos, disponen de
buenos empleos gracias a los contactos de sus padres. Básicamente
podemos decir que en la situación actual “si tienes padrinos te bautizas”, de
lo contrario es casi seguro que no.
Se dice siempre que un país es rico o es pobre
en función de sus recursos. Pero no es verdad. Todos los países son ricos y
todos poseen el recurso más preciado: sus habitantes.
Países como Bélgica, Suiza, Singapur, Japón,
etc., son países ricos sin prácticamente recursos naturales. Y al contrario,
países como Nigeria, Congo, Sierra Leona o Argelia, son algunos de los
numerosos países que disponen dentro de sus fronteras de
muchos recursos naturales pero, sin embargo, están considerados
países pobres.
La verdadera riqueza de un país es la masa
gris de sus gentes. Nada más y nada menos.
No lo dudes. Un país donde sus ciudadanos
gozan de una buena educación y formación siempre saldrá adelante, amén de si
dispone o no de recursos naturales. Evidentemente, no es el caso de España,
donde la educación y formación de sus ciudadanos deja mucho que desear. Y no es
porque seamos más torpes que los demás, sino porque históricamente la ineptitud
y egoísmo de nuestros gobernantes así lo ha querido. Y esto no ha cambiado un
ápice.
Un país de 46 millones de habitantes
-considerado desarrollado- con multinacionales tan importantes como Inditex,
Telefónica, Iberdrola, Repsol, Banco Santander, etc., donde existe una bolsa de
8,5 millones de personas en exclusión social y el 48% de la población llega a
duras penas a fin de mes, es sencillamente inadmisible. Por lo tanto, algo
estamos haciendo rematadamente mal.
La gente ingenuamente piensa que la situación
mejorará, pero mucho me temo que para la mayoría de los trabajadores la situación
empeorará.
Si seguimos el dictado neoliberal que nos
impone Bruselas, y arrastrando los errores que cometió la generación de la
posguerra con sus hijos, es más que probable que nos convirtamos en un país
como Méjico, donde una minoría nada en la opulencia mientras el resto sobrevive
con salarios de mierda, con perdón.
Esta es la realidad de la economía española.
Lo demás, son cantos de sirena de políticos, con discursos para mentes muy
cortitas. Y así nos va, claro.